Kurogane mira la botella, pero no la toca. Conoce bien sus límites, y sabe que si bebe ahora, no se detendrá hasta dejarlos muy atrás. Y no puede permitirse perder el control.
Atrás quedaron los tiempos en que las decisiones eran fáciles de tomar, hombre-enmascarado-corriendo-por-los-tejados-sin-autorización debe morir. Por desgracia, su señora no estaba de acuerdo con un uso tan frívolo de la simplificación estratégica.
Tras la maldición de Tomoyo, se había visto obligado a considerar otros factores. Tenía que regresar a Japón, y aunque allí era el más fuerte, no sabía lo que encontraría en el camino. Por no decir que ninguno de sus rivales era digno de llevarse al infierno ni la más ínfima parte de su poder.
No tardó en cogerle cariño a sus compañeros, y volvió a replantearse sus prioridades. Mataré a todo aquel que intente hacerles daño, se dijo. Pero proteger a dos niños, un mago en huelga y un bollo blanco resultó más difícil de lo previsto, y el fracaso, aunque virtual, le espoleó en su afán de ser más fuerte.
Consiguió mantener su fuerza intacta durante los seis meses en Yama, a pesar de entrar en batalla a diario. Seis meses luchando en una guerra, sin matar a ninguno de sus contrincantes. Aún así, consiguió ser considerado como uno de los guerreros más fuertes del clan de Yasha. Allí empezó a vislumbrar lo que se escondía tras la máscara del mago, cuando éste ya no pudo desviar su atención con provocaciones y mentiras. También descubrió, sorprendido, que necesitaba saber más de él, y que el contacto de sus manos ya no le molestaba como antes.
Luego vino la relativa calma de Piffle - Tomoyo seguía siendo la misma, no importaba en qué mundo -, y finalmente la tempestad, que empezó con la lluvia ácida de un Tokio que no era el suyo. Cuando aquellos a los quería proteger empezaron a hacerse daño a ellos mismos y entre sí.
El mago rompe su promesa, y con un mero silbido les saca de una situación sin salida.
El chico le come un ojo al mago.
El mago atraviesa a la princesa con la espada del otro chico.
La princesa se separa de su cuerpo y lo envía al mundo al que el mago no quiere volver, mientras su alma se va al mundo de los sueños a buscar al chico. Eso sí, no sin antes impedir que el mago se vuelva loco y los mate, a él, y al otro chico.
- Si tanto deseas morir, mátame. Hasta entonces, vive. - le había dicho al mago, justo antes de obligarle a vivir.
Bocazas.
No, no se arrepiente. Ciertamente, no se le ocurre cómo diablos podrán salir con bien de todo esto. Pero mientras hay vida hay esperanza, así que el objetivo básico es claro y sencillo: mantenerlos vivos a todos.
Aunque no se lo vayan a poner fácil.
- La visión de este ojo - va y dice el mago. A cambio de volver al mundo del que huyó.
Joder, Fay. Si ni siquiera ves que nos haces daño.
Kurogane agarra la botella. Es eso o volver a emprenderla a cabezazos con la pared, y ya está harto de llevar la bandana en la cabeza para disimular los chichones.
