Este fic es un regalo para Breyito por su cumpleaños.
¡Muchísimas felicidades! ¡Espero que te guste!
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La bienvenida de Gladstone.
– Continuación del fic Cuidado con la cam –.
Ch. 1 Una nueva compañía.
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Sherlock
John dormita en el sofá. No es por ningún somnífero en su plato; no esta vez. Cuentas los segundos que quedan para que cierre los ojos hasta dentro de dos horas o un poco más, dependiendo del ruido ambiente. 59, 58, 50, 41..., va más deprisa de lo que creías, 19, 11, 1, dormido.
Perfecto. Ni planeándolo con antelación hubiera resultado mejor. Bueno, haciéndolo tú, tal vez sí.
Cubres su cuerpo con la manta semicaída, tan cuidadoso como si de ácido sulfúrico se tratara. No puede despertarse hasta que no vuelvas, y que la temperatura de su cuerpo baje de su habitual calidez tampoco es una opción.
Una ducha rápida, el abrigo, los guantes, tu apreciada bufanda. Todo listo. Un último vistazo antes de salir, y lo dejaste durmiendo tras la puerta, al calor del hogar.
Decides caminar hasta una tienda donde días antes habíais acabado siguiendo una pista. Una tienda, cómo decirlo, de animales de compañía. Pero, ¿qué compañía podía dar un pez en una pecera? Y, aunque esto fuera posible - algo que dudabas fehacientemente - , ¿para qué enseñarle nada, si su memoria máxima son tres segundos? Incluso John lo consideraría una pérdida de tiempo, así que pensaste en comprarle un felino. Un gato para ser exactos. Por supuesto, un tigre o una pantera hubiera sido un regalo mucho más interesante, pero algo en tu cabeza - llámalo miniJohn - te decía que un gato le gustaría más.
Aun teniendo cierta alergia a los mismos de pequeño, está claro que con el paso de los años menguó hasta desaparecer, dado el parecido de John con dicho felino y la ausencia de síntomas al compartir el espacio.
Y, ¿cómo es que tu mente llegó a tal inferencia? Fue tan sencillo como hacer un té pero, aun así, merece la pena ser compartido.
John es un hombre sereno, de carácter pacífico y temperamento controlable. No obstante, y esto es algo que no todo el mundo conoce, es el otro temperamento que esconde y que no duda en liberar cuando se enfada. Sólo maldice al aire, nada preocupante, e incluso atractivo para ti - sobre gustos no se escribió nada -. Todo ello unido al leve ronroneo que realiza inconscientemente mientras duerme lo convierte en un pequeño gato dorado pero, si alguien pregunta, lo negarás.
Vuelves a pensar en la tienda y en que ya se podía haber fijado en una más cercana a casa cuando levantas la vista y la encuentras; cerrada. Cerrado por investigación policial dice un papel en la persiana metálica.
Habías olvidado que la investigación todavía seguía abierta. ¡Cómo se puede ser tan lento! Bramaste y te encaminabas a casa cuando una caja a tu izquierda comenzó a sollozar. Ridículo, las cajas no sollozan. De hecho, no deberían emitir ningún sonido, puesto que el cartón es un ser inanimado.
Te acercaste curioso. La caja se movió ligeramente hasta volcar y, para tu sorpresa, una bola de pelo marrón comenzó a caminar en dirección contraria a la tuya. Instintivamente la cogiste con cuidado antes de que fuera más lejos. Al tenerla en tu regazo te diste cuenta de que se trataba de algo tan simple como la explicación de porqué John es un gato: un cachorro, un pequeño bóxer color canela.
Te resultó no menos que curiosa la secuencia de acontecimientos de un día, habías creído, no aburrido pero sí un poco tenso por el tema 'cam'.
Caminaste triunfal a casa con el regalo perfecto para John y las licencias extra que éste te concedería. Pero no sería una verdadera sorpresa si se lo dieras en las manos como una caja de bombones; ¿dónde quedaría la diversión? Pero, ¿qué hacer con el futuro regalo sin nombre hasta entonces? Lo primero que pasó por tu cabeza: dejarlo en la bañera. Un sitio fresco pero no frío, una habitación que tiene unas horas de acceso establecidas por la rutina; el lugar perfecto.
Comprobaste que no estuviera mojada y lo tumbaste con suavidad. Al pasar la mano por el hocico, el pequeño animal sacó la lengua y te lamió la palma. Sin duda tenía hambre pero, ¿qué darle de comer siendo tan pequeño? ¿Qué tomarías tú si fueras un cachorro proveniente de la calle en un nuevo hogar? Tan obvio como siempre, ¿qué más podría ser sino leche?
Entornaste la puerta y fuiste directo a la cocina a calentar algo de leche al microondas. Una cosa es que los animales de compañía no fueran fruto de tu devoción y otra muy distinta era no atenderlos adecuadamente.
Al sonido del microondas se unió la voz de John.
- Sherlock, ¿qué estás haciendo? ¡No se te ocurra calentar nada que no sea comestible o estarás limpiando tú solo la cocina por un mes! - alzó la voz desde el sofá, así que no podías verle. Daba igual, no ibas a contestar; demasiado ocupado para ello.
Volviste al baño un poco más lento para no derramar el cuenco. El cachorro seguía dentro de la bañera, le era imposible salir con su tamaño. Colocaste el cuenco con leche a su lado y le animaste a beber. Estupendo, todo marchaba como lo habías planeado, más o menos: un gato, un perro; detalles.
El ocaso llegó y todavía no habías cruzado palabra con John. ¿Te preocupaba? Un poco, sinceramente. Tu cuerpo se había acostumbrado a unas caricias que ahora se te privaban, y la abstinencia era insoportable.
No viste intención de levantarse por parte de tu compañero y pensaste que no lo haría mientras estuvieras por ahí, por lo que optaste por hacer lo que mejor se te daba, bueno, lo segundo después de hacer rabiar a John; ahogar tus penas entre sonoros pasos camino a ninguna parte. Y saliste tal cual. No necesitabas el calor de un abrigo, necesitabas el suyo.
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¿Cómo van? ¿Les gusta? Pues no se vayan, que ahora viene la segunda parte.
¿Rev?
