ROSAS EN EL DESIERTO

I. PROLOGO

Año 1327 a.C.

Palacio Real, Tebas, Egipto

En esa fatal noche para el Imperio Egipcio, afuera del palacio de Tebas todo era muerte y destrucción. Los traidores al faraón, liderados por el visir Ay y por el general Horemheb, habían tomado la capital, venciendo a las débiles fuerzas que aún eran leales al rey-niño. Su objetivo era capturar al faraón y a su reina antes de que ésta última pudiera dar a luz a un heredero.

La reina se había embarazado un par de veces, pero en ambos casos el embarazo se había interrumpido espontáneamente antes de los tres meses de gestación. Esta vez, el embarazo de la reina estaba a punto de cumplir los nueve meses, y los dos posibles sucesores de Tutankhamón, su visir y su general, no iban a permitir que un recién nacido interrumpiera sus ambiciones para el trono. Las calles de Tebas se habían convertido en ríos de sangre. Gritos, súplicas, cascos de caballos y el sonido del rodar de los carros de guerra eran los sonidos predominantes.

Dentro del palacio, otro drama se llevaba a cabo. En el momento más inoportuno posible, la criatura había decidido nacer. No había tiempo de mover a la reina o escapar. El pequeño príncipe nacería en cuestión de minutos.

Tutankhamón ordenó a todos los guardias proteger el palacio a toda costa, con sus vidas. Si el príncipe nacía y respiraba, seguramente ninguno de los enemigos se atreverían a hacer nada contra su vida: era un hijo del faraón y, por definición, un dios. Tenía que lograrlo, aunque él mismo tuviera que morir en el proceso.

El faraón se mordió el labio. Los traidores ya estaban en su puerta. Pronto, toda su preocupación desvaneció. El llanto de un bebé llenó el recinto, y él se apresuró a volver al lado de su reina. La comadrona tomó a la criatura y se la presentó al faraón. Un niño.

-Estamos salvados, Ankes- le dijo Tutakhamón a su esposa- no se atreverán a hacerle daño al pequeño, ni a ti ni a mí. Nuestra dinastía está a salvo-

Pero la reina no compartía su visión, pues se había echado a llorar.

-No, mi señor- le dijo Ankesenamon- escuché lo que Ay y Horemheb estaban planeando. En caso de que nuestro hijo naciera sano y salvo, los asesinarían a ustedes dos, y me obligarían a desposar a uno de ellos…-

El faraón palideció. Era un rey, un dios en la tierra, y sin embargo, también era un adolescente de escasos diecisiete años. No sabía que hacer. Su padre había muerto asesinado cuando tenía apenas ocho años, y no le había enseñado como gobernar. ¿Qué tenía que hacer? No podía rendirse y entregar el gobierno a sus enemigos. Tampoco podía dejar que asesinen a su hijo.

-Solo hay una opción, Tut- le dijo Ankesenamon- toma a nuestro hijo y huye con él. Escóndete con nuestros fieles sirvientes en Menfis. No podemos permitir que asesinen a nuestro hijo…-

-¿Qué dices? No puedo abandonarte, Ankes- le dijo el rey niño.

-Hazlo, Tut- dijo la reina- yo no puedo ir contigo así como estoy. Además, a mí me necesitan con vida. Si muero, no podrán reclamar el trono, pues uno de ellos tiene que casarse conmigo para sucederte. Vete, y organiza la resistencia en favor de nuestro hijo. Y cuando regreses, volveremos a estar juntos. Y si no, estaremos juntos cuando ambos crucemos al reino de Osiris. Recuerda que Hathor nos hizo un juramento-

Tutankhamón miró a su esposa, sin poder creer lo que le decía. Pero tenía razón. Era la única salida, no para él, sino para su hijo. Sin pensarlo dos veces, tomó al pequeño en sus brazos y se volvió a una de las más fieles damas de compañía de Ankesenamon.

-Tashat, ven conmigo- dijo el rey, a lo que la mujer inmediatamente asintió- en caso de que…-

-No llegará a eso, mi señor- dijo la mujer.

Tutankhamón asintió y, tras besar rápidamente a su mujer en la mejilla, se ciñó su espada al cinturón y salió corriendo de la sala y del palacio, seguido de Tashat, quien tenía al pequeño recién nacido en sus brazos, dejando a su esposa sola, llorando por no haber podido siquiera abrazar a su hijo.

Cuando ambos salieron por la puerta trasera del palacio, alguien les cerró el paso. Era el mismo general Horemheb, de manera amenazante, con una espada egipcia en la mano. Tutankhamón sacó su propia espada de manera instintiva para proteger a la mujer y a su hijo.

-Vaya, vaya- dijo Horemheb- nunca me imaginé que el mismísimo rey niño fuera tan cobarde como para abandonar a su esposa mientras da a luz a tu hijo. No te preocupes, tan pronto como nazca, ese pobre engendro va a morir ahogado en el Nilo. Pero primero te mataré, y tomaré el khopesh sagrado para destruir a tu hijo-

Tutankhamón palideció. En general era un hombre enorme y muy fuerte.Y sabía que no podía proteger a Tashat y a su hijo de él. Mientras Horemheb se burlaba de él, Tutankhamón se dio cuenta de que solo quedaba una opción. Se volvió a la dama de compañía de la reina.

-Vete de aquí, Tashat- le dijo Tutankhamón a la mujer, con voz tan baja que solo ella podía oír- vete y escóndete junto con mi hijo. Por el amor que le tienes a mi esposa, protégelo hasta que podamos volver a él. Críalo como si fuera tuyo si ambos morimos. Toma esto- añadió, quitándose un collar de oro, con un dije en forma de escarabajo azul, símbolo de Jepri, uno de los dioses del sol- ésta es la llave para controlar el poder del khopesh. Algún día mi hijo, o sus descendientes, la necesitaran para terminar lo que yo empecé en la guerra contra Seth…-

Los ojos de Tashat se humedecieron. No volvería a ver a Ankesenamon ni a Tutankhamón. Pero sabía que no tenía nada que hacer. Armándose de valor, se puso el collar alrededor del cuello, se abrazó del recién nacido, y se echó a correr lejos del palacio y de Tebas, con toda la intención de internarse en el desierto.

Horemheb se echó a reír, pero no siguió a la chica.

-¿Dejaste que la dama de tu reina se escapara de la muerte?- preguntó el general, poniéndose en posición de ataque- no me importa nada esa sirvienta. Ya tendré para mí todas las mujeres de Tebas, cuando yo sea faraón de las dos tierras-

-Primero tendrás que matarme, Horemheb, y no te va a ser fácil- le dijo Tutankhamón, empuñando su espada con coraje y preparándose a pelear.

-¿En serio planeas pelear contra mí?- se burló el general en un tono insolente- bien, si eso quieres, prepárate a morir-

-Yo, Nesubity Nebkhepepure Tutankhamón Hekaiunushema, estoy listo para morir y unirme a los dioses- declaró el rey niño- usar tu espada contra tu propio faraón solo te traerá la furia de Osiris, y una eternidad en oscuridad en el Inframundo-

La pelea terminó pronto, con Horemheb quebrando la pierna del faraón a traición, y después atravesando su costado con facilidad con su espada. El cuerpo de Tutankhamón fue enviado sin mayor ceremonia a la casa del embalsamador.

Y esa misma noche, Ankesenamon fue obligada a desposar a Ay, el viejo visir del rey.

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4 de noviembre de1922

Valle de los Reyes, Egipto

El hombre inglés se dejó caer sobre la arena del desierto, derrotado. Diez años, diez largos años llevaba intentando encontrar la tumba de un misterioso faraón egipcio, hasta entonces desconocido, llamado Tutankhamón, que aún no había sido descubierta. Estaba seguro que, a través de sus documentos, estaba en el sitio correcto, pero no lograba encontrarla. Su patrocinador, Lord Canarvon, cada vez estaba más y más impaciente, y amenazaba con dejar de financiar sus excavaciones.

-Debe estar muy sediento, mister Carter- una voz interrumpió sus pensamientos. El arqueólogo inglés se volvió hacia él, y se sorprendió al encontrarse con el pequeño encargado de llevar agua a los cansados trabajadores.

-Gracias, pequeño- le dijo el arqueólogo, aceptando el vaso de agua de sus manos y bebiéndolo a fondo, tras lo cual revolvió los cabellos del niño- ¿cuál es tu nombre?-

-Husein Abdel Rasul- le dijo el niño.

-Mucho gusto, yo soy Howard Carter- le dijo el arqueólogo, sonriéndole benévolamente.

-¡Lo sé, señor!- le dijo Husein- sé que está buscando la tumba de Tutankhamón. Pero tengo que advertirle que, cuando entre, no olvide pedir permiso. ¡Una maldición pende de la entrada a ese sitio!-

Howard Carter rió por lo bajo, un tanto escéptico.

-¡Qué cosas dices, Husein!- dijo Carter.

Pero el niño dejó de sonreír. Carter lo miró: el pequeño era típicamente egipcio, con sus cabellos negros, su piel besada por el sol, y sus enormes ojos color olivo oscuro, casi negros. Tenía sus cabellos atados en una cola y, sobre su túnica blanca, tenía una cadena de oro y un colgante en forma de un escarabajo verde. Ese escarabajo.

-¿De dónde sacaste esto, Husein?- dijo Howard Carter, tomando en una de sus manos el escarabajo para mirarlo mejor.

-Fue un regalo de mi padre, antes de morir en el derrumbe, mister Carter- le dijo el niño, ahora sonriendo, como si hubiera estado aliviado.

-Pero… ¡esto perteneció a Tutankhamón!- le dijo el arqueólogo- ¿dónde lo encontraste? ¡Di la verdad!-

-Le estoy diciendo la verdad- dijo Husein, acercándose al arqueólogo y susurrando- pero… también es cierto que sé donde está la tumba del rey Tut. Si puede guardar el secreto, se lo diré-

Howard Carter lo evaluó con la mirada. ¿Un niño sabía donde estaba la tumba? Quizá estaba mintiendo. Pero esa joya, ese colgante, era bastante auténtica. ¿Y si confiaba en el niño?

-No estoy mintiendo, señor Carter- insistió el niño- es más, no tiene mas que remover un poco de tierra con su mano para ver la entrada-

El corazón del arqueólogo dio un vuelco.

-Te creo, Husein- dijo Carter- muéstrame-

-Primero- dijo el niño, tomando el colgante en su cuello y presionándolo contra la mano de Howard Carter- listo- añadió el niño- eso te protegerá de la maldición-

Carter volvió a sonreír. Esos egipcios, y sus supersticiones sobre las "maldiciones" de la momia y de los dioses egipcios. Bah. Una vez que Husein estuvo satisfecho, soltó el colgante, y le ofreció la mano al arqueólogo.

-Por aquí, mister Carter- dijo el niño.

Howard Carter siguió a Husein entre la arena. No muy lejos de donde tenían su excavación, escasos doscientos metros, justo frente a la tumba número 9, que era de Ramés V y VI, Husein se detuvo.

-Aquí es, mister Carter- dijo el pequeño egipcio, sonriendo y pateando el suelo.

El inglés se quedó helado al verlo. La patada que dio el niño provocó un sonido sordo, sólido, bajo sus pies. Howard Carter se arrodilló y removió la arena del suelo. Por eso no habían encontrado la tumba antes. ¡Había otra tumba sobre la que estaban buscando! Y fue cuando lo vio: un escalón de piedra. El arqueólogo iba a gritar a sus ayudantes para que lo ayudaran, pero Husein lo detuvo.

-Antes que haga algo, mister Carter, escúcheme bien- dijo Husein- solo usted debe entrar en la tumba. No debe de entrar nadie más sin la protección necesaria. O morirán. La muerte caerá con suaves alas sobre quién profane la tumba de un faraón-

-De acuerdo, Husein, pierde cuidado- dijo Howard Carter, y llamó a su equipo de excavadores. Estaban a punto de hacer el más grande descubrimiento de la historia.

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Cinco años después

Valle de los Reyes

Howard Carter llevaba cinco años sacaron y catalogando los objetos encontrados en la tumba que descubrieron. Pero su éxito había tenido un terrible precio: apenas unas semanas de haber abierto la tumba, su patrocinador, Lord Canarvon, había muerto, así como otras quince personas que habían entrado a la tumba. La advertencia de Husein había estado resonando sobre sus oídos, y la prensa mundial se había vuelto loca con la "maldición del faraón".

El arqueólogo suspiró, cuando escuchó a un chico sentarse junto a él.

-Se lo advertí, mister Carter- dijo el chico- nadie más que usted debía entrar a la tumba-

Howard Carter levantó la mirada. Era Husein, el mismo niño que le había ayudado a encontrar la tumba de Tutankhamón, pero ahora estaba convertido en un adolescente de doce o trece años.

-Lo sé- dijo Carter, mirándolo con curiosidad- quince personas murieron al entrar mientras me ayudaban a sacar sus tesoros. Yo sigo vivo, ¿cómo es que sigo vivo?-

-¿Puedo sentarme, mister Carter?- preguntó el chico, y el arqueólogo asintió- le voy a contar una historia. Espero que me crea, porque es la verdad-

-No volveré a dudar de tu palabra, Husein, después de lo ocurrido- dijo Howard Carter.

Husein sonrió, y comenzó a hablar. Una vez que terminó de contarle su historia, Howard Carter tomó una decisión. Diez años después, cuando terminó de vaciar y catalogar los artefactos encontrados en la tumba del faraón, Husein acompañó a Howard Carter a Inglaterra, adoptándolo como su hijo y dándole su nombre y sus bienes.

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Al mismo tiempo

Morada de los dioses, Olimpo

Zeus no era un dios feliz. No solo él, todos los dioses habían sentido algo extraño. Un nuevo poder había despertado. Y se dio cuenta porque le fue mandado un mensaje. Querían conocer a los dioses griegos.

El rey de los dioses acudió a la cita, junto con Athena y Hermes. La diosa desconocida llegó al Olimpo a la hora pactada. Tan pronto como la vieron, los tres dioses olímpicos entendieron quien era. Una diosa egipcia. ¿Cómo había revivido? Hacía miles de años que la gente había dejado de creer en los dioses egipcios. ¿Porqué habían vuelto? ¿Acaso había alguien que creía?

La recién llegada sonrió levemente y se inclinó.

-Buenos días, dioses olímpicos- dijo la diosa, quien usaba una corona alta, y que tenía en las manos un látigo y un gancho de oro- mi nombre es Hathor, diosa de la sabiduría y del amor. Mi padre, Amon-Ra, me ha enviado con ustedes.

Los olímpicos la miraron con curiosidad. La diosa era tan hermosa como Afrodita, sus facciones finas y delicadas, y estaba vestida en fina tela de color dorado.

-¿Qué desean ustedes, los dioses egipcios, de nosotros?- dijo Zeus.

-Vine a dar una advertencia. A Athena- dijo la diosa desconocida- la tierra está en peligro una vez más, por una fuerza terrible-

La diosa griega de la sabiduría alzó las cejas.

-Hace cinco años se encontró la tumba de uno de los faraones de nuestra época- explicó la diosa Hathor- en unos años, descubrirán que en su tumba hay un terrible objeto. Un Khopesh. Una espada curva egipcia- añadió al ver la expresión confundida de los dioses- deben tener mucho cuidado con ese objeto. En la tumba había varias espadas así. La más importante es una espada con mango de madera y hoja de oro-

-¿Qué propiedades tiene ese objeto?- preguntó Athena.

La diosa respiró profundamente, bajando su mirada.

-La espada está maldita- dijo Hathor- perteneció a Seth, dios de las tinieblas. Quien empuñe el arma y desbloquee su poder, será invencible, pero estará obligado a asesinar sin parar hasta suicidarse- hizo una pausa, viendo las expresiones de sorpresa de los dioses olímpicos: Athena se llevó las manos a la boca, y Zeus y Hermes fruncieron el entrecejo- Tutankhamón hizo un pacto con nosotros, los dioses: él escondería para siempre el khopesh, para que Seth jamás pudiera recobrarlo, y los dioses protegeríamos su linaje para toda la eternidad. Ahora que han abierto la tumba de Tutankhamón, temo que lo encuentren-

-De acuerdo- dijo Athena- enviaré noticia al Patriarca de mi Santuario, para que esté al pendiente de ese objeto-

Los dioses egipcios agradecieron, y se dispusieron a retirarse.

-Ah, una cosa más- dijo la diosa Hathor.

-¿Qué es eso?- dijo Athena.

-Reencarnaré nuevamente en la tierra, para proteger a un chico llamado ahora Husein Carter- dijo Hathor- es un descendiente de Tutankhamón, a quien juré hace tres mil años proteger a su familia-

Athena asintió. Si ella quería proteger a un humano en especial, ella no lo iba a impedir.

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Año 5 antes del Nacimiento de Athena

Groenlandia

El pequeño peliazul sintió los músculos de su cuerpo relajarse. Una vez más había perdido la conciencia. Una vez más el veneno de las rosas había sido demasiado para él. Cayó de espaldas hacia el suelo, sobre las rosas, aplastando algunas de ellas. Mientras el aroma y las espinas de las mortíferas plantas le robaban poco a poco la conciencia, alguien entró al jardín y lo sacaron de ahí.

Fuera del jardín de rosas y del invernadero, el chico poco a poco recuperó la conciencia, una vez que pudo respirar aire fresco. El chico levantó la mirada, y vio a su maestro sentado junto a él, en la nieve, sonriéndole benévolamente y cubriéndolo con una manta, protegiéndolo del frío.

-Lo lamento, maestro- dijo el chico, cabizbajo, intentando no llorar.

-No te preocupes, pequeño- le dijo el viejo santo de Piscis, revolviéndole los cabellos con cariño- apenas llevas un mes. No espero que lo domines hasta dentro de unos meses más-

El pequeño se talló los ojos para no llorar, y hacer desaparecer las lágrimas. El viejo santo le revolvió el cabello de nuevo.

-Ten paciencia, pequeño- dijo su maestro en voz baja- no debes de estar tan impaciente de que tus poderes se desarrollen tan rápido. Todo a su debido tiempo. La tolerancia al veneno de las rosas lleva meses, o a veces años…-

-¿Estaré desmayándome por meses?- preguntó el pequeño.

-No, no es todo lo que tienes que aprender- dijo el viejo santo, sonriendo- te voy a enseñar a sentir las pulsaciones de las plantas. A usar sus raíces para leer los pensamientos de otras personas. A apreciar la belleza en el mundo, y la belleza en la pelea-

-¿Qué belleza puede haber en las peleas?- dijo el niño.

-El honor, el valor y la justicia de la pelea, pequeño- dijo su maestro- no hay nada más desagradable que un oponente indigno que pelea sin honor. Y ahora- añadió, aliviado de ver la sonrisa del pequeño- seguiremos aprendiendo historia. El último santo de Piscis en pelear una guerra santa fue…-

-Albafica de Piscis- dijo el pequeño, sonriendo, pero de pronto se quedó pensativo- ¿maestro?-

-¿Qué sucede?- le preguntó su maestro.

-¿Porqué tenía un nombre tan raro, maestro?- preguntó el estudiante- quiero decir, ¿así se llamaba cuando nació?-

-No, por supuesto que no- dijo su maestro, sonriendo ampliamente, intentando no echarse a reír- todos los santos de Piscis cambiamos nuestros nombres antes de tomar la armadura dorada. Lo que me recuerda, hay que hacer algo muy importante-

-¿Qué es eso, maestro?- dijo el niño.

-Tendrás que elegir un nombre. Tu nuevo nombre- dijo el viejo santo de Piscis.

El niño sonrió y se puso de pie.

-Ya lo tenía pensado, maestro- dijo el niño, sonriendo ampliamente. Unos pocos años más tarde, se convirtió en Afrodita, santo de Piscis.

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Año 15 del nacimiento de Athena

Después de descubrir al espía en el Inframundo

Templo del Patriarca, Santuario de Athena

Los santos de Athena fueron sorprendidos esa tarde por la visita de Minos de Grifo. El juez se veía cansado, sucio, con algunos golpes en su cuerpo. Había pedido a Mu de Aries que lo llevara al templo del Patriarca, pues tenía un mensaje urgente de parte de Hades.

Los santos dorados subieron al templo del Patriarca, siguiéndolo para saber cuales eran las noticias del rey del Inframundo. Una vez que los santos dorados se reunieron alrededor del trono del Patriarca, frente a Shion y a Athena, que Minos dio sus noticias.

-Señorita Athena, Patriarca- dijo el espectro de Grifo en un tono preocupado- me temo que les tengo noticias terribles. Hace un rato libramos una batalla en el Inframundo. Uno de los nuestros, Byaku de Nigromante, era un espía para Deimos. Pero me temo que nos distrajeron para obtener algo más-

"Igual que a nosotros", pensaron los santos dorados.

-Lo que tenían planeado era usar un cosmo robado y un objeto personal de Thanatos- dijo Minos- para revivir a algunos de sus aliados, nuestros enemigos. De seis que fueron revividos, cuatro de ellos lograron escapar del Inframundo-

Aioros frunció el entrecejo, Mu se cruzó de brazos. Milo hizo un gesto de molestia, y Aioria apretó los puños. Al final, ninguno de los doce santos dorados se quedó conforme con lo que habían escuchado.

-¿Quién?- por fin, Athena hizo la pregunta que todos se estaban haciendo.

Minos sacó una lista.

-Emmanuelle Bellini- comenzó a decir Minos- Eugene Fontaine. Henry Northumberland. Greta Neuer. Y lord Castlehaven-

Los santos de Athena se miraron entre sí. Los enemigos a los que se habían enfrentado antes, los que habían comenzado toda esta guerra contra ellos, estaban vivos, y reunidos en con Deimos para una vez más enfrentarlos.

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Departamento en South Kensignton, Londres, Reino Unido

Al día siguiente

Radamanthys y Queen acompañaron esa mañana a Victoria a casa de su amiga, donde se quedaría para evitar que Fleur de Lys la volviera a encontrar y se vengara de ella por haber escapado y contado a los espectros sus planes. El juez no estaba muy seguro de el sitio donde se quedaría la chica, pero ya había encargado a Queen que la vigilara y protegiera si era necesario.

-Bien, aquí es- dijo Victoria, señalando un departamento- aquí vive mi amiga, Rada. Muchas gracias por acompañarme-

Radamanthys asintió, y le entregó la mochila con un gruñido bajo. El espectro de Wyvern prefería mil veces que Victoria se quedara en el Inframundo con él, pero jamás lo admitiría, ni siquiera bajo tortura. Pero esperaba con toda su alma que estuviera a salvo.

Victoria notó que el juez estaba molesto, así que se puso de puntillas y lo besó en la mejilla. Radamanthys sonrió ampliamente y olvidó su molestia.

-Espero que vengas a visitarme, Radamanthys- dijo Victoria.

-Lo prometo- dijo el juez.

-Y cuida mucho a Dash, pro favor- añadió la chica, tomando la mano del espectro- espero que me permitas visitarlo en el Inframundo-

Radamanthys sonrió y asintió.Victoria se puso de puntillas otra vez para besarlo en la mejilla, haciendo que el juez se ruborizara. Queen decidió bajar la mirada para disimular una risita. Finalmente Victoria llamó a la puerta, y una chica abrió.

-Good night, Victoria- dijo la chica, sonriente- bienvenida-

Radamanthys y Minos la miraron. A pesar de tener un perfecto acento inglés nativo, y sus facciones ser finas y hermosas, la amiga de Victoria tenía grandes y bellos ojos color olivo, cuidadosamente delineados de color negro, y largos cabellos oscuros. Su piel no era clara como todo caucásico, sino un poco bronceada, aunque no lo bastante como para parecer extranjera. Tenía puesto un vestido negro, y en su cuello tenía un colgante en forma de un ovalo vertical de color verde.

-Good evening, my friend- dijo Victoria a su vez, sonriendo a la chica- te presento a mis amigos. Ellos son Radamanthys, y Queen-

La chica asintió, e inclinó levemente la cabeza con una sonrisa.

-Gusto en conocerlos, gentlemen- dijo la chica- gracias por acompañar a mi amiga. Me llamo Evelyn. Evelyn Carter-

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CONTINUARÁ…

Notas de autor:

Hathor: diosa egipcia del amor y de la alegría

Khopesh/jepesh: espada o sable de hoja curva en forma de hoz con el filo en la parte convexa.

Tutankhamón: faraón de la dinastía XVIII de Egipto, subió al trono a los ocho años y murió a los 18, aún se debaten las causas de su muerte, entre asesinato, malaria o una infección de una pierna rota. Al morir Tutankhamón, como no tuvo hijos, fue sucedido por su visir Ay, quien se casó con su esposa Ankesenamon, y después por el general de su ejército, Horemheb. Su tumba fue descubierta en 1922 por Howard Carter, después de que un niño que trabajaba en la excavación llevando agua a los trabajadores llamado Husein Abdel Rasul descubriera el primer escalón hacia la tumba. La tumba estaba relativamente intacta, y eso fue lo que lo hizo famoso.

¡Hola a todos! He regresado con esta nueva historia. Espero que les haya gustado esta introducción. Muchas gracias a todos por seguir leyendo mis locuras. Nos leemos pronto.

Abby L.