N/A: Bueno, mi primer Crossover Kuroshitsuji/VK. Espero que os guste. Esta idea llevaba días rondándome por la cabeza, pero hoy me puse a escuchar "Insatiable" de Darren Hayes, y todo comenzó a fluir. En esta versión (pues he de deciros que hay otra), ni Kaname ni Juuri ni Haruka están implicados. Hay mucho más de Kuroshitsuji que de VK, así que si no te has leído VK no hay mucho problema. Por no mencionar que es muy previo al manga de Matsuri Hino (¡está ambientado a finales del siglo XIX!). En cuanto a Kuroshitsuji... Pues en 1899, pocos meses después del capítulo 66 del manga (la fiesta de pascua, para los que no desean buscarlo).
Gracias de antemano por leer.
La muerte es solo el principio
Capítulo 1: El Cambio
Una sola palabra es pronunciada.
La noche cae sobre Londres.
La chica lleva horas desaparecida.
Pero a nadie parece importarle.
Yace tendida sobre la nieve roja, hasta que el monstruo vuelve a encontrarla.
Quiere gritar, pero ya no le quedan fuerzas.
Se le agotaron todas al intentar escapar de él.
Él ríe, sabiendo que ella está a su completa merced.
Quería un nuevo juguete, y lo ha obtenido.
Ella será su nueva "Princesa".
Toma el hermoso y ensangrentado cuerpo de su elegida, llevándola consigo.
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Ella recuerda.
Recuerda la brillante taza de té.
El inesperado picnic a la luz de la luna.
Recuerda, por ejemplo, la extraña expresión de Paula al servírselo.
O como se había visto increíblemente aliviada cuando colocó la taza, ya vacía, sobre la improvisada manta de picnic.
¿Cómo no me di cuenta?
¿Tal vez porque la consideraba mi amiga?
La chica despierta en una oscura habitación, atada a una cama de suaves sábanas.
El monstruo está junto a ella.
Mirándola con avidez, como si fuese algún tipo de experimento.
Y en verdad se siente extraña.
Diferente
-Al fin despiertas, Princesa.
La voz del monstruo suena inesperadamente cálida.
Como si ella fuese su pequeña, adorable y enfermiza mascota.
Como si acabase de resucitar.
Debería estar muerta. Perdí mucha sangre, debería estar muerta.
Pero, por algún desconocido motivo, sigue viva.
Y es... Diferente. Extraña. No humana.
¿Acaso no es absurdo pensar así?
¿Qué más podía ser, sino humana?
Seguía sin poder hablar.
Notaba la garganta más seca que un desierto, le dolía cada maldito centímetro del cuerpo y estaba realmente exhausta.
-Ah, no te esfuerces. Aún estás muy débil.
Tubos rojos entraban en ella.
Sus brazos y piernas, incluso su pecho... Estaban por todas partes.
Espera... ¿Son realmente tubos?
Parece... ¿Sangre?
¿Cómo podría ser? ¿Sangre penetrándola, sin ningún tipo de tubo o vía intravenosa?
¿Había perdido el juicio?
Ayuda... Por favor, Por favor, Por favor, alguien ¡ayúdenme!
Deseos rotos, promesas absurdas, desvaneciéndose de su mente con cada litro de esa sangre corrupta invadiéndola.
Borrando toda su vida anterior.
Llenándola de un anhelo horrible y prohibido.
Tengo sed.
Es una sed horrible.
Sed. Sed. Sed. Sed.
¿Qué puede apagar esta sed?
Alguien, por favor, apaguen el fuego de mi garganta...
Una risa histérica sonando en sus oídos.
Uno de aquellos "tubos" de sangre introduciéndose en su boca.
La sangre, corrupta, cálida, deliciosa, calmando esa ansia... Y avivándola a la vez.
Quiero más.
Dame más.
Oh, POR FAVOR, ¡MÁS!
El monstruo se ríe con renovada fuerza.
La risa sigue, y ella realmente se está perdiendo.
Su cuerpo empieza a convulsionarse de forma violenta, rechazando la brutal invasión y destrucción de tejidos. Intentando eliminar la sangre corrupta y extraña.
El dolor la mantiene espantosamente despierta.
Deseando morir...
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Ciel Phantomhive estaba empezando a desesperarse.
Elizabeth Ethel Cordelia Middleford, su prima y prometida, llevaba desaparecida casi dos meses.
Y aún no había ni un solo rastro de ella.
La esperanza no se había desvanecido en los Middleford. Después de todo, el mismo Ciel estuvo un mes desaparecido y regresó. ¿Por qué la indomable Elizabeth, mucho más fuerte y preparada que él, no podría hacer lo mismo?
Pero ya se cumplían ocho semanas desde que encontraron el destrozado cuerpo de Paula, la doncella de Lizzy, sobre una manta de picnic a pocos metros del Támesis.
Y con ella, una daga ensangrentada -que Edward reconoció como perteneciente a su hermana- con un jirón de tela azul celeste clavado.
Elizabeth había llevado un vestido azul celeste aquel día.
Y había demasiada sangre para un solo cuerpo.
Pero Ciel la había visto luchar en el Campania.
Seguía diciéndose que ella acabaría apareciendo... Viva.
La mera idea de encontrar su cadáver...
De ver a aquella hermosa chica sin vida...
Le mataba.
Y, para su asombro, el dolor que esa posible realidad -que Elizabeth estuviese, de hecho, muerta- superaba todo cuanto alguna vez hubiese sentido.
Más que cuando vio arder a sus padres.
Más que cuando lo marcaron con hierro al rojo.
Más que cuando lo violaron y lo humillaron.
Más que cuando estuvieron a punto de sacrificarlo.
Porque si ella, la única luz en su oscura y miserable existencia, desaparecía, él mismo dejaría de existir.
Sin importar el odio o las ganas de venganza.
Si había seguido "vivo" durante tanto tiempo había sido por ella.
Sus sonrisas.
Sus hermosos ojos verdes.
Esa absurda manía suya de decorar su mansión como si fuese una caja de muñecas...
Su incondicional hiperactividad.
La descomunal fuerza de sus abrazos.
Su olor a orquídeas, y a ese algo tan sumamente excitante que lo dejaba mareado y queriendo... algo.
Si él perdía todo eso, nada en mundo podría mantenerlo en pie.
Sin importar su contrato con aquel demonio, Elizabeth se lo llevaría a la tumba.
No podía permitirse el lujo de cesar su búsqueda.
Sería como suicidarse.
Admitir que ya estaba muerta, que no podía salvarla ni el mismo Lucifer...
Inconcebible. Imposible.
Se negaba a aceptarlo.
Con el demonio siguiendo sus pasos, el día número sesenta al fin encontró algo.
.
.
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Eran solo rumores.
Pero incluso los rumores tenían siempre algo de verdad.
Se decía que, todas las noches de luna llena, una joven de cabellos rubios rondaba el Crystal Palace hasta pocos minutos antes del amanecer.
Así que allí fue, con Sebastian como único acompañante.
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La Noche del Cambio había sido horrenda.
Su cuerpo se había contorsionado de formas inéditas, absurdas e imposibles.
Había vomitado sangre suficiente como para llenar una bañera, y su carne humana había caído en tiras irregulares, rodeándola.
Se había quemado de dentro a fuera.
Había muerto y renacido.
Transformada en un monstruo como él.
Pero con el paso de las semanas había ido mejorando.
Él la había dejado sola la mayor parte del tiempo, lo cual en sí mismo había sido un movimiento inteligente.
Las primeras dos semanas había estado tan absolutamente sedienta que él la había encerrado por su propia seguridad.
Era una suite hermosa.
Reforzada de un extraño material que dolía como el infierno (lo descubrió al intentar romper las paredes) y sin ninguna clase de ventanas, pero hermosa.
Tenía todo lo que ella hubiese podido desear en su vida anterior:
una amplia sala, una zona especial para el dormitorio en sí, un sofá-cama, un comedor, un enorme baño (sin escusado), un estudio (cerrado) y un extraño armario aislado (cerrado también).
Por supuesto, durante aquellas salvajes primeras semanas, Elizabeth estaba demasiado sedienta como para apreciar tal belleza.
Era una sed insaciable, irrefrenable, absolutamente predominante en todos y cada uno de sus pensamientos.
Él le había traído a otros seres como él -aunque más débiles-, tal vez como ofrenda para apagar su sed un poco...
Pero el resultado había sido catastrófico.
Toda aquella sangre era débil, tan estúpidamente débil que la hizo vomitar durante horas... Y aumentó su sed.
Allá por la cuarta semana, la capturada y su captor habían llegado a una especie de acuerdo.
Él cazaba, se llenaba hasta casi reventar, y volvía todas las noches a alimentarla.
Poco a poco, ella fue ganando de nuevo su cordura.
Aún así, todos sus recuerdos se habían volatilizado junto a su cuerpo humano.
Era como un bebé.
Y, cuando dejó de verle como una simple fuente de alimento, él fue enseñándole, poco a poco, miles de cosas.
Desde leer a realizar las operaciones matemáticas más básicas, aprender diez idiomas (que con frecuencia, al principio, confundía, siendo sus oraciones ininteligibles galimatías con una palabra en cada idioma) y ciertos aspectos de lucha física.
Pero no era sencillo.
Su mente, tan hábil con los asuntos vampíricos (pues eso le había dicho su captor que eran), parecía negarse a mantener las nociones más humanas (historia, idiomas humanos...).
Pasaron dos meses, y aunque ella seguía siendo incapaz de formar oraciones sin mezclar idiomas, o de resolver problemas de ecuaciones, él le permitió al fin salir de la suite.
"-Vamos al exterior, Princesa"
Le había dicho burlón.
Después de todo, durante aproximadamente cuarenta días (era difícil decirlo desde la suite sin ventanas) había estado hiperactiva, sedienta e incapaz de tomar cualquier sangre que no fuese la de su captor (cuyo nombre aún le había sido revelado).
-Antes de eso -se arriesgó a decir, lamiéndose aún los labios, después de beber su acostumbrada dosis de él-... Aún no me has dicho tu nombre.
Clavó en ella sus dispares ojos -uno azul y otro rojo-, y le dedicó la más brillante de sus sonrisas, aquella que había mostrado la primera vez que la vio arrastrándose hacia él, suplicando por su sangre, antes de asentir.
-Cierto, Princesa. Dado que yo te maté, es algo justo decirte mi nombre, ¿no?
Le miró, anhelante, sin inmutarse por su palabras. Las había escuchado tantas veces que ya le parecían naturales.
-Me llamo Rido Clan. Vengo una tierra lejana, Japón, y para que no se te ocurra equivocarte te diré que mi apellido se pronuncia K-U-R-A-N.
-¿Rido Kuran?
-Exacto, Princesa. ¿Eres capaz de recordar tu propio nombre?
-Umm... Me llamo Elizabeth. Pero no puedo recordar mi apellido.
Al escucharla, Rido se burló con ganas. Ella se sonrojó, avergonzada, y miró hacia otro lado.
Él debió notar que la había ofendido, porque dejó de reírse y le acarició las mejillas.
-Es mejor así, Princesa. No tiene ningún sentido que sigas atada por algo tan absurdo como tu apellido a alguien que ya no existe.
Ella, algo menos ofendida, le dedicó una tímida sonrisa.
Ya fuera de su hogar -pues en efecto, ella lo consideraba su hogar-, frente a un enorme edificio de cristal, él le enseñó todas aquellas cosas de las que le había hablado.
-Voy a dejarte sola un rato. ¿Sabes cómo volver?
Lo recordaba. Había memorizado cada parte del camino, pero también habría podido llegar siendo su rastro.
-Sí, Padre -dijo ella, considerando al fin los deseos del vampiro.
Él sonrió, complacido.
-Voy a cazar. Vuelve a casa antes del amanecer, ¿queda claro? Aún estás demasiado sensible.
-Me aseguraré de no tardar.
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Un mes después, seguían repitiendo la misma escena.
Elizabeth parecía haberse fortalecido, aunque no lo suficiente como para alimentarse de otro que no fuera su "Padre", o exponerse al sol sin quemarse gravemente (lo comprobaron cuando ella mantuvo un solo pie al sol desde su casa escondida).
Rido la dejaba frente al Crystal Palace todas las noches, se iba a cazar por Londres y se reencontraban en casa, exactamente diez minutos antes de la salida del sol.
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Otro mes pasó.
Ya en Londres se hablaba de la repentina debilidad de las jóvenes doncellas, que afirmaban entre eufóricos gritos haber yacido con el mismísimo demonio, antes de caer desmayadas por una grave anemia.
Los médicos no podían explicarse cómo habían perdido tanta sangre.
Elizabeth, por su parte, estaba ya en la plenitud de su fuerza.
Seguía confundiendo en exceso los idiomas, y tampoco es que hubiese mejorado en matemáticas, pero sus avances en el terreno físico y vampírico eran desconcertantes.
Tras muchas penurias, había alcanzado la plenitud del Nivel A.
Rido, por supuesto, estaba pletórico.
Había logrado "crear" a su propia Sangre Pura.
Y esa Sangre Pura, su Princesa, había empezado a desarrollarse como mujer.
Por extraño que parezca, este hecho no inclinó sus emociones en lo mínimo.
Había llegado a amar a su Princesa, y realmente adoraba escucharla llamarle "padre". Aunque, cuando la oyó llamarle papá, sintió una asombrosa calidez en el pecho.
Tras llevarla, paso a paso, de bebé a niña y de niña a adolescente (hablando psicológicamente), no podía verla como nada más que una hija.
Una hija atolondrada, vivaz y con un cierto tono sádico, pero una hija al fin y al cabo.
Olvidada su pasada obsesión con Juuri, se permitió disfrutar de la inesperada hija que le había sido concedida.
Recordó, eso sí, cuando había obligado a aquella humana -Paula- a sedar a su dama.
Por tal traición a la joven, no había dudado ni un segundo en destrozar el frágil cuerpo de la humana (aún si en gran parte su "hija" había sido traicionada por su propia influencia en la humana).
Ese hecho había permitido a su Princesa el tiempo suficiente para despertarse, justo cuando empezaba a derramar su sangre humana.
-¡Papá!
La llamada de su hija lo devolvió al tiempo presente.
Al llegar a la sala de la suite que compartían (al principio sin que ella fuese consciente de tal hecho), la encontró exactamente como esperaba: frustrada y enfadada, ante el libro de álgebra, sujetando un lápiz entre sus blancos dedos, como si fuese algún tipo de lanza, y el libro abierto su enemigo.
Rió por lo bajo.
El sol estaba en su cenit fuera de aquel refugio de ambos, y sabía que le esperaba una larga e infructuosa clase de matemáticas que impartir.
N/A: Bueno, aquí acaba el primer capítulo. Explico...
Rido "drena" a Elizabeth, cambiando su sangre por la de él. Esto, por la poca sangre humana que a ella le queda, empieza a cambiarla.
Acaba transformándose en una Nivel A (para los que no sepan de VK, lo explicaré en próximos capítulos), pero al ser básicamente "artificial" al principio está muy débil, tanto que ni siquiera puede beber otra sangre que no sea la de Rido (su cuerpo se ha recreado desde cero).
Sus poderes como vampiro aún no se han manifestado, y tras la transformación es como un bebé, así que depende mucho de Rido. Por eso acaban desarrollando esa relación paterno-filial.
Viven en una "suite presidencial" subterránea, y mientras ella duerme en la cama, él casi vive en el estudio XD
Realmente habrá quien me diga que Rido está OoC, pero la verdad es que no creo que estuviese tan chiflado desde siempre.
Más como que el detonante fue que Juuri decidiese quedarse embarazada de su hermano pequeño y no de él.
Eso, aquí, no ha pasado aún (y precisamente por eso Kaname sigue tranquilamente dormido en su ataúd).
Ciel, por su parte, está medio desesperado buscando a su chica (¡al fin se dió cuenta de lo mucho que ella significa para él!)... ¿Qué pensáis? Si tenéis preguntas, solo escribidlas en una review o enviadme un MP.
-Brytte-
