Disclaimer: Los personajes de Rumiko Takahashi no me pertenecen.
Pero ya casi. Se.
*...* Pensamientos.
― Te estás imaginando cosas ¿verdad, atrevido?
― ¡Qué tonterías! ¡Tú tienes la culpa!
― ¡Ajá! ¡O sea que si las pensabas!
Ni siquiera sabían cómo, pero como era usual, Inuyasha y Kagome discutían. Tampoco advirtieron cuando, cansados de más de lo mismo, el monje y la exterminadora, con la gatita en brazos, se alejaron para proseguir su día. O al menos terminar su comida en otro lugar, muy, muy lejos de allí.
Es que ese par era agotador.
― ¡Qué no estaba pensando en nada!
― ¡Claro que sí!
La discusión fue ganando intensidad, y él, jamás prediciendo una discusión tan larga, refunfuñaba con la boca llena, ya que no tenía intenciones de interrumpir su sagrada cena. Así que de vez en cuando se llevaba los palillos a la boca con desinterés fingido, enojando más a la colegiala. Ella no tenía vergüenza para transmitirle todo su creciente odio, y él no queriendo quedarse lejos, se plantaba más cerca, casi amenazando con escupirle el arroz en la cara.
¿Es que nadie había notado al pobre Shippou, espectador en primera fila?
Miraba con sus enormes ojos verdes a Kagome hablar y después a Inuyasha cuando le contestaba. Kagome. Inuyasha. Kagome. Inuyasha. Y ya después no podía decidir a quién mirar porque los insultos se encimaban a los del otro, haciendo un griterío peor que los de los peloteros infantiles.
Suspiró.
Hurgó entre sus bolsillitos alguna cosa, y sacó de cada uno un extraño objeto que por supuesto, había robado de la mochila de Kagome. Los elevó con sus manitas en el aire pidiendo la paz.
― ¡Eres una tonta! ¡No quiero volver a ver tu horrible cara! ― continuaban.
― ¡Pero si tú eres el que siempre me arrastra hasta aquí!
El kitsune acercó sus manos a la escena. Y aclaró su garganta sonoramente.
― Oigan…
― ¡Pues ten por seguro que esta vez no iré a buscarte!
― ¡Perfecto! Busca los fragmentos por tu cuenta ¡idiota!
Lo intentó de nuevo.
― Oigan…
― ¿Por qué no puedes dejarme en paz?
― ¡Porque siempre malinterpretas las cosas!
Suficiente.
― ¡Oigan!
― ¡Ya cállate! ― le gritaron al mismo tiempo con las mejillas encendidas de furia.
El aludido pestañeó casi a punto de romper en llanto aun con los brazos alzados. ¿Kagome le había gritado?
― Mira lo que me haces hacer, Inuyasha.
― ¿Yo? ¡Pero si…!
Blablablabla. Ya tenía suficiente de esos dos, les tiró en el medio del coco las inocentes galletitas que iba a ofrecerles, y se fue cual niño ofendido refunfuñando que ya era hora de que maduraran de una puta vez. Cabe aclarar que semejante palabrota solo quedó en su mente.
Se quedaron observando mientras se alejaba, y cuando naturalmente se miraron a la cara, ambos la corrieron al sentido contrario con rapidez. Kagome recogió todo lo que tenía a su alcance del suelo y lo guardó en su mochila. Mientras tanto, el de las orejas fingía no importarle como se iba a en dirección al pozo.
Ni Sango ni Miroku, menos Shippou, le preguntaron nada cuando él entró a la cabaña de la anciana Kaedde para dormir, y la verdad es que tampoco pensaba contestarles. Estaba furioso y lo recalcó sentándose pesadamente en el rincón sosteniendo con fuerza a Tessaiga.
Esa Kagome…Tan idiota tenía que ser. No podía dejarlo jamás en paz, todo era un problema. Que porqué comían entre esqueletos, porqué le quitaba la comida a Shippou, o en este caso, que porqué dudaba de sus "inexistentes" (sí, claro) actos con Koga, porqué esto, porqué lo otro. ¡Keh! Como si le importara, o estuviera… celoso. Ja ja. Como si pudiera gustarle esa niña tonta. ¡Ni siquiera le parecía atractiva! Tss, era obvio que no. No… claro que no. Ahora que esa intimidante fealdad andante se había ido, iba a poder estar sumamente tranquilo. Sip.
Concentrado en su auto manipulación mental, se llevó a la boca la galletita que por alguna razón tenía todavía en sus manos. Masticando prosiguió el hilo de sus pensamientos, golpeando insistentemente el pie contra el piso, hasta que perforó algo con sus colmillos y escupió. ¡Puaj! Que galleta más desagradable. Maldito zorro del… ¿Eh? ¿Papel?
Tomó del piso el pequeño papel algo babeado y leyó.
― "Hoy se inicia este viaje, la sabiduría reflej–blablablá" Tonterías. ― Hizo un bollito de papel y lo tiró por ahí.
"Hoy se inicia este viaje, la sabiduría refleja lo que el otro siente, cuando entiendas lo que tienes, el amor sincero te cambiará".
Suspiró. No estaba segura en que momento de todas las palabradurías del abuelo, le había entregado esas galletas, pero lo más probable era que ella sin pensarlo las había tomado para que se callara un poquito mucho.
Se echó a la cama boca arriba liberando una gran bocanada de aire, exhausta en cuerpo y en mente. No veía la hora de que Inuyasha pudiera crecer, o como mínimo confiara un poco en ella. Por supuesto que admitía que era algo enojona, pero le dolía que no pudiera ver cuando le quería, y se imaginara disparates. ¿Tal vez exageraba? O.. ¿No estaba poniéndose en el lugar de él? No. Sí que lo hacía. Con Kikyo.
Sacudió su cabeza para desterrar esos dolorosos recuerdos.
Quizás le hiciera falta un par de lecciones con el monje sobre tranquilidad pero imaginando donde irían a parar las palabras y ciertas manitos, se arrepentía.
Se llevó la galletita a la boca y con el estómago casi vacío, cortesía de Inuyasha y sus interrupciones, se durmió.
En la mañana...
Se estiró con ganas, sintiéndose entumecida. Lejos de un sabor a pasta dental usual, pudo sentir un agrio sabor en la boca, porque seguramente habría dormido con la boca abierta, algo raro en ella de todas maneras. Además su cama estaba bastante dura. Qué mala noche, había dormido fatal.
Terminó de estirarse descubriendo que le dolían bastante los músculos y abrió poco a poco los ojos, masticando algo invisible. Empezó a despabilarse y su vista se enfocaba.
Momento.
― *¿Es que anoche no fui a mi casa?* ― pensó mareada parándose con dificultad.
Ahí estaban los restos de cama de sus compañeros de viaje, pero no estaban allí. Se encontraba totalmente sola. Mmm… ¿Inuyasha la habría traído? O quizás, ¿la pelea había sido un sueño? En fin.
Por los cielos, ¡cómo le dolía todo el cuerpo! Lo sentía tan pesado, y la cabeza aún le daba vueltas.
―Debes de estar exhausto, Inuyasha. ― Miroku de pronto aparecía en la habitación junto a la taijiri.
― Ya era hora. ― sonrió Sango.
¡Ajá! Así que Inuyasha sí estaba ahí. ¿Dónde? ¿Dónde se había metido? Kagome miró a un costado, luego al otro, y nada. Giró sobre sí misma y no había nadie a su alrededor. El movimiento le hizo dar un mareo, por lo que llevó sus manos a su cabeza.
¿Eh?
― *Esto no es mío* ― advirtió con las manos en su cabeza, tocando dos suaves y peludas extensiones en su cabeza. ― *Esto tampoco.* ―miró sus manos con garras, prosiguió bajando por su plano torso, tocó su duro vientre al borde del colapso, y continuó descendiendo para luego llegar a su… ― ¡Definitivamente esto no es mío! ― explotó espantada. Escuchar su propia voz, fue la frutilla de la torta. ― ¡Kyaaaaaaaaaaaaa!
Y ahí estaba esa preciosa escena frente a los ojos del monje y la exterminadora.
Inuyasha con las manos en las pelotas, con los ojos como platos, imitando un grito de niñita, recitando desesperadamente una serie de alaridos y palabras incoherentes, unas tras otras.
Miroku no pudo dejar de pensar, fiel a su perversión, que seguro lo habían pillado en esas mañanas donde cierta cosa, despertaba antes que uno mismo.
Ah, qué buenas mañanas.
¡Siempre hay que buscar, la vida es así! Es una inquietuuuuud…
Ah le ponía el ending (¿)
Creo que no es necesario aclarar en qué película se basa el fic. Acá en Argentina se llama "un viernes de locos". "Freaky Friday" el nombre original.
No sé si hacer algo corto, o algo de más de un día. Ya veré . Pero...me permito amenazar con que si no comentan, Kagome se queda con esas dulces orejitas y saca provecho de su muy grrrr actual cuerpo, y ni hablar de Inu. Neh, muy mala amenaza. Jaja. ¡Saludos, gente linda!
