PRÓLOGO

El guardia abrió el portón de acero del gremio de los asesinos. Aunque intentaban proteger el fuerte con todas sus fuerzas, los monstruos del desierto, en especial los de arena, encontraban bastante facilidad para colarse a los patios del gremio. Aunque había bastantes monstruos, no eran muy peligrosos, así que no tenía por qué preocuparse, aquella noche parecía tranquila. El guardia se giró dispuesto a volver a entrar en el gremio. Cuando agarró el pomo de la puerta, sintió un tacto frío en su espalda. Sin darse siquiera tiempo a respirar, un katar le atravesó el corazón, matándole al instante con el poderoso y letal veneno que contenía, sin permitirle decir una sola palabra ni gritar. El cuerpo cayó inerte al suelo, mientras una sombra negra pasaba sobre él y cerraba la puerta con un silencio abrumador. En el interior del gremio el silencio letal del asesino fue colmando la noche de rojo sangre y, a la mañana siguiente, muchos asesinos lloraban la muerte de sus amigos, esperando encontrar al autor de aquella refriega.