¿Qué es lo primero que piensas al despertarte?
"No quiero ir a la escuela" "¿Tengo que ir a trabajar hoy?" "Maldito gallo, ¿acaso sabe cuándo estoy en la mejor parte de mi sueño?" "Ojalá hubiera hecho la colada ayer cuando tuve tiempo" "No vuelvo a tomar nunca más" "¡Muy bien, hora de distraer a los soldados y escapar de las barracas!"
Bueno, Lois Lane había pensado en todas ellas en algún momento de su vida.
Sin embargo, nunca habría imaginado que alguna vez tendría la certeza que ahora tenía. Mirando a la bóveda encima de ella con una mirada perdida, no pudo evitar balbucear:
- Estoy muerta
No lo dijo de una forma irónica, como cuando su padre la atrapó fumando a escondidas. O como una predicción del futuro, como cuando estuvo a punto de ahogarse en veinte centímetros de agua por culpa de la parálisis.
No. Ella estaba muerta. Un cadáver. Ya no respiraba. Pum. Fin. El mundo ya no tendría la dicha de tener una Lois Lane en él.
Claro, ella no era idiota, y por ende sabía que si realmente estuviera muerta no podría saber que estaba muerta.
- Pienso, luego existo- susurró a la nada
Pero esa aparente paradoja se resolvió de una manera muy aburrida por parte de su tercer pensamiento después de despertarse.
- Parece que a fin de cuentas fui una buena persona. Estoy en el cielo.
Suprimió un sorpresivo ataque de pánico surgiendo en su pecho y aguantó la respiración para contener el dióxido de carbono en sus pulmones. Nunca le gustó usar una bolsa de papel.
Su cuerpo se sentía entumecido, algo cansado y ligeramente dolorido. No sabía si era bueno que su alma tuviera un equivalente al dolor.
Podía ver los grandes pilares de cristal cerrándose en lo alto, por lo que tenía vista. Escuchó su propia voz por lo tanto también tenía sentido del oído.
El gusto y el olfato eran dudosos, podía haberlos perdido o simplemente el ambiente podía ser demasiado limpio. Probablemente era esto último.
- Hace frío- Su cuarta reflexión del día no fue tan trascendental como las anteriores y, con un suspiro, decidió dejar de enumerarlas
Confirmado el buen funcionamiento de sus sentidos, se dispuso a explorar su entorno.
Todavía con algo de aprehensión palpó la superficie en la que estaba acostada y la sintió mullida, suave, elástica y meciéndose lentamente. Como una gigantesca hamaca. Encima de su cuerpo varias sábanas que si bien eran delgadas como el papel, su gran número era suficiente para aislarla del frío.
¿Frío?
Ahora que se concentraba parecía que la baja temperatura que sintió tal vez fuera psicológica, los muros altos de hielo la predispusieron a asumir el clima. Su cuerpo en realidad estaba bastante cálido.
Se sentó por fin y retiró las sabanas bruscamente mientras se resistía de gritar una grosería. Tal vez debería escribir una carta al departamento de quejas del cielo, las piernas amoratadas no era lo que uno esperaría de un servicio para toda la eternidad.
Lo siguiente que supo es que las sábanas volvían a cubrirla como si alguien las hubiera jalado hacia el otro lado.
- ¿Smallville?
Estando acostada, su cuerpo había provocado una ligera depresión en la superficie elástica. Clark, a solo medio metro de ella y dormido en su propia depresión, habría sido prácticamente invisible si ella no se hubiera sentado.
Tal vez se equivocó, tal vez este era el infierno. Uno bizarro y retorcido donde un demonio azul del departamento de castigos irónicos arrojaba a sus víctimas no tan malignas a un rincón del primer círculo de Dante.
Este era su pena por irritar sistemáticamente y solo por diversión al hijo único de la familia que le brindó techo y comida durante sus momentos más lamentables:
Destinada a vagar el resto de su existencia en un suave, pero infinito desierto con las piernas adoloridas.
O peor aún, destinada a pasar el resto de la eternidad solo con él como compañía. Solo con él para conversar, para reír y para llorar mientras lentamente descendía a la locura.
¡O peor aún, destinada a complacerlo sexualmente tal como señalaban los pedazos de lencería destrozada a su alrededor!
No tuvo tiempo de sufrir un ataque de pánico.
Lois Lane se desmayó.
