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Tomándose de las manos

Palabras: 538


Ambas tenían muchas dudas y miedos, incertidumbres con respecto a su peculiar relación. No parecía que hubiera cambiado nada entre ellas desde que comenzaron a salir... Quizá, más besos y abrazos que de costumbre pero fuera de eso no había nada en especial diferente. Aun así se sentía diferente, como si ambas hubieran estado esperando una vida entera para eso.

Felicia Vargas y Monika Beilschmidt. Desde el inicio, cuando sus miradas chocaron, sabían que el destino les decía que debían estar juntas pero tuvo que pasar un montón de tiempo para que su relación se formalizara.

–¡Moni~!– esa era Felicia cuando la rubia volvía después de días que tenía que gastar en su trabajo. Lejos de todos, enfocada en los pacientes del hospital donde era doctora de medio tiempo mientras también estudiaba.

–¡V-Vee... Mon-ni! –y esa era la italiana cuando se caía de un árbol intentando alcanzar a un gato y volvía a la habitación que ambas compartían con rasguños y moretones casi llorando.

–Ah~ Ciao Moni. Je. –así era su voz cuando la rubia despertaba y encontraba a la chica metida en su cama con la excusa de que alguna sombra en la pared la asusto.

–¡MONI! –o como cuando la rubia no le hacia caso por estar metida en sus tareas y estudios.

Si, la italiana tenía muchas manera de llamarla. Todas y cada una de ellas ocupaban todo el tiempo la cabeza de la alemana. Pero al igual que esto pasaba en Monika también Feliciana se reía sola recordando alguna cosa pasada.

–F-Feliciana... –como cuando la alemana era tímida, no sabia como reaccionar a sus abrazos y muestras de afecto, acababa incluso tartamudeando.

–... Feliciana. –o cuando la encontraba en su cama a mitad de la noche sin poder dormir y la despertaba. Se veía cansada en esas ocasiones pero siempre le tenía mucha paciencia.

–¡Feliciana! – su voz con un tono de fastidio y militar cuando la italiana se distraía de sus obligaciones o trataba de saltarse clases.

A veces la italiana sentía que solo hacia enojar a Monika, ese sentimiento no le gustaba nada.

Pero había una forma que no había escuchado hasta ese momento. Feliciana estaba triste, al parecer había perdido a su mascota y no la encontraba por ningún lugar. Se sentía responsable.

–No tienes porque llorar.

Monika estaba insegura de como actuar en esa situación. No sabia que hacer o que decir para que Feliciana se tranquilizara.

–P-Pero yo... Yo no... –tartamudeaba la chica con las manos en su rostro intentado detener las lágrimas que salían de sus ojos.

La rubia suspiró, tomando un poco de valor, tomo las manos de la italiana separandolas de su rostro para poderla ver. –No se lo que te pasa ni que decirte, sabes que no soy la mejor para hablar de sentimientos. Pero si me explicas puedo intentar entender. –dijo.

–Feli. -Monika dijo ese nombre con firmeza pero con un infinito cariño, jamás había escuchado ese tono antes o al menos no muy a menudo, su primera reacción fue ver a la alemana antes de lanzarse a sus brazos abrazándola. Entrelazando sus dedos con los de la rubia.

Seguía llorando, entre hipidos intento explicar lo que pasaba y Monika intentaba entender porque su querida italiana se había puesto tan mal por un gatito.