Aviso desde ya que el contenido de este fic es bastante fuerte, casi catalogado como darkfic. Así que si traumatizo a alguien no me hago responsable (?).
Pasando a otras cosas... la idea para esta historia me ha venido como una llamarada, y del mismo modo la ha escrito; está recién salida del horno, sin betear (obvio) y probablemente con mil errores. Pero en fin. Ya me tiraré de los pelos mañana (?). Probablemente haré que sea un two-shot o, como mucho, que tenga unos tres capítulos. El lemon (por la temática del UA) estará a primera orden del día, al igual que el angst y blah blah blah. Una vez más, no se me traumaticen.
Oh, y un último punto: el título es el nombre de una banda de post-hardcore. En sí, no está relacionado con la banda, pero creo que este tipo de título le pega mucho al fic.
Dicho eso, sólo me queda decir que espero que os guste (L).
Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Sasuke nunca había sido un hombre amable.
Sus gestos, pese a tener el cansancio de los derrotados en batalla, eran rudos y contundentes; órdenes mudas. Sus miradas alternaban ira fría con una apatía profundamente arraigada a su ser. Y su voz era ronca por el alcohol, el tabaco, y por las frases de cariño no dichas que le habían terminado por arañar la garganta desde dentro. Nunca había dedicado más muestra de aprecio a las ocasionales mujeres con quienes se acostaba más que el simple hecho de no matarlas al momento. Y Sakura se había esforzado una y otra vez en no esperar nada de él.
Fracasando estrepitosamente, como era de esperar.
―Ah…
Aquella noche Sasuke había bebido. Sakura había terminado por reconocerlo porque, pese a que hablaba y se comportaba con la lucidez de los sobrios, su fuerza era más bruta; no podía controlarla en ese estado. De modo que cuando la empujó contra la mugrienta pared del motel fue como si le acabaran de impactar la espalda contra una plancha de hierro.
Quiso pedirle que se esperara un segundo, sólo uno, para que recuperase el aliento. Pero supo que él no la escucharía, así que se limitó a morderse la lengua para no jadear.
Sintió su mano (fría, rugosa, mortalmente dura) colarse impacientemente dentro de su camiseta y no pudo evitar arquear la espalda cuando la presión en su pecho se le antojó incluso dolorosa. Una voz dentro de su cabeza le recriminaba que siguiera mordiéndose el labio inferior; a ese ritmo, lo haría sangrar.
Mierda…
Sasuke le abrió súbitamente las piernas y se puso entre ellas; Sakura pudo sentir la dureza de sus abdominales en la cara interna de los muslos. Eran como de piedra y hielo. La sujetó con ambas manos por la cadera como quien sujeta una simple muñeca con la que hará lo que se le antoje.
Iba demasiado rápido.
―Es… Espera… Dame un minuto, Sas…
No esperó.
Sakura sintió que un grito de dolor, quizás placer (qué importaba, era más de lo mismo) le ascendía por la garganta y salía a la superficie desgarrándole la voz. Las manos se le agarrotaron inconscientemente en los hombros varoniles de Sasuke, desesperadas por encontrar un punto de apoyo en aquellos músculos tensos. Jadeó sin aire en los pulmones y echó la cabeza adelante; el corto cabello rosa le ocultó el rostro y se entrelazó con el de Sasuke debajo del de ella. Ahí, tan cerca, sintió el latir de su sangre debajo la piel, frente con frente. Un pulso violento y desenfrenado. La segunda envestida vino como un demoledor golpe que hizo que todo su interior temblara, incapaz de aguantarlo. Esa vez consiguió evitar gritar; pero la sangre de su labio partido descendió por su mentón como un dulce hilo rojo.
―Para… para, Sasuke…
Pero no iba a detenerse, Sakura lo sabía. Y también sabía que estaba poniendo demasiado a prueba su paciencia con esa segunda súplica. De modo que, hasta cierto punto, no la sorprendió su reacción: la tosca mano subió hasta su garganta, apresándola contra la pared como un grillete; aunque no apretó, Sakura sintió que se le congelaba el aire en los pulmones. Pero Sasuke se limitó a mantenerla en esa posición e impactar fieramente sus labios contra los de ella, adentrándose en su boca con la misma desconsideración con que lo había hecho antes en su interior.
Era demasiado. Demasiado como para seguir indiferente. Sakura sintió que las lágrimas purgaban por salir a la superficie, y se maldijo cuando no pudo evitar dejarlas salir.
Finalmente Sasuke abandonó su boca con un gruñido animal y atacó a su cuello. Sakura cerró los ojos y procuró no pensar en nada. Como siempre.
Como siempre.
• • •
―Les has hecho daño.
La niña sollozaba; llevaba haciéndolo los últimos diez minutos, pero el niño ni siquiera parecía haberse dado cuenta de ese detalle. Miraba sin ver los dos bultos inconscientes y desmadejados que había tendidos en mitad del callejón; apenas un conjunto de harapos, bracitos rasguñados y pies sucios de mugre. No debían ser mucho mayores que ellos. Uno de ellos sollozó en su inconsciencia, el otro cerraba y abría la mano en el vacío como un tic nervioso, como si tratara de recordar en sueños como se daba un puñetazo. El niño los observaba con la misma indiferencia de quien ve llover a través de una ventana.
―Era necesario. Sino nos lo habrían hecho ellos a nosotros.
La niña gimoteó.
―Pero… Pero…
―Joder, ¿quieres callarte ya? Cierra los ojos y no pienses en ello. Si no lo piensas es como si no hubiera sucedido.
Y la niña asentía y se prometía hacerlo, aunque sabía que no serviría de nada. Sólo para aplazar la culpabilidad un día, dos quizás… ¿qué importaba? Quién sabía cuánto iban a durar esos dos huérfanos indigentes sin nombre en esas calles apartadas del mundo.
• • •
Reseguía el contorno de las sábanas con los dedos de un modo que podía antojarse obsesivo; de no ser, claro, que lo hacía con la más lenta y apacible de las parsimonias. Arriba y abajo. Sintiendo el hilo áspero, sucio, contra una yema de dedos demasiado delicada para pertenecer a la mujer adulta en que se había convertido.
Notó un movimiento al otro lado de la cama, y pese a que se había prometido no hacerlo, no pudo evitar mirar. Una fría mañana de enero al otro lado de la ventana recortaba la silueta de Sasuke. Se acababa de poner unos desgastados tejanos y en aquel momento se los abrochaba de espaldas a ella. Sakura, con las lágrimas aún pendiendo de la comisura de los ojos, contempló sin ver las cicatrices de la espalda de su amante. Las contó inocentemente, mentalmente. Se preguntó cuántas de esas serían de su infancia compartida y cuántas de su adultez separada. Cuántas serían cicatrices limpias, cuantas estarían contaminadas, cuántas serían simplemente cicatrices sobre cicatrices. Parecía un misterio.
―¿Te veo esta noche? ―preguntó en un susurro anhelante.
Sasuke apenas se giró para mirarla por encima del hombro con ojos llenos de desprecio.
―No seas ridícula, Sakura. No podrás tenerte en pie.
―Podré.
Cuatro tic-tacs del reloj, cuatro exactos, resquebrajaron tensamente el silencio antes de que Sasuke volviera a hablar.
―Como quieras.
Se echó la chaqueta al hombro sin ponérsela aún y se dirigió a la salida. De pronto Sakura sintió que le faltaba el aire, y que con cada paso con que Sasuke se alejaba de ella, el poco que le quedaba en los pulmones se volvía un poco más sólido. Apenas encontró la voz para susurrar.
―Espera.
Esa vez Sasuke no se giró. Sakura hubiera querido que lo hiciera.
―¿No me… dirás nada? ―preguntó tímidamente.
―¿Qué coño quieres que te diga?
Le hubiera gustado contestarle muchas cosas a esa sencilla pregunta. Muchas posibles frases que hubieran dado un punto de luz a esa escena. Que le dijera, por ejemplo, un pequeño "gracias". Por estar ahí. Por haber acudido cuando él se lo pidió. Le hubiera gustado decirle que quería oír algo bonito, algo simple pero hermoso. Que estaba agradecido. Que la apreciaba, quizás (sería muy pretencioso pretender que la amara). Incluso que, como la vulgar puta que era, conseguía hacer su vida un poco más llevadera. Pero no pudo decir nada de eso; sólo agachó la cabeza una vez más y sintió el cambio de rumbo de las lágrimas en sus mejillas. Empezaron a descender hacia abajo a una velocidad vertiginosa.
Oyó como la puerta se cerraba y como una lágrima impactaba contra las sábanas. Pero no fue capaz de oír su propio sollozo; estaba tan acostumbrada a ellos que le eran tan naturales como respirar.
Se llamaba Sakura Haruno, una miserable prostituta de barrio de escasos veinte años. Y había cometido el más estúpido y ridículo delito que podía cometerse ahí: enamorarse de un cliente habitual.
Gracias por leer :)
