Puedes llamarlo acoso...

Primer acoso.


La mansión de los Daidouji era una enorme y lujosa casa situada en un pequeño barrio no muy lejos del centro de Tokyo, pero lo suficientemente apartada como para no sufrir el bullicio de la gran ciudad. Contaba con un enorme jardín lleno de flores, piscina cubierta, pista de tenis, más habitaciones de las que se usarían jamás, sala de juegos, un enorme salón de fiestas y, por supuesto, una horda de sirvientes al servicio de los que allí residían.

Esa casa lo tenía todo, todo lo que el dinero era capaz de comprar, pero Sakura Kinomoto era consciente de que ese no era su mundo y que estaba ahí sólo por un desafortunado giro del destino.

De hecho, en esos momentos su mundo era todo oscuro y no veía nada, ni siquiera a si misma. Y básicamente eso era lo que quería, no verse por si así lograba que su cuerpo se borrase y así su patética existencia desaparecería de aquel mundo de lujos al que no pertenecía. A ese mundo cruel e injusto en el que vivía.

- Jodido mundo podrido...

Se removió hasta que una media melena castaña completamente despeinada asomó de debajo de las mantas donde se había refugiado. Movió sus somnolientos ojos verdes hasta la mesilla de noche y sacó el brazo, alargándolo para coger la tableta de chocolate, capturarla y llevársela a su patético refugio oscuro.

O eso pretendía, porque la chocolatina no quería dejarse atrapar tan fácilmente así que se resbaló entre sus dedos y cayó al suelo. Fuera de su alcance.

- Jodida chocolatina...

Maldiciendo cosas ininteligibles se movió como si de una oruga se tratase para salir un poco de las mantas, el frío de la habitación la azotó sin clemencia y ella soltó un gruñido. Estaba ya en el borde de la cama, visualizando a su fugado objetivo, cuando se percató en la figura que estaba sentada en una silla, no muy lejos de su cama.

- Buenos días.- Dijo con una voz cantarina.- O debería decir tardes, llevas todo el día ahí abajo.

- Tomoyo, cállate y dame la maldita chocolatina para que pueda esconderme de nuevo.

La chica sonrió y se agachó para recoger el chocolate pero en lugar de dárselo, lo desenvolvió para partirlo por la mitad y quedarse ella con media tableta de chocolate que empezó a mordisquear antes de pasarle el resto a la castaña.

- ¿Hasta cuando piensas quedarte ahí?

- ¿Sabes? Así sentadita, con tu laaaaarga melena morena y esa piel tan blanquita, pareces una muñeca de porcelana. Das verdadero miedo.

- Gracias.- Sonrió Tomoyo.- Pero no evadas mi pregunta, Sakura, tus crisis existenciales no duran más de medio día.

Refunfuñando se sentó en la cama, aun bajo las mantas, y empezó a morder el chocolate. Tomoyo tenía razón, muy probablemente su crisis había terminado más o menos cuando acabó con la segunda tableta de chocolate con almendras, pero es que estarse bajo la manta, comiendo chocolate -y de paso intentando cortarse las venas con él- y refunfuñándole al mundo tampoco era tan mal plan.

Aunque pareciese una vieja amargada y se aburriese más que una ostra.

- Vale, sí, ya no estoy en crisis ¿contenta?

Tomoyo asintió con una sonrisa en sus labios y dio otro bocado del dulce mientras se cruzaba de piernas. Su vista recorrió la figura despeinada y en pijama que tenía delante y esta vez negó con la cabeza.

- En realidad, no, estás horrible.- Sakura sonrió con ironía.- He mandado que preparen té y un pastel de fresas. Dúchate, péinate y ponte el vestido que te he dejado en el baño, te espero en el invernadero. Tienes media hora o el pastel desaparecerá.

Sakura vio como la mujer se levantaba y se dirigía a la puerta, caminando con ese paso tan elegante que caracterizaba a alguien de su posición. La castaña le tiró un cojín que por fortuna no alcanzó su objetivo, a cambio obtuvo una risita melodiosa.

- Está claro que la muñeca aquí soy yo... -Comentó resignada a la vez que tiraba las mantas al suelo, dispuesta a salir de la cama.

-.-.-.-.-.-

En cuanto entró en el invernadero Tomoyo se levantó dirigiéndose a ella con una mirada completamente maravillada. A su lado una mujer algo más mayor la miraba con la misma emoción y Sakura se sonrojó ligeramente al sentir tanta atención en ella.

- Estás preciosa, Sakura.

- ¡Sabía que este color te quedaría genial!

- Tomoyo... ¿Es realmente necesario vestirme así?

Ambas mujeres asintieron efusivamente con la cabeza, dándole a entender a Sakura que era completa y absolutamente necesario que llevase ese vestido. Y al parecer también era necesario que Tomoyo sacase su cámara de video de ultimísima generación y se pusiera a grabarla desde todos los ángulos posibles para inmortalizar el momento y tenerlo siempre en su videoteca personal.

Suspiró. Tampoco podía quejarse después de todo lo que estaban haciendo por ella.

- Sakura.- Habló la otra mujer mientras la morena seguía filmándola.- Sobre lo que te he dicho esta mañana, la oferta sigue en pie.

- Gracias, tía Sonomi.- La castaña negó con la cabeza al verse obligada a girar sobre si misma para complacer a la cámara.- Pero ya te dije que encontraría otro trabajo por mi cuenta.

- Pero...

- Déjala, mamá.- Finalmente Tomoyo apagó la cámara, para alivio de la chica.- Sakura es muy cabezota y no accederá a trabajar para ti... aunque ya podrías aceptarlo, así trabajaríamos juntas. Y nosotros no te despediremos sólo por ser un poquito torpe.

- No empieces tú también.- Le advirtió la chica.- No puedo aceptar ese trabajo, no encima de que me dejáis vivir en esta enorme mansión completamente gratis. No quiero ser una molestia así que encontraré un trabajo y me iré de aquí en cuanto pueda.

Tomoyo negó con la cabeza y le puso una mano en el hombro para guiarla hasta una de las sillas mientras Sonomi ordenaba a la sirvienta que sirviera el té.

- Puedes quedarte aquí el tiempo que haga falta, Sakura, para algo soy tu tía.

- Tú no eres ninguna molestia.

Sakura asintió con la cabeza, no muy convencida aun, pero no queriendo seguir con una conversación que se había ido repitiendo día sí, día también, en esos dos meses que llevaba viviendo en aquella casa.

La morena cogió un pasador que había sobre la mesa y empezó a recoger el pelo de la chica en un pequeño recogido, dejando mechones sueltos aquí y allá, dándole un aspecto espontáneo pero que, con el vestido que llevaba, era imposible parecer informal.

- ¿Me vais a decir porque me he puesto este vestido? –Alzó una ceja al ver como ambas mujeres se reían de igual manera, no cabía duda de que eran madre e hija.

- Esta noche es la fiesta anual de la corporación Clow.- Explicó Sonomi, haciendo una pausa para beber un poco de té.- La familia Daidouji ha asistido cada año y éste no será una excepción.

- Como tú eres una invitada nuestra, también estás invitada.- Aclaró Tomoyo, sentándose a su lado.

- ...¡¿Qué?!

-.-.-.-.-.-

La fiesta de la corporación Clow tenía lugar en uno de los enormes rascacielos que dicha compañía tenía en Tokyo. Todo el lugar estaba reservado para el evento y únicamente se veían personas importantes, con un estatus social muy por encima de la mayoría de gente, todos tan elegantes y recatados que parecían salir de un mundo aparte.

Sakura miró con resignación a su prima antes de bajar de la limusina que las había llevado hasta ahí. Se sentía completamente fuera de lugar, como una intrusa en ese mundo tan sofisticado. Notaba más de una mirada sobre ella y eso la cohibía aun más, la gente lo notaría, notaría que ella no era de ahí, que no tendría que estar ahí.

- Tomoyo, en serio, este no es lugar para mi... Todo el mundo me mira.

La morena se rió entre dientes y se giró para tenderle la mano y así guiarla.

- Te miran porque estás espectacular. Digas lo que digas no se nace elegante, Sakura, pero tú lo eres mucho más que alguna gente de por aquí. Elegante y guapísima.

La castaña se sonrojó ante el comentario, no creía que fuera por eso que la miraban así, pero prefirió no contradecir a Tomoyo. Caminaron un poco entre la muchedumbre mientras la morena no paraba de saludar a casi todo el mundo que se cruzaba con ellas.

- Señorita Daidouji, cuanto tiempo sin verla.

Un hombre enfundado en un costoso esmoquin negro se acercó hasta ellas y Sakura se encontró mirándolo boquiabierta. Era la viva imagen del típico caballero inglés. Alto, pelo moreno rigurosamente peinado, finas gafas sobre sus ojos azules... Y refinados modales ingleses, o al menos eso pensó Sakura en cuanto se inclinó para besarle la mano a la morena.

- Vamos, Eriol, déjate de chorradas. ¿O es que pasarte un año en Inglaterra te ha vuelto más finolis aún?

Miró medio horrorizada a su prima. ¿Cómo podía tratarlo con tanta familiaridad?

- Veo que no has cambiado nada, mi bella Tomoyo.- Sonrió el hombre.- Pero antes, preséntame a esta encantadora dama. ¿O es que has olvidado tus modales?

- Tienes razón. Disculpa, Sakura, este es Eriol Li. Es el hijo menor de los dueños de la corporación Clow.

- Encantada, me llamo Sakura Kinomoto, soy la prima de Tomoyo.

- Oh, ya me parecía que semejante hermosura tenía que ser de familia.

- Corta el rollo, Eriol.- Rió Tomoyo.- Realmente no has cambiado nada. Sakura, ya te aviso que es un ligón acabado.

Los dos se pusieron a hablar de cosas que Sakura no acababa de entender muy bien. Parecía que se conocieran desde hacía tiempo, tenían una familiaridad que le pareció un salvavidas entre la frivolidad que había en ese mundo de apariencias y Sakura se relajó un poco, a pesar de que muchas veces se perdía en la conversación.

- Syao tendría que estar en la puerta dando la bienvenida a los invitados, quizá no os haya visto pasar.

- Vaya, tan responsable como siempre.

- Y aburrido.- Rió el hombre.- No le importa nada más que el trabajo.

- Voy a ver si lo encuentro.- Comentó Tomoyo, dando un pequeño saltito para ver entre la multitud.- ¿Puedes quedarte con Sakura? No le hagas nada raro o me las pagarás.

- Tomoyo, sé cuidarme de mi misma.- Protestó la castaña, arrancando una cantarina risilla a Eriol.

- Tranquila, no me atrevería a tocártela.

La morena lo miró con incredulidad primero y luego con severidad después, en una muda advertencia que hizo sonreír más al joven y finalmente desapareció entre la gente, dejándolos a ellos solos.

Un camarero que pasaba por ahí con una bandeja con copas de champagne se vio asaltado por las manos del moreno que se hizo con una copa para cada uno.

- ¿Hace mucho que conoces a Tomoyo? –Curioseó ella.

- Bueno, siempre nos vemos en estas aburridas fiestas. Tu prima no pasa desapercibida y como somos de la misma edad, congeniamos enseguida.

Sakura sonrió y dio un trago de su copa. Había pensado que se pasaría la noche aburrida mientras los demás la miraban mal, pero Tomoyo se había encargado de quitar la tensión del ambiente haciéndole ver que el protocolo era algo que no tenía tanta importancia, al menos no entre amigos, y ella acababa de conocer a un encantador hombre con el que podía ser ella misma.

Parpadeó al encontrarse con una copa del burbujeante líquido frente a ella. Eriol la miraba con una sonrisa que le pareció increíblemente atractiva y Sakura se encontró devolviéndole el gesto.

- Por conocernos.- Dijo él mientras sus copas chocaban.

-.-.-.-.-.-

- Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, Daidouji.

Sonomi giró sobre si misma para ver a la dueña de la voz, una mujer que vestía un traje de estilo chino, alta, de largo pelo negro, piel pálida y mirada severa a pesar de que en esos momentos sus labios le sonreían ligeramente.

- Ieran Li.- Sonrió, acercándose a ella.- Cuanto tiempo, deberíamos vernos más, esto de estar tan liadas con las empresas no tiene gracia.

- Ya.- La mujer sonrió, pero era obvio que no le había gustado del todo el comentario sobre el trabajo.

Ambas mujeres se pusieron a hablar, el trabajo era el tema principal de aquella cordial conversa pero pronto empezaron a hablar sobre trivialidades, siempre guardando las apariencias pero con cierto aire familiar de quien hace años que se conoce.

- ¿Y ha venido? Cuando me dijiste que sus padres acababan de morir no pensé que vendría.

- Sakura es una chica muy fuerte, lo está pasando mal pero intenta salir adelante.- Sonomi sonrió tristemente.- A mi aun me cuesta hacerme a la idea de que Nadeshiko no está... y en cambio ella intenta hacer como si nada, le preocupa más ser una molestia para mi ahora que ha perdido su empleo.

- ¿Cómo? –Ieran miró a la mujer con sorpresa.- Hablas de ella como si se tratase de una hija y ¿le preocupa esa nimiedad?

- Es una chica muy especial, no tiene remedio.- negó con la cabeza.- Le he ofrecido trabajo en mi empresa pero se niega a ser una carga.

La elegante china se llevó una mano a la barbilla, pensativa

- ...Se me ocurre una idea...

-.-.-.-.-.-

Tomoyo se paseaba entre la gente, saludando a unos y a otros aun no había podido recorrer ni la mitad de la sala de fiesta. Que agobio de gente, ella sólo quería encontrar a quien buscaba y entonces volver a donde había dejado a Sakura...

Como si el destino la escuchase, finalmente encontró al hombre que buscaba. Tal y como le habían dicho estaba al lado de la puerta principal, apoyado en una de las paredes, bebiendo champagne mientras contemplaba a la gente a su alrededor con el ceño fruncido. Tan huraño, parecía mucho más mayor de lo que aparentaba, y pensar que sólo tenía un año más que ella...

- Ei, gruñón.- Saludó la morena al acercarse a él.- ¿Qué haces ahí tan solo?

- Tomoyo...- Se separó de la pared al verla y por un momento una sonrisa apareció en sus labios, para luego desaparecer de nuevo.- Vigilo que todo salga bien, no puede fallar nada en esta fiesta o...

- O quedarás como un mal anfitrión ¿no? –Rió ella.- Syaoran, debes relajarte, no es bueno estar tan tenso.

- No estoy tenso, es mi carácter, Tomoyo. ¿Has visto a Eriol? Seguro que está encantado de verte.

- Sí, lo he dejado con mi prima. De hecho venía a buscarte para presentártela.

La morena se puso de puntillas para ver entre la multitud, pero no logró ver más que un mar de cabezas y trajes de etiqueta.

- Así será imposible que veas algo.- Comentó el chico, mirándola con una sonrisa burlona.- Esto está lleno de gente y tampoco es que seas muy alta.

Tomoyo le dirigió una mala mirada y finalmente desistió de buscar con la vista. Por mucho que odiase aceptarlo, el chico tenía razón.

- Acompáñame a buscarlos.

- No puedo.- se encogió de hombros.- he de estar cerca de la puerta para recibir a los que llegan.

- Pues quédate aquí quietecito, que ahora te la traigo.

Antes de que pudiese decir nada, la cabellera ondulada de la chica se perdió de nuevo por donde había venido y él volvió recostarse sobre la pared. Con un poco de suerte, si se quedaba quieto, quizá se mimetizaría con la pared y entonces no tendría que saludar a más gente sólo porque era el primogénito de los Li... Y era su deber mantener las apariencias.

-.-.-.-.-.-

Eriol llamó a otro camarero y cogió un nuevo par de copas llenas dejando las vacías en la bandeja. Le tendió una a Sakura y le dio un sorbo a la otra mientras miraba a la chica con interés. Era muy mona, muy dulce y sobre todo, muy inocente. Llevaban un rato hablando y a cada minuto que pasaba se daba cuenta del encanto natural que tenía esa chica. Se mostraba tal y como era, nada de apariencias a pesar de estar en un lugar tan lujoso, ella era así y después de la timidez inicial se mostraba como tal.

Le dijo un comentario ingenioso y ella se rió provocando que él sonriera. Esa sonrisa tan natural y despreocupada era poco frecuente en su mundo y lo había cautivado.

Sí, se dijo, esa chica sería su próxima presa.

- ¿Te gustaría que quedásemos algún día... que tal el domingo?

Sakura parpadeó ante tal propuesta, pues no se la esperaba, pero enseguida sonrió un poco sonrojada y asintió con la cabeza.

- Claro, cuando quieras.- Rió.- Total, ahora estoy en paro...

Sakura alzó la copa para dar otro trago, sin embargo se quedó a medio camino ya que su reflejo en el líquido dorado la desconcertó por un momento. Miró de nuevo dentro de la copa y parpadeó. ¿Estaba sonriendo? Si era así, ya no lo hacía.

- ¿Te ocurre algo, Sakura?

Alzó la vista para mirar al chico que tenía delante. La había hecho reír... pero ella, ella no podía reírse, no aún, no mientras el recuerdo del accidente que sufrieron sus padres siguiese en su cabeza tan claro como si lo estuviera viviendo en ese momento.

Sólo habían pasado dos meses. Dos meses desde que una curva mal cogida, unos frenos mojados por la lluvia y un pequeño barranco se habían llevado la vida de sus padres, dejándola a ella sola, sin ningún familiar más cercano que su tía Sonomi y su prima Tomoyo.

Era consciente de que era una carga para ellas y por eso había dejado de llorar por lo del accidente. Tenía que salir adelante por ella misma o sino sus padres nunca estarían orgullosos de ella. Sabía que había momentos en los que se olvidaba de que ya no estaban ahí, de que ella ahora estaba sola y aunque eran pocos, en esos momentos lograba sonreír sinceramente, la mayoría de veces gracias a su prima.

Y sin embargo ahora se reía de las bromas de un desconocido y... miró a su alrededor ¿Qué hacía ella ahí? Era un mundo desconocido para ella, demasiadas apariencias, demasiada importancia al estatus social, algo que ella no tenía, pero parecía que ya no se acordaba de ello. ¿Tan rápido se había olvidado de la educación hogareña que había recibido de sus padres?

De repente se sentía enferma, todo le empezó a dar vueltas y supo que tenía que salir de ahí enseguida.

- Discúlpame, Eriol, no me... encuentro muy bien.

- ¿Sakura?.- El hombre se puso de pie al ver como ella prácticamente salía corriendo entre la multitud.- ¿¡Sakura!?

Pero Sakura sólo se escabullía entre la gente, pidiendo disculpa cuando topaba con alguien, no importándole si la miraban mal. Tenía que salir de ahí, cuanto antes. ¿Dónde estaba la salida?

- ¿Sakura?

Era la voz de Tomoyo. Alzo la cabeza para verla, la miraba desconcertada, pero ella no detuvo su paso, la escuchó llamarla a su espalda, junto con Eriol, y la gente pareció advertir que ocurría algo porque empezaron a apartarse mientras un murmullo de voces se escuchaba a su alrededor.

Miró al frente y pudo ver la puerta abierta al fondo así que prácticamente corrió hasta ella, sintiéndose cada vez más a salvo.

Algo chocó contra ella. O ella chocó contra algo, no lo sabía muy bien pero ese algo se antepuso a su huida.

Unas grandes y cálidas manos cogieron sus brazos y Sakura supo que lo que tenía delante era el pecho de alguien. El ancho pecho de un hombre enfundado en un traje que a simple vista le pareció negro, pero que fijándose más pudo ver que en realidad era verde muy, muy oscuro.

Sus ojos buscaron el rostro del culpable de su detención, y de repente se encontró perdiéndose en un mar de ámbar y miel. Parpadeó, para enfocarlo mejor y pudo ver unas espesas cejas formando un ceño muy pronunciado en un rostro hermoso pero huraño, con algunos mechones de pelo achocolatado que caían sobre su frente, imposibles de domar.

- ¿Se puede saber dónde va, señorita?

To be continued...


Notitas varias: Bueno ¿Qué os ha parecido el primer capítulo? Me gustaría saber vuestra opinión, aunque a decir verdad este capítulo sólo plantea un poco lo que ocurrirá a continuación y tampoco es muy largo, de hecho he de decir que los capítulos en un principio tendrán más o menos esta extensión...

A ver, como podéis ver es un universo alterno en el que Sakura se ha quedado huérfana y recientemente sin trabajo y ahora está... viviendo de gorra con su prima XD A pesar de que ambos se acaban de topar, el fic es un Sakura-Syaoran, evidentemente, pero he de reconocer que no sé muy bien hacía donde irá la historia, aunque la tengo bastante planteada y además parece que se escribe sola así que intentaré actualizar cada semana –no prometo nada, pero lo intentaré XD ok?-

Por cierto, avisar que esto puede tener de todo, tanto lemon (más que probable), como yuri (casi seguro), como yaoi (esto depende), como de todo... quien sabe lo que saldrá de esta mente perversa mía... xD