"No quiero dormir por que sé, soñare contigo,
y al despertar te extrañare mas que nunca.
Quizá, al saber que te sueño,
dormiré noche y día hasta tener un sueño eterno,
pues sabré que te tendré conmigo en mis sueños,
y el despertar seria como perderte nuevamente.
No quiero dormir pues soñare que te veo,
y tu sonrisa y tu mirada me dirán que debo ser fuerte,
que debo resignarme a tu partida.
No quiero dormir por que prometí no llorar,
y te aseguro, al despertar, una lagrima bajara por mi mejilla,
desencadenando así una lluvia de llanto.
No quiero dormir por que soñarte seria aceptar que te fuiste,
y tal vez, al despertarme, secretamente mi corazón al verte quiera irse también…"
Cho leyó lo que había escrito en el pergamino rosa, con lagrimas cayendo por su rostro.
Se sorprendió un poco al notar que le gustaba, por que, generalmente, ella destacaba por su inteligencia, o su belleza, incluso por su habilidad en los deportes (quidditch, en realidad), pero nunca, nunca, había hecho algo que resaltara su veta artística, por lo que le parecía extraño haber escrito algo tan profundo.
-"es por que escribí lo que mi corazón realmente siente"- penso acertadamente Cho- "son mis sentimientos….Cedric se fue…Cedric…"
Al pensar aquello, la chica no pudo contenerse y ya no eran destellos de lagrimas lo que caía por su rostro, ni era un sollozó silencioso lo que se escuchaba, sino que era un llanto puro y verdadero, y, aunque se oían pequeños gemidos, ella hubiera querido gritar.
Quería escapar, escapar de su cuerpo, volar lejos de ahí, Cedric era lo que más quería en el mundo y se había ido, esa noche la había dejado, sin dejar mas en ella que esa horrible pena.
Y sin mas nada que hacer ni pensar, Cho se fue quedando lenta y profundamente dormida….
Y justamente dos años después, una mujer que lucia cansada y demacrada, pero mas que nada, parecía tener una pena que ya nadie podía consolar, caminaba lentamente por los pasillos de Hogwarts, cuando vio un extraño pergamino arrugado en el suelo.
La mujer sintió el inevitable impulso de recogerlo, y al leer su contenido, Mcgonagall, no pudo evitar lo mismo que la autora sintió al escribirlo, por que, ase solo algunas horas, su gran amor se había ido para siempre sin siquiera despedirse…
