La quijada de Marinette ya estaba por los suelos y sus ojos se estaban saliendo de sus cuencas. Había cerrado la puerta y la había abierto abrir un par de veces antes de quedarse inmóvil viendo esa escena, tan poco creíble ante sus dilatados ojos.
Parpadeo varias veces, se pellizco, pero nada daba resultado, era la realidad, ni siquiera cuando el libro –el cual era la razón por la que había venido– se le resbalo de su mano y se le cayó haciendo un sonoro sonido pudo salir del shock.
¿Por qué el Maestro Fu tenia fotos de ella y de su alter-ego?
Se cuestionó intentando encontrar la lógica de eso, pero no la encontraba cuando noto que tenía fotos de Chat Noir y de Adrien...
¿Él que tenía que ver en todo esto?
Se preguntaba, mientras el Maestro Fu palidecía y el sudor recorría todo su rostro, ya dejando de practicar caligrafía.
¿Y dónde había conseguido ese muñeco de ella y Adrien?
Todas esas preguntas se remolinaban en su cabeza, pero ninguna podía salir de sus labios. Miraba la cinta que llevaba puesta en la frente del Maestro Fu, que decía "Adrinette"
Y su mente ya dejaba de funcionar, ya que era la combinación del nombre de ella y de Adrien. Lo sabía porque lo había escrito muchas veces en su cuaderno con corazones alrededor.
Marinette no sabía que hacer... si irse como si esto jamás ocurrió –demasiado imposible– o pedir explicaciones, lo cual eso seguramente podría hacerlo después de un largo tiempo cuando parte de su cerebro empiece a funcionar correctamente para que pudiera articular alguna palabra.
Lo único de lo que estaba segura es que debía haber avisado que venía o al menos golpear la puerta antes de entrar.
