KnB, los personajes y la historia son obra de Tadatoshi Fujimaki.
- Murasakibara, por favor, guarda la compostura!.- farfulló Akashi, mezcla de molestia y preocupación.
- No puedo, Aka-chin…
Seijuurou Akashi maldijo el momento en el que se había ablandado y había aceptado parar en un hotel camino a casa, luego de un partido de práctica con los demás; el equipo que nuevamente habían conformado la Generación de los Milagros, Kagami Taiga y los otros muchachos era realmente formidable, y dentro de Japón, por lo menos, no parecía haber oposición a ellos. Bueno, al menos sólo eran prácticas y partidos callejeros, nada oficial…pero les permitía mantenerse juntos y recordar los tiempos tranquilos y apacibles que habían vivido antes de que todo se distorsionara, y eso – Akashi lo sabía muy bien – los relajaba a todos, como si el tiempo volviese a retroceder para enmendar el error que habían cometido.
Pero una cosa era eso, y otra muy diferente era volver todo atrás; el pelirrojo era consciente de todo lo que había cambiado cuando aquel otro rasgo competitivo y enfermizo de su personalidad había dominado su mente por tanto tiempo. Sabía el daño que había causado, y la gente a la que había alejado de su ya reducido círculo de "amistades"…volver a ser como solía ser había sido realmente un respiro, y sobre todo se había sacado aquel peso horrible de los hombros al perder contra Kuroko…todo parecía haberse equilibrado nuevamente, incluso volvían a jugar juntos en sincronía, sin rencores…
Y Atsushi Murasakibara no iba a dejárselo pasar.
Por lo menos agradecía que la hora de la cena ya hubiese pasado hacía rato, y que cada uno de los integrantes del equipo se hubiese dispersado, algunos a algún bar de por ahí, y otros simplemente habían decidido descansar, exhaustos por todo un día de partidos. Si en aquel corredor desierto del hotel alguien – aunque fuera un desconocido – hubiese aparecido en aquel momento, su orgullo, dignidad y buena postura social se hubiera ido a la basura en demasiado poco tiempo, considerando todo lo que le había costado cultivarlos.
Harto del acoso indirecto que aquel chico de porte imposible de dimensionar, más que nada por el temor de que alguien lo notase, se había levantado de la mesa, excusándose, luego de que Aomine y Kise habían apostado – entre gritos, amenazas y algún que otro temblor en la mesa que había hecho peligrar la vajilla ya utilizada esa noche – sobre quién era mejor cantando, decidiendo ir a un karaoke que estaba a un par de cuadras del hotel donde se hospedaban. Por lo que había visto antes de subir las escaleras, Kuroko, Kagami y Midorima habían ido a observar el espectáculo, acompañados seguramente por alguien más.
Sabía que lo había seguido. Sabía incluso la cantidad de pasos de distancia a la que lo tenía, detrás de sí, siguiendo sus pasos con un sigilo sorprendente, considerando su gran tamaño. Y por alguna razón no había hecho nada por detenerlo. No le había ordenado que lo dejara tranquilo, ni que fuese a dormir, ni había utilizado alguna táctica de presión mental para que dejara de insinuársele.
Pero no lo había hecho. Nada de eso.
Y es que tampoco podía ser descortés con él, ni consigo mismo.
Antes de que todo aquel equipo de Teiko sucumbiera al individualismo, Akashi había experimentado efímeramente lo que era tener a alguien. Había sido muy joven para dimensionar lo que eso significaba realmente, pero se había sentido bien el comprobar que había alguien más que él mismo que se preocupaba por él, que lo seguía con la mirada, que estudiaba todas sus expresiones faciales en busca de algún malestar, cualquiera fuera, que compartía tiempo con él…en fin, que le quería de una forma más profunda que la de una amistad.
Y había echado todo a perder.
Bien sabía que cuando Atsushi le había retado aquel día, había sido para que Akashi venciera la inseguridad que tenía sobre el equipo que ya comenzaba a diseccionarse, empezando por Aomine. Y lejos de saber lidiar con semejante presión, su mente se había quebrado completamente, se había cerrado a sí mismo, y había sentido como lentamente se hundía en un sopor que le había costado demasiado tiempo en vencer. Cuando lo había hecho, ya habían salido de Teiko, había pasado más de un año, y cada uno de ellos se hallaba en un Instituto diferente, todo por su culpa.
Intentaba remediarlo de a poco, de verdad se esforzaba.
Pero el hecho de que aquel gigante quisiera recuperar su cariño con tanto ímpetu le hacía poner nervioso. Porque aún, después de tanto tiempo, se había descubierto a sí mismo observando con reproche la cantidad abismalmente aumentada de dulces que Atsushi consumía, el poco cuidado que parecía tener consigo mismo, y aquella pereza que incluso había empeorado. Quería reprenderlo, darle una lección de cómo comportarse adecuadamente, decirle en la cara que dejara de hacer todo aquello porque sólo lograba preocuparlo a él, pese a que nadie más le importara, pero…no podía.
Su cerebro había sido concientizado para no demostrar debilidades de ese tipo. Su padre era el ejemplo más fácil que tenía de aquello…ni siquiera le había dejado llorar a su propia madre, y él iba a tener derecho de preocuparse e intentar ayudar a otro? Aun así, aunque su padre se hubiese esforzado férreamente en inculcarle el existimo y egoísmo como cultura de vida, una parte de sí mismo lo rechazaba violentamente. Sobre todo ahora.
Así, con todo eso en mente, había dejado que Atsushi lo acorralara en un corredor contra una de las rojas paredes tapizadas de éste, dócil, entregado.
Había dejado que, por una vez, el instinto diera paso a la razón, a su cerebro frío y calculador, y se había permitido sentir otra vez aquella sensación tan placentera que eran las manos grandes y fuertes de Atsushi recorrerle el cuerpo en pocos segundos, apretando más de la cuenta a veces, no midiendo su fuerza.
Pero no le agradaba que cualquiera pudiese encontrarlos a él, el único heredero de la familia Akashi estampado contra la pared y a Atsushi, el hombre más grande que seguramente cualquiera habría visto antes, tapándolo completamente con su colosal cuerpo de titán, apretándolo e intentando besarlo, pese a la reticencia del más pequeño.
- Me gustas demasiado…-lo oyó murmurar el pelirrojo, haciéndole cerrar los párpados cuando sintió que aquel muchacho de cabellos largos e indomables le besaba el cuello, y luego lo lamía ampliamente, como si fuese un perro hambriento.- No puedo contenerme, Aka-chin…
- Estamos en el corredor, Atsushi.- Intentó sonar lo más autoritario posible, a ver si conseguía refrenarlo. Apoyó ambas manos en ese amplio pecho y empujó con un poco de fuerza, notando que no se movía ni un milímetro.- Hay normas socialmente aceptadas que debes…
Un gemido lastimero y miserable salió de sus labios cuando Atsushi chupó la base de su cuello al tiempo que tiraba con demasiada fuerza de su camisa negra, levantándola y sacándola del interior de su pantalón, introduciendo una de sus manos por detrás, acariciando su espalda directamente. Akashi se arqueó inconscientemente, notando como toda la mano del otro abarcaba casi el ancho de su dorso…mientras él seguía empujando inútilmente, el de cabellos violetas se limitó a desabrochar con pereza el primer y segundo botón de su camisa, bajando la corbata y lamiendo un poco más de piel ahora expuesta.
- Murasakibara, es la última vez que te lo repito. Basta. Ahora mismo. Obedéceme!.- lo último había sonado más como una súplica frustrada que como una orden, al notar que tanto sus acciones como sus palabras parecían no tener efectos en el otro.
- No es que no quiera, Aka-chin, no puedo detenerme.- introdujo la otra mano en su camisa, atrayéndolo y pegándolo de forma asfixiante contra su cuerpo, besando otra vez su cuello, ascendiendo.
- Atsushi…
Akashi odiaba que las cosas escaparan de su control. Aborrecía que algo saliera fuera de sus expectativas, que lo sorprendiera y no pudiera adaptarse grácilmente al cambio…o mejor dicho, no sabía cómo afrontar algo a lo que nunca se había enfrentado, como aquello. Sintió que sus mejillas ardían mientras aquel titán, tan perezoso e indiferente hacia el mundo parecía saber todo lo que tenía que tocar o lamer para desencajarlo de su personalidad rígida…se sentía dominado, y era algo a lo que no estaba acostumbrado, claramente.
Tampoco podía negar lo bien que aquello se sentía. Más allá de la molestia que le provocaba la situación, tenía que reconocer que no era nada torpe…o quizás fuese eso lo que lo hacía sentir tan bien…aquellas manos hoscas intentando apretar toda la carne que pudiese agarrar, como si les quedaran sólo segundos juntos, y esa lengua tan hambrienta de él, habían provocado que tuviera que reunir todo su autocontrol para no emitir ningún sonido degradante allí, a la posible vista de cualquiera.
- Aka-chin…tienes un sabor más dulce que antes, quiero comerte.- simplemente le soltaba ese tipo de frases y lo chupaba o lamía con más énfasis, avergonzándolo aún más.- Déjame comerte entero…
- Ya es suficiente, suéltame.
- No.
- Qué has dicho?...Ah!
Antes de que pudiera reaccionar, Atsushi lo había alzado y cargado en su hombro como si fuera un costal de papas, haciéndolo estallar de indignación.
- Bájame ahora mismo, que no entiendes una orden directa!
- Tranquilo, Aka-chin…estás un poco nervioso, eso no es común en ti.
- Tú me pones así.
- Es eso verdad? Eso me pone muy feliz.
Al oír aquello, Akashi se guardó para si mismo el grito que iba a pegarle. Se estaba comportando como un niño en medio de un berrinche, parecía mentira que había sido educado por los mejores profesores…sintió con un poco de temor como Atsushi comenzaba a caminar a grandes zancadas por el corredor, haciendo apenas ruido. Ambos estaban callados en una especie de acuerdo tácito que parecía iba a llevarlos a algo mucho más lejos de lo que habían probado hasta ese momento, y eso era lo que realmente a Akashi le aterraba…no estar a la altura de las circunstancias.
Era absoluto en todo lo que se refiriese a competencias, estudios y todo lo que tuviese que ver con ser el número uno…pero en aquel ámbito su experiencia era nula, y creía que no existían clases especiales que lo hubiesen preparado antes...le dio una especie de gracia morbosa imaginar cómo reaccionaría su padre si lo viera…
Atsushi se detuvo de repente; elevando un poco la cabeza, el pelirrojo notó con recelo que se había parado delante de una de las habitaciones. Sintió movimientos extraños, y luego el sonido característico de un llavero chocando con su llave.
Era su habitación.
Murasakibara lo había llevado a la intimidad de su habitación.
Bueno, espero que les haya gustado la primer parte del Prólogo de ésta historia! :) Como podrán ver se trata de un MuraAka, pero tendrá más parejas en el camino. En estos días subiré la segunda parte, que ya viene más subida de tono, para empezar fuerte el fic xD
Muchas gracias por leer!
Nos leemos!
