Ya no sé qué es lo que quiere usted de mí. Me tiene embelesada con el suave tono de voz que usa para pronunciar mi nombre, con sus promesas de esperanza; con su sonrisa que derrocha amabilidad y esa mirada llena de gentileza.

Usted seguro piensa que yo soy una tonta. Que no me doy cuenta que detrás de las endulzadas palabras y de esos ojos recubiertos con miel se oculta un espíritu siniestro. Dígame, ¿acaso me odia? ¿Cada que me toma de la mano se burla de mí?

Es como un gato y yo me he convertido en su ratón. Juega conmigo entre sus garras, no pretende matarme pero tampoco dejarme escapar. A sus ojos luzco frágil como una taza de porcelana y dejarme caer se encuentra en sus planes.

Parece ser su intención hacer que yo le ame con locura y desde el fondo de mi corazón; hacerme perder el juicio y precipitare hacia el abismo. ¿Es que mi angustia le causará diversión?

Y yo, a pesar de ya presentir desde mucho antes que detrás de la azucarada curva entre sus comisuras se dibujaba una mueca de disgusto y desprecio al verme, me he quedado aquí a su lado, procurando su presencia. ¿Eso me convierte en una masoquista?

Tan sólo quiero creer por un momento. Creer que, detrás de esa máscara impecable de galantería y cordialidad, hay otra máscara, la de crueldad y cinismo. Y que esa no es más que eso, una máscara más, que puede desquebrajarse y descubrir la verdadera cara de la gentil persona que usted puede ser. Nada más que un niño asustado. Al final de cuentas, no me creo que me odie de verdad. Y si acaso es así, es tan sólo porque no se cree que alguien pueda amarlo tanto como yo lo amo.

Así que sí, soy una terca, una necia. Me puede decir que soy una estúpida ilusa por creer; puede decir de mí todas las injurias que desee, pero lo que siento y veo no me lo puede negar. Deje de apartarme.

Yo voy a alcanzar su corazón e iluminarlo. Porque sé que me necesita. Que me necesita para sostener su mano; para acariciar su mejilla; limpiar con mi pulgar sus lágrimas y abrazarle tan fuerte que se derritan todas sus penas con el calor de nuestros cuerpos, se derramen sobre el suelo y las evapore el sol. Porque me necesita para todo eso y para más. Aunque le parezca una engreída por afirmar que soy capaz de tal cosa. . Ni yo misma estoy segura de ser tan fuerte como para derrotar a todas las sombras de los demonios que se escapan por sus poros. Pero yo no voy a alejarme de usted jamás. Nunca dejaré que vuelva a estar sólo y siempre tendré una sonrisa para ofrecerle.

Téngalo bien consciente.

Siempre suya, Ada Vessalius