Varios meses habían pasado desde la batalla. Las aguas ya se habían calmado, la comunidad mágica había aprendido a sobrellevar el dolor por las muertes de numerosos inocentes, Harry vivía en la antigua casa de los Black, Ron en un pequeño apartamento y Hermione después de buscar a sus padres y traerlos de vuelta, también se instaló en uno, pero cierto pelirrojo y cierta castaña, que habían sido clave para la derrota del Señor Tenebroso, aún no habían encontrado el momento para hablar…
La verdad es que ninguno de los dos lo había buscado…
El, Ron Weasley, había cambiado muchísimo…nadie lo reconocía, parecía otra persona totalmente diferente, había dejado atrás la niñez que le caracterizaba, ahora era un atractivo joven, que tenía locas a todas las jóvenes brujas. También ayudaba la actitud de seductor que había adoptado y su trabajo en una exitosa tienda de bromas.
Ella, Hermione Granger, seguía siendo la chica prácticamente perfecta, atractiva, guapa, con un cuerpo envidiable, inteligente, madura… pero con un pequeño cambio, tenía un aire más atrevido, la batalla le había enseñado a apreciar la vida, a disfrutarla mucho más. Ahora trabajaba para el ministerio, en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas.
El menor de los Weasley' s, pasaba de la joven castaña, después de ese apasionado beso, se dedicaba a tratarla mal, a ella y a toda la gente que le rodeaba, pero en especial a ella.
Hermione lo había pasado realmente mal, se sentía estúpida después de haberse hecho ilusiones… ya que él le respondió a ese anhelado beso.
Las cosas habían cambiado... y mucho, no eran los mismos.
En esto estaba pensando ella cuando una lechuza negra se posó en su ventana…
-¡Juik!-era la preciosa lechuza de Viktor, sin duda él le había ayudado mucho en estos meses, le quitó el pergamino le dio unas cuantas chucherías, la dejó marchar y se dispuso a leer el pergamino.
Querida Hermione:
Me alegro mucho que hayas decidido pasar de tu amigo, si te hace daño no te merece… ¡te mereces ser feliz!
La semana que viene viajaré a Londres, tengo que dar una importantísima entrevista… ¿Tendrías tiempo para pasar un rato conmigo? Podríamos ir a cenar o a donde quieras…llegó la semana que viene, espero verte.
Un beso muy grande... Viktor.
La castaña se puso muy contenta, tenía muchas ganas de verle. Cogió pluma y pergamino para contestarle cuando sonó el timbre de su casa y abrió la puerta.
-Ron… ¿qué haces tú aquí?
