Disclaimer: Hiro Masima es dueño de los personajes, yo solo los tomo prestados para cosas como estas.

¿Un resbalón con reglas?

Primer regla:

Resbalón a primer trago.

No, no, no y ¡No!

Aquellos papeles frente a ella la estaban volviendo loca. Los números de oficio no estaban en secuencia, el pedido estaba mal redactado y por si fuera poco, todo estaba mal ubicado. Las misiones estaban en las órdenes, las órdenes en los nombramientos y estos en vaya Dios a saber dónde. Levy McGarden no podía concebir tal desorden, tal falta de sentido común no podía ser normal, ni mucho menos inteligente o mínimamente brutalidad ¡Era blasfemia pura a su persona!

Se levantó presurosa tomando toscamente las hojas sobre el escritorio y se encaminó a zancadas con el ceño encarnado hasta la oficina de su jefe. Abrió la puerta de manera estrepitosa y al llegar frente escritorio tiró los papeles sobre este con cara de perros.

– ¿Qué significa esto jefa? – Preguntó impaciente, su pie se movía al mismo ritmo que el dedo índice derecho de sus brazos que tenía cruzados.

La silla se giró lentamente dejando ver a un moreno de amenazantes ojos rojos y una sonrisa afilada de lado. Hasta ahí tenía razones para salir corriendo, pero el traje blanco bien abotonado con camisa azul y corbata gris por dentro, le hicieron saber que no era un vulgar don nadie, a pesar de las perforaciones que pudo distinguir en sus orejas, aun siendo tapados por su largo cabello negro azabache, y las que mostraba abiertamente en los costados de su nariz, en su barbilla y las que hacían de cejas.

Sintió su cuerpo temblar así mismo como su rostro mostró claro susto, y sí que tenía razón para que eso ocurriese. Al principio trató de darse ánimos pensando que solo eran imaginaciones suyas pero no era así, lo sabía, y no debía de corroborarlo.

Ella lo conocía, para suerte o desgracia, lo conocía.

– ¿Jefa? – Una de sus metálicas cejas se arqueó – ¿A quién...? – Las palabras del hombre quedaron en el aire cuando Levy salió disparada de la oficina hacia el escritorio de Lucy, la secretaria principal – ¿le dices jefa? – Su tono de voz disminuyó con cada palabra y concluyó con un chasquido de lengua de molestia. Ahora debía de pensar en qué iba a hacer con aquella muchacha, a quien recordaba claramente.

– ¿Qué es eso que está en la silla de la jefa? – Su voz temblorosa trataba de normalizarse mientras señalaba la oficina principal.

– ¡Levy! – La secretaria, Una joven rubia de ojos chocolate, la miró con susto – Estás pálida ¿Acaso viste un fantasma? – Se levantó para tomarla de las mejillas y tratar de calmarla.

– No, definitivamente es de carne y hueso – Negó aún sin ganarle a los nervios.

– Oh... – Lucy la soltó y rio bajo regresando a sentarse.

– No es gracioso.

– Por supuesto que lo es, a quien has visto es al hijo de la jefa, como ella se fue de vacaciones y él acaba de graduarse en la universidad, lo dejó a cargo por ese tiempo.

– ¿Por qué hizo eso? No puede confiar en un desconocido así como así.

– No creo que sea un desconocido para ella...

– ¡Pero sí para nosotros! – Chilló.

– No creo que eso realmente importe. Además... – Sonrió amable al ver la desesperación en su amiga – Ya estuve hablando un poco con él, no parece una mala persona.

– Pues lo es – Golpeó la mesa decidida.

– ¿Lo conoces? – Se echó levemente para atrás sorprendida.

– ¿Te acuerdas de lo que te conté que ocurrió hace una semana?

– ¿Es él? – No evitó carcajearse.

– No es divertido – Llevó las manos a sus orejas tratando de que las risas dejaran de retumbar en su cabeza – Además acabo de darme cuenta de lo desorganizado que es, casi me desmayo de ver los documentos que me ha enviado para firmar ¿Puedes creerlo? Me los mandó a mí antes de que pasaran por la oficina de aprobación – Se señaló desesperada – Y hay una gran cantidad de errores.

– Lo siento, Levy – Se calmó – Pero respecto a eso no puedo hacer nada, la jefa lo puso ahí, y ahí se quedará hasta que regrese – En ese momento el teléfono sonó, Lucy contestó con rostro aburrido pero al escuchar quién era y darse cuenta del teléfono que había tomado, tuvo que evitar reír con todas sus fuerzas – Ya le digo – Colgó y miró a Levy de manera pícara. Su amiga siempre había sido lindísima, su rostro fino, ojos marrones y cabello azul hasta los hombros que poseía unas cuantas ondas, además de que su figura, a pesar de no ser la más exuberante, estaba bien detallada, y lo mejor, era bajita y apapuchable. Sin duda cualquier chico al verla pensaría que es un primor – Era el jefe.

– ¿Y Qué? – Ladeó la cabeza sin comprender por qué la miraba de tal manera.

– Quiere que regreses a su oficina, y le expliques lo que pasó hace un momento.

– No quiero, Lucy... – Puso ojos de ruego.

– Lo siento, es el jefe – Se encogió de hombros y Levy suspiró.

– Ya voy... – Regresó a la oficina principal con desgano.

– Perfecto – La rubia volvió a tomar el teléfono para avisar al nuevo jefe.

Levy entró y sintió esa mirada sobre ella, definitivamente no sabía cómo lo iba a soportar, tomó la oportunidad para distinguirlo mejor, y sí, era el mismo imbécil que conoció una semana atrás.


Como nunca, había salido de fiesta, dónde oprimida por tanto bullicio había decidido irse, le dijo a la organizadora, a quien conocía, pero ella se desanimó por tal cosa, al final se quedó un poco más pero, en la cocina, dónde veía a la servidumbre ir y venir, lo cual le entretenía un poco, especialmente porque los conocía en su mayoría.

En un momento un hombre elegante de traje, pero que parecía un chiste cuando veía su rostro malhumorado, entró pidiendo un vaso de agua a su amiga Juvia. Cuando obtuvo lo que estaba buscando se percató de la pequeña mujer sentada a la mesa de la servidumbre, supo que ella también lo miró, y con curiosidad cabe recalcar porque no tardó para girar el rostro avergonzada. Era demasiado sencilla como para pertenecer a una familia adinerada, y demasiado elegante como para pertenecer a los sirvientes, era fácil saber que era una invitada, y no una cualquiera. ya que estar en la cocina mientras los demás se divertían fuera, no era normal, lo que le llamó la atención.

Se dio un paseo alrededor de aquella gran cocina y pudo obtener una buena vista de su bonito rostro de perfil y su pequeña espalda. Y por sobre todas las cosas esas curvas que iban de su cintura hasta su cadera, ¡Que provocadoras que eran! Y solo podía rogar que se levantara para obtener una mejor vista, pero para su desgracia parecía que nunca se iba a mover de ahí.

Solo quedaba algo por hacer: moverla.

Se acercó lentamente, como depredador minutos antes de atacar.

– ¿Aburrida? – Preguntó una vez llegó al asiento al lado de la peliazul y se sentó con rostro inexpresivo dejando el vaso, que antes tenía agua, en el mesón, que usaban los sirvientes del lugar para degustar de sus alimentos.

Levy lo miró con curiosidad y sorpresa. Nunca creyó que le fuera a hablar aquel extraño hombre.

– Para nada – Miró sus manos que jugaban en la orilla del mesón, para calmar el nervio que le dio aquel desconocido.

– ¿Entonces por qué estás acá y no sales a la fiesta? – Miró al mismo punto que ella. Tenía unas manos bonitas, pequeñas y femeninas.

– Porque en la fiesta si estaba aburrida – Cerró los ojos en un intento de calmarse y poder hablar con normalidad, el hablar con desconocidos no era su fuerte.

– ¿Insinúas que la anfitriona es aburrida para ti? – Dejó escapar una risilla, pero no cualquiera, era su risilla, con la que detectabas su autenticidad por si algún impostor quisiera hacer de las suyas – Gihi

– No es eso – Lo miró de frente en un arrebato – es solo que no estoy cómoda, a penas conozco a unos cuantos.

– Entonces nadie te invita a bailar – Concluyó.

– Tampoco es eso... – Miró a un costado recordando la continua insistencia de Jet y Droy para invitarla a bailar, pero pasaron peleando entre ellos, así que terminaba siendo un cero a la izquierda para sus pretendientes en cualquier caso.

– Que persona más rara, no te gusta nada entonces – Sonrió de lado desviando el rostro a una de las sirvientas.

Levi se percató y al notar en lo que se estaba fijando simplemente se sonrosó y miró al contrario.

– Simplemente me sentía incómoda allá, y ahora de nuevo estoy en las mismas... – Murmuró lo último para sí y se levantó, provocando que el hombre de mirada intensa clavara los ojos en ella nuevamente, era bajita, ya se lo esperaba, pero comprobarlo también era divertido: "Un renacuajo" pensó y sonrió para sí.

Pero apareció una sonrisa que fue terminando en un bajo silbido una vez obtuvo esa vista que deseaba minutos antes, la espalda baja de la chica. Debía de admitir, que era mejor de lo que imaginaba.

– Bisca – Llamó – Voy a tomar algo de aire fresco – Avisó, su amiga de cabellos verdosos se acercó tras la barra, colocando las manos ahí.

– Entonces te recomiendo que vayas a la terraza – Sonrió – Como la fiesta solo es en. Primer piso, arriba no hay nadie – Levantó levemente el brazo señalando con el índice la dirección indicada.

– Pero... sería vergonzoso que todos me quedaran mirando... – su voz denotó nerviosismo al imaginarse la situación, la llamada Bisca rodó los ojos con diversión, Levy hizo una mueca e infló levemente las mejillas, el pelinegro que solo se dedicaba a mirar pensó que eso había sido adorable.

– Obviamente no irás por la escalera principal – Guiñó un ojo, la muchacha frente a ella abrió los ojos atónita – Los que trabajamos aquí tenemos una subida especial – Abrió la pequeña puertecita aérea del mesón y dejó pasar a su amiga y la llevó hasta una puerta secreta que se perdía en la fachada de madera que adornaba la cocina.

Deslizó la puerta dejando ver dos escaleras, una se dirigía a el segundo piso y la otra al sótano, o eso fue lo que le dio por pensar a Levy, quien sin esperar un segundo más comenzó a subir, no sin antes darle las gracias a Bisca, quien después de sonreírle, cerró el pasaje y continuó con su trabajo, no sin ser interrumpida en su momento por el pelinegro.

Después de cinco escaleras Levy llegó a la terraza, la cual estaba adornada por diversas plantas decorativas (Rosas en su mayoría) y daba una hermosa vista del barrio más rico de la ciudad, todas las casas eran grandes y la mayoría tenían plantas que daban un bonito paisaje a sus ojos.

Respiró hondo y sonrió, era tan calmado y bonito, que se arrepentía el no cargar ni un solo libro.

Se acercó a la baranda y apoyó su brazos ahí, quizá podía encontrar un letrero en el cual ponerse a leer propagandas.

Rio por ese pensamiento, y por suerte nadie más estaba ahí, así que podía hacerlo a sus anchas.

– Si haces eso van a pensar que estás loca – Escuchó una voz masculina, conocida, seguida de esa risa que hace unos minutos se había quedado grabada en su cabeza. Giró el cuerpo encontrándose con el mismo hombre con el que había platicado.

– ¿Qué haces aquí? – Se cruzó de brazos con clara molestia, no sabía si la estaba acosando o simplemente la quería molestar.

– Dime Gajeel – Se acercó a un lado de ella y apoyó los brazos en la baranda y observó el paisaje, dejándose llenar de la fresca brisa – Simplemente, pareces aburrida.

– Te he dicho que no lo estoy – Suspiró alejándose al costado contrario.

– Pero lo pareces, y eso es un problema, enana – Levy frunció el ceño, ella sabía que no era alta, y que tampoco tenía una figura que destacase, muy especialmente entre sus amistades, pero era la primera vez que la llamaban así, y le molestó.

– Levy, no enana – Lo miró con grima.

– Lo sabía, pero te quedas con enana, te pega bastante – También la miró, pero muy diferente a cómo ella lo miraba, él estaba teniendo diversión.

– ¿Lo sabías? – su rostro mostró clara confusión.

– Le pregunté a Bisca – Miró hacia abajo, la fachada de esa casa estaba llena de plantas.

Levy suspiró pesadamente.

– ¿Qué es lo que intentas?

– Bueno, me gusta tu culo – Se rio, Levy se sonrojó escandalosamente – Pero eso no quiere decir que sea un acosador, simplemente soy hombre y tengo mis fetiches.

– No deja de ser de mal gusto que le digas eso a una chica – Miró al costado contrario sin que el color saliera de su rostro en lo más mínimo. Pero, aunque no lo quisiera aceptar, le agradó esa sinceridad, la hacía tener más confianza en su cuerpo.

– Pero si muchas prefieren que les digan eso – Sonrió de manera afilada, y bajó un poco el rostro para poder verla un poco más de cerca, pero, el hecho de que tuviera el rostro hacia el otro lado se lo dificultaba.

– Muchas, mas yo no – giró el rostro para mirarlo de frente pero, definitivamente no fue la mejor opción, aquel rostro masculino, estaba frente a ella mirándola con curiosidad y una intensidad que la hacían querer desmayar de la vergüenza – ¿Te podrías alejar un poco? – Poso la mano entre sus rostro, para intentar que la dejara de mirar. Además ese no era el único problema, sino, que el olor a alcohol que percibió se había vuelto mayor, a cuando estaba en la cocina. No sabía si era un bebedor compulsivo, o simplemente decidió echarse el licor encima para heder de tal manera.

– ¿Invado demasiado tu espacio personal? Gihi – Rio y se irguió.

– Más que eso apestas a alcohol – Se tapó la nariz en claro desagrado.

– ¿Acaso eres de esas apretadas que en la vida han tomado una gota de alcohol? – Levantó una ceja con curiosidad al mismo tiempo que torció los labios con señal de aburrimiento. Para él si una mujer no bebía su buena copa de tequila, no era mujer.

– Claro que he tomado – Lo encaró empuñando las manos y frunciendo el ceño.

– Déjame adivinar... ¿Coctel de menta sin alcohol? – Se burló sin cambiar su expresión y cruzándose de brazos, a pesar de mostrarse serio quería reír y mucho.

– Champagne – Corrigió con una sonrisa.

– ¿Vodka? – Ella negó – ¿Tequila? ¿Sake? – Volvió a negar – ¿Whisky? ¿Currincho? ¿Ron? ¿Cerveza? ¿Nisiquiera la light? – A todo lo que él mencionaba ella continuaba con la misma acción. Gajeel quedó en shock, y después de darse un golpe en la frente con su mano, tomó una decisión – Sígueme – Le pidió dándole la espalda una vez hizo seña con la mano libre para que ella viera.

– No creo querer ir... – Dijo insegura, Gajeel la regresó a ver y estaba con una sonrisa forzada, mostrando una mueca tan genial que deformaba aquel lindo y pequeño rostro, en lo más parecido a una obra arrugada.

El morocho comenzó a reír y la tomó de la muñeca de la peliazul y caminó sin importarle sus reclamos.

– Sé que tengo cara de violador, pero no te haré nada, enana – Aseguró entre risas. Ella se resignó al hecho de que él tenía una fuerza monstruosa y a que la música estaba lo suficientemente alta como para no saber cuándo la policía llegase por el reclamo de algún vecino amargado y sin invitación.

El desconocido la llevó a una habitación llena de estantes con bebidas de rodo tipo, desde las más baratas a las más caras.

– ¿Con cuáles prefieres empezar? – Extendió el brazo como si de una presentación importante se tratase.

Levy tragó saliva y se humedeció los labios de los nervios y la corriente helada qie sentía.

– N–ninguno – Lo miró con ruego en los ojos, él chasqueó la lengua y como todavía la sostenía la invitó a sentarse en un mueble de la pequeña salita central, eran negros con almohadones del mismo color intercalados con unos rojos, cómodos pero fríos. Ella no se resistió a sentarse, pues hasta la soltó cuando lo hizo y se alejó a los estantes para buscar algo, lo cual a Levy no le interesó y miró al techo y a esa gran lámpara que colgaba, le llamaba la atención que la luz fuera azul, cuando las paredes eran claramente blancas, un escenario bastante acogedor y relajante, pero se tensó cuando lo vio regresar con diez botellas en una pequeña caja.

Se notaba que era un vago, por lo que seguramente decidió coger eso para no hacer mucha caminata.

– ¿Vas a tomar todo eso? – Preguntó con una sonrisa incrédula. Él levantó una ceja con la misma emoción.

– Yo no, tú sí – Se sentó al lado de ella, y puso el cajón en el suelo mie tras ella balbuceaba cosas inentendibles para su comprensión, hasta creyó que se había creado un nueva idioma extraterrestre.

– Ya te dije que no tomaré – Su posición amenazó con levantarse pero la mano de Gajeel se lo prohibió cuando la tomó del hombro.

– Gallina... – La provocó, Levy lo sabía, no era más que un juego, uno en el que no había ganador cuando toda la fiestita terminase. Pero, el fruncido de su ceño dio a entender al moreno que no fue mala idea.

– Llámame cómo quieras, no tomaré – Cerró los ojos con fuerza, quería que la soltar para poder levantarse.

– Si tomas media copita de cada uno, te dejo en paz y te llamaré por tu nombre – Él sabía lo que ella quería pero no le iba a dar escapatoria fácil, la chica a pesar de tímida tenía carácter y quería doblegarlo, aunque fuera un poco.

– No me convence, suéltame, por favor... – Pidió.

– Haré lo que pidas por una semana.

– ¡Ni te conozco! – Él chasqueó la lengua con molestia, que mujer tan testaruda era, pero no se dejaría vencer ante tal reto. La haría beber aunque fuese a la fuerza - ¿tienes permitido siquiera entrar aquí?

– No te preocupes por eso – Le restó importancia – Pero, te llevaré a tu casa si tomas una – insistió y abrió una puerta escondida en el brazo del mueble y sacó un vaso caballito, tomó una de las botellas y sirvió hasta antes de llenarlo.

– ¿Por qué insistes tanto con eso? – Suspiró pesadamente, y cuando el pelinegro extendió la copa hacia ella simplemente la sujetó resignada – ¿Qué es? – Miró la copa.

– Tequila – Contestó – Y Solo quiero que alguien me acompañe a beber en un lugar tranquilo – Se sirvió a él y bebió el contenido de un solo. Dejó que la sensación de ser quemado por dentro llegara a su estómago y le sonrió a la mujer a su lado invitándola con un movimiento de mano a hacer lo mismo.

– Yo pensaba que eso de beber se te ocurrió cuando te dije que nunca había tomado – A pesar de entender la seña de el hombre no estaba segura y quedó mirando el vaso expectante. Si solo bebía uno, todo estaría bien ¿No?

– Bueno, tenía planeado tomar solo en un lugar tranquilo porque no tenía quien me acompañara, cuando ya me dijiste eso, vi una oportunidad para no sentirme tan abandonado – Se encogió de hombros despreocupado pero con una sonrisa de tranquilidad – ¿A qué esperas?

– ¿Al menos me dirás por qué quieres beber con tanta ímpetu?

– Si te lo tomas te digo – Volvió a chantajearla. Levy se llevó el vaso a los labios y tomó un sorbo para luego cerrar los ojos por la extraña sensación que tuvo, cuando pasó su rostro fue un chiste para Gajeel, quién se carcajeó con fuerza, al punto de tener que sostener su estómago – No es jugo, enana – Dijo sin dejar de reír, Levy infló las mejillas sonrojadas en actitud avergonzada, aunque su rostro ya se había tornado rojo por la fuerte concentración de alcohol, lo cual afectaba en gran medida a ella, que no acostumbraba a beber.

– Pues jugo es lo que estoy acostumbrada a tomar – Se defendió, Gajeel, dejó de reír y negó.

– Toma todo de una, sino, no tiene chiste – Se sirvió otro y tomó como dijo – Ahora tú – Completó la copa de la peliazul quien solo miró nerviosa.

Levy tragó saliva pero no se dejó intimidar, volvió a llevarse la copa los labios y los abrió lo suficiente para poder absorber todo el contenido y tragó. Su rostro se volvió a contraer, y sintió que aquel camino que recorría el tequila era lo mismo que estar tragando hierro derretido.

- ¿Cómo puedes tomar esto tan a la ligera? – Lo miró con la mano en la boca, a pesar de sentirse extraña, no le tomó importancia, por alguna razón parecía que algo en su cabeza se estuviera desconectado de su sentido común, ya que estiró el brazo en señal de querer que le volvieran a servir. Gajeel no dejó que esperara mucho e hizo caso.

- Seguramente se te haría más fácil digerirlo con sal y limón, pero es molesto ir a la cocina por esas cosas, así que nos terminaremos la botella pura – También se sirvió él sonriente – ¡Salud!

- ¡Salud! – Levy sonrió al percatarse la manera sincera en la que el moreno también lo había hecho. Y sin pensarlo dos veces volvieron a beber d sus respectivas copas – ¡No me has contestado! – Le recordó.

Gajeel entrecerró los ojos para recordar a lo que ella se refería y entonces cerró los ojos con pesar para volverlos a abrir y mostrar una sonrisa dolida y forzada desviando el rostro al suele y apoyando los brazos en las piernas pensativo.

- A veces… La puta vida te quiere mandar al carajo ¿Sabes? – La miró, y esbozó una pequeña risa al verla completamente roja por culpa del alcohol. Lo sabía, estaba borracha. No es que a él no se le estuviera volando la cabeza, pero ella le pareció simplemente magnífica. Y seguramente no recordaría nada de lo que le contara, había encontrado a la persona perfecta para desahogarse y ella ni se enteraría.

Continuaron hablando y tomando, sin percatarse de la hora, ni de cuánto consumieron, y mucho menos de sus acciones una vez sus cerebelos se desconectaron y empezaron a tambalearse cuando se levantaron del sillón.

Levy abrió sus ojos perezosamente, la luz solar que cruzada por aquellas finas y blancas cortinas era molesta, su cabeza dolía a más no poder.

Apartó el fuerte y gran brazo que la estaba rodeando por la cintura y salió de las sábanas plateadas con negro ¿Qué hora sería? Solo recordaba que no tenía trabajo ese día, y mejor porque no tenía ganas de ir.

Abrió la puerta del baño, ¿Siempre había sido café? No sabía, ni quería averiguarlo, pues las náuseas que cargaba junto con la insistente presión cerebral que sentía. Eran simplemente insoportables. Entró, tomó el cepillo de dientes, y untó pasta, una vez se lo llevó a la boca tuvo que dejarlo tirado en el lavabo, abrir la taza del escusado y vomitar como nunca lo había hecho en la vida. Pues se sentía en una maratón en dónde ella le ganaba a cualquier profesional.

¿Habría comido algo que le hizo daño? ¿O simplemente la bilis le hizo un mal juego? Pero ella nunca había sufrido de algo como eso, así que se regañó mentalmente por pensar siquiera eso.

Se incorporó con la intención de volver a intentar lavarse los dientes y esta vez no sintió aquel malestar pasado y continuó con la acción tranquila.

Alguien más entró al baño, un hombre moreno, que buscaba algo con la mirada hasta que terminó en lo que la chica sostenía en sus manos.

- Enana, ese es mi cepillo – Lo señaló con naturalidad. Estaba con una camiseta sin manga blanca y un short sport negro.

- Ah… Lo siento – Respondió ella de la misa manera, pero de un segundo a otro cuando se estaba enjuagando sintió atragantarse con el agua tirándola de una y comenzando a toser ¿No estaba en su departamento?

Abrió los ojos como platos y volvió a mirar al pelinegro, el cual solo bostezó mientras se rascaba la cabeza.

- ¿Q-Qué haces aquí? – La voz le tembló en grandes proporciones, tanto que Gajeel casi no le comprende, pues la resaca o le dejaba pensar bien.

- ¿De qué hablas? – Levantó una ceja molesto – Es mi cuarto – Tiró los labios hacia e costado inferior de la cara, con los brazos cruzados.

- ¿¡Qué!? – Ella gritó sin creérselo y en el mismo segundo las memorias de la noche anterior llegaron como una historia de terror, y salió corriendo como si el mismo demonio la persiguiese.

Dio una mirada rápida al cuarto, no era su cama, mucho menos sus cortinas, ni su baño, ni su ropero, ni sus veladores y faltaban su peinado y la pequeña alfombra a pie de cama que le había regalado su mejor amiga, Lucy.

- No puedo creerlo – Se dejó caer de lleno en la baldosa negra que gozaba de rayos en verde. Y entonces miró lo que cargaba puesto, no era la ropa que cargaba ayer, era una camiseta negra de AC/DC el cual a ella le quedaba como bata hasta la mitad de los muslos y dónde sobraba espacio para dos más de ella.

- ¿Qué ha pasado? – Reaccionó Gajeel al salir también del baño y percatarse de las ropas tiradas en el suelo a la entrada, definitivamente, eran las prendas que cargaban él y ella la noche anterior – Mierda, mierda, mierda – Se llevó las manos a la cabeza hablando lo más rápido que podía - Si hemos hecho alguna pendejada estamos fritos.

Levy lo escrutó asustada, sin comprender a lo que se refería.

- Me van a matar, enana – Se acercó a ella agachándose a su altura y la zarandeó – Si esa mujer se entera de esto… definitivamente ¡Me hará comer tierra! – La soltó y su cara se tornó azul - ¿Qué hacemos? – Volvió a sacudirla sin darle chance a responder pues se estaba mareando de nuevo. Entonces con las manos ella pidió tiempo y él se detuvo.

- Bu-Bueno, n-no hay ninguna prueba de que hemos hecho algo ¿No? A-además… Creo que a mí no me duele nada… - Un tic apareció en su rostro con claro miedo y tragó saliva.

- ¿Eres virgen? – Preguntó ladeando la cabeza, ella con vergüenza asintió y Gajeel se levantó y empezó a halarse los cabellos – ¡Y todavía con una virgen! Esto es todavía más grave ¡Me van a castrar! – Se acercó a la pared y comenzó a golpearse la cabeza - Y lo que más molesta es que ¡No recuerdo nada! Nisiquiera como comenzó – Se maldijo mentalmente por haber olvidado una oportunidad así.

- Pero ya te dije que no es seguro que hayamos hecho nada – Levy trató de calmarlo y le palmó levemente el hombro para que dejara de dañarse a sí mismo. Él se giró a verla con el pensamiento perdido en "Lo que pasó ayer" landia.

- Repitamos – Dijo un Gajeel sonrojado encarando, como si el alma se le fuera a salir, a la chica que ahora estaba frente a él. Ella se sonrojó a más no poder y se alejó asustada.

- ¡Qué no hemos hecho nada! – Repitió gritado, ese hombre no le escuchaba por nada del mundo.

- E-Entonces… - La miró temeroso y después simplemente se calmó - ¿Cómo hemos terminado así? – Se topó el puente de la nariz con sus dedos índice y pulgar, todavía le dolía la cabeza, pero ya comenzaba a pensar racionalmente. Levy se encogió de hombros con clara preocupación, no es que estuviera segura de que no habían hecho nada, pero no le gustaba la idea de aceptar el hecho de haberlo hecho con un completo desconocido.

- Por ahora creo que es mejor que me vaya a mi casa… - Hizo una mueca. Él asintió, no encontraba una mejor manera de solucionarlo que esa: "Hacer como si nada haya pasado" – Por ahora… - Se acercó a sus ropas y las recogió – Están rasgadas… - Tragó saliva y su rostro se ensombreció – ¡Rasgaste mi ropa! – Le acusó con una mirada capaz de matar la inocencia que Gajeel creía recuperada.

- P-Pero… - Se quedó mudo, él era muy capaz de eso y más, mas no dejó que eso lo incomodara – Te prestaré ropa – Fue a su armario a buscar.

- No creo que me quede – Levy se miró comparándose con la ropa de el hombre, le ganaba por más de una cabeza ¿¡Cómo iba a entrar en esa ropa sin parecer un suflé mal hecho!?

- Eso es lo que menos importa ahora – Sacó unas ropas de hombre de un tamaño menor: camiseta negra y pantaloneta gris – Son de cuando era más pequeño. Al menos creo que no nadarás en ellas.

- Te gusta mucho el negro.

Gajeel le entregó las ropas en la mano y ella lo miró suplicante, más rogaba por el hecho de que él le asegurara que no habían hecho nada la noche anterior, que por que el saliera del cuarto para ella poder cambiarse.

Mas él simplemente la miró dubitativo y salió del cuarto sin decir más que:

- Deberías peinarte un poco, tienes un nido en la cabeza – Y cerró la puerta dejando a una Levy confundida como molesta.

Una vez ella terminó de alistarse, él también se vistió y tapándola con su cuerpo la sacó de la casa sin que nadie se percatase, aun cuando algunas personas lo vieron y le preguntaron sobre "la extraña persona con una canasta sobre la cabeza" él contestaba que se trataba de un amigo que se quedó a pasar la noche, pues se le hizo tarde para regresar a casa después de la fiesta.

Logró sacarla de la casa sin mucho perjuicio, y sin notar que una mujer lo observaba desde la ventana de su habitación con una sonrisa divertida y de alguna manera agradecida.

A Levy le fue permitido quitarse la canasta de la cabeza una vez el pelinegro la subió a su auto y pudo observar que era la misma casa en la que fue la fiesta ¿Quién era ese hombre sentado en el haciendo del piloto de aquel Mustang Ford plateado?

Pero prefirió no preguntar y solo pasaron en silencio hasta que él le preguntó la dirección de su domicilio y ella pidió que la dejara en el centro ya que así quedaría cerca. Pues no quería causarle más molestias.

Se despidieron como si fueran desconocidos, nisiquiera se mencionó el regreso de las ropas y cada uno tomó su rumbo. Levy a su departamento, dónde pataleó sobre su cama hasta agotarse por lo estúpida que fue, y Gajeel de vuelta a su casa, y cuándo pidió su desayuno una noticia no tan agradable para él fue dicha por la mujer que antes lo había visto salir. Lo había visto y conocía quién era la intrusa. Definitivamente estaba en problemas.


- ¿J-Jefe? – Preguntó nerviosa, había comenzado a temblar, eso que estaba ocurriendo era demasiado turbio para su comprensión.

- L-Le-Levy McGarden – Tartamudeó en la prominente silla de oficina mientras con el brazo tembloroso pedía que se sentara frente a él.

Los dos tragaron saliva una vez se tuvieron uno frente al otro.

- ¿Q-Qué desea? – Se encogió levemente mirando a otro lado y escuchó cómo Gajeel inhalaba aire con todas sus fuerzas para volver a votarlo forzosamente.

- V-Verás… Te tengo una petición… - Estaba nervioso, no sabía cómo pudo llegar a tales alturas, al principio cuando ella entró nunca esperó que fuera la misma enana de una semana atrás, y tenía que pedirle un favor que no estaba seguro si aceptaría, pues ya la había cagado en todas las maneras posibles para que ella pudiera confiar en él. Pero debía de intentarlo o su madre, Belno alias "Jefa de un montón de inútiles" según él, lo iba a degollar en cuanto regresara de su viaje a Rusia - ¿Podrías hacerte pasar por mi prometida?

- ¿¡Qué!?

Hola~

Bueno, aquí un proyecto que he tenido en la cabeza desde hace un tiempo, es verdad que he comenzado con el Gale, pero también tengo planes para el Nalu y el Gruvia ^^

Y decir que si les ha gustado y esperan continuación me van a tener que esperar un tantito, ya que, el tiempo a mí no me quiere mucho que digamos y como ven escribo bastante para un solo capítulo, eso es porque no me gusta dejar cabos sueltos.

Aunque claro, primeramente espero que les agrade...

Si es posible, nos leeremos luego ~ ^^

PD: Iré ubicando los personajes y parejas según vayan apareciendo ~