Título: La mejor venganza.
Rated: M -violencia, sexo-.
Pareja: Scorpius/Lily.
Horror/Romance.
Resumen: —Tu estúpido hermano tiene un punto débil. Uno muy hermoso. ¿O no te crees hermosa, Lily?
Disclaimer: Los personajes son de la autoría de la genio J. K. Rowling.
Advertencia: fic para mayores de dieciocho años que contiene escenas violentas y sexuales. (Sé, claro, seguro saliste de aquí corriendo)
Primer capítulo: el comienzo.
Su estúpido sentido del deber la llevó a estar, nuevamente, despierta hasta esas horas. Sentada frente a esa meseta de libros que acaba de leer para hacer un maldito trabajo, Lily comprendió de buena vez que iba a tener que hacer algo con sus horarios. Definitivamente, iba a tener que dejar de ayudarle al pequeño Müller en su intento por entender Pociones y las clases de tutoría para McLaggen iban a tener que suspenderse. Podría dejar de jugar al Quidditch y de supervisar a los animales de Hagrid cuando el debía salir, pero le fascinaban ambas cosas y sabía que, con lo caprichosa que era, le costaría horrores hacerlo.
Iba por su último párrafo, y estaba haciendo un esfuerzo inaudito para que su letra siguiera siendo lo más prolija y legible posible. ¿Quién iba a pensar que una planta carnívora de más de un siglo de vida mereciera cuarenta centímetros de pergamino? Odiaba la botánica con todo su corazón, y tenía que darle a ese odio toda la culpa de haber dejado esa bendita tarea para última hora. Miró el libro que estaba a su lado, poniendo de inmediato su dedo sobre la hoja, usándolo de referencia para saber dónde debía seguir copiando.
Entonces, un sonido duro y seco, hizo que su rostro lleno de concentración pasara a ser uno de auténtica sorpresa. Pudo entender, dos segundos después, que era el sonido de una silla corriéndose. Pero nadie en su sano juicio correría una silla con tanta violencia. Y, un segundo más tarde, tuvo al propietario de tanta violencia enfrente.
Primero se concentró en ver que este estaba vestido con la ropa de entrenamiento de Quidditch de su casa propia, Slytherin. Estaba sucio y transpirado, así que seguramente acababa de terminar su entrenamiento. La luz de las únicas dos velas que Lily necesitaba para poder leer letras tan pequeñas hacía que el rostro del joven pareciera aún más mojado.
—Malfoy —no pudo evitar que un poco de pánico se colara en su voz. Pero el asco era mucho más sonoro, para su suerte—. ¿Qué te hizo la pobre silla?
Una sonrisa ladina, compuesta de dientes blancos y pequeños, fue la única respuesta. Lily lo quedó mirando fijamente, mientras se debatía en que su maldita cabeza no empiece a preguntarse por qué venía a ponerse así, frente a ella, con los brazos en los bolsillos de un pantalón que prometía haber sido completamente blanco.
El silencio siguió, y lo único que pudo hacer antes de dejarse apoderarse completamente por el miedo que esos ojos grises penetrantes inferían fue volver a mirar a su libro. Leyó la primera oración con la mirada de Scorpius quemándole más que el calor de las propias velas. Era inútil. No podía concentrarse. Y a la segunda vez que lo intentó, lo miró, enfadada.
—¿Qué quieres? —él no le contestó, y como toda respuesta volvió a sonreír de la misma manera que la primera vez—. ¿Qué quieres? Lárgate.
Y se sentó. El maldito agarró el respaldo de la silla que quedaba frente a ella y la arrastró hacia atrás, y apoyó su culo sobre ella. Lily quedó mirando el movimiento sin poder creérselo. Se había cruzado varias veces con Scorpius Malfoy, pero nunca hablaron. Y en este caso, la única que estaba hablando era ella. El rubio estiró sus piernas y las puso sobre la mesa, empujando unos tres libros en su recorrido.
—¿Qué mierda haces? —gritó, furiosa, cuando la vela estuvo a punto de caerse sobre su pergamino. Arregló las cosas bajo la atenta mirada de su acompañante—. ¿Puedes irte? Mierda...
Su tajante e inconsciente maldición dicha entre dientes pareció causarle diversión a Malfoy. No lo miró, no lo hizo desde que se sentó frente a ella. Se dedicó a atraer los libros más hacia ella y a acomodar las velas de alguna manera que estén lejos de él. Y que dejen de hacerlo ver tan grande con la luz que proyectaba en su rostro, haciéndolo parecer más duro. Intentó volver a concentrarse, pero fue en vano.
—Corre ese libro de ahí —le señaló uno bastante gordo y solitario—, me tapa la visión de tus tetas.
Como si un viento frío le acabara de golpear la espalda, Lily quedó quieta. ¿Acababa de escuchar lo que Scorpius acababa de decir? Si alguna vez se había sentido incómoda, nunca habría salido corriendo como tenía ganas de hacerlo ahora.
No conocía a ese tipo. Lo había visto peleándose más con su hermano Albus que viéndolo solo por ahí. Lo había visto más vestido de Quidditch que con el uniforme de las clases. Y, ahora que recataba en ello, lo había visto más veces mirándola que haciendo otra cosa.
Se levantó. Agarró su preciado pergamino, el último libro, su varita y su capa y se dispuso a salir por la última estantería de libros, la que daba a la pared, lejos del camino de Scorpius Malfoy y su descaro. Miró hacia atrás, solo para asegurarse de que no la siguiera, y lo único que vio fue la luz de las velas. Siguió su camino, apenas iluminado por la luz de la luna que se colaba de los gigantes ventanales.
¡Malfoy se las iba a pagar! ¿Cómo se atrevía a decirle aquello? Nunca habían entablado una mísera conversación, y lo primero que le venía a decir era aquello... Y la idea de que se había dirigido directamente a ella le asustó. Es decir, era la única que estaba en la Biblioteca a esas horas. ¿Acaso Malfoy lo sabía y se había ido hasta allí para molestarla? Era dudoso.
Volvió a girar su rostro hacia atrás. La luz de las velas habían desaparecido.
"Las apagó" pensó. Volvió a mirar hacia adelante con algunos mechones colocándose frente a su vista de manera incómoda. Estaba llegando al final del pasillo, intentando sacarse el pelo del rostro, y el libro se le cayó del miedo y la varita por el golpe cuando fue empujada hasta la fría pared de piedras.
Normalmente, su primera acción sería gritar, pero lo único que pudo hacer fue emitir un mísero sonido de dolor por el crudo golpe en su espalda. Sí, había dolido. Malfoy colocó sus manos sobre la pared, cada brazo a la altura de hombro de Lily, imposibilitándole el paso. Era una cabeza y media más alto que ella, y mucho más grande.
—Por un momento, pensé que creíste poder ser capaz de huir.
Ella lo miró, completamente atónita, a los ojos. Estaba divertido, sonreía con superioridad. ¿Qué acababa de decir?
—Estás loco, déjame ir —no intentó salir, se quedó, a la espera de que él se moviera. Era obvio que si intentaba irse él la volvería a aprisionar contra la pared.
—¿Por qué lo haría? —preguntó, sonando sincero.
—¿Y por qué no dejarías irme? —estaba histérica, pero intentó mantener su compostura.
—No, no, no —colocó su cuerpo más sobre el de ella, provocando que tuviera que pegarse contra la pared para no sentir su tacto. Así, erguido, tuvo que agachar mucho su cabeza para poder mirarle a la cara— ¿Qué no te enseñaron modales? No se contesta a una pregunta con otra pregunta.
Abrió la boca, incrédula. Acababa de sentir que su corazón se le salía por la garganta cuando sintió las piernas de Scorpius pegándose a las suyas. Y sí, definitivamente prefería el frío de la pared a que el tacto de los pantalones de Malfoy.
—¿Me vas a enseñar de modales? Imbécil, ¡estás aprisionando a una mujer contra la pared!
Entonces la agarró de la oreja, con su mano derecha. Apenas. Sólo un pequeño tacto. Nada de presión. Y acercó su rostro hasta el de ella.
—Tu no eres una mujer —susurró. Y ella, un poco ofendida, entrecerró sus ojos—. Hagamos de caso que, en estos momentos, eres como un objeto.
Si Malfoy se había fumado algo definitivamente no era su culpa, así que colocó sus manos sobre el pecho de este, sorprendiéndose por lo mojado que estaba, y lo empujó. No quería quedarse a saber qué significaba eso que le dijo. Apenas logró que se moviera un centímetro, y una burlona y corta risita.
—Ya, déjame ir, idiota.
Malfoy sonrió, ladeó un poco su cabeza y le dedicó una larga mirada a los labios de Lily. Ella no pudo evitar pasarse la lengua por ellos, y de intentar esconderlos. Más diversión para él, al parecer, que sonrió. Hizo un pequeño sonido, como de cansancio, y se corrió hacia atrás. Lily quedó dos segundos contra la pared, sin poder creerse lo rápido que fue. Se corrió rápidamente, y se agachó a buscar su libro y su varita. Agarró el libro sin ningún problema, pero su varita fue pateada lejos justo antes de que ella la alcanzara y, antes de que quisiera pueda proferir un insulto, Scorpius la agarró fuertemente por la cadera y la empujó contra la pared.
La mejilla derecha de Lily sufrió por el frío contacto de las piedras y una de sus rodillas se llevó un fuerte golpe. No tardó en mucho en darse cuenta de que estaba en una situación aún peor que la otra. Ahora tenía a su cuerpo completamente contra la pared y al cuerpo de Scorpius casi pegado a su espalda.
—¿Q-Qué mierda haces? —gritó. La asustó, tenía que admitirlo.
—Shh... —acercó su boca a la oreja de la chica, provocando que esta mirara para adelante, hacia la pared, alejando su rostro del de él—. Calmada, no eres más que una hormiga contra una bota.
—Mierda de metáfora —gruñó, intentando que su frente no le doliera tanto por las piedras—. Suéltame. O grito.
—¿Gritar?
Escuchó una pequeña risita antes de sentir que su cuerpo era despegado de la pared y llevado al suelo de inmediato. Sus manos estaban fuertemente apretadas por una de Scorpius. Y definitivamente su rostro prefería la pared a que el sucio suelo. Con los ojos cerrados todo pareció una caída. Hasta que sintió que el cuerpo de Malfoy se ponía sobre el suyo y llevaba sus manos hasta arriba de su cabeza, fuertemente aprisionadas.
—Por un momento pensé que gritarías —lo dijo, incrédulo—. Estoy sorprendido. Ahora vamos si esto no te hace gritar...
Lily ni terminó de asimilar sus palabras, un poco ida por el dolor de sus hombros, cuando sintió la mano vacía de Scorpius, grande y fuerte, pegándole duro en una de sus nalgas. Y no, no pudo contenerse, gritó como una niña a la que acababan de regañar por algo que no hizo. Hundió su rostro sobre las piedras y, armándose de valor, comenzó a moverse frenética. ¡Él no podía haber acabado de hacer eso! ¡Quién demonios se creía que era!
—¡Suéltame, psicópata! ¡Que me sueltes! ¡Suéltame!
No se había percatado en que Malfoy ni siquiera se había resistido, hasta que sintió que su mano aprisionaba su cuello y, por la fuerza que ejercía, parecía querer romperlo. Tuvo que quedarse quieta, tuvo que hacerlo o de lo contrario él le rompería el cuello, o por lo menos eso sintió. Una solitaria y lastimera lágrima apareció por el dolor y por la impresión. Por suerte para su orgullo, él no la vio. Se quedó quieta, con la cabeza dura, intentando no moverse por si eso provocaba que él volviera a hacer presión.
—Muy bien, muy bien... —susurró, aunque Lily juraba que su voz era demasiado alta—. Te aplaudiría si no fuera porque tengo que mantenerte agarrada de tus muñecas y tu cabeza para que no intentes irte. Eres mala, pero inteligente.
Ella no profirió nada. Lo único que se escuchaba era su respiración, muy agitada, por el forcejeo.
—Tu estúpido hermano tiene un punto débil...
Le soltó el cuello, y las muñecas, y todo lo que ella hizo fue llevarse las manos a su cuello para frotárselo.
Él hablaba como si lo que dijera lo hubiera meditado mucho, como si fuera el resultado de algo. Por meses. Quizá años.
—Uno muy hermoso.
La mano de Scorpius se coló por la ropa de Lily, tocando la piel de su espalda. Ella se quedó rígida, sintiendo esos dedos calientes subiéndose por su espalda.
—¿O no te crees hermosa, Lily?
Sus ojos se abrieron de par en par. Así que todo eso era por su hermano Albus. ¡Por Merlín! ¡Qué mierda había hecho con Albus si estaba haciendo esto con ella!
—¿Qué le hiciste a Albus? —gritó, y al instante, con ayuda de sus manos, se deslizó hacia adelante. La mano de Scorpius no pudo seguir tocando la espalda de la pelirroja, y, sorprendido por la velocidad de esta, cuando levantó su cabeza se encontró con el zapato de ella dando de lleno en su cara—. ¡Púdrete, loco, enfermo!
—¡Maldita loca!
Lily se quedó tirada en el piso, de costado, intentando procesar la información. Definitivamente no iba a quedarse ahí a descubrir qué fue lo que Malfoy le hizo a su hermano, así que se levantó lo más rápido que pudo y junto sus cosas.
—¡Maldición! —gritó, cuando vio que en la oscuridad no encontraba su varita.
Tenía que irse sin ella. Pero ya era demasiado tarde, la mano de Scorpius se cernió sobre su pantorrilla como una trampa de hierro y la tiró al piso de sopetón. El cuerpo de Lily cayó de espalda y con un golpe sonoro sobre el piso. Gritó por el impacto y lo hizo más fuerte cuando su cuerpo comenzó a hacer arrastrado hacia abajo, nuevamente hacia el cuerpo grande del rubio. Quedó aprisionada. Su cabeza, despeinada, quedó a la altura del rostro de él. Estaba furioso, las fosas nasales se abrían y se cerraban. Parecía que en cualquier momento fuera a tirar fuego. Sus ojos ya no tenían el frío característico, ahora tenían una intensidad que asustaba.
—¿Me llamaste enfermo? —dijo, con los dientes tan apretados que hasta Lily escuchaba el sonido que hacían. Le gritó en la cara—. ¿Me llamaste enfermo?
No era inteligente contestarle. Y la verdad es que tampoco pudo, se quedó estática, temblando como una hoja, con sus brazos sobre su pecho y las piernas ligeramente torcidas. La observó directamente, intensamente, sin dejar de tener ese aspecto de furia. Y Lily, que pedía a Merlín que no pasara nada más y que la dejara ir, gritó mucho más que las primeras dos veces cuando sintió una mano de Malfoy agarrarla de los cabellos. Su boca fue tapada casi al instante por su otra mano.
—No, no, no... No grites pequeña —ahora sonrió de manera falsa—. Recuerda que eres un objeto, y los objetos no hablan, ni gritan, ni dicen estupideces.
—¡No soy un objeto! —dijo, con su voz tapada por la mano.
Scorpius la observó bien. Así, con los cabellos rojos despeinados, con la luz de la luna haciendo que su piel se viera más cremosa y con esos ojos pardos semi cerrados por el dolor, Lily Potter podía clasificarse como el objeto más deseado o la mujer más apetecible. Levantó su mano sobre su boca, y la observó. Dos labios carnosos, rojos, secos...
—Te juro que se lo contaré a Albus y te romperá en mil pedazos.
Lily Potter siseaba, por furia o por dolor, pero siseaba y acababa de hacer que Scorpius Malfoy sintiera que si no la rompía a ella en mil pedazos y la hacía gritar mientras se la cojía nada tendría sentido.
Le soltó los cabellos. Y con ambas manos agarró fuertemente la cara de la joven y provocó que sus labios chocaran cuando fue a besarla. Lily abrió los ojos de manera desmesurada, sintiendo esos labios finos y duros moviéndose sobre los suyos, lastimándola. Comenzó a mover su cuerpo con ímpetu, intentando zafarse del doloroso y extraño agarre. Fue tonto, porque Scorpius Malfoy tiró todo el peso de su cuerpo sobre el de ella, y enredó su pierna derecha en las piernas de ella, e hincó su rodilla en uno de sus muslos para aplicarle dolor. Lily gritó, y comenzó a mover su cabeza de un lado a otro. Fue inútil. Scorpius extendió una de sus manos, soltando las sonrojadas mejillas de esta, y la agarró de los cabellos, jalándolos con fuerza. Al momento que Lily abrió la boca por el dolor, Scorpius introdujo su lengua en ella.
Caliente. Húmeda. Esa chica tenía la boca más apetecible que había probado en toda su vida y sentía la necesidad de que le chupara todo el cuerpo. Cuando comenzó a faltarle el aire, luego de intentar escapar a las mordidas desesperadas de la peliroja, le soltó los cabellos y dejó que la cabeza cayera contra el suelo. Respiró de manera agitada, sin dejar de mirarla, mientras comenzaba a taparle la boca nuevamente. Lily abrió los ojos, intentando ignorar el dolor que se alojaba detrás de su cabeza y en su cuero cabelludo, y lo miró.
No estaba implorando, y eso le sorprendió. Pero sí le estaba preguntando qué mierda estaba sucediendo ahí. Ella tenía miedo, tenía dolor y más miedo, pero era terca como todos los estúpidos Potter y no estaba por pedirle por favor. Porque él era considerado inferior para ellos.
—Como te dije... —colocó su frente sobre la de ella. Se dio cuenta de que estaba temblando—. Eres un objeto. Eres una venganza.
Comenzó a moverse de inmediato y Scorpius, todo lo que tuvo que hacer, fue hacer más presión sobre su boca y en su rodilla contra el suave muslo de ella para que se quedara quieta. Incluso consiguió sacarle un gritito de dolor. Un gritito de dolor demasiado exquisito, tapado por su mano. Y cuando Lily movió sus ojos hacia atrás, para luego cerrarlos, Scorpius se la imaginó desnuda, siendo penetrado por él, gritando y poniendo esa misma cara, llena de placer, llegando al éxtasis.
Llevó su mano hacia abajo, tanteando estúpidamente hasta llegar a la falda. Lily sólo se dio cuenta de todo cuando escuchó el sonido de la tela rajándose, y un pequeño frío colándose en la parte superior de sus piernas. Abrió los ojos.
"¡No, no, no!"
Scorpius se sentó arriba de ella y comenzó a tocar, con su mano libre, uno de los pechos. Ocupaban toda la palma de su mano, eran suaves y no parecían estar siendo aplastados por esos corpiños duros que usaban algunas. Lily cerró los ojos y comenzó a moverse de manera frenética.
—¿No te gusta? —le preguntó. Lily lo miró con asco, sintiendo unas inmensas ganas de escupir sobre él. Sonrió, divertido—. Qué bien se siente saber que el estúpido de tu hermano tiene toda la culpa. Cúlpalo, vamos.
La cara de Lily comenzó a hacer unas muecas que lo hicieron reírse. Le soltó la boca, porque era obvio que estaba intentando decirle algo.
—¿Qué te hizo mi hermano, aparte de ser mejor en todo? Aparte de no ser una basura —ni siquiera sabía por qué su boca le había acabado de hacer eso sin el permiso de su cabeza. El rostro de Scorpius se volvió a transformar y Lily tragó saliva.
Las manos de Scorpius se fueron directamente al cuello de su camisa, y la estiró a esta y a la blusa hasta romperla en dos. El sonido de la tela rompiéndose le dio verdadero pavor a la chica, que había visto cómo la tela cedió con las manos de él. Se quedó quieta, mirando su piel desnuda, impactada.
—Si no fueras una Potter... —dijo, mirando los pechos, rellenos y juveniles, la punta pequeña y dura que parecía romper la fina tela del sostén, para luego mirarla fijamente a los ojos— Te cojería preocupándome de que la pases bien. Pero, siendo una, y además Weasley, me dan ganas de solo escucharte gritar y lastimarte, de cojerte preocupándome porque te duela.
Estaba anonada. Sentía su propia boca temblar de la ira. Sin saber cómo, le escupió en la cara, exactamente en la mejilla. Pero ella misma sabía muy bien que si tenía la oportunidad hasta lo mordería. La cara de Scorpius fue un poema. Uno al que Lily le tuvo mucho miedo. Se limpió la cara con su mano y luego se acercó al rostro de ella. La miró fijamente a los ojos, y colocó su boca junto a su oreja. Lily estuvo a punto de mover su cabeza hacia un lado cuando la mano de Scorpius se cerró con fuerza sobre su cuello.
—Acabas de ganarte que te cojan como lo que demostraste ser... —agarró la oreja de Lily entre sus dientes, las ganas de meterla entre su boca y chuparla hasta hacer que ella se estremezca la asaltaron tanto que, si fuera otra la situación, se alarmaría— ¿No te da asco estar enseñándole a ese McLaggen? Claro que no, sabes que él luego va y se coje a cualquiera pensando en tí, te encanta calentarlo... Te encantó calentarme... Como la puta que eres.
—¿¡Qué mierd- —se calló, cuando sintió una increíble presión en su cuello. Se llevó desesperada las manos, que habían estado intentando tapar su cuerpo desnudo, a la mano de él, intentando aliviar la presión.
—¡Callate! Sabes muy bien de lo que hablo —le mordió la oreja, fuerte. Lily dio un pequeño grito—. Eres una puta... Una Potter. Qué bueno que tengas un cuerpito tan lindo y frágil, estoy dispuesto a hacerte sufrir de esta manera todas las veces que quiera, ¿sabes?
Lily lo miró por el rabillo del ojo, auténticamente espantada. ¿Acaso él estaba hablando en serio? ¡Ella jamás se había atrevido a mirarlo más de dos segundos, y decía que lo había calentado! Él se entretuvo con su oreja, lamiéndola, luego fue hacia la mejilla, haciendo lo mismo, dando pequeños mordiscos de vez en cuando. Hasta llegar a su cuello. Lo soltó. Se agachó un poco más y le dio una mordida. Levantó su mirada y se la puso fijamente sobre los ojos de ella. Estaba serio, iracundo a pesar de verse frío, y daba mucho miedo. Todo en él volvía a cambiar. Parecía haberse acordado de algo.
—Te juro Potter que te voy a lastimar.
Lily se movió más rápido que él, y comenzó a golpearlo en la cara con las manos. Odiaba no haberle hecho caso a Molly y no tener las uñas largas, ¡por Merlín que le hacían falta! Bastó con apenas pegarle en el ojo para que Scorpius se hiciera a un costado y ella, empujándose hacia atrás con sus piernas y manos, se alejara, mostrando su desesperación en sus torpes movimientos e intentos de levantarse, hasta poder coordinar sus temblorosas piernas y pararse. Retrocedió sin quitar la vista de encima de él, que se apretaba la cara con fuerza, y cuando pudo hacerlo se giró para poder por fin escapar de esa pesadilla.
Nuevamente, no funcionó.
Y esta vez, dolió más.
Scorpius se abalanzó sobre ella, ambos se cayeron al piso y Lily sintió por un momento que el aire se le fue de los pulmones. Estaba aturdida por el golpe de su cara contra el suelo. Scorpius se sentó arriba de ella, delante de su pantalón blanco en donde se veía una erección dura y lista, apretada por las prendas, tenía al bonito e increíblemente redondeado trasero de la pelirroja.
—Un buen culo —le dio una nalgada que retumbó en los pasillos—, para ser golpeado como debe ser.
La mano fría y dura de Scorpius agarró la pequeña prenda de color celeste. La levantó, la movió, pero no la corrió de su lugar. Se agachó sobre Lily. Colocó su mano cerca de la cara de esta, que permanecía sobre el suelo, y se apoyó en ella. Su dura erección tocó a la pelirroja, y ella se puso rígida al instante.
—Prometo que te dolerá, tanto que vas a llorar.
Soltó la prenda y acarició la mejilla de la pelirroja que mantenía fuertemente los ojos cerrados.
—¿Qué? —se agachó más contra ella, apretando más su miembro sobre su culo— ¿No me crees completamente capaz? ¿No me crees capaz de hacerte llorar?
—Sí...
Scorpius se sorprendió. No esperaba escuchar la voz de ella. Pero le gustó, definitivamente le gustó. Tenía una voz bonita. Suave. Como su piel, como su espalda en esos momentos. Blanca, perfecta, inmaculada, con el sostén tapando una parte.
—¿Me crees capaz?
—Sí...
—Entonces eres muy inteligente —rompió la prenda interior inferior de un tirón. Lily escondió rápidamente su rostro contra el suelo, empezando a sentir que temblaba y no por el frío—, ¿algo más para decir?
Silencio absoluto.
La azotó en el culo con la palma abierta.
—¡¿Algo más para decir?!
—Q-que... Te odio... Eres un imbécil... —tembló, y chilló, cuando el corpiño fue la última prenda en romperse. No podía creer que estaba desnuda—. Y todo el mundo se enterará de esto... Maldita basura, mierda de ¡Ahhh! ¡Merlín, no! ¡No, no!
Scorpius hundió con más fuerza su dedo índice dentro de ella. Apretó su boca, sintiendo que si no metía toda su mano dentro de esa cueva tan caliente y apretada se iba a morir. Lily comenzó a moverse, volviendo a intentar escaparse, y Scorpius metió dos dedos más dentro de ella. El cuerpo pequeño tembló debajo de él.
—¿Qué ibas a decirme? —comenzó a mover sus dedos dentro de ella, se escuchó un pequeño chillido que ella se obligó a ocultar— ¿Qué ibas a decirme? ¡Maldita puta!
Los dedos de Scorpius comenzaron a moverse de manera violenta dentro de ella. Muy fuerte. Entraban, salían, juntos, por separados. La lastimaban, la abrumaban, la hacían conocer la deliciosamente asquerosa sensación de pasión y dolor.
Scorpius torció su brazo con el cual se apoyaba, y colocó todo su antebrazo en el suelo. La cabeza de Lily seguía bien oculta entre sus hombros y su cabello. Scorpius acercó más su rostro al de ella.
—¿Te gusta así? ¿Te gusta? —le introdujo un dedo más. Lily chilló— ¿¡Te gusta!?
Lily comenzó a mover su cabeza de izquierda a derecha, temblando, sus hombros lo hicieron junto a ella, e incluso Scorpius comenzó a sentir como su centro, junto con sus piernas y espalda, comenzaban a temblar.
—¿No te gusta? —dijo, burlón. Lily acababa de esconder otro chillido—. Dije que iba a hacerte gritar y llorar, ¿lo recuerdas?
No le contestó. Quitó sus dedos de dentro de ellas. Mojados y calientes recibieron el frío del exterior. Scorpius se imaginó a los pezones de Lily fríos y duros, contra el piso, aunque ella intentaba ocultarlos y alejarlos de su tacto con sus brazos.
—¿Lo recuerdas o no?
Nada. Silencio. Se paró, se abrió la cremallera del pantalón y en ese momento Lily se levantó con todas sus fuerzas, intentando escapar. Scorpius logró poner una mano sobre su hombro y la otra sobre su cabello, trayéndola nuevamente a su lugar, sobre el piso, debajo de él. Su palpitante feminidad a la altura de su verga. Lily dejó de gritar cuando se recordó que no debía hacerlo. Se llevó las manos instintivamente a su cabeza y permaneció ahí.
Scorpius se sacó la remera rápidamente, y miró con fascinación al cuerpo desnudo, estilizado y curvilíneo debajo de él.
—Vamos a hacer algo con esas manitos tuyas.
Ni bien escuchó eso, Lily intentó esconderlas pero fue en vano. Scorpius, entre pequeñas risas las juntó a la altura de la cabeza de ella y las envolvió en su remera. Ejerció la suficiente presión como para escuchar un pequeño grito más de la que consideraba una adorable boca, pero no lo suficiente como para dejarle una marca muy grande. A menos que ella se moviera.
—Muy bien... —le acarició la espalda, presionando la punta de sus dedos en algunos lugares, logrando que ella forcejee— ¿En qué estábamos?
—E-eres-s una best-tia-a.
—Muy bien —le apretó el culo con ambas manos, sacudiéndolos—. Dime más.
—N-o te hice n-nada...
Se agachó a la altura de su cabeza para mirarla, Lily tenía la pera lastimada. La observó. Por un momento, sintió pena. Hasta que sintió la satisfacción de hacerle esto al pequeño tesoro de Albus.
—Puede que tengas razón —se acercó más a ella—. Pero eres una Potter, y con eso basta.
Lily escondió el dolor de sus hombros, y apretó sus dientes cuando Scorpius se acercó y le lamió la frente.
—¿Te acuerdas lo que te prometí?
—B-basta...
—¿Te acuerdas?
—Basta...
—¿¡Te acuerdas!?
—¡Para, basta, bas-ta! ¡Maldici- ¡NO!
Su verga se desplazó dentro de ella con tanta facilidad, ejerciéndole presión, que juró estaba hecha para él. No sabía si el grito de Lily, sus tembleques o lo mojada y apretada que era le causaba más placer. Tuvo que quedarse quieto, tuvo que asimilar tanto placer.
—Ahora, voy a hacerte llorar.
Comenzó a moverse despacio, de adelante hacia atrás, colocó sus manos sobre el piso, provocando un fuerte sonido. Prácticamente tuvo que tirarse hacia adelante, porque el placer le estaba haciendo hasta cerrar los ojos. Lily comenzó a morderse los labios para no gritar. Scorpius era grande para ella. Y podía sentir cada centímetro de su verga rasgando dentro de ella, haciéndose paso.
—¿Y Potter? —se movía despacio, adelante y atrás. Su voz sonó agitada— ¿No puedo hacerte llorar todavía?
No aguantó. Lily no aguantó más, giró su rostro. Scorpius abrió los ojos cuando escuchó el sonido. Ver a Lily mordiéndose de esa manera los labios, con los ojos cerrados con fuerza, lo excitó más, si es que podía ser posible.
—P-por favor —susurró, Scorpius no se detuvo, se movía por inercia. Los ojos de Lily tenían unas pequeñas lágrimas que dejaban a sus pestañas húmedas—. Por fa-favor no-
—¿Que no pare? ¿Eh? ¿Eso quieres decir? —dijo, burlón. Y antes de que Lily vuelva a hablar colocó su mano sobre su pelo. Se impulsó a sí mismo hacia atrás y luego jaló de los cabellos finos de esta hasta que estuvo casi sentada— ¡Yo cumplo mis promesas, Potter!
Scorpius la agarró fuertemente de la cadera y de los hombros. Ese agarre tan salvaje en su cadera le traería un buen moretón a esa piel nívea y lo disfrutó, sabiendo que ella se vería al espejo y se preguntaría qué era eso.
—Las cumplo —gruñó en su oreja.
Comenzó a mecerla de arriba a abajo, haciéndola saltar sobre su verga que parecía haber adquirido aún más tamaño. Lily sintió morirse. Era demasiado. Y no gritó hasta que sintió el gusto de la sangre en su boca por morderse a sí misma tanto.
—¡AAH, PARA, PARA!
—¡Eso, eso! Grita, grita para mí maldita —le mordió con fuerza en el hombro, haciéndola chillar.
Las manos atadas detrás de la cabeza de la pelirroja comenzaban a molestarlo, por lo que le soltó el hombro y se le desató. Las manos de Lily cayeron hacia adelante, al igual que su cuerpo. Scorpius comenzó a penetrarla en cuatro, con tanta ferocidad y violencia que ambos sintieron que iba a partirla en dos. Lily seguía gritando, pero mucho más bajo que cuando le pidió que parara. Lily abrió los ojos, viendo el suelo y su cabello a los costados de su cara, cerca del suelo. Las lágrimas cayeron al suelo.
—Grita —gruñó Scorpius. La azotó en el culo, dejando una evidente marca roja— ¡Grita!
La agarró de la cadera con ambas manos, y comenzó a penetrarla fuertemente. Su testículos chocaban contra su feminidad en cada estocada. La sensación de placer subía en algunos momentos y en otras el dolor era más fuerte. Duro, le penetraba duro, una y otra vez. El sonido de las estocadas comenzó a ser muy fuerte, los gritos de Lily comenzaron a ascender de igual manera que la velocidad de Scorpius.
Con los labios apretados para no gritar, pero sin poder evitar gemir como un animal, y con la mirada fija clavada en ese hermoso cuerpo recibiéndolo, Scorpius podía sentir que estaba llegando a su orgasmo. De solo pensar que iba a lanzar su semen dentro de ella se sintió imparable, quería dominarla aún más.
—¡Grita, Potter, grita! —una de sus manos soltó su cadera y la dirigió a uno de sus pechos tambaleantes— ¡GRITA!
Agarró con tanta fuerza, ejerció tanta presión, y lo movió tanto que Lily no pudo evitarlo.
—¡MALFOY BASTA!
Tiró todo su peso sobre ella, ambos cayeron al suelo, y el siguió moviéndose con ímpetu. Lily empezó a gemir, muy pero muy despacio. Pero lo escuchó. Scorpius jamás escuchó un gemido tan gratificante, lo volvía loco. Colocó su rostro arriba del de ella, que estaba ligeramente girado hacia la derecha. La cabeza de Lily no quedaba quieta, al igual que todo su cuerpo, en ningún momento.
—Llego a verte nuevamente junto a McLaggen y juro que lo destrozo —tuvo que cerrar su boca cuando sintió la increíble necesidad de gritar al ver la boca de Lily, abierta, excitada. Se movió más fuerte, Lily tiró su cabeza ligeramente hacia atrás—. No quiero verte cerca de nadie. L-los voy a matar a todos.
Irguió su espalda, volviendo a levantarla y a penetrarla, ella apoyada en el suelo en cuatro.
—Y no vas a entender nada. Nada —la penetró más y más fuerte. Lily gimió un poco más alto, apenas podía concentrarse en lo que él le decía—. ¡No vas a entender por qué! Pero te juro que lo haré.
La penetró. Una. Dos. Tres. Cuatro. Golpe en la nalga. Cinco. Seis. Siete. Le tira los cabellos enmarañados después de tanto forcejo. Ocho. Nueve. Diez.
—E-eres mía —gruñó, sus venas se marcaban en sus brazos por la presión—. Mía. Mi venganza.
Once. Doce. Trece. Catorce. Cada penetrada más hiriente, más apasionante, más salvaje. Lily comenzó a vibrar.
Sintió la presión, el verdadero placer, de acabar. Sintió que le faltó el aire y tuvo que apoyarse en sus brazos, cerró los ojos con fuerza. Fue tan placentero que ni siquiera sintió cuando ella comenzó a hacer fuerza para respirar por intentar ocultar el llanto.
Lily sentía la verga de Scorpius hincharse y deshincharse dentro de ella, largando el líquido caliente que parecía ser algo tranquilizante después de tanta brusquedad. Se sentía tan bien y tan mal al mismo tiempo que las lágrimas simplemente se amontonaron en sus ojos.
Pudieron haber pasado quince o segundos o quince minutos, pero Scorpius se levantó y en silencio se arregló la ropa. Lily permaneció tirada, temblando, con los ojos fuertemente cerrados al igual que su garganta. Simplemente no podía moverse.
Scorpius agarró su varita, que había dejado tirada en el piso, y comenzó a juntar las cosas de Lily con magia. La ropa, el libro, el pergamino, la capa y hasta la varita de la chica, que apareció debajo de una de las estanterías. Colocó cada cosa junto a ella, que permaneció quieta. Inmóvil. Podría tomarse por muerta si no fuera por los sonidos del llanto y los pequeños movimientos involuntarios.
—Lamento que no vayas a poder recordar esto —susurró. Lily giró lentamente su cabeza. Las lágrimas que humedecieron su rostro y sus pestañas la hacían ver incluso más hermosa—, pero así son las cosas.
Lanzó el hechizo, y Lily de pronto comenzó a pestañear, sin entender nada. Scorpius lanzó otro, y ella quedó dormida de sopetón. Scorpius le tiró la capa encima, cubriendo su hermoso cuerpo desnudo. Profirió otro, y la ropa se arregló, otro, y quedó todo en su lugar. Lanzó la capa hacia otro lado, y pateó las cosas. Ahora la escena era mejor: ella se había tropezado, se había lastimado la cabeza y había quedado ahí. Así no tendría que borrar los golpes, golpes que miraría cada vez que ella pasara a su lado.
La miraría, una y mil veces. Y le haría esto una y mil veces. Porque era suya.
—Que descanses, Potter —le susurró en el oído, antes de irse.
Era suya. Era su venganza.
Nota del 15/7: Jamás creí escribir algo de esto. Pero se me dio. Es algo raro, pero por favor, estaban advertidos antes de entrar a leer, así que no me insulten ni nada por el estilo porque para gustos hay colores. A mí me gustan estas escenas, y me parecen que estos personajes se van a llevar como perro y gato, y son polos realmente opuestos que van a tener mucha tensión sexual.
Yo sé que no hay muchos fanáticos de esta pareja, pero me gustaría ver sus comentarios. Escribí esto en una tarde, sí, en una tarde. En tres horas más o menos. Recién lo terminé. Y estoy demasiado ansiosa para subirlo como para ponerme a corregir errores, así que sepan disculpar.
Agrego en esta algo "ligero": ya que estoy bastante cómoda con el hecho de seguir escribiendo acerca de ellos y en este contexto lo voy a seguir haciendo. Es decir, al final, esto no es un capítulo único.
Espero haberles hecho pasado un buen momento. ¡Saludos, Syfferix!
