Danny Phantom no me pertenece.


Allí estaba Sam, la jovencita gótica en la víspera de sus 18 años. Celebraran una fiesta en su mansión con todos los ricos de la ciudad, y como no, con sus dos mejores amigos Danny y Tucker. Lucía hermosa esa noche, con su corsé negro y de encajes púrpuras que resaltaban su pálida piel y sus violetas ojos. De tanto en tanto miraba a Danny, quien lucía un traje negro. Se veía hipnotizada por su largo y oscuro cabello, que le hacía homenaje al negro de la noche, y sus azules ojos capaces de atravesar su alma con una sola mirada.

Pero Danny aún gustaba de Paulina, la niña latina que vestía de rosa. Aquel pensamiento, aun habiendo pasado 4 años ya, seguía torturando su corazón. Notando que estaba a punto de llorar, pidió disculpas, diciendo que iría al tocador privado de su alcoba. Subió las escaleras y caminó por el largo pasillo, sintiendo un frío espectral golpear su espalda y una incómoda mirada en su cuello. Era Vlad quien la observaba sin que ella lo supiera. Cuando la joven llegó a la puerta de su habitación, no pudo evitar girarse violentamente para ver quién era ese alguien, o ese algo, que la observaba con tanto recelo. Se quedó petrificada al ver la masculina forma de Vlad frente a ella. Los ojos azul media noche observaban con gazuza sus ojos violeta, pero además de hambre y deseo, veía una dulzura escondida en aquella atemorizante mirada. Sintió como sus piernas comenzaron a flaquear, al tiempo que su visión se opacaba y se sentía mareada.

-Vlad…- dijo en un susurro mientras caía inconsciente en los masculinos brazos. Lucía distinto, su cabello ya no era blanco ni largo, al contrario, este se había tornado negro y con un corte que lo hacía lucir incluso atractivo. Su lado mitad fantasma evitaba que su forma humana envejeciera, por lo contrario, lucía como un caballero de no más de 30 años.

Despertó bajo las sábanas de seda negra de una cama matrimonial. El cuarto en el que estaba, se encontraba invadido por un seductor y varonil aroma a colonia.

-Señorita Manson, que alegría que haya despertado.- Decía una sirvienta, mientras dejaba un plato de frutas y un cristalino vaso de agua en la mesita de noche a su lado.

-¿En dónde estoy?- La sirvienta hizo caso omiso a la pregunta y se retiró de la habitación sin decir una palabra. Dadas las circunstancias, la joven se abstuvo de comer o beber.

-Señor, la dama ha despertado.-

-Gracias, ya puedes retirarte.- Vlad se encontraba en su oficina. Se había afeitado la cara, llenándose a sí mismo de colonia y vistiendo su gabardina favorita, de aspecto victoriano. Caminó hasta su habitación, y algo nervioso e inseguro tocó la puerta y procedió a entrar. Samantha, al ver quién era el intruso, se arrancaba las sábanas violentamente mientras se ponía con las guardias en alto.

-¿Qué quieres, por qué me has traído hasta aquí? ¿Es para poner en peligro a Danny, no es verdad? No importa que planees hacerme, no te permitiré hacerle daño.-

-No, ¡No!, ¡Espera por favor! No planeo hacerte daño…- Las últimas palabras las había dicho de una forma tan suave e incluso dulce, que la hizo retirarse de su condición de combate, notando a la vez que sería inútil, dado que Vlad era mucho más alto, fuerte y voluminoso que ella. Sin problema alguno podría hacerle lo que fuera por más que peleara. Notando que no tenía más opción, procedió a hablar con él.

-¿Por qué me has traído aquí entonces?-

-Yo… Yo… he corrido tras la mujer equivocada toda mi vida. Maddie no es en realidad la mujer para mí. Desde que eras más joven he estado observándote, viendo como tu belleza se acrecentaba y como dejabas de ser una niña para ir convirtiéndote en mujer. No he visto a ninguna como tú. Tú eres la verdadera para mí.-

Sin poder creerlo del todo procedió a acercarse con cuidado, a ver si podría descubrir su plan. -¿No crees que soy demasiado joven para ti? Además de ser el enemigo de mi mejor amigo.-

-Prometo no atacarlo nunca si me dieras una oportunidad.-

Aquellas palabras sonaron tan honestas, que por un momento creyó sentir un poco de calor y esperanza… Pero era Vlad Plasmius después de todo. Tendría que ser una mentira.

-Juegas sucio. Utilizas mis debilidades para dar rienda a tu plan.-

La forma en la que ella dijo aquellas amargas, ácidas, crueles y torturadoras palabras lo había hecho enojar, al punto de que arrinconó a la jovencita en una de las paradas, haciendo que se atemorizara. Susurrando suavemente en su oído dijo -¿Qué tengo que hacer para demostrarte que es cierto? Dime lo que quieras, y lo haré.-

Él dijo otras cosas después de aquella pregunta, pero ella fue incapaz de escucharlas. El olor a colonia de su cuello invadía sus fosas nasales, haciéndola perderse en un mar de seducción. Repentinamente, unos cálidos labios se posaban sobre los suyos, dándoles el calor que les faltó por tanto tiempo.

Tomando un poco más de confianza, añadió intensidad al beso. Se sostenía de los fuertes y amplios hombros varoniles de los brazos que la sostenían. –Vlad… ¿por qué yo?-

-No lo sé. Pero has despertado algo en mí que creía muerto hace mucho tiempo.-

Arrodillándose delante de la dama, tomó su mano para darle un beso -¿Me concedería esta pieza de baile, hermosa dama?-

-Sí.-

Vlad envolvió a Samantha en un abrazo, y tomando su forma fantasmal, atravesó el piso con ella para caer justo en el salón. Una vez que se materializaron de nuevo, comenzó a sonar el reconocido Vals de las flores. Se miraban a los ojos y sonreían con amor y felicidad.

Continuará…