Me cansé de esperar que mi beta me dijera que el segundo capitulo estaba bien =P (bue, tampoco es que le insistí tanto...) así que no se asusten si ven algunos horrores ortograficos caminando por ahí
Este fic es para Chisse! me alegra que te haya gustado ;)
Disclaimer: One Piece no me pertenece, es propiedad de Eiichiro Oda.
Advertencias: Ninguna (en este capitulo ;)
Usopp bebió un generoso trago de la botella. Cuando necesitaba agarrar algo de coraje, por alguna razón se le daba por buscarlo allí. A veces se decía a sí mismo que la próxima vez no lo haría, que era tonto ser tan supersticioso. Pero al parecer ese gesto ya se había vuelto parte del ritual previo que llevaba al encuentro. Como una cábala; uno de los ingredientes para lograr un hechizo de la buena suerte.
Dejó la botella y su sombrero junto a sus otras pertenencias y salió a cubierta. La noche lo recibió fría. En el cielo, las estrellas parecían lejanas que de costumbre.
Sintió el frio en su piel. Le parecía estar desnudo sin kabuto ni el bolso de las municiones, pero no tenía mucho sentido llevarlas con él a donde iba. Subió la escalera que llevaba al puesto de observación. Despacio, abrió la trampa que daba acceso al mismo y observó con cuidado antes de decidir si quería terminar de subir. Se sorprendió un poco al no verlo allí. Zoro tendría que estar haciendo la guardia esa noche. No tenía mucho sentido quedarse a mitad de la escalera pero no le apetecía subir y quedarse allí esperando por el espadachín, cuando no sabía si volvería. A veces se desencontraban, y le pesaba recordar que no había ritual de la buena suerte que valiese para evitar esas ocasiones.
Decepcionado apoyó la frente contra el borde de madera de la pequeña puerta. Salir a buscarlo por el Sunny no parecía una buena idea. El barco era inmenso y le molestaba el solo pensar en ir detrás de él como un perrito faldero. Decidió subir y quedarse allí. Había una pequeña manta, porque Chopper acostumbraba a dormir antes o incluso después de hacer guardia. Se envolvió en esta, apoyando la espalda contra una de las paredes del observatorio. La tibieza de la cobija comenzó a darle sueño y poco a poco los ojos comenzaron a cerrársele.
Dormitó, por apenas unos minutos, cuando alguien le despertó.
-Usopp ¿Qué haces aquí?-
Zoro tenía una botella de sake y parecía estar de mal humor. Pero pese a esto se había sentado a su lado y ahora le ofrecía de beber.
-Solo vine a charlar un rato, como siempre. - Rechazó la botella, haciendo un gesto con la mano.
-No me refiero a eso. – lo miró serio con su único ojo y bebió un buen trago. Una gota de alcohol se escapó y escurrió por la comisura de la boca. El moreno siguió con la mirada sedienta a esa gota profana. Sintió de pronto la certeza de que si le ofrecía de nuevo aceptaría beber, sin lugar a dudas, aunque solo fuera para imaginar que en el pico de la botella habría aun algún rastro de esos labios.
-Hay algo más, ¿no es cierto? – El tirador sorprendido, abrió y cerró los labios, como un pez fuera del agua, sin lograr sacar de ellos sonido alguno. Sabía que su amigo no era estúpido, pero no creyó verse descubierto tan fácilmente.
-No tiene mucho sentido que solo vengas aquí para charlar. –bebió de nuevo, con una mezcla de abandono y desespero, pero sin dejar de saborear cada trago. Su amigo se preguntó por qué tenía que ser tan apasionado en todo. Hasta para beber. -Podríamos conversar en cualquier lugar, pero no, solo me buscas aquí. – Usopp lo miró y se maravilló al ver las mejillas coloradas del espadachín. Estaba inusualmente conversador. Y al mirar en detalle, la botella estaba casi vacía. En un costado no muy lejano de la habitación, yacía media docena de botellas tan secas de líquido, como el desierto de Arabasta. ¿Cuántas se habría bebido? ¿Acaso se había embriagado?
-Odio hacer la guardia.- Roronoa tenía la mirada perdida en algún punto lejano, por la ventana. La voz, al principio monocorde, luego tomó color:- Detesto que te sientes aquí a charlar conmigo y yo sin saber que hostias quieres. –la botella hizo un ruido fuerte y hueco contra el sólido piso de madera. -¿Qué diantres buscas de mi?- Casi escupió las palabras.
No sabía qué decir. Se sentía alelado por la brusquedad y el veloz giro que habían tomado las cosas. Decir la verdad siempre le había parecido aburrido. Inventar era mejor, mentirse una vida de aventuras. Pero ya hacia mucho tiempo desde que dejara la aldea de Syrup. Y ahora era mucho más fuerte de lo que había sabido ser. Más valiente también.
Pero la cobardía todavía asomaba. Y la mentira le guiñaba el ojo y le prometía imposibles que ambos sabían no se habrían de conseguir de ese modo. Luchar contra sus miedos y sus dudas se le hacia aun tan difícil como enfrentar a un rey marino cuando solo tenia diecisiete. Podía, pero muchas veces el miedo no le dejaba ver.
-Me gusta pasar tiempo contigo. –Eso era verdad.- Me gusta venir cuando estamos solos porque no tengo que preocuparme por lo que los otros digan o escuchen.- Era una verdad a medias.- Me caes bien y solo pensaba en lo poco que nos conocemos…- Mentiras "blancas".
Zoro aguardó en silencio, esperando algo más.
Cuando vio que el otro había terminado de hablar sin decir nada que él ya no supiera, bufó.
-Creía que en este tiempo habías podido crecer un poco más que solo eso.
El tirador no supo si sentirse ofendido, o dolido. Supuso que lo segundo era más afín, puesto que ser un cobarde no era nuevo. Pero si dolía ver que pese a todo aún le quedaban muchas cosas por mejorar, porque aún quería ser un valiente guerrero del mar. Quizás habría tenido tiempo de deprimirse un poco más, sino fuese porque el sonido de una espada siendo desenfundada le llamó la atención.
Fue solo cosa de un segundo. Y ahí estaba, el furioso filo de Wado Ichimonji en su cuello. Blanco y peligroso contra su piel morena.
-Si fueras a morir en este instante ¿cuáles serían tus últimas palabras? El rostro de su compañero estaba apenas a unos milímetros del suyo. Sadismo e ironía dibujados en su cara, en esa perversa pero hermosa sonrisa. La larga nariz había sido esquivada con facilidad, casi se apoyaba por completo contra la mejilla del espadachín. Le daba una hermosa sensación de cercanía, excepto claro está , por la peligrosa arma blanca en su cuello…
Decir que Usopp se sentía descolocado era poco. ¡¿Qué coño pasaba por la cabeza de Zoro en ese momento?! Trato de calmarse. Su nakama nunca le haría daño, ni en un millón de años. Seguramente trataba de darle una mano en soltar lo que le pasaba, usando ese modo suyo, tan cavernícola de ver las cosas.
Tragó saliva con muchas fuerzas, cerrando los ojos y sintiendo el corazón galoparle en un puño.
-Supongo que si tuviera que morir, antes de hacerlo te diría que me gustas mucho, Zoro. -Con los ojos cerrados esperó el golpe de la espada, un grito, algo, pero no.
No hubo respuesta. Al abrir los párpados una pequeña sonrisa, y luego el beso que le tomó por desprevenido.
Sentir la fuerza bruta de Zoro, hasta en sus gestos de cariño no le sorprendía, sus labios presionados fuertemente contra los suyos, en un beso que era tanto cariñoso como brusco. Pero sí le llamaba la atención que este le estuviera besando en lugar de rebanarle la cabeza, como siempre había temido. El filo contra su cuello se retiró. En su hombro desnudo una mano, que le empujó aun más contra la pared de madera. Sintió el peso del otro reclinarse contra el suyo. Por entre el kimono abierto de Roronoa la piel del pecho de ambos entraba en leve contacto.
Trémulo, Zoro se separó de él. Usopp también temblaba.
- No fue tan malo, ¿verdad?- con un pulgar calloso y áspero le acarició los labios.
-Su-supongo que no- aun nervioso intentó sonreír.
El beso había sido escueto, pero conciso. Adrede, Zoro le había dejado con ganas de ir más lejos, pero es que no tenía ninguna prisa. No ahora que había podido corroborar qué sentía su nakama por él.
-¿Entonces es mutuo?- no tartamudeó, pero el nerviosismo en su voz era claro. La sonrisa que le dedicó a continuación el ex –cazador de piratas lo desarmó de toda duda. Y lo llenó de felicidad a la vez.
El tirador busco acercarse a los labios del espadachín de nuevo. Zoro cerró los ojos, se inclino hacia él, sin terminar aproximarse. La boca de Usopp se posó sobre la suya, lo beso a tientas, despacio, recibiendo pequeños besos de regreso. Y cuando se sintió más confiado, acaricio la mejilla del mayor. Notó que los labios de su nakama se entreabrían e imitando el gesto ambos buscaron profundizar el beso. Había querido saber cómo se sentiría besarle desde hacia mucho tiempo, tanto que al primer contacto con esa lengua no puedo evitar sentir que se estremecía de placer. Lo que al principio había empezado como un beso suave y tranquilo, comenzó a tomar calor con mucha velocidad. Pero despacio el mayor de los dos se aseguró de que perdiera intensidad.
Roronoa se reclinó contra la madera, primero sus hombros solo se tocaban, pero luego el espadachín se dejó deslizar hasta que su cabeza quedó en el regazo de Usopp.
-Acaríciame.- La voz ronca de su compañero tardó en ser procesada por sus oídos, tan extraño le había resultado el pedido.
Era insólito pensar que tenía a ese hombre tan peligroso con la cabeza sobre sus piernas, exigiéndole mimos como un gatito malcriado por sus dueños. Bueno, más que un minino, un feroz tigre de rayas negras… pero como aquello era algo por lo que había sentido curiosidad, se apresuró a pasar sus dedos por el verde cabello de Zoro. Tal como lo imaginaba, era suave y muy agradable al tacto. Su nakama cerró los ojos, complacido con el gesto.
Siguió acariciándole por un rato, sintiendo los diferentes largos, cerca de la nuca, la coronilla, los laterales. Cuando se cansó, pasó a acariciarle la cara. La frente, el puente de la nariz, los párpados, los labios.
De pronto una de las manos de Roronoa se posó en su nuca, buscando que se inclinara a la vez que él se incorporaba un poco. Sus bocas se encontraron a medio camino. El beso se interrumpió y el tirador resumió sus caricias. Era increíble la felicidad que podía a uno traerle algo tan sencillo como aquello.
En regreso a esos gestos y con los dedos ásperos a fuerza de manejar espadas tomó la mano libre del tirador y la entrelazó entre las suyas.
Le veía con ambos ojos cerrados, entregado a sus caricias, pero todavía se le hacía difícil creer que ese era el mismo hombre rudo que hablaba de no creer en ningún dios, que parecía no tener nada que lo retuviera cuando se proponía algo como meta.
Y sin embargo allí estaba. Y allí estaba Sanji también, asomando por la escotilla cual perrito de la pradera que sale de su madriguera.
¿Y desde cuando estaba ahí?
Apenas el contacto visual fue hecho, el rubio tosió, como si recién hubiera llegado.
-Perdón por interrumpirlos, pensé que habrían terminado, ya me voy.
Dicho esto desapareció tal cual como había venido.
El moreno estaba bastante desconcertado. ¿Qué carajo había sido aquello?
-Lo siento, olvidé decirte algo.- Zoro parecía bastante consternado, se levantó de su lugar. ¿Qué mierda estaba pasando allí?-Sanji y yo tenemos un "algo"- tosió visiblemente incómodo- espero que no te moleste que…
-No, está bien, después de todo Kaya y yo…- Interrumpió, como si lo que acabase de escuchar fuera lo más normal del mundo. El cocinero pervertido y el cabeza de marimo. Juntos. Estaban teniendo "algo".
-Ok, suena justo. ¿Sin restricciones entonces?- El espadachín estaba feliz, decírselo había sido fácil, hasta se lo había tomado con mucha más calma de lo que había esperado.
-¿¡Cómo qué tienen algo!?- A Usopp a veces las fichas le caían un poquito tarde. Armó un gran escandalo, corriendo de aquí para allá murmurando cosas como "tienen algo" y "el perrito de la pradera nos vio". Pero se le pasó de golpe al darse cuenta de que no tenía derecho a reclamar nada, porque ellos aún no eran nada y que por otro lado, él también tenía a otra persona en su corazón. Detuvo su carrera en seco, y se sentó frente al espadachín.
-No entiendo nada.
Zoro se frotó los ojos con una sola mano en un gesto que indicaba qué no sabía por donde empezar. Suspiró ruidosamente.
-Sé que es muy extraño,- remarcó el muy con algo de pesar- pero hace ya un tiempo que cejas de diana y yo tenemos un "algo".
El moreno asintió, dándole a entender no solo que lo escuchaba, sino que quería saber más.
-Y si bien nos llevamos bien, estamos de acuerdo que necesitamos a otras personas.
Estaba sorprendido, Roronoa había usado las palabras: nos llevamos bien y estamos de acuerdo. Eso en el lenguaje del marimo debía poder ser traducido como: Nos amamos muchísimo e incluso a veces conversamos haciendo uso de las palabras, sin katana ni patadas y con un mínimo de violencia.
-Usopp ¿estás bien con todo esto? – el tirador tenia la mirada perdida, sopesando las palabras de su nakama. – ¿No te importa, digo, que nos "compartamos" con otras personas?
-Supongo que un poco sí, pero…- Usopp se encogió de hombros.- yo también quiero mucho a Kaya así que no me es difícil entender lo que dices-Además, ¿qué más daba una infracción más al mundo ya pre establecido? Eran piratas por el amor de dios, así que nada, al diablo con todo.
-Así que está bien.
Zoro se acercó y lo besó, levemente al principio y con más fervor después. Le dejó ir no sin antes morderle muy despacio el labio inferior. Lo abrazó contra sí y le besó la frente.
Refugiado así en el calor de su compañero, pensó que no sin sorpresa la vida seguía empeñándose en mostrarse cada vez más compleja y muchas veces le costaba seguirle el ritmo. Y pese a que no hubiera cábala alguna que le ayudara a hacer las cosas más fáciles, se sentía feliz de estar allí, embarcado con sus nakama, con Zoro, en esa increíble aventura que es la vida, y no una vida cualquiera, sino la de un pirata. Sin duda no cambiaría esa elección ni por toda la buena suerte del mundo.
