Hasta el Centinelés

I.

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Sin parecerse, sin ser nada, sin tener idea de que en algún lugar existiera alguien igual… apareció de la nada.

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Era pleno Julio, el mes más caluroso de todo el maldito año. Le resultaba pesado andar por las calles aunque su rostro hermético no lo demostraba. ¿Pero que le quedaba? Necesitaba conseguir ese libro de historia para poder avanzar con su proyecto final. Tenía que terminar ese tan ansiado proyecto, era su pase a la mejor universidad de la ciudad, que ciudad, del país entero; y eso era lo que complacería a cierta persona especial para ella.

Siéntate derecha, mastica bien, ten modales, no hables a menos que se te indique… Casi toda su vida se resumía en esas palabras. Pero ya estaba acostumbrada a todo eso, también estaba acostumbrada a la frialdad de los que la rodeaban, incluso ella se consideraba un ser frio sin ningún tipo de sentimiento; así era su mundo, ese mundo de "elite" que ella vivía, ese mundo hermético que había logrado comprender y "aceptar".

Detuvo su caminar cuando llegó a aquella librería que se encontraba en el centro de la ciudad. Era un edificio viejo, pero tenía la fama de tener toda clase de libros y a un precio aceptable, aunque según su tutor el dinero no era algo por lo que debía de preocuparse. Entró a la librería comenzando a buscar en los estantes ese libro que era tan difícil de buscar, hasta que finalmente lo encontró, era algo viejo tal vez por eso había tenido tantas dificultades para encontrarlo pero ahora que lo tenía entre sus manos lo tomo dirigiéndose a la caja a pagar por él. Creyó que le tomaría más tiempo encontrarlo, pero no fue así. Salió de la tienda sin mirar atrás, dio la vuelta dispuesta a tomar exactamente el mismo camino que había tomado para llegar a esa librería hasta que de la nada se detuvo.

Vale, su día se fue al caño en solo un segundo.

La persona frente a ella le dedico una sonrisa creída al verla, metió las manos a los bolsillos de su pantalón y camino un par de pasos para quedar más cerca de ella. Esa escena que ella y el sujeto que estaba en frente protagonizaban parecía una de esas de película Western con ellos dos dispuestos a matarse cuando el reloj marcara las doce en punto.

-Mira que tenemos aquí, la señorita elite-. Comentó ese sujeto con un tono satírico.

-Okita Sougo-. Musito ella.

Ese era el nombre del sujeto a quien, de cierto modo, desgraciadamente conocía desde hace ya dos años cuando ella entrenaba en un dojo de alto nivel y en un torneo le toco enfrentarse a ese chico.

-Tan alegre como siempre-. Dijo el de forma sarcástica.

-Di lo que quieras-. Respondió.

Quiso caminar queriendo pasar de largo de donde ese chico estaba. Mejor ignorarlo, no podía permitirse perder los estribos en público, ya le haría pagar cuando tuvieran un encuentro en el próximo campeonato de Kendo que sería el próximo mes.

-¿Ya tan rápido te vas Imai?-. Cuestionó burlón, era claro que buscaba molestarla, ese chico disfrutaba molestarla.

-¿Quieres perder la virilidad Okita?-. Pregunto amenazante con su mirada estoica.

-Quisiera ver que lo intentaras-. Reto.

Era una espina en el culo, una muy grande y molesta. En ese momento fue como si en la película Western el reloj marcara las doce en punto y los protagonistas tenían el derecho de matarse entre sí. Los ojos de ella estaban filosos mirando a ese chico que estaba frente suyo, caminó un par de pasos precavidamente para lanzar mejor su ataque. Eso hasta que una pierna voló desde atrás haciendo que Sougo Okita se acuclillara frente a sus ojos.

-Tsk…-. Lo escuchó quejarse.

Levantó un poco la mirada y vio quien era el que había atacado primero a quien se suponía, ella iba a arrancarle la virilidad. Esa persona estaba sonriendo tarareando una melodía pegajosa que seguramente no se sacaría de la cabeza, los cabellos de ese sujeto eran de un tono bermellón, juro que había visto a una persona con ese mismo color de cabello antes pero... ¿Dónde?

-Sa-di-co-. Canturreó ese sujeto sin borrar la sonrisa de su rostro.

-¿Qué demonios quieres aquí chino?-. Cuestionó Okita, ¡Ah ese sujeto era un conocido de él! Entonces debía ser alguien igual de insoportable.

-Tengo que discutir una cosita contigo…-. Menciono ese chico, su semblante fue cambiando, seguía sonriendo pero como decirlo… se veía molesto.

¿Pero qué sabía ella? Las emociones no eran algo suyo.

-Vale, dame un segundo que estoy atendiendo a la señorita elite-. Respondió volviendo a mirarla mientras ese sujeto simplemente guardaba silencio, ni siquiera la había mirado, ni por curiosidad.- ¿Y bien? ¿En que estábamos?

-Ya no, atiende tus asuntos-. Respondió seca, recordó que no debía pelear en lugares públicos, también recordó que si se daba el caso de hacerlo ella inmediatamente seria sacada del equipo de Kendo.

Eso no era algo que le convenía, ese equipo era lo que cambiaba su vida, ¿Cómo decirlo? Le gustaba y mucho, era un poco de sentido y descontrol en su "perfecta" vida.

-¿Qué? ¿Miedo Imai? Eso no es normal en una sádica loca como tú-. Reto de nuevo Okita.

Ella lo miro fijamente a los ojos, tan iguales a los de ella, sádicos y salvajes aunque claro, ella jamás en su vida se compararía con alguien como "ese". Hizo un mohín despreciativo haciendo enojar a Sougo Okita quien en un movimiento rápido le arrebato el libro que ella recién había comprado.

-Más te vale devolverlo-. Amenazó inexpresiva.

Ella no se dio cuenta, pero ese sujeto que había llegado observo cada acción de Okita atentamente desde que le dijo que hablaría con ella hasta que le arrebato el libro mirándola divertido.

-¿O qué?-. Bien, él se lo había buscado.

Y eso que ella iba en son de paz queriendo ir a casa para terminar su proyecto. Pero es que ese chico tenía un gran gusto por hacerle la vida imposible a quienes les desagradaban y bueno ella estaba en el segundo lugar de la lista de Okita, el mismo lo había dicho y el primer lugar lo ignoraba y a la vez lo compadecía porque muy seguramente le molestaba más de lo que él hacía con ella.

La mirada de la chica cambio, sus orbes carmesí parecían los de un lobo cazando a su presa. Se inclinó hacia adelante levantando una pierna apoyándose con la otra para girar y propinarle la más dolorosa patada en la cara a "ese" y así fue… pero con la persona equivocada.

El sujeto de hebras bermellón fue quien recibió el golpe en lugar de Sougo Okita ¿y por qué? Ella lo desconocía, pero mientras tanto Okita dejo escapar una sonora carcajada cuando ese chico cayó al suelo debido al impacto.

-Excelente-. Comentó entre risas Okita.

-Te matare-. Siseo esa persona poniéndose de pie a la vez que se sacudía la ropa.

-¿Por qué a mí? Díselo a ella-. Respondió Okita volviendo a soltar las carcajadas.

Esa sujeto volteo a mirarla, su sonrisa estaba ahí, pero sus orbes zafiros eran tan enigmáticos y profundos como el fondo de un precipicio, sin mencionar que esa mirada que él tenía ya la había visto antes… cuando se miraba al espejo.

-Interesante-. Musito ese sujeto.- ¡Ven aquí y pelea!-. No era un reto o una amenaza, era como una invitación a jugar a hacer pasteles de lodo o lo que sea.

Y ella no tenía derecho a negarlo, le agrado la idea o invitación o lo que sea que eso fuera. Como si ese sujeto hablara exactamente su mismo idioma complejo e incompresible para la mayoría. Parpadeo un par de veces dispuesta a responder afirmativamente a la invitación que se le había hecho hasta que el sonido del claxon de un auto la hizo recordar por tercera vez que tenía prohibido ese tipo de actividades.

-Nobume-san ¿encontraste lo que buscabas?-. Cuestiono un hombre que estaba dentro del auto que había hecho sonar el claxon, ella viró medio cuerpo para ver de frente a quien le llamaba.

-Sí, lo encontré Isaburo-. Respondió arrebatándole el libro a Okita quien se lo había quitado y después se encamino al auto abriendo la puerta para entrar.

Los labios de Okita surcaron una sonrisa mientras que el sujeto a su lado solo se quedó mirando como ella se adentraba al auto. Mal para él, no pelearía con alguien fuerte, justo cuando juraba que no existían mujeres lo suficientemente fuertes.

-¡Oye señorita elite te veo en el torneo!-. Gritó Okita recibiendo la mirada de ella.

Okita volvió a sonreír mientras el auto arrancaba alejándola del lugar, después de eso le dedico una mirada a quien había llegado a interrumpir su diversión y no pudo evitar echarse a reír cuando recordó como la chica le había dado una patada en la cara.

-Síguete riendo sádico-. Amenazó el chico de cabellos bermellón.

-Esa patada te va a dejar marca-. Comentó entre risas.-Es tu culpa por meterte donde no te llaman infeliz.

-Se veía que iba a golpearte, quise ayudar-. Canturreo como respuesta.-Pero se ve que es fuerte…-. Comentó observando el camino por donde ella se había ido.

-¿Tu cara ya lo comprobó?-. Bromeo.

-Tal vez la tuya quiere comprobar mi fuerza, me hace falta un saco para golpear-. Dijo el.-Por cierto… ¿Qué torneo dijiste?

-Torneo de Kendo, será el próximo mes, aunque siempre acabamos descalificados-. Respondió.

-Torneo…-. Musito, sus pensamientos estaban que en un torneo como ese tal vez podría comprobar la fuerza de alguien como ella, se había quedado con las ganas de eso.-Ya veo de donde la conoces…

-Sí, si como sea-. Dijo Okita.- ¿Tu qué demonios querías?-. Cuestionó

Ahora recordaba la razón por la que se había acercado a ese chico sádico que detestaba, se le había olvidado al pensar que esa chica era fuerte, como si fuera del mismo planeta que él, eso sin mencionar el odio con el que miraba de la misma forma que él lo hacía al mismo sujeto. Pero ahora ya su memoria había vuelto y su sonrisa se volvió sombría cuando eso pasó…

-Explícame eso que está pasando entre tú y mi hermana-. Dijo cortante, listo para matar a Okita en el momento que el diera su respuesta.


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Continuara

Mucha luz

La verdad tenia mucho tiempo queriendo hacer esto, tomé un par de ideas de mi socio no se si eso valga como algo en conjunto, pero espero sea del agrado de alguien… a mi en lo personal me gusto mucho esta idea en particular.