¦En lo más profundo de la memoria¦
Las gotas de lluvia caían agrestes, golpeteando las ventanas con ferocidad, Juvia se sentía triste cuando llovía, era como si el agua y el cielo gris formasen parte de sus sentimientos, sentada, abrazando sus propias rodillas, la mirada de la niña iba directo a un muñeco que había olvidado en el jardín, junto a la piscina de la casa dónde estaban. Sus papás a menudo iban a casa de los Fullbuster, tenían un hijo de una edad similar a la de Juvia, así que pensaban que podían ser amigos, más el niño siempre parecía ausente, como si no le interesara más en ese lugar, al menos a Juvia le gustaba ver a Gray con su papá, siempre que jugaban se sentía feliz y eso lo transmitía a todos, incluso a la niña.
Sentía que estaba abandonando a su muñeco al no salir por él, era una terrible sensación, ¿cómo se sentiría Juvia si sus papás la olvidasen afuera? se le erizaba la piel tan solo de pensarlo. Así que, mientras sus "tíos"(así les llamaba a los señores Fullbuster) y sus papás preparaban la cena en la cocina, Juvia salió por la puerta de cristal que daba directo a la piscina, estaba todo demasiado mojado en ese patio, pero no iba a dejar a su muñeco abandonado ahí. Salió a toda prisa para no ser descubierta, descalza y en pijama, para cuando estuvo frente al muñeco ya se le habían llenado de lodo los pies, dio media vuelta rápido pues oyó que su mamá la empezó a llamar para ir a cenar, pero, sintió como su pie derecho derrapó, el cuerpo tuvo impulso hacia atrás y cayó a la alberca. Juvia no sabía nadar, movía los brazos hacia arriba intentando salir, cuando finalmente se dio por vencida, luego de sentir que no podía respirar, sintió que la tomaron del brazo y la jalaron hacia arriba, lo único que pudo ver entre tanta gota de lluvia que le caía a la cara era a Gray, el hijo de los Fullbuster.
Sus papás acudieron a los gritos del menor, pero Juvia fue rescatada, y por alguien que no esperó jamás. Juvia le debía la vida y no lo iba a olvidar, a partir de ahí empezó ese amor intenso por el hijo de los Fullbuster, era algo que Juvia siempre soñaba, incluso cuando ya era mayor y estaba a punto de ingresar a la universidad.
Los papás de Juvia tuvieron problemas económicos, por lo cual los Fullbuster ofrecieron que Gray le diera alojo dónde ellos le habían rentado para la universidad de Tokio, dónde originalmente ambos presentaron examen de admisión y lo pasaron, fue antes de lo que les pasó a los papás de la peliazul, así que no buscaron alguna otra opción. Era hora de mudarse a dónde él, las cajas estaban preparadas en el camión y los nervios estaban comiéndosela. ¿Y si Gray no la quería con él? ¿Cómo se vería cada mañana? Estaba entre nervios extremos y felicidad absoluta, ¿acaso algún día serían novios? intentó ponerse bonita, se colocó unos jeans, blusa azul de tirantes con corte en V y el cabello suelto, unos tenis vans para completar su atuendo, no quería verse como alguien raro y que él la odiara, tenían algunos meses de no verse pues no iban en la misma preparatoria, una vez que el viaje se realizó entre sentimientos encontrados llegaron a Tokio, ella y los de la mudanza, la muchacha tocó el timbre del departamento de su adorado Gray. El corazón le latía casi agresivamente, no podía imaginar comer con él siempre o al menos ya no era tan normal desde que no eran niños. Sus padres habían prometido rentarle un apartamento en cuanto las cosas tomaran su curso de nuevo, aunque los padres del azabache insistían que podrían estar bien por un tiempo.
Vio como giraron el pote de la puerta desde adentro, pasó saliva mientras respiraba ligeramente más agitada que antes. – Oh, Juvia… Llegaste antes. – Mencionó el joven en cuanto tuvo la vista de la muchacha al frente. – Juvia llegó a la hora que anunció, Gray-sama. – El joven echó una mirada al reloj de pulsera que traía. – Pensé que era más temprano, lo siento. Ya te he dicho que no me digas Gray-sama… Suena estúpido, y ni se te vaya a ocurrir decirme así en la universidad. – La muchacha se sintió regañada, solo asintió y los nervios fueron yéndose poco a poco, finalmente él era igual que siempre, no había nada nuevo en su relación aunque fuesen a vivir juntos, claro, era por compromiso de amistad.
Hasta él salió y ayudó a meter las cajas con libros de Juvia, sus maletas y todo, entre todos era más rápido, incluso los llevó hasta su habitación. También había una bolsa de papel, esa joven leía mucho, o fue la idea que se dio Gray. Repentinamente la bolsa se le resbaló, cayó al suelo y el muchacho se agachó a recogerla, solo un libro salió disparado. Gray lo cogió con la diestra, cuando leyó el título soltó una carcajada sonora. – Así que esto es lo que lee la inocente Juvia, ¿No? – El sonrojo se le subió a las mejillas a la peliazul, pues justo entró cuando él leía el título. – Juvia, no sabía que te gustara: "El marqués de Sade y sus 120 días de Sodoma". – Ella dejó caer en la cama la caja en la que llevaba unos portarretratos y se cubrió el rostro con ambas. El joven parecía morir de risa. – Ya, ya… No pasa nada, pervertidilla. – Ella solo sentía que podía morir en cualquier momento, que de verdad no era una mala opción.
Finalmente se retiró en medio de risas ahogadas y ella se quedó en la pequeña habitación, la de Gray era bastante más grande pero ella de por si daba las gracias por eso que le habían ofrecido de tan buena manera tenía una pequeña ventana que daba al patio, la ciudad era mucho más grande que dónde vivían ellos y llena de gente conflictiva o buena, no sabía bien, lo más probable es que hubiese de todo y ahora debía acomodarse. Sus ropas quedaron en una cómoda amplia, los accesorios y maquillajes encima de la misma pues también tenía espejo, el baño sería compartido así que era cuestión de poner atención a qué hora lo usaba él para no llegar a ser una molestia. Era el primer día y ya estaba muerta de cansancio, habría querido hacer la cena para ambos, le ilusionaba en demasía ser como una pareja joven, pero eso era solo parte de sus fantasías. Sacó su enorme peluche en forma de oso (Que nadie sabía, pero su nombre era Gray) y se abrazó a él, sin pensarlo se quedó profundamente dormida, quién sabe cuánto pasó, pero cuando despertó, del otro lado de la puerta había un tazón con arroz, té y algo de carne. La felicidad se adueñó de Juvia, ¿qué más podría hacerla feliz que un simple gesto por parte de él?
Cenó, llevó los platos a la cocina y se fue a dormir, tendría un largo primer día en la universidad y no tenía demasiadas cosas listas.
