.

Nota del Autor (13/08/2017): Bueno, por fin está aquí.

La versión revisada de Sons of Liberty, con un nuevo título y una historia reconstruida. Bienvenido, seas un lector nuevo o viejo, a este fic por el que he trabajado tanto. Espero que lo disfrutes, querido lector, conozcas o no la historia de antemano. Esta es la definitiva.


CAPÍTULO 1:

DESPERTAR


Respirando hondo, Cynder se detuvo finalmente. Se inclinó hacia delante, apoyando las patas delanteras en las rodillas y tratando de recuperar el aliento.

"Eso… ha estado cerca" pensó. "Demasiado cerca".

El pequeño Cyndaquil se giró entonces, tratando de visualizar el camino que acababa de recorrer y sorprendiéndose de haber sido capaz de hacerlo en tan poco tiempo. Era difícil, pues el sol no había salido todavía, pero había algo que destacaba en la lejanía, iluminando el valle con un fuego antinatural. Hizo una mueca, sintiendo un pinchazo de resentimiento y culpa cuando sus ojos llorosos alcanzaron a ver a lo lejos la gigantesca columna de humo que surgía de Villa Plata, lugar que hasta hacía apenas una hora había sido su hogar.

Ahora no lo era. Ya no podía ser el hogar de nadie.

No tenía ni la más remota idea de qué había ido a hacer allí la Corporación de Inteligencia, pero estaba claro que las cosas se habían descontrolado bastante rápido. Normalmente, las negociaciones con los Inquisidores eran rápidas e indoloras, algo que los miembros de la comunidad agradecían mucho, pero en aquella ocasión… Cynder estaba todavía dormido, y lo primero que supo al ser despertado por su tío era que la villa estaba siendo atacada por las fuerzas de la Corporación. Ni siquiera supo por qué, pero había tenido que abandonar todo lo que había conocido, escapando hacia la oscuridad con la esperanza de que a los Inquisidores no se les ocurriera perseguirlo. No tenía ni idea de si su tío había sobrevivido.

Apretando los puños y tratando con todas sus fuerzas no volver a llorar, Cynder se aferró a la bolsa de viaje que llevaba al hombro y que siempre utilizaba cuando su tío lo llevaba de exploración. Aquella bolsa tenía un gran valor sentimental para él, ya que había pertenecido a su padre antes de que tanto él como su madre desaparecieran bajo circunstancias desconocidas hacía 14 años, cuando él apenas era un bebé.

Miró a su alrededor, buscando algún punto de referencia en aquella especie de bosquecillo, una tarea difícil al contar tan solo con la tenue luz de la luna para iluminar el terreno. Sus ojos, ya poco desarrollados de por sí, no eran de gran ayuda, así que decidió hacer lo que su tío le había aconsejado hacer en aquellos casos: escuchar.

Prestó atención a los sonidos de su entorno, conteniendo la respiración para hacer la tarea más fácil, y… solo obtuvo silencio por respuesta. No era, sin embargo, el típico silencio que está siempre presente en un área como aquella de noche, pues ni siquiera los Pokémon insecto parecían provocar sonido alguno. No, aquel era un silencio antinatural y artificial, un silencio que provocaba escalofríos al pequeño Cyndaquil.

"Debo de estar cerca de la entrada…" pensó, mientras sentía cómo aquel silencio anómalo se metía en su cabeza y le hacía temblar de puro desasosiego.

Había experimentado aquella sensación otras veces, pero nunca lo había hecho… bueno, solo. Su único alivio era que ningún Pokémon salvaje saldría de la nada para atacarlo, pues ni siquiera los salvajes comunes se atrevían a acercarse a las fronteras de un territorio misterioso.

Continuó caminando, con cuidado para no salirse del camino de tierra, mientras palpaba los árboles a su paso, buscando una de las entradas al territorio misterioso. Podría hacer un fuego, pero sus instintos le decían a gritos que aquello solo lo convertiría en un objetivo mucho más fácil de detectar, y aquello era precisamente lo que estaba tratando de impedir. El mismo impulso le impedía sacar algún objeto luminoso de su bolsa de viaje.

Ningún Pokémon de su edad buscaría entrar en un territorio misterioso, pero aquella era la única forma que tenía de asegurar su supervivencia. Sabía que la Corporación mandaría patrullas por la zona, y por lo tanto necesitaría atravesar el Bosque Oscuro antes del amanecer. Los territorios misteriosos, aunque peligrosos, eran seguros a la hora de evadir a cualquier perseguidor a causa de su naturaleza anómala.

"Tengo ventaja" se dijo a sí mismo en un intento de combatir las ganas de echar a correr en la dirección contraria. Los habitantes de aquel territorio eran todos Pokémon débiles a sus habilidades elementales, y aquello le daba fuerzas para continuar.

Ya habría tiempo de llorar. Ahora su objetivo era sobrevivir.

Mantuvo su lento ritmo durante un buen rato, con cuidado de no perderse la entrada al bosque. Cada pocos pasos, volvía un poco atrás, temeroso de haberse saltado la entrada. Después de todo, tan solo contaba con su tacto para diferenciarla, y no se fiaba de haberse dejado alguna sección sin inspeccionar, pues tenía frío y estaba asustado, dos cosas que lo distraían enormemente de su tarea. La incertidumbre de no saber qué había sido de su único relativo vivo también le afectaba, pero trataba de apartar aquellos pensamientos hacia el fondo de su mente, intentando olvidarlo todo… aunque aquella ni siquiera era la peor parte.

No, la peor parte era que sentía que alguien lo estaba vigilando, ojos puestos sobre su nuca. Sabía que era su imaginación, y de hecho se giraba de vez en cuando para comprobar que nada se movía a su alrededor, pero aquella sensación seguía acosándolo. Su mente le jugaba malas pasadas en su peor momento, y aquello solo lo ponía todavía más nervioso.

Fue entonces, cuando creía que sus nervios no lo soportarían más, que la tensión se resolvió con un sonoro "crack". Cynder se giró, su cuerpo tensándose de forma automática y su fuego interior agitándose con ímpetu, esperando su momento para salir.

—¿Quién… anda ahí? —preguntó con un hilo de voz. Aquello había sonado mucho más intimidante en su cabeza.

No obtuvo más respuesta que el silencio y su propia respiración agitada. Se quedó quieto, pendiente por si el sonido se repetía. Pasó un minuto… y dos… y nada volvió a perturbar el desagradable silencio.

Justo cuando Cynder iba a devolver toda su atención a su tarea, achacando aquel sonido a una rama cayéndose, el rabillo de su ojo detectó un bulto sobre el camino. No era capaz de discernir del todo su forma, pero podía apreciar que era de un color cercano al azul.

"¿Eso es… un Pokémon?" se preguntó.

Mordiéndose la lengua, se acercó un par de pasos hacia el extraño bulto. Al hacerlo, pudo ver que se movía de forma regular, como si estuviera… sí, estaba respirando. Estaba vivo.

—Esto… ¿hola? —preguntó Cynder en voz baja.

El bulto no dio señales de haberlo escuchado. Continuó con su profunda y relajada respiración, por lo que Cynder supuso que estaba dormido.

"¿Qué hace un Pokémon aquí dormido a estas horas de la noche?" se preguntó, frunciendo el ceño. "¿Puede ser un refugiado como yo?"

No sabía si debía correr el riesgo de despertarlo, pues no tenía ni idea de qué bando estaba… pero ¿y si era inocente? ¿De verdad iba a dejar a un Pokémon allí tirado solo porque era demasiado cobarde para intentar despertarlo?

Cynder apretó los labios, dando los últimos pasos que lo separaban del Pokémon. Usando una fracción de su poder elemental, alzó tenuemente el fuego de su espalda para poder verlo bien, incluso aunque eso significase convertirse en un objetivo. No había nadie más allí, al fin y al cabo.

La luz le permitió ver que se trataba de un Mudkip, más o menos de su edad a juzgar por sus facciones. Era extraño, no obstante, encontrarse a un Mudkip en aquel terreno tan poco similar a su entorno. Cynder supuso entonces que no se trataba de un salvaje, y aquello le dio la confianza que necesitaba para despertarlo.

—Eh —susurró, extendiendo su pata delantera y sacudiendo el cuerpo del Pokémon de agua con suavidad—. Oye, despierta.

Al ver que aquello no surtía efecto, puso su otra pata sobre él y lo agitó con más fuerza, intentando no golpear su cabeza contra el suelo mientras lo hacía, pues de nada le servía que el desconocido se despertara si lo desmayaba otra vez con un golpe en la nuca.

—¡Despierta! —dijo, tratando de no elevar demasiado la voz.

Aquello sí que funcionó. A la luz de su tenue fuego, Cynder pudo ver cómo el Pokémon de agua abría los ojos poco a poco, fijándose en su rostro nada más hacerlo. Pestañeó unos instantes, y después…

—¡Ah! —gritó el Mudkip, lanzándose de súbito hacia atrás.

Cynder se echó hacia atrás a su vez, sorprendido por la imprevisible reacción del Pokémon de agua.

—¡Perdona! —exclamó levantando los brazos—. ¡No quería asustarte!

El Mudkip, no obstante, no parecía estar escuchándolo, pues estaba demasiado ocupado girando la cabeza hacia todos lados, para luego contemplar su propio cuerpo como si fuera la primera vez que lo veía. Cynder frunció el ceño.

—Eh, Mudkip —dijo—. ¿Estás… bien?

—¿M-mudkip? —repitió el desconocido, sus mirada perdida en algún punto más allá de Cynder—. Sí, soy… ¡Soy un Mudkip! Soy… estoy…

Continuó balbuceando como si estuviera loco, y Cynder comenzó a preguntarse si no había sido un error despertar a aquel tipo. Parecía bastante preocupado por algo, pero no parecía dispuesto a cooperar.

—Escucha —dijo, acercándose a él—. No sé qué te pasa, pero si me lo cuentas a lo mejor puedo ayudarte…

El Pokémon lo miró fijamente, como si acabase de darse cuenta de su presencia.

—Tú… yo… no… —era obvio que estaba intentando con todas sus fuerzas formar palabras completas, pero por algún motivo se veía incapaz de comunicar lo que le ocurría.

Posando sus cuatro patas en el suelo con fuerza, respiró hondo. Repitió el proceso unas cuantas veces, su cuerpo eliminando tensión con cada exhalación. Cynder se quedó mirando el proceso, inclinando la cabeza hacia un lado con extrañeza.

—De acuerdo… —dijo, finalmente capaz de hablar de forma coherente. Todavía temblaba, pero había conseguido componerse un poco—. Yo… esto, lo siento. No sé… no sé quién eres, ni dónde estoy. Me… ah, me duele… mucho la cabeza.

—Eh, no te preocupes —respondió Cynder con la mejor sonrisa que pudo esbozar en aquellos momentos—. No debí despertarte así, eso es cierto.

—Pero yo… —el Mudkip volvió a temblar con intensidad, bajando la cabeza para contemplar su cuerpo—. Esto es…

Una vez más, el misterioso Pokémon comenzó a balbucear, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos. No obstante, antes de que Cynder pudiera interrumpirlo, agitó la cabeza y lo miró fijamente.

—¡No soy un Pokémon! —exclamó— ¡Se… se supone que yo soy un humano!

Aquello sí que dejó a Cynder sin palabras. El mero hecho de encontrarse a un humano en Pelagia ya era inusual, ¿pero un Pokémon que afirmaba ser un humano? No sabía si eso ocurría mucho, pero desde luego era la primera vez que había oído hablar de ello.

—Eh… —comenzó, no muy seguro de lo que quería decir— Pues a mí me pareces un Mudkip de lo más normal. Debe haberte pasado algo muy…

—¡No! —soltó el Mudkip—. ¡No estoy loco! ¡Estoy diciendo la verdad!

El desconocido cerró los ojos entonces, frotándose la cabeza con una de sus patas delanteras. Cynder hizo una mueca, todavía confundido a causa de aquella situación.

"No puedo dejar que siga gritando así… tal vez necesita algo para la cabeza".

—Escucha —le dijo—. No tengo tiempo de explicártelo todo, pero tienes que bajar la voz. No es adecuado que nos oigan aquí ¿Vale?

El Mudkip lo miró con incredulidad durante unos segundos y luego asintió.

Con un suspiro, Cynder metió una mano en la bolsa de viaje y sacó de ella una baya caquic, entregándosela al desconocido.

—Toma —dijo—. Cómete esto, te aliviará un poco el dolor de cabeza.

El Mudkip miró la fruta durante unos instantes, inspeccionándola con la poca luz de que disponía. Después, levantó una de sus patas delanteras y la sostuvo ante él, examinándola una última vez antes de llevársela a la boca.

—Gracias —murmuró—. Me siento un poco mejor.

—No hay de qué —contestó Cynder, tratando de sonar lo más educado posible—. Pero a lo mejor… no sé, a lo mejor deberías intentar poner tus pensamientos en orden. ¿Qué es lo último que recuerdas?

El Mudkip entrecerró los ojos, como si recordar le supusiera un esfuerzo enorme. Todavía estaba nervioso, pero parecía haber conseguido controlar su ímpetu inicial.

—Lo último que recuerdo… —comenzó a decir, su voz temblorosa y débil. Se quedó callado unos instantes antes de continuar—. La verdad es que… no sabría decirte. No es nada concreto, solo… una voz. Haciéndome preguntas.

—¿Solo eso? —preguntó Cynder— ¿Una voz?

—Sí, creo que sí…

—¿Y antes de eso?

El desconocido volvió a entrecerrar los ojos, tratando de recordar.

—Nada —contestó finalmente.

—¿Nada…? —repitió Cynder— ¿Nada de nada?

El Mudkip negó con la cabeza.

—Sé cosas… quiero decir, tengo conocimientos básicos, sé reconocer objetos… pero no tengo ningún recuerdo propio. O al menos, no soy capaz de acceder a él.

—¿Y cómo sabes que eres humano? —preguntó Cynder entonces.

—No lo sé, la verdad —contestó el Mudkip—. Simplemente tengo esa sensación, por muy difícil que sea de creer.

Cynder asintió en silencio. Luego, recordando de pronto en qué clase de situación estaba metido, miró hacia ambos lados del camino.

—Oye… —comenzó a decir, tratando de no ser muy brusco— Ya sé que tienes muchos problemas con tu memoria y esas cosas, pero lo cierto es que yo tengo que seguir andando. Estoy en una… situación un poco complicada.

—Oh —respondió simplemente el Mudkip, metiéndose lo que quedaba de su baya en la boca.

Se hizo el silencio entre los dos.

—Pero bueno, si quieres puedes venir conmigo —continuó Cynder—. O sea, no voy a dejarte aquí tirado, y en el sitio al que voy puede que haya gente que sepa cómo ayudar con tu problema.

El Mudkip pareció de pronto más animado, sorprendido ante aquel atisbo de esperanza. Comenzó a mover la cola hacia los lados.

—¿En serio? —preguntó.

—Claro. Pero el caso es que tenemos que empezar a movernos ya —explicó el Cyndaquil, volviendo a mirar a través del camino.

—De acuerdo… —aunque no sonaba del todo convencido, el Mudkip se levantó y miró a su compañero, dispuesto a seguirlo— Voy contigo.

—Bien —contestó Cynder esbozando una sonrisa. Aunque bajo extrañas circunstancias, estaba contento de poder tener a alguien a su lado—. Por cierto, me llamo Cynder.


Wired Thanatos presenta...

POKÉMON MUNDO MISTERIOSO

Guardianes de la Paz


El Mudkip llevaba un buen rato viendo cómo Cynder palpaba los troncos de los árboles, y aquello estaba empezando a resultarle un poco extraño. No recordaba haber estado en ningún bosque, por supuesto, pero su sentido común le decía que normalmente los troncos de los árboles no formaban una barrera impenetrable que obligara a los viajantes a buscar un área concreta por la que entrar.

Su mente todavía vagaba entre las sombras, sin embargo, aunque aquella vaya hubiera ayudado a apaliar de forma sorprendentemente rápida el intenso dolor de cabeza con el que se había despertado.

—Cynder… —dijo, algo inseguro—. ¿Por qué este bosque es tan impenetrable?

El Cyndaquil no se giró para contestar. En lugar de eso, continuó palpando e indicándole que lo siguiera.

—No es un bosque normal —explicó—. Es un territorio misterioso, y nunca es fácil acceder a un territorio misterioso.

Lo dijo como si fuera lo más natural del mundo, pero el Mudkip no tenía ni la más remota idea de qué era un territorio misterioso, ni mucho menos por qué su nuevo compañero de viaje había respondido como si la respuesta fuera obvia.

"Esto es muy confuso" se dijo, contrariado. "Cualquiera pensaría que no tener recuerdos sería más agobiante, pero lo cierto es que tener conocimientos básicos ayuda a relajar las cosas".

Todavía estaba nervioso, claro, pero se había ido tranquilizando poco a poco desde que se había terminado la baya, hasta un punto en el que su máxima preocupación era aquella vocecita en su cabeza que insistía en que aquel no era su cuerpo real y en que era un humano.

"Entonces ¿por qué no me siento incómodo con este cuerpo?" se preguntó. Los humanos, desde luego, no tenían cola ni cuatro patas, y sin embargo a él no le resultaba especialmente incómodo adaptarse a aquella fisionomía. Tal vez aquello era todo un malentendido y…

—Por cierto —dijo Cynder, sacando al Mudkip anónimo de sus pensamientos—, no me has dicho cómo te llamas.

"Oh" pensó el Mudkip. Sabía que había algo que se le estaba olvidando, pero hasta aquel momento no se había parado a pensar en su propio nombre. Intentó, de nuevo en vano, recordar algo sobre su pasado que le ayudara a identificar su nombre.

"Maldita sea" pensó con frustración. "Ni siquiera puedo recordar mi propio nombre…"

—No… no lo recuerdo —dijo finalmente, dándose por vencido.

—Bueno, pues eso no puede ser —contestó Cynder sin detenerse en su labor de búsqueda—. Todos los Pokémon tienen que tener un nombre… y digo yo que te hará falta hasta que consigas recordar lo que te pasó.

—Supongo…

Cynder se quedó en silencio unos instantes, pensativo, mientras seguía buscando una entrada.

—Hmmm ¿Qué tal Muddy? —preguntó.

El Mudkip repitió el nombre entre dientes, no demasiado convencido.

—No me gusta mucho —contestó—. Es un poco genérico ¿no te parece?

—Sí, supongo que sí… ¿Merry? ¿Mauldrin? ¿Marvin? Solo se me ocurren nombres con la M. Ahoque lo pienso, creo que solo he conocido Mudkip con nombres así…

El Mudkip sin nombre se quedó pensando en aquellas tres opciones… especialmente la última. Marvin sonaba bonito, y lo cierto era que parecía llenarle la boca cuando repetía en voz baja.

—Marvin me gusta —dijo finalmente—. Suena… suena bien, la verdad.

—Pues Marvin será —contestó Cynder, girándose para dedicarle una media sonrisa.

Marvin la devolvió con timidez, notando que no era una sonrisa completamente sincera. Era obvio que el Cyndaquil estaba preocupado por algo, pero no sabía si era adecuado preguntárselo tan directamente, teniendo en cuenta que se acababan de conocer bajo unas circunstancias bastante curiosas.

"Debería preocuparme por mi propia situación" se dijo. "Ya tendré tiempo de preguntar luego".

—La encontré —dijo Cynder de pronto.

—Uh… ¿el qué? —preguntó Marvin, acercándose a su compañero.

—La entrada al territorio misterioso —contestó el Cyndaquil.

—Ah… cierto, el territorio misterioso —contestó Marvin. Al acercarse al lugar en el que el Cyndaquil se había detenido, pudo ver una gran abertura entre los árboles.

Era bastante extraña, a decir verdad. Por un lado era obviamente natural, pues ninguno de los árboles que la formaban parecía cortado o modificado de ninguna forma, pero al mismo tiempo daba la impresión de que no estaba del todo bien. Los árboles no solían crecer de aquella forma, abriendo una senda tan perfecta entre una inexpugnable barrera de troncos, y la oscuridad que había tras ellos no semejaba normal. Había algo muy extraño en aquel sitio.

—Qué sitio más raro —comentó el Mudkip, frunciendo el ceño.

—Bueno, es un territorio misterioso —explicó Cynder—. Son todos raros.

—Ya… —musitó su compañero, contemplando el oscuro interior del bosque y preguntándose cómo sería por dentro—. Puede que esto suene raro, pero ¿qué es un territorio misterioso?

Cynder, esta vez, se giró para mirarlo. Sus ojos permanentemente entrecerrados parecían expresar preocupación.

—¿No lo sabes? —preguntó, sorprendido.

Marvin negó con la cabeza, a lo que el Cyndaquil respondió rascándose la nuca con una expresión pensativa.

—Bueno… supongo que la mejor forma de explicarlo es que lo veas por tu propia cuenta. Solo espero que estés preparado, porque es posible que nos encontremos con algún que otro Pokémon salvaje.

A Marvin no le gustó cómo sonaba aquello de "Pokémon salvajes". No obstante, asintió lentamente, deseando que aquello no tuviera que ocurrir.

—Pues vamos, es hora de entrar. No te alejes mucho de mí.

Cynder cruzó el portal de árboles primero, desapareciendo de forma casi instantánea entre las sombras.

"Esto es un error" se dijo a sí mismo el Mudkip antes de seguirlo.

Aquel pensamiento tan solo creció en intensidad al sentir como su cabeza daba vueltas nada más poner un pie tras el arco de árboles. Se asustó durante un momento, antes de poder preguntarse qué estaba ocurriendo, se encontró de pie al lado de Cynder. El mareo todavía perduraba, y venía acompañado de una sensación de claustrofobia bastante incómoda.

—¿Qué… qué ha pasado? —preguntó, mirando hacia todos lados en confusión, tratando de buscar un punto de referencia. Aquel área estaba todavía más oscura que la anterior, pues la luz de la luna no se filtraba entre las copas de los árboles.

—Hemos entrado en el territorio misterioso —explicó Cynder, encendiendo de nuevo el fuego de su espalda para permitirle ver—. Es normal que te sientas un poco mareado, porque son sitios muy… especiales. Ya te iré contando por el camino.

Marvin pestañeó, adaptando sus ojos a la tenue luz que provenía de la espalda de Cynder. Veía árboles altos y oscuros, cuyas copas cubrían el cielo casi por completo, y un suelo repleto de hojas secas y pequeñas ramas. Además, los árboles se apelotonaban en determinadas líneas de la misma forma que en el exterior, formando caminos muy bien delimitados. El lugar, en general, era bastante siniestro.

Y no solo era su aspecto lo que le resultaba sobrecogedor a Marvin, sino también el ambiente. Había algo en el aire… estaba viciado, como si aquel fuera un sitio mucho más cerrado de lo que parecía desde el exterior –y aquello era decir bastante– y su oxígeno hubiera pasado por miles de pulmones durante mucho tiempo. Ningún bosque debería proporcionarle una sensación así, pensó el Mudkip.

—¿Estás bien? —preguntó Cynder.

—S-sí… solo un poco sorprendido. Este sitio es más raro por dentro que por fuera.

—Y que lo digas… ahora lo que tenemos que hacer es buscar un camino apropiado —dijo el Cyndaquil, indicándole a Marvin que lo siguiera.

—¿B-buscar un camino? —repitió el Mudkip, no tardando en seguir a su compañero para no alejarse demasiado de su luz— ¿Quieres decir que no sabes qué camino tenemos que seguir para llegar a… a dónde quiera que estemos yendo?

Cynder soltó un suspiro.

—Ese es precisamente el truco de los territorios misteriosos —explicó—. Cada vez que entras, el sitio cambia por completo… bueno, no por completo, los Pokémon que viven dentro suelen ser siempre los mismos, pero los caminos y todas las áreas del sitio cambian totalmente de posición.

Los ojos de Marvin se abrieron mucho. Aquella no estaba siendo la noche más coherente de su vida, pero desde luego no se esperaba aquella explicación. Parecía una locura.

—¿Cómo es posible eso? —preguntó, sorprendido.

—Nadie lo sabe —contestó Cynder, encogiéndose de hombros—. Es complicado de explicar, pero no es precisamente sencillo permanecer durante mucho tiempo dentro de un territorio misterioso. Para salir de aquí, tenemos que encontrar unos cuantos arcos y atravesarlos, y entonces saldremos al otro lado del bosque…

Marvin asintió, asimilando toda aquella información nueva. Todo aquello era increíblemente surrealista.

—¿Y a dónde estamos yendo entonces? —preguntó mientras pasaba la mirada por las copas de los árboles. No podía evitar sentir que alguien lo estaba observando desde alguna parte, y eso lo ponía nervioso.

Cynder señaló un camino que se formaba entre los árboles y comenzó a seguirlo, Marvin caminando a su lado con discreción.

—Mi… mi tío me dijo que fuera a un refugio —explicó, su voz quebrándose un poco—. Estaremos allí antes del amanecer si no tardemos mucho en recorrer este bosque…

—¿Un refugio? —inquirió Marvin. Aquello sonaba bien—. ¿De qué nos estamos refugiando?

Cynder se quedó callado unos instantes, dándole al Mudkip la impresión de que tal vez no debería haber preguntado eso.

—De la Corporación de Inteligencia —dijo—. Teniendo en cuenta lo que te pasa, asumo que tampoco sabes quienes son… y estás mejor así, la verdad. No son gente con la que quieras tratar.

Marvin frunció el ceño. El nombre sonaba muy extraño.

—¿Corporación de…?

Antes de que pudiera terminar de formular su pregunta, Cynder lo detuvo, levantando el brazo.

—Shh… ¿oyes eso? —preguntó, bajando la voz.

Marvin puso el oído. Al principio no notó nada, pero después de que sus oídos se acostumbrasen al silencio comenzó a escuchar un sonido muy débil, como si fueran pequeños golpes sobre la tierra.

—Lo… lo oigo —respondió— ¿Qué es?

—Un Pokémon salvaje —dijo Cynder, buscando con la mirada el punto del que provenía el ruido—. Por el sonido, yo diría que es un tipo bicho. No nos dará muchos problemas.

—¿P-problemas? —inquirió Marvin, tragando saliva— ¿No podemos… evitarlo o algo?

—Los Pokémon de los territorios misteriosos no razonan, Marvin. Cuando ven a un intruso, lo atacan hasta que uno de los dos cae.

Marvin dio un paso atrás, asustado. No se esperaba tener que pelear contra nadie en aquel momento…

De pronto, el sonido se hizo más potente. Sorprendiendo a los dos compañeros, una criatura con aspecto de insecto verde saltó de entre los arbustos que tenían en frente y los asaltó, lanzándose hacia ellos a gran velocidad. Cynder reaccionó a tiempo y se puso delante, bloqueando el salto del Pokémon con un codazo.

Cuando la araña cayó en el suelo sobre su espalda, Cynder se adelantó, interponiéndose entre Marvin y la criatura.

—Es solo un Spinarak —explicó—. No es demasiado peligroso, pero te recomiendo que te eches atrás.

Después de que Marvin hiciera lo que su compañero le decía, el Cyndaquil se inclinó hacia adelante y soltó un impresionante chorro de fuego por su morro, calcinando a la criatura casi al instante. Marvin escuchó con horror los gritos de agonía del pequeño Pokémon salvaje, que no tuvo tiempo de evitar el golpe y lo sufrió en toda su magnitud. Cuando el fuego desapareció, el Spinarak yacía chamuscado en el suelo, inmóvil.

Marvin pestañeó, asimilando lo que acababa de ocurrir. Había sido tan rápido que apenas había tenido tiempo de darse cuenta de lo que Cynder había hecho.

—¿Está… muerto? —preguntó, sin apartar la mirada del cuerpo del Pokémon salvaje.

—No lo creo —respondió Cynder, recomponiéndose—. Los Pokémon salvajes de aquí dentro son bastante duros de derrotar. Mi tío solía decirme que el aura mística de los territorios los ayuda a regenerarse más rápido… así que quizás no deberíamos quedarnos hablando aquí.

—Sí, tienes razón —respondió Marvin, siguiendo a su compañero hacia el camino.

Los siguientes minutos pasaron en silencio, tan solo roto por el crujir de las hojas bajo los pies de los dos Pokémon.

"El aire aquí es muy desagradable" pensó Marvin, sintiéndose cada vez menos cómodo con el ambiente del territorio misterioso. No sabía cuánto tiempo podría aguantar respirando aquello antes de comenzar a notar que se estaba ahogando.

Cynder había permanecido callado desde su encuentro con el Spinarak, y Marvin decidió no perturbarlo con sus preguntas. Si era cierto que el Cyndaquil estaba huyendo, era posible que tuviera más cosas en la cabeza de las que preocuparse en aquel momento, y desde luego no iba a ser él el que lo molestase mientras ponderaba lo que fuera que estaba ocurriendo en su cabeza.

—Eh, hemos llegado —dijo de pronto Cynder.

Marvin miró hacia él, dándose cuenta de que habían alcanzado un arco de árboles muy semejante al que había visto en la entrada del territorio. Lo examinó, una media sonrisa apareciendo en sus labios.

—Oye, pues no ha estado tan mal —dijo con optimismo.

—Oh, esta no es la salida del territorio —respondió Cynder, echándole una mirada compasiva—. Este arco es señal de que hemos atravesado el primer sector del territorio, pero todavía nos quedan dos sectores más que cubrir.

La sonrisa desapareció del rostro de Marvin.

—Vaya —soltó el Mudkip, decepcionado. Había sido un iluso creyendo que podría salir de aquel sitio tan rápido.

Cynder inclinó la cabeza hacia un lado, mirándolo como si fuese un niño pequeño. Después, extendió una pata y le dio un suave golpecito en el hombro al Mudkip, sonriéndole.

—No pasa nada, Marvin —dijo. Intentó que su voz sonara conciliadora, pero apenas lo consiguió—. Sé que esto es todo muy precipitado, pero necesito llegar al otro lado de este bosque, y haré lo que haga falta para que tú también llegues. Te aseguro que, una vez lleguemos al refugio, encontraremos a alguien que pueda ayudarte.

Marvin se encogió ligeramente de hombros, sintiendo una súbita timidez que le impedía elegir las respuestas adecuadas para responder.

—Gracias, Cynder —dijo finalmente, sonriéndole a su compañero—. Espero poder ayudarte cuando recupere mis recuerdos, sea lo que sea lo que te pasa. Es lo mínimo que puedo hacer.

Cynder apartó la mirada durante un instante, fijándola en el arco que los esperaba. Luego, soltó un largo suspiro.

—Eso… eso estaría bien, la verdad —dijo con tono soñador—. Hasta entonces… supongo que tendré que coger con pinzas tu creencia de que eres un humano.

Marvin inclinó la cabeza, molesto por el comentario.

—¿En serio? —preguntó— ¿Tan raro es que aparezca un humano?

Cynder lo miró en silencio durante unos instantes

—Mira… —comenzó— yo no soy quien para juzgar nada. A lo mejor sí que eres un humano, Arceus sabe que cosas más raras se han visto por aquí. El tema es… prefiero llevarte a que te curen antes de creerme esa historia y esperar a un diagnóstico ¿de acuerdo?

Marvin tardó un momento en asimilar lo que el Cyndaquil estaba diciendo, pero respondió asintiendo. Tenía sentido, al fin y al cabo.

—Pero no esperes que todos los Pokémon que encuentres sean tan comprensivos como yo —añadió Cynder, apartando la mirada—. Podrían pensar que estás loco.

Aquello, para desgracia de Marvin, también tenía sentido.

—Supongo que no debería hablar del tema con nadie, entonces.

—Pues no, no es muy buena idea —respondió Cynder—. Hace mucho tiempo que nadie ve un humano por aquí.

—¿Ah, sí? —inquirió Marvin.

—Sí, es… —Cynder hizo una pausa—. Es mejor que te cuente la historia en otro momento. No te preocupes —añadió, entrecerrando los ojos—. Te ayudaré, Marvin, pero tienes que confiar en mí. Vamos a pasar por esto juntos ¿vale?

Sintiendo que su pecho se llenaba de un agradable calor, Marvin casi se olvidó del desagradable aire que imperaba en aquella área y de la incertidumbre que sentía sobre su propia identidad. Sin decir una sola palabra más, Cynder comenzó a andar hacia el arco.

Decidido a abandonar aquel sitio cuanto antes, Marvin lo siguió con toda la velocidad que sus cortas patas le permitían.


El trayecto a través del segundo sector del Bosque Oscuro fue bastante menos incómodo que el primero, al menos para Marvin. Recorrieron el terreno a paso ligero, evitando los claros demasiado grandes para no ser emboscados por Pokémon salvajes. Una cosa que extrañó a Marvin, sin embargo, fue la inusual cantidad de objetos que aparecían tirados por el suelo del bosque. No se trataba solo de bayas, como al principio, sino de otros objetos más inusuales: esferas, semillas de diversos tamaños y formas e incluso alguna que otra roca, que por su coloración parecían no pertenecer a aquel lugar. A su compañero de viaje, no obstante, no parecía importarle demasiado aquel hecho.

—Cynder, ¿por qué hay cosas tiradas por el suelo? —preguntó entonces el Mudkip, pasada la segunda esfera de color azul que veía en el camino.

—Oh, eso también es algo habitual en los territorios misteriosos —contestó Cynder—. Algunos exploradores pierden objetos, y la misma magia que hace que el territorio cambie los dispersa por los sectores. No es habitual, pero a veces puedes encontrar cosas realmente útiles tiradas por el suelo…

Marvin asintió, comprendiendo la idea. Estaba claro que los territorios misteriosos eran lugares… bueno, misteriosos. No parecían regirse por las normas del resto del mundo.

—¿Existen muchos territorios misteriosos? —preguntó entonces.

Cynder se pensó la respuesta un momento, acariciándose la barbilla con una de sus patas delanteras.

—Bueno, lo cierto es que hay bastantes repartidos por Pelagia —respondió—. Solo cerca de… de donde yo solía vivir, puedo decirte que habría tres o cuatro. Nadie sabe de dónde han salido, porque están ahí desde siempre, o al menos eso dicen todos los adultos… pero al menos no crecen. Se mantienen donde siempre han estado desde hace mucho tiempo, aislando muchas zonas y convirtiéndolas en territorio hostil.

—Eso no suena bien —contestó Marvin. Su amigo simplemente asintió, acelerando ligeramente la marcha.

—Créeme, estos sitios son muy peligrosos —dijo Cynder—. Si te desmayas dentro de uno, puedes quedarte atrapado para siempre.

A Marvin se le heló la sangre. Se detuvo en seco.

—¿P-para siempre? —repitió—. ¿Cómo pasa eso? ¿No se puede simplemente volver a la salida?

Cynder se detuvo también, girándose para hablar con su compañero de viaje.

—No, es que… es difícil de explicar. Mi tío solía decirme que los Pokémon que se quedan demasiado tiempo dentro de un territorio misterioso pierden la razón y se convierten en salvajes.

Aquello no sonaba bien. En absoluto. De pronto, Marvin se sintió todavía más incómodo estando dentro de aquel bosque, pensando que podía quedarse atrapado ahí si no se apresuraba en salir.

—Pero no te preocupes —continuó Cynder, como si pudiera leer sus pensamientos—. Este territorio es poco peligroso, sobre todo teniendo en cuenta que estoy yo aquí para ayudarte. La mayoría de los Pokémon que viven aquí son débiles a mis ataques de fuego.

"Bueno, es un alivio saberlo" pensó Marvin, emprendiendo la marcha de nuevo. No obstante, la idea de quedarse para siempre en aquel sitio y convertirse en un salvaje todavía le resultaba espeluznante.

Decidió tratar de cambiar de tema para olvidarse de aquel detalle.

—Por cierto, ¿quiénes eran esos tipos de los que estabas escapando? —inquirió entonces el Mudkip.

A Cynder no pareció gustarle la pregunta, pues Marvin pudo ver cómo su amigo fruncía ligeramente el ceño, pero aquello no evitó que respondiera.

—Son… unos Pokémon muy peligrosos, Marvin —explicó—. Nadie sabe exactamente de dónde han salido ni qué es lo que quieren, pero no me dan buena espina en absoluto. Estoy seguro de que ellos fueron los que destruyeron mi pueblo.

—¿Destruyeron tu pueblo? —inquirió Marvin, sorprendido— ¿Cómo pueden hacer algo así y salirse con la suya?

—Porque no hay pruebas de que hayan hecho nada todavía —expuso Cynder—. Mi tío siempre me advertía sobre ellos, y llevaba tiempo temiendo que fuera a ocurrir algo así. No sé por qué han provocado el incendio, pero estoy seguro de que han sido ellos.

Marvin lo miró, apenado. Sabía que había algo que estaba molestando a Cynder, pero no se había imaginado que podía tratarse de algo de tal magnitud.

—Estoy tratando de llegar a un lugar en el que no pueden encontrarme o hacerme daño, y por eso estoy atravesando este bosque —continuó el Cyndaquil, el fuego de su espalda parpadeando ligeramente—. Porque sé que existe un lugar en el que puedo estar seguro.

—Eso está… bien, supongo —contestó Marvin—. A lo mejor allí encuentras a alguien que pueda ayudarte.

Cynder asintió, pero no dijo nada.

El resto del camino hacia el segundo arco continuó sin más percances más que un par de Paras que Cynder eliminó con relativa facilidad. Marvin prefería quedarse atrás, todavía algo confuso sobre cómo funcionaban sus poderes.

El tercer y último sector era prácticamente igual que los otros dos, con la diferencia de que todo parecía aclararse a medida que el sol iba saliendo, aunque las copas de los árboles bloquearan la mayor parte de sus rayos.

—Venga, que ya queda poco —dijo entonces Cynder—. Antes de que nos demos cuenta estaremos en la salida del territorio.

Marvin rió entre dientes.

Fue entonces cuando, al doblar la esquina, se encontraron cara a cara con un Pokémon de color marrón, con dos gigantescas pinzas saliendo de su cabeza.

Era un Pinsir. Y no parecía muy contento.

Antes de que ninguno de los dos pudiera reaccionar, el enorme insecto lanzó un zarpazo hacia Cynder, empujándolo contra uno de los árboles del lateral del camino.

—¡Cynder! —exclamó Marvin. No obstante, no tardó en volver a poner su atención en el intimidante Pinsir, que parecía dispuesto a atacarle a él.

Con unos reflejos que no creía posibles, Marvin se agachó y evitó el golpe de la zarpa. Después, rodó por el suelo hasta colocarse en un lateral de la criatura.

"Vale" pensó, su corazón latiendo a toda velocidad. "¿Qué se supone que tengo que hacer para atacarle?"

Mientras el Pinsir se giraba para volver a atacarle, Marvin se concentró. No tenía ni idea de cómo funcionaban sus nuevos poderes, pero sabía que tenía que haber una forma de invocarlos… solo tenía que concentrarse lo suficiente.

Evitó un segundo ataque girando ligeramente su cuerpo hacia la derecha. El insecto era lento, y aquello lo dejaba en una desventaja clara. Marvin retrocedió varios pasos, asegurándose de que el terreno entre él y su enemigo era considerable.

"Necesito concentrarme… hacer algo…"

Entonces, Marvin sintió algo resonar dentro de él. Una repentina energía cuya presencia jamás había experimentado parecía haber tomado control de sus sentidos, haciendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal. Sabiendo por puro instinto lo que tenía que hacer, acumuló aquella energía en su garganta de la mejor forma que aquella extraña experiencia se lo permitía.

Respiró hondo y, acto seguido, escupió con toda su fuerza.

El Pinsir, tan o más sorprendido que Marvin, vio como un penoso escupitajo de saliva abandonaba la boca del Mudkip, cayendo entre los dos Pokémon con un simple "splat". Marvin frunció el ceño, segundos antes de que el Pinsir cargara contra él, sus dos cuernos apuntando hacia el frente, dispuesto a embestirle.

Sin embargo, aquel fue el momento en el que Cynder volvió a entrar en escena, saltando sobre la espalda del Pokémon bicho y agarrando con fuerza sus cuernos desde la parte de atrás, forzándolo a detenerse. Marvin contempló con asombro cómo el Pinsir intentaba librarse del agarre del pequeño Cyndaquil, que tan solo tuvo que liberar el fuego de su morro encima de él, haciendo que soltase un inhumano chillido de dolor. Después de unos segundos, Cynder lo golpeó en la espalda y saltó al suelo, asegurándose de que el Pinsir no se levantaba de nuevo.

Una vez la contienda hubo terminado, Marvin se acercó a su amigo, todavía respirando a toda velocidad.

—¡Eso ha sido increíble! —exclamó— Luchas muy bien.

Cynder se encogió de hombros, no sabiendo cómo responder ante el halago.

—No es para tanto —respondió—. Aunque es cierto que hace mucho tiempo que no me veía obligado a luchar…

—Has estado bien, de todas formas —contestó Marvin, sonriéndole—. Lamento no haber podido ser de ayuda, la verdad. Todavía no sé cómo controlar mis poderes.

—No pasa nada —dijo Cynder, quitándole importancia al asunto—. Intentaré protegerte lo mejor que pueda hasta que aprendas a defenderte por tu cuenta.

Recolocándose su pequeña bolsa de viaje en el hombro, señaló el camino con la cabeza.

—Venga, vamos —dijo—. Tenemos que llegar al final.

El territorio no torturó mucho más a los dos pequeños viajantes, que no tuvieron problema en alcanzar el último arco. El aire del exterior, pensó Marvin, parecía mucho más real ahora que había salido de aquel ambiente tan incómodo y desagradable. La luz del amanecer cubría el nuevo paisaje, haciéndolo parecer incluso más imponente.

Al abandonar el bosque, habían terminado en lo que parecía la entrada de una zona pedregosa, formada por riscos puntiagudos y gigantescas rocas que parecían retorcerse en un laberinto natural. Cynder contempló el panorama, respirando hondo.

—Bueno, ahora es cuestión de atravesar esta zona sin perdernos —dijo—. No es un territorio misterioso, pero creo que nos va a llevar su tiempo encontrar el camino correcto.

Marvin asintió, alzando la cabeza para admirar todos los detalles de aquella zona. Se extendía hacia arriba, de forma que gran parte del laberinto quedaba oculta a sus ojos, pero la entrada daba una buena impresión de cómo iba a ser el resto.

Cynder metió una mano en su bolsa y sacó una manzana, que luego procedió a darle a Marvin.

—Toma —dijo—. Lo necesitarás para retomar fuerzas.

Marvin, relamiéndose, estaba dispuesto a agradecerle a su amigo el gesto cuando algo los detuvo a ambos.

Dos Pokémon los estaban mirando con curiosidad desde una distancia prudencial, cerca de la entrada al laberinto de rocas puntiagudas.

El primero era un Swampert musculoso y corpulento, de aspecto anciano y con una cicatriz en el ojo derecho que se extendía a través de su mejilla y parte de la aleta que sobresalía de su frente. El ojo en sí no tenía pupila, y su textura y color recordaban a los de una nube de tormenta. Llevaba una bolsa semejante a la de Cynder al hombro, y una muñequera de cuero en el brazo derecho, que llegaba hasta el codo

A su lado estaba un Ampharos de aspecto más joven, delgado y esbelto, cuya característica distintiva era que llevaba una especie de bufanda púrpura rodeándole el cuello.

El Swampert, con cara de pocos amigos, fue el primero en hablar.

—Identificaos —ordenó, un tono amenazante en su voz—. Ahora.

Marvin miró a Cynder en busca de ayuda, pero el Cyndaquil parecía tan sorprendido como él. Permanecieron en silencio ante la petición del Swampert, sin saber cómo se suponía que tenían que reaccionar ante aquel desconocido.

El Pokémon, visiblemente molesto ante su silencio, comenzó a caminar hacia ellos.