Heeey. Hola! Mi nombre es Sol, y este es mi primer fic de Corazón de Melón.
Déjenme explicar un poco mejor la descripción. Esta historia es un AU. Lo que significa que ocurre en otra realidad, en la que Sweet Amouris es una universidad de Estados Unidos. Las cinco protagonista (En los primeros capítulos me concentraré en 3 ) contarán todo desde su punto de vista.
Tengo la idea de contar los primeros 3/4 años de universidad (obviamente resumidos) Ya tengo varias ideas, y de hecho escribí los primeros 6 capítulos. Idealmente lo iré publicando una vez por semana. Pero todo depende de si a ustedes les convence esta historia jajaj
Solo una ultima cosa. Los primeros dos o tres capítulos van a hablar mucho de la vida de las protagonistas, porque necesitan tener un trasfondo. Aún así hay referencias a personajes del juego. Por ejemplo, este capitulo, al final, hay una clara alusión a uno de los chicos ;)
Eso es todo, dejo de parlotear. Que lo disfruten!
Alisan
-¡Alisan! ¡Baja de una vez cariño!
Me miré al espejo. Mi pelo caía sobre los hombros cual cascada. De color castaño oscuro, justo como mis ojos. Estaba decente. El suéter celeste que mi abuela había tejido para mí en la pasada navidad serviría como abrigo perfecto durante el vuelo. Suspire y volví a apartar un mechón de cabello de mi rostro. Las valijas ya estaban abajo, esperando por mí, junto a mis padres y Saville. Volví a exhalar. Todo estaría bien. Todo estaría estupendamente bien. El sueño de toda una vida se estaba por cumplir ante mis ojos. No podía estar nerviosa.
Sonreí para mí misma.
Horrible. Patético.
Miraba mi reflejo con frustración. Será mejor que vea una cara feliz en ese espejo o todo se ira a la mierda. Suspiré otra vez. Sonreí. Estaba vez fue creíble y casi me convencí a mí misma de que no estaba nerviosa.
Me di la vuelta y me acerqué a la cama, tomando mi bolso de mano. Inconscientemente acaricié el acolchado que por tantos años me había abrigado de las frías noches parisinas.
Caminé hacia la puerta oyendo a mi madre llamar por mí nuevamente. Se estarán preguntando qué es lo que me detiene. Antes de desaparecer por la puerta me gire una última vez. Mi habitación estaba pulcra y ordenada, como siempre. Sentí un vacío en el estómago. No quería irme. Quería tirarme en mi cómoda cama y acurrucarme hasta quedarme dormida, y que mi madre me trajera la cena. Quería seguir creando nuevos recuerdos en mi casa.
-¿Qué ocurre contigo?
Me volteé enseguida, sobresaltada por la voz de mi hermana. ¿Qué haría yo sin ella?
-Me despedía de mi habitación.
-Ya veo… oye, ¿esas son lágrimas?
-¡No! Ya vámonos, o perderemos el vuelo.
Saville tenía un año más que yo. Pero no era la hermana mayor y madura. Todo lo contrario… Sin embargo, a veces eso era mejor. Si fuera una adulta responsable me hubiera dicho que me fuera sola, que venciera mis miedos de una vez. Pero Saville no era así. Quería alejarse de nuestros padres y de Paris lo más rápido posible. Por mi estaba bien. A fin de cuentas no iría sola a Estados Unidos, y eso era lo único que realmente me interesaba.
Bajamos en silencio. Saville no hizo ningún comentario sobre mis ojos llorosos enfrente de nuestros padres, lo cual le agradecí profundamente. Nuestras maletas estaban aguardando por nosotras delante de la puerta de entrada. Mi madre nos sonrió al vernos bajar las escaleras.
-Ya era hora.- Rezongó nuestro padre.- Tomen una cada una, yo llevaré lo demás… Cariño no te olvides de agarrar las llaves de la casa.
Todas acatamos las indicaciones del hombre de la casa. Saville y yo colocamos las valijas en la parte trasera del vehículo. No podía creer que en segundos nos alejaríamos de nuestra casa, y que no la volvería a ver hasta navidad. Respiré profundo nuevamente, intentando despejar mi mente de nervios. Mi hermana lo notó enseguida y giró su cabeza hacia mí, haciendo que su corto y pelirrojo cabello se agitara con el viento.
-¿Te quieres tranquilizar de una vez? Nadie se está muriendo, dios.
Siempre con sus palabras de aliento. Cerré los ojos y negué lentamente. Ella no podía entenderme. Pero aun así, estábamos juntas en esto, y eso se lo agradecería por siempre.
Mi madre cerró todas las puertas, y mi padre terminó de guardar el equipaje. Ya no faltaba nada más.
-Díganle adiós a la casa, chicas. La próxima vez que la vean estará cubierta de nieve, y con un gran Santa Claus en el techo.
-¿Ese muñeco sigue existiendo?-Preguntó horrorizada nuestra madre desde el asiento del acompañante.
-¡Por supuesto!
-Tenía la esperanza de que lo hubieran quemado.- Acotó distraídamente Saville mirando por la ventana.
-El buen Santa aún tiene una larga vida por delante.
Dicho esto, mi padre encendió el vehículo. La presión en mi pecho aumento al sentir que nos movíamos.
Aquí vamos.
Suntina
-Gerald, ¿Quiere apurase con eso? No tenemos todo el día.
-¡Mamá!
Fulminé con la mirada a la mujer. Tenía a su amado Koko en los brazos, y parecía llevarlo como si fuera un peluche y no un perro. Arrugue mi nariz, irritada por su comportamiento. Ella lo notó, pero solo se me quedo mirando como si no entendiera que era lo que me estaba perturbando. A modo de respuesta crucé mis brazos, poniendo cara de ofendida.
Finalmente lo comprendió, y mientras ponía los ojos en blanco, se dirigió al hombre con tono cansado.
-Okey, lamento apurarlo Gerald.
-Mucho mejor.- Le felicité llevando mis manos a la cintura.
-No seré yo la que pierda el vuelo.- Comentó la mujer entrando en el aeropuerto, y dejándome a solas con nuestro chofer.
Ignoré su comentario, pero no pude evitar negar con la cabeza, rendida ante la inmejorable actitud de mi progenitora.
Me acerqué al hombre. Gerald tenía unos cincuenta y dos años, y había estado trabajado para mi familia hace una década y media ya. Era el encargado de llevarme a todas partes desde que tengo memoria. Una persona muy cálida, y agradable…. Realmente iba a extrañarlo.
Abrí la boca para volverme a disculpar en nombre de mi madre, pero él se me adelantó, mientras bajaba mi segunda valija del maletero.
-No gaste su saliva, señorita. Sabe que no lo tomo personal. Su madre tiene un carácter especial.
-Eres casi de la familia. No es correcto.- Respondí, mientras tomaba de la manija uno de mis equipajes.
El hombre rió por lo bajo mientras cerraba la puerta trasera del auto. Todas mis valijas ya habían sido extraídas del vehículo. Cuatro en total. Y aún había quedado mucha ropa en mis armarios. Iba a extrañar mis hermosos vestidos y despampanantes polleras. Pero me regocijaba saber que podría comprar miles de nuevas prendas en Estados Unidos… Aunque claro, dudaba seriamente que tuvieran algo que se le acercara al estilo parisino.
-Realmente la extrañaremos, señorita Hoger.
- Gerald, por dios santo, estoy por irme a estudiar a otro continente. Será mejor que pares de llamarme así y te dirijas a mí por mi nombre.
El hombre sonrió tímidamente, asintiendo.
-Yo también los extrañaré.- Respondí finalmente, dándole un rápido abrazo. Gerald me contestó con una gran risa.
-Sin dudas la mansión estará muy vacía sin usted.
-Prometo escribir a diario.
Levanté el meñique, él me imitó. Ambos entrelazamos nuestros dedos y sellamos la prometa.
-Más le vale.
Con una mirada cómplice, Gerald se alejó de mí, para pedir al personal del aeropuerto que le prestaran un carro para trasportar el equipaje.
Finalmente ingresamos, encontrándonos con mi madre. En su brazo derecho llevaba a Koko, y con el izquierdo sostenía el celular, mientras revisaba sus mails. En su cabeza estaban colocados sus anteojos de sol blanco, que combinaban con el apretado vestido Channel. No parecía percatarse de mi presencia, ni la de Gerald, estaba como siempre, inmersa en su mundo de negocios y glamour.
Mi amigo y chofer me indicó que nos esperaría sentado. Probablemente solo quería alejarse de mi madre. No lo culpaba. Era una mujer complicada y extravagante. Suspirando me acerqué aún más a ella.
-No es mi culpa si es lento ¿Sabes? - Ni siquiera apartó la mirada del celular para hablarme.
Sentí como la sangre me hervía de ira. Con un movimiento rápido le quité el IPhone de su mano izquierda. Parecía indignada conmigo, pero luego de unos segundos respiró hondo y acomodó mejor a Koko.
-Solo era un comentario. Que sensible.
- Si mi padre estuviera aquí hubiera sido más rápido… o aún mejor, si tú hubieras ayudado también habría estado bien.
-Primero, sabes que tu padre está muy ocupado encargándose de la nueva sede en Japón. Y segundo. ¿Qué no sabes que tengo mi manicura recién hecha?
Estuve a punto de arrojar el celular por los aires. Pero me contuve. Tenía que practicar la paciencia si quería ser asistente social. De modo que intenté tranquilizarme y fingir una sonrisa. Lentamente le devolví el celular a mi madre, quien lo tomó desconfiada.
-Intenta controlar lo que sale por tu boca.- Le espeté arrugando mi nariz.
Mi madre se hizo la desentendida y volvió a sumergirse en su propio mundo.
Suspirando me acerqué nuevamente a Gerald, quien se encontraba controlando que no faltara nada.
-Si me permite el atrevimiento, creo que estará deseosa de alejarse de su familia por un tiempo.- Comentó el hombre mientras terminaba de ordenar mejor las valijas en el carro.
-No es ningún atrevimiento. Es la pura verdad… aunque tampoco es como si hubiera mucha diferencia. A fin de cuenta apenas están en casa.
-¿Habló con su tía?
-Sí. Dijo que espera mi llamado apenas aterrice el avión. No me quiere agobiar, de modo que mantendrá su distancia. Solo quiere asegurarse de que llegue sana y salva.
-Es una buena mujer, su tía.
Suspirando hondo no pude evitar mirar a mi madre y preguntarme como esas dos estaban relacionadas genéticamente.
-Sí que lo es.
-Carol me acaba de llamar, dice que le mande cariños de su parte.
-¡Oh que tierna! De veras que extrañaré su comida.
Carol era la jefa de cocineras. Hacía cualquier cosa que le pidieras, y todo sabía como si lo hubieran cocinado los mismísimos dioses. Personalmente no se me daba bien la cocina en absoluto, pero Carol se las había arreglado para enseñarme algunos platos básicos.
-Dijo que apenas regrese para fin de año, le cocinará todo lo que usted desee.
Sonreí ampliamente mientras daba un pequeño chillido de felicidad. Diablos, sí que extrañaría a esa gente.
-Suntina Hoger, controla tus emociones, pareces una loca.
A mi lado había aparecido mi madre. Su celular último modelo guardado en el bolsillo.
-¿Y? ¿No piensas hacer el chequeo?
-Pensaba esperar a los demás, madre.
-¿Es enserio? Dios... de acuerdo. Esperemos.
Saville
Alisan había perdido el control completamente. Pero mis padres no estaban al tanto. Era yo la que tenía que soportar los berrinches.
-¡Esto fue una horrible idea!
Su voz ahogada por el llanto resonó detrás de la puerta del cubículo.
Las demás mujeres me miraban raro, como reprochándome que mi hermana estuviera armando tanto escándalo.
-¿Puedes al menos salir para que hablemos cara a cara?
-¡No! Debo estar horrorosa.
Sí, eso seguro… pero todos creen que estás loca en estos momentos.
-Bueno. Pero olvídate de que entraré allí. – Le dije mientras fruncía el ceño, imaginando el olor que debía haber dentro de ese baño.
-¿Que… que…que voy a hacer?
Y de nuevo estalló en llanto.
Rodé mis ojos sintiendo como perdía la paciencia a cada segundo. Apoyé mi espalda contra la puerta del cubículo y me crucé de brazos. Era momento de un buen discurso motivacional o alguna estupidez como esa. Pensé unos segundos en que decir, hasta que finalmente se me encendió el foco.
-Mira, sé que estas aterrada por dejar el hogar pero…
De pronto sentí como mi apoyo se desvanecía. La muy idiota había abierto de puerta, y yo como estúpida caí sentada al piso, lastimándome a mas no poder. Grité de dolor y la maldije.
-¿Asustada? ¿Qué? Por supuesto que no….- Mintió mi hermana mientras me ayudaba a levantarme, ignorando mis groserías.- Pero piensa en mamá y papá. Estarán completamente solos. Sus dos hijas los dejan.
-La rebelde fastidiosa y la perfeccionista irritante se marchan de casa… si, debe ser una tortura para ellos.
-Sabes a lo que me refiero.- Renegó ella mientras se acercaba al espejo. Un pequeño grito de horror salió de sus labios al verse toda roja por culpa del llanto.
-Okey. Sí, seguro nos extrañaran. Pero tú eres la que siempre quiso este viaje. Te la pasaste encerrada por todo un año estudiando como esclava para conseguir la beca. No te vayas atrás ahora. No seas tan cobarde.
-Saville…
-No eres cobarde, Al.
Mi hermana murmuró un "gracias" casi inaudible. Puse mi mano en su hombro y apreté suavemente. Quería darle ánimos, pero más quería que se recompusiera rápido, antes de que mi madre sospechara que algo estaba pasando y entrase al baño de mujeres.
-Estamos juntas en esto.- Dije finalmente, dándole una sonrisa por la mitad.
Alisan asintió con decisión, y procedió a arreglar su rostro. Unos minutos después estaba como nueva, aunque sus ojos aún seguían un poco colorados, como mi cabellera. Salimos del baño una pegada a la otra.
Mis padres nos estaban esperando allí, y tenían caras de preocupados.
-Ya estaba por entrar ¿Todo está bien niñas?
-Si mamá.- Respondimos al unísono, yo con menos ganas que Ali.
Ambos parecieron entender que lo que fuera que hubiera pasado, lo habíamos podido arreglar nosotras solas.
Los cuatros nos dirigimos hacia el lugar en donde Alisan y yo deberíamos presentar nuestros pasaportes. No iríamos solas. Teníamos que buscar a un gran grupo de adolescentes franceses, quien también viajaría hacia Estados Unidos para realizar sus estudios universitarios. La empresa que se encargaba de esto hacía que los estudiantes viajaran juntos para comenzar a socializar desde el minuto cero. Personalmente no pude evitar pensar en lo irónico que eso sonaba considerando que nosotras éramos lo más antisocial que podía existir. Por razones diferentes, pero siempre terminábamos por estar alejada de las personas.
Mi padre no pudo evitar pensar en voz alta, y decir que por el pequeño retraso del baño, temía que el grupo hubiera partido sin nosotras. A mí no me parecía grave en lo absoluto, pero Ali se desesperó ante la sola idea. Note como su cuerpo se tensaba, enseguida. ¿Por qué rayos había dicho eso nuestro padre?
Llegamos hasta donde se suponía que debíamos encontrarnos con los demás, y nos llevamos la lamentable sorpresa de que el hombre de la familia estaba en lo cierto. Ya se habían marchado. Alisan dejó caer su bolso al piso, en total muestra de su estado de shock.
-El vuelo no sale hasta dentro de tres horas. Deben estar junto a la puerta de embargo. Vamos, Al, tendremos que hacer el chequeo solas.- Dije levantando su bolso del suelo.
-Exacto. No desesperes querida.- Dijo nuestra madre, tomando la mano de la castaña.- Todo estará bien.
-En ese caso…- comenzó diciendo nuestro padre.- Ha llegado el momento de despedirse.
Casi enseguida, mi madre y Ali comenzaron a llorisquear. Podía entenderlas. Alisan era sensible a los cambios… y mi madre obviamente estaba triste, pero además, ella venía de una familia asiática, por lo que no se acostumbraba dejar partir a sus hijos a tan temprana edad. Debía ser raro para ella. La mujer nos besó las frentes y nos abrazó diciendo que nos amaba.
Por su parte nuestro padre nos abrazó fuertemente a ambas.
Y eso fue todo. Con nuestras valijas en la mano nos alejamos de nuestros padres. Dimos nuestras identificaciones a las azafatas, y unos minutos después, pusimos las maletas en las cintas trasportadoras. Instintivamente me tensé cuando la mujer revisaba los papales de mi hermana. Aún recodaba los problemas que mis padres habían tenido en el pasado para sacarla del país, a causa de ser adoptada. Sin embargo la mujer de la aerolínea le entregó el pasaporte con una sonrisa diciendo un simple "todo en orden".
Mi hermana me regaló una rápida sonrisa de alivio.
Ambas traspasamos las puertas, saludando una última vez nuestros padres, sacudiendo nuestras manos en los aires. Apenas desaparecieron de nuestra visión, Ali largó todo el aire acumulado en sus pulmones.
-Estados Unidos… allí vamos.- Susurré con entusiasmo.
-Oye Sav.- La miré y asentí con la cabeza para dejarle saber que tenía mi atención.-Sé que no compartiremos cuarto… Pues, bueno, porque… tu no vas a ir a la universidad conmigo… así que quiero que sepas que te visitaré todo los días y también que...
-Wow. Alto ahí. Esa no es una buena idea.
-Okey, no todos los días, solo cinco veces por semanas al menos...
-No. Tampoco.
-¡Creí que estaríamos juntas!
-¡Y lo estaremos! Por dios, Al, no me fatigues, vamos a vivir en la misma ciudad hasta que termines tus estudios… eso si yo consigo trabajo…
-Lo harás, estoy segura de que…
-¡ESPEREN!
Ambas nos volteamos sobresaltadas.
Una chica de nuestra edad se nos aproximó corriendo. Su vestido rosa pálido flameaba con cada una de sus zanqueadas. Al llegar a nuestro lado, la muchacha intentó recuperar aire de una manera exagerada.
-Eh… ¿Te conocemos?
-Saville.- Me retó Alisan.
-No. Para nada.-Dijo la chica riéndose.- Soy Suntina. Estoy en el programa de educación extranjera. La mujer de la aerolínea dijo que dos chicas del programa acababan de ingresar. Son ustedes ¿verdad?
-Puede ser.- Contesté aburrida.
-Claro que lo somos.- Respondió educada Al.
-Ella lo es.- Aclaré, cruzándome de brazos.
-¡Que suerte!- Exclamó feliz la muchacha.
Parecía una muñeca, con su vestido, collar de perlas y sus dientes blancos relucientes. Su pelo corto y lleno de bucles estaba peinado a la perfección. Tenía un color raro, castaño ceniza, casi gris. Sus ojos eran del mismo tono. ¿Quién se arregla tanto para tomar un vuelo?
-Que bien que nos conocemos. Me asustaba entrar sola.
-¡A mi igual!- Dijo con demasiado entusiasmo mi hermana.
Ya estaba intentando hacer amigos. Y ya estaba fracasando. Puse los ojos en blanco y seguí caminando. Si la niña de color rosa quería acompañarnos, bien por ella. Me daba igual.
-Resulta que con mi madre y mi chofer estábamos esperando en el lado equivocado del aeropuerto… cuando nos avisamos vine corriendo.
-¿Tienes un chofer?- Preguntó mi hermana, asombrada.
No tuve que mirarla para saber que la tal Suntina había asentido con la cabeza. Por supuesto que tenía un chofer. Solo había que mirarla para saber que podría llenar tinas con oro.
Llegamos a los detectores de metales. Alisan fue primera, luego yo, y por ultima la chica de rosa. Luego de pasar por el detector, un policía se le acercó a nuestra nueva compañera de viaje.
-No puede llevar agua en su bolso.
-Oh rayos… me olvide completamente. Ya la tiro señor.
Apenada por la detención del policía, Suntina se acercó al banco más cercano, y comenzó a sacar las cosas que llevaba en su bolso, hasta dar con el agua…. En su búsqueda, extrajo libros, dos reproductores de música, un lápiz labial, un espejo, toallitas anti desmaquillantes… y por ultimo un pequeño oso de peluche que llevaba una remera blanca con un corazón rojo en el medio del pecho. No pude evitar expresar una pequeña risita. Alisan me codeó enojada por mi falta de discreción.
Finalmente la chica extrajo el agua y la arrojó al tacho más cercano.
-¿Tienes un admirador?
Suntina me miró, confundida, mientras empacaba todo otra vez.
-¿A qué te...? Ah. Esto.
La muchacha de vestido rosa tomó con delicadeza el oso y lo observó en silencio. Concentrada en su propio mundo. Suspirando lo volvió a guardar en el bolso y lo cerró.
-Me lo dio alguien a quien estimo mucho.
