Prólogo
La vieron nacer, la vieron crecer y siempre fueron aquellos amigos que siempre estuvieron con ella, en los momentos más alegres y en los más tristes. Así como tomaron su puesto como hermanos, la protegieron, le dieron mucho amor. Los años pasaban y mientras crecía, así mismo la belleza de apoderaba de ella, robando cada uno de los siete corazones de la casa de Fëanor.
Su nombre era: Silmariën. Una elfa mitad Noldor por parte de padre y mitad Teleri por parte de Madre. Es huérfana de padre y madre. Su madre, era de raza Teleri, y su nombre era: Eilinel (Luz de la luna). Ella habría muerto minutos después de que su hermano menor naciera. Su padre, Artamir (Joya Noble), un elfo con sangre Noldor, era miembro de la corte del Rey Noldor Finwë. Murió tras dos meses después de que su esposa diera a luz, por depresión. Así la elfa, vivió en Tirion, en el reino de los Noldor, del propio rey Finwë.
Silmariën era una joven elfa, de unos cincuenta años, con una hermosa y brillante belleza, envidiable por muchas elfas. Era alta, con un esbelto cuerpo, apenas terminando de desarrollarse con las delicadas y bien delineadas curvas. De tez blanca, muy blanca como papel, de ojos grises claros y penetrantes, de pómulos altos, rodeados de pequeñas pecas, y de cabellos negros con hilillos rubios, largos y brillantes; característica de aquellos elfos Noldor. Si bien, podría pasar por hermana de los hijos de Fëanor. Era hermosa por donde la miraran.
Finwë acogió a la pequeña niña como su hija. El rey elfo estaba solo con su hijo, y aun su corazón se sentía triste por la pérdida de su esposa, Míriel. Silmariën fue amada por Fëanor y por sus demás hijos, al igual que por el propio rey. Dio muchos amores y a medida que fue creciendo, junto con su belleza, muchos la amaron, pero ella no correspondió a ni uno. Confiaba mucho en Finwë, de tal punto que todo lo que hacía y aquellos elfos que la trataban pretender, se lo decía. Había a veces que le ayudaba y le daba consejos, y muchas veces lo dejo, para irse a Alqualondë, a la tierra de los Teleri, a visitar a su familia. Muchas veces, fue acompañada del mismo Fëanor y hasta de sus hijos.
Pero cuando nacieron Fingolfin y Finarfin, sintió una gran estima por ellos, pero no le agrado las cosas que leyó sobre los ojos de Fëanor, sobre el casamiento y sus hermanastros, no queridos.
-He podido leer tus ojos, lamento mucho que esté pasando por esto, pero sí quizás trata de tratarlos a ellos, a tus hermanastros, quizás encuentres amor de su parte, ellos no te odian, te quieren mucho, pero si sigues así, quizás las cosas tomaran otro giro y sea de otra manera. –la elfita le miro a los ojos tratando de leerlos, pero la expresión de Fëanor ardió al instante. –piensas que tus hermanastros junto con su esposa, Indis, crees que ellos quitaran el amor que tu padre siente hacia a ti. Pero te equivocas, porque no es así, tú eres su mayor adoración, tú eres su primer hijo, y tú eres hijo de Míriel, de aquella elfa que el tanto amo y que aun aquella sombra de su muerte, vive en su corazón, pero eres tú lo único que lo ha hecho seguir adelante. Además, todos sus pensamientos están acudidos a ti, porque eres su hijo, su primer hijo, su orgullo.
Fëanor solo le miro y no le contesto, se impresionó bastante, que una joven de quince años, le diera un consejo tan maduro como ese. Pero se sintió molesto y prefirió irse de su vista. Era mejor eso, antes de que le contestara algo que la hiriera.
