Oscuro atardecer en el Norte Helado

Es difícil encontrar un buen atardecer en la tundra helada del norte, es por ello que la pequeña pegaso observaba, con cierta fascinación, el sol de la princesa Celestia mientras hacía su ceremonioso descenso tras algunas montañas congeladas. El astro solar se ocultaba con una lentitud casi desesperante para un pony sentado en medio de la tormenta, pero no importaba. Las mordidas del viento y los golpes de la nieve eran poco en comparación al calor que le brindaba ver a la gran estrella ser reemplazada por el brillo de plata del satélite lunar.

El cielo en el Norte Helado siempre estaba lleno de nubes, negras y salvajes como changelings hambrientos, por lo que era complicado disfrutar del calor que les brindaba el astro de Celestia. También era imposible admirar el trabajo de la princesa de la noche cuando el sol descendía, los gruesos nubarrones impedían que cualquier pony viera más que el oscuro vapor. Ese día, sin embargo, en el horizonte se podía ver un cielo claro, leves destellos azules, amarillentos que pronto se colorearon de violeta.

La pony pegaso agachó la cabeza un segundo, suspirando mientras una de sus pezuñas se ocupaba de frotarle el hombro. La joven poni se perdió unos segundos, contemplando los campos de nieve en donde había luchado hacía unas pocas semanas. Entonces era diferente, era caótico, doloroso. Y ahora… parecía tan pacífico, como una escena sacada de un librillo del Día de la Fogata: un piso blanco y suave como algodón se extendía por kilómetros, con pequeños copos cayendo del cielo y un pony de nieve saludando al lector.

Cuando la pegaso alzó el rostro de nuevo, se dio cuenta de que el sol por fin se había escondido. El mundo, su mundo volvía a oscurecerse. Con la nieve congelándole la nariz y las plumas, la pegaso se dio cuenta por primera vez en meses, de lo mucho que extrañaba sentir el calor del sol. En Equestria el astro solar brillaba con intensidad, calentaba todo el mundo y lo bañaba de luz, de esperanza. En la tundra, no había nada más que nieve y muerte.

Sus orejas se torcieron un segundo. Entrenada por meses para detectar cualquier amenaza, la pegaso tensó el cuerpo, preparándose para alzar el vuelo cuando escuchó el leve crujido de cascos sobre nieve.

-¿Moonlight?- exclamó una voz femenina que, afortunadamente, la pegaso conocía muy bien- ¿Qué haces aquí afuera?

-¡AAAHH!

La exaltada pegaso azul se dio la vuelta de un brinco, aterrizando en pose defensiva. Frente a ella apareció una pony terrestre, su ceño fruncido y un leve brillo de preocupación sus los ojos anaranjados. La joven yegua ladeó la cabeza, deteniéndose mientras la otra se calmaba.

-Nunca, en serio Graphite, ¡NUNCA! Vuelvas a hacer algo así- dijo Moonlight con un jadeo, su agitado corazón galopando mientras sus ojos se fijaban en la terrestre, quien no pudo evitar esbozar una sonrisilla pícara.

-Necesitas relajarte un poco, jefa- rió la terrestre de suave verde menta mientras se acercaba al lugar en donde la pegaso había estado sentada momentos atrás. Ésta bufó antes de volver a su asiento de hielo y piedra. Las dos yeguas se quedaron en silencio unos segundos, simplemente sentadas entre la ventisca helada y las duras rocas contra los costados de sus uniformes.

Moonlight se perdió una vez más en el horizonte, el oscuro horizonte. Mientras la yegua terrestre fruncía el ceño, tratando de adivinar qué era lo que su compañera veía entre las tinieblas del norte. Cada respiración de las ponies dejaba salir un poco de vapor, cálido y efímero que se disipaba con la ventisca.

Graphite giró la cabeza un segundo, enfocando sus ojos en la figura casi blanca de Moonlight. La pegaso se notaba preocupada, aunque su semblante se viera sereno y su cuerpo relajado, la pony terrestre sabía que algo estaba molestando a su amiga. El hielo comenzaba a formarse en la armadura de la yegua azul, la nieve le cubría la melena morada mientras los ojos de avellana se perdían en lo que, según Graphite, eran tiempos más cálidos.

-¿Piensas en casa?- preguntó la joven yegua. La otra no respondió inmediatamente, mientras Graphite se quitaba los copos húmedos de su melena gris y blanca, la pegaso dejó salir un suspiro cansado.

-A veces- contestó ella, tras una breve pausa preguntó- ¿Tú lo haces?

La yegua terrestre bajó la mirada, como si de pronto sus cascos congelados fueran la cosa más interesante del mundo.

-Casi siempre-confesó Graphite, sus ojos ardían un poco por el viento que parecía querer secárselos. Los segundos parecían horas bajo la inquisitiva mirada de Moonlight, no pudiendo sudar a causa del frío, la yegua terrestre se limitó a sacudir la cabeza y con ello su nerviosismo-. Pero eso no me impide estar enfocada, ¿sabes?

Los ojos cafés de Moonlight se quedaron fijos en los brillantes anaranjados de Graphite durante unos segundos, luego la pegaso volvió la mirada al campo nevado recién conquistado. La terrestre hizo lo mismo. El ambiente de pronto parecía más frío que de costumbre.

-No tienes que tenerme miedo-murmuró la yegua de melena púrpura, sus ojos ocultos tras su cabellera mientras bajaba la mirada.

Esa frase tomó a Graphite por sorpresa, se quedó con la boca abierta. Trataba de encontrar las palabras adecuadas. No encontró nada.

El silencio de la terrestre solo hizo sentir más nerviosa a Moonlight, cuyas orejas no dejaban de torcerse, buscando sonidos, un gesto, cualquier cosa. La pegaso estiró sus alas y las sacudió de nieve, su casco dirigiéndose a su hombro una vez más. Graphite notó el gesto, la forma nostálgica y casi desesperada en que el casco de su compañera frotaba el parche bordado en el hombro del uniforme: la insignia de una media luna amarilla. Graphite se mordió los labios antes de hablar nuevamente, esta vez una sonrisilla leve adornando su rostro.

-No es miedo,-dijo-, es el frío ¡Me estoy congelando aquí afuera!

Para acentuar sus palabras, la terrestre comenzó a sacudir su cuerpo como una maraca. La pegaso se apartó unos pasos, tratando de evitar que la nieve le cayera encima. Cuando la lluvia terminó, frente a ella quedó una sonriente y juguetona yegua de color verde menta.

-Mira el lado amable, Light-dijo Graphite antes de una nueva sacudida-. Podrías estar en el escuadrón de los Wonderbolts.

La pegaso bufó ante la simple mención de aquel grupo.

-No sobreviviría una semana bajo el mando del Ala de Hierro, y lo sabes bien- comentó la yegua de ojos marrones mientras negaba con la cabeza. Por un tiempo una pegaso del equipo dorado había considerado integrar a Moonlight, gracias a Faust eso nunca sucedió.

-¡Por eso este es el lado amable, jefa!-exclamó Graphite al tiempo que atrapaba a la pegaso en un cálido abrazo de pony terrestre, de esos que evitan que uno respire como debe ser. Moonlight intentó pelear contra la aplastante fuerza de la terrestre, pero para un pony volador era casi imposible enfrentarse a ello. Con un suspiro, Moonlight aceptó su final a cascos de su compañera.

-Nunca… imaginé…-tosía ella con el poco aire que quedaba en sus pulmones-… que terminaría… Así- con un dramático gesto, Moonlight dejó de luchar, su cuerpo se ablandó al tiempo que la pony recién fallecida sacaba la lengua.

Graphite dejó caer el cuerpo, que un ligero golpe se cubrió de nieve y agua. La terrestre observó a la inmóvil Moonlight durante lo que parecieron los cinco segundos más ridículos de toda su vida. Tras rodar los ojos, volvió su mirada a la pegaso mientras exclamaba:

-¡Apuesto a que no conseguirás tu Cutie Mark en actuación!

Ante la mención de la marca del destino, Moonlight se levantó de un brinco, como un león enfurecido, arremetió contra la terrestre. Graphite, esperándose ya esa reacción, salió trotando en dirección al campamento lo más rápido que le daban sus helados cascos. Claro, llevar cada bolsita y alforja llena de rocas no ayudaba mucho.

En el silencio de la noche se escuchó el gruñido salvaje de una pony endemoniada y el grito de su pobre víctima.

-¡GRAPHITE!

-¡AAAAHHH!

La central de operaciones era muy distinta del resto de las barracas. Era mucho más grande, sólo para empezar, también estaba mejor iluminado gracias a las múltiples lámparas de aceite repartidas de manera estratégica por la tienda. Era algo abrumador pensar en el reconfortante calor que había dentro de la dorada habitación de tela, mientras el exterior era gris y helado. En el centro se encontraba una alfombra roja, suave y cálida; sobre ella había dos ponies, ambas con melenas alborotadas y uniformes llenos de nieve a medio derretir.

Moonlight le dirigió una mirada asesina a la yegua que temblaba a su lado.

-¿Sabes lo mucho que nos va a costar tu bromita?- murmuró la pony, soltando un bufido mientras la otra se apartaba un mechón de melena del rostro.

-¡Oye!-reclamó la otra- Tú fuiste quien se metió a la tienda de los potros-, agregó Graphite con una sonrisa pícara.

-¡Porque ahí estabas escondiéndote!- replicó la pegaso, su rostro azul tornándose de un rojo más brillante que el de una manzana.

-Dile eso al capitán, flanco en blanco, porque hasta donde todo el batallón sabe YO soy la víctima aquí-, exclamó Graph con aire dramático, su casco apareció rápidamente en su pecho junto con una expresión dolida en su rostro.

-¡Eso no es cierto!- gruñó Moonlight, su casco estampándose sin efecto contra la suave alfombra.

Una fría ráfaga de aire golpeó a las dos ponies, enfriándolas antes de que su pequeño pleito escalara.

-¡YA BASTA USTEDES DOS!- gritó la gruesa voz del capitán, provocando que ambas yeguas asumieran una posición firme por reflejo.

-¡Sí, señor!- dijeron las dos. El corcel que había causado un cambio tan radical en la actitud de aquellas ponies avanzó. Su uniforme escurría al igual que su empapada melena azul. Tras lo que se sintieron como años, el unicornio se colocó frente a ellas, con un destello de su cuerno se retiró el visor que llevaba y volvió a hablar.

-No existen palabras que describan lo estúpido de sus acciones- dijo el corcel, su voz amenazadora como el ceño fruncido que comenzaba a formarse en su rostro. Las dos ponies permanecieron imperturbables, acostumbradas a los gritos de oficiales desde la academia, no batieron ni una pestaña con el regaño del capitán.

El unicornio las observó unos segundos, su elevada estatura dándole un aura de autoridad que era difícil de lograr para otros corceles. Luego las rodeó sin despegar su inquisitiva mirada de las insubordinadas yeguas. Tras unos minutos, el capitán volvió a encarar a las chicas.

-Si dependiera de mí, les juro que ya estarían muy lejos de aquí ¡EN LAS MINAS DE HIERRO!- relinchó el corcel, sus ojos inyectados en sangre fijos en los de la pegaso. Antes de que Graphite pudiera decir algo, o si quiera respirar, el unicornio se volvió hacia ella. Ninguno supo cuando tiempo pasaron así: observándose con aire cauteloso por parte de las yeguas mientras el capitán trataba de usar su mirada para romper el espíritu de aquellas ponis.

Claro que para la princesa Celestia eso sólo parecía un juego de no parpadear.

-¡Es suficiente, capitán Armor!- dijo la gobernante tras abrir la puerta, avanzando hacia un escritorio mientras los tres ponies se erguían en un saludo. La mirada de la princesa solar se posó sobre el corcel que de pronto parecía más pálido-. Déjenos capitán. Yo me encargaré desde ahora.

El unicornio salió sin decir una palabra, con un gesto se despidió de las yeguas como diciendo "Las veo en el más allá". Ambas tragaron grueso, sus ojitos contraídos como alfileres hasta que el corcel se fue.

-¡No puedo creerlo!- exclamó la princesa, decir que gritó era demasiado-. Cuando me reportaron a dos jóvenes yeguas causando alborotos por el campamento, me negué a creerlo.

La princesa cerró los ojos mientras sacudía su cabeza.

-Pensar en dos ponies adultas correteándose por ahí como si fueran potrillas jugando…

Las mencionadas mantenían la fachada impasible, aunque por dentro ambas temblaban con anticipación y miedo. Moonlight y Graphite se abrazaron mentalmente, preparándose para la sentencia que les esperaba.

"A las minas no, a las minas no, a las minas no…" repetía Graphite en su mente cuando vio a la princesa alzar su casco, como el martillo de un juez divino.

Moonlight observó con horror cuando la gobernante bajó su dorada herradura y se golpeó la pierna.

-Ja, ja, ja, ja- la risilla de Celestia fue, quizás, la cosa más perturbadora que Moonlight o Graphite jamás hubieran imaginado- ¡Ja, ja, ja!

La pegaso y la terrestre relajaron su postura unos segundos, al menos los suficientes para encogerse de hombros mientras la princesa recuperaba el aliento y se enjugaba una lagrimilla del parpado.

-Hace mucho que no veía algo así, ¿saben?- comentó Celestia, su cuerpo había adoptado una pose mucho más informal-. Es extraño ver esa clase de ánimo con todo lo que sucede últimamente.

Celestia les dirigía una sonrisa cálida, su sola presencia de pronto había adoptado un carácter maternal, no tanto de general. Lo que, por algún motivo, dio suficiente confianza a Moonlight para preguntar:

-¿Eso significa que no estamos en problemas?

El brillo en los ojos de Celestia fue la única respuesta que necesitaba.

Las barracas de la resistencia eran un desastre. La disciplina era el pilar del ejercito Equestriano, pero eso no parecía hacer efecto en el comportamiento de algunos desorganizados ponies. Esa tienda en particular estaba desordenada, montones de papel tirados por todo el piso, camas destendidas y trozos de armaduras regados por el techo.

-Entiendo que estemos en guerra, ¡pero por el amor de Luna!- exclamó una joven pegaso en el instante en que entró a la caótica habitación-. No los mataría guardar sus cosas de vez en cuando.

La joven yegua trotó, golpeando el suelo con fuerza, hacia un catre al fondo de la tienda. Al pie de aquella modesta cama, descansaba un contenedor de hierro cerrado. La pony de color amarillo tomó la llavecilla que colgaba de su cuello y con la cautela de un ladrón, abrió aquel cofre.

Dentro del contenedor había una colección de materiales: pinturas, lápices para pegasos, extraños pinceles para boca y una pequeña dotación de papeles… Demasiado pequeña, ahora que Karen lo pensaba. Con un gruñido, la joven pegaso se apresuró a registrar sus cosas y las de sus compañeros.

-¡No puede ser!- gritó furiosa, su melena negra alborotándose ante el simple pensamiento. Lo que prometía ser la noche perfecta de ocio se había convertido en una escena del crimen.

Otra vez.

Antes que Karen pudiera pensar en enojarse siquiera, un par de yeguas aparecieron jadeando como Perros Diamante en la entrada de la tienda. La yegua alzó una ceja mientras observaba a las dos acabadas ponies arrastrar sus cascos.

-¿Qué hicieron esta vez?-preguntó ella con la mirada plana, después de la vez que esas dos casi quemaban la enfermería nada podía sorprender a Karen.

La primera en hablar fue otra pegaso, sus ojos echando fuego al tiempo que su casco se apresuraba a señalar a la terrestre que le acompañaba.

-¡Todo fue culpa de la mapista!

Graphite alzó el casco, indignada y victimizada una vez más.

-¡Esa ni siquiera es una palabra real!

-¡¿Cómo lo sabes?!- gruñó Moonlight enseñando los dientes.

-¡Porque en Canterlot tenemos diccionarios, cabeza de nube!- replicó Graphite.

-¿Crees que en Cloudsdale no, mapista?

En ese momento ambas ponies había adoptado una pose distinta, agachadas como gatos salvajes se preparaban para el inminente combate. Sin dejar de observarse, las yeguas cargaron al ataque. De no haber sido por la interferencia de una joven pegaso de color mantequilla, alguna de esas dos habría hecho algo que lamentaría después… o no, si se trataba de Moonlight.

-¡Qué les pasa, compórtense par de potrancas!- chilló Karen, sus alas crearon una corriente de aire lo suficientemente fuerte para regresar a las dos locas al suelo.

Las dos yeguas se rascaron la cabeza, por vergüenza y dolor igual, antes de echarse a reír.

-¡Kaaaaren!- gimieron las ponies al tiempo que se ponían de pie. La mencionada se limitó a rodar los ojos.

-¡Por fin iba a darle una lección!- se quejó Moonlight, dándole un golpecillo en el hombro a su amiga terrestre.

-¿Tú? ¡Si era yo la que iba a enseñarle algo a la costado en blanco!- exclamó Graphite, de pronto pegando un brinco y atrapando a la pegaso azul en uno de sus abrazos mortales. Karen negó con la cabeza cuando vio la llave en que Moonlight estaba enredada.

La pegaso suspiró con pesar, su melena morada torciéndose hacia su ojo izquierdo mientras su casco derecho se abría paso hacia el pecho de la terrestre.

-Ah, Graph- exhaló Moonlight- ¿Cuándo vas a aprender…?

Entonces la pegaso dio una patada en el estómago de Graphite, obligándole a aflojar su agarre. Mientras el pony de corta melena blanca y gris intentaba recuperar el aliento, la pegaso aprovechó para levantarse.

-¡Tienes que…!- dijo Moonlight mientras con sus piernas traseras daba otra patada, esta vez dirigida al hombro de la pony color menta.

Graphite dio un giro y regresó el golpe, pero la pegaso logró esquivarlo con una rápida inclinación. Con un movimiento de sus alas, Moonlight se encargó de desequilibrar a su amiga terrestre. Al ver aquello, Karen deseó tener palomitas.

-¡Respetar…!- gruñó ella al tiempo que observaba a su compañera levantarse. Con una sonrisa, Graphite se alzó y comenzó a galopar, lista para derribar a la pegaso. Moonlight tronó su cuello. La terrestre corría con la fuerza aplastante de un tren, dispuesta a acabar con esa pony uniformada que, con la postura de defensa más casual jamás vista, esperaba al otro lado de la tienda.

-¡A tus superiores!- exclamó la pony alada segundos antes de dar un salto. Con sus alas extendidas, la joven pegaso se alzó sobre su oponente que, gracias a las leyes de la física, se terminó estampando contra uno de los catres.

La pegaso de larga melena negra corrió a ayudar a su compañera caída, tratando con todas sus fuerzas de desplegar el catre. Mientras Graphite esperaba pacientemente a su rescate volteó a ver el rostro de Moonlight, esa maldita sonrisa de superioridad en su rostro, sus cejas alzadas.

-Presumida- murmuró Graph soltando aire por la nariz y apartándose la melena de los ojos con su casco. La única respuesta de Moonlight fue un guiño.

-¿Algún día dejarán de pelear?- preguntó Karen entre jadeos, mirando fijamente a los ojos de su compañera mientras intentaba sacarla.

Los ojos naranjas de la terrestre se desviaron, encontrando los mechones rosados en la melena de su compañera mucho más interesantes.

-Sería muy aburrido si lo hiciéramos, ¿No cree, señorita Hunt?- contestó Graphite con una sonrisilla. La pegaso frente a ella frunció el ceño, su nariz arrugada y labios torcido segundos antes de alzar las cejas y soltar el catre.

-¡Uf!-soltó Graph cuando sintió el peso del colchón sobre su espalda otra vez.

-Eso te ganas por agarrar mis materiales sin permiso- dijo Karen al darle la espalda a la terrestre, alzando su nariz y moviendo su melena mientras un delicado "Uhm" salía de su boca. Graphite estaba a punto de reclamar, pero después de su castigo y la pelea improvisada, la poca energía que le quedaba había desaparecido.

Moonlight, que ya estaba tirada en su cama, observó con una sonrisa la forma en que Graphite se acomodaba, resignada a pasar la noche bajo el peso de un catre doblado. Mientras, al fondo de la barraca, estaba la otra pegaso con un montón de papeles y un pedazo de tiza negra en su boca.

-¿Qué haces ahora, Karen?- inquirió Moonlight con la ceja arqueada. La mencionada alzó la cabeza, escupiendo el gis en su pesuña, respondió.

- Hay muchas cosas que quisiera olvidar- entonces la pegaso agachó la cabeza, un mechón negro con rosa y púrpura cubriéndole todo el lado derecho del rostro. La pegaso azul asintió con empatía, ciertamente había muchos eventos que ella misma desearía poder borrar cuando todo terminara.

-¡Pero esto no!- agregó Karen, alzando su rostro reveló una radiante sonrisa acompañada de un bosquejo en el papel amarillento: un perfecto retrato de una joven yegua atrapada entre el colchón y los resortes de un catre mal doblado.

El escuadrón #8165 ganó otra reprimenda esa noche debido a las estruendosas risas que inundaron el campamento y, probablemente, el resto del Norte Helado.


Primero que nada, gracias por leer y haber llegado hasta aquí ^^ Segundo, espero les haya gustado esta pequeña historia sobre la linea temporal de la guerra de cristal, este será un fanfic algo corto en cuestión de capítulos. El resto de la historia está en proceso y, por si no era obvio, esta historia está basada en los OC's de algunos amigos y el mío, de todas formas espero sea de su agrado.

Cualquier comentario que tengan, bueno, malo o todo lo contrario me lo pueden dejar. De veras, lo que quieran decir sólo díganlo, si les gustó la historia, si no les gustó, si de plano necesita mejorar mucho ¡Cualquier retro alimentación es bien recibida!

Eso es todo por el momento, así que...

¡Hasta luego!