Ni ouat, ni TWD ni sus personajes me pertenecen, por el contrario esta historia es mía.

Este fic va dedicado a mis chicas del whatsapp swanqueen, a las del grupo evil regals, a mi petita, a mi morena, a amandis la tetis y muy en especial a mi manager Mary.

Va especialmente dedicado a mi amada esthefybautista, que espera este fic con ganas como todos los que escribo, ella es mi mayor fan y yo la amo.

A mi Miss Swan favorita, aunque no sé si leerá este fic ya que los zombies no son su fuerte igual que Natalia a quien también se lo dedico con mucho cariño.

Gracias a los que me leen y comentan, ayuda mucho saber vuestras opiniones. Sin más os dejo disfrutar del capítulo no sin antes recordaros que debéis leer a franchiulla, my dark queen, EvilSwanQueen21, el lado ciego del amor y por supuesto a mi amada esthefybautista.

CAPÍTULO 1 EL DÍA MÁS FELIZ DE MI VIDA

Amanecía soleado un tres de mayo, nada había en el claro cielo azul, despejado, sin una sola nube que indicara los acontecimientos que se desencadenarían sin control, nadie podía saber que era el último día del mundo, que en unas horas todo se tambalearía sin poder evitarlo, aunque nadie lo sabía ¿Cómo intuirlo?

El mundo se levantó como cada mañana, llevando la misma vida, el mismo día a día, las mismas rutinas, los mismos sueños e ilusiones, aunque para Regina ese tres de mayo se suponía que debía ser el día más feliz de su vida.

Era el día de su boda y desde que se levantó estuvo preparándose para el gran momento en el que por fin, después de años de espera a que Daniel por fin se declarase, años esperando a que le pidiese en matrimonio, tras tanto recorrido a sus espaldas y una sólida relación iban a casarse y no podía ser más feliz.

Se había gastado casi seis mil dólares en su vestido, la ocasión bien la merecía, iba a estar bellísima, deslumbrante, toda una diosa con sus cabellos negros perfectamente recogidos en un peinado, envidia de las damas más importantes de las cortes europeas, sus ojos chocolate brillaban llenos de ilusión, de planes y sueños, de futuro junto a él, el joven muchacho experto en hípica que había conocido en el club de campo, un ricachón como ella, perfecto a ojos de su madre y de todo el círculo en el que se movía, una auténtica princesita con alma rebelde, atada por el estatus social y la estricta educación recibida.

Su boda iba a ser todo un acontecimiento, oficiada en la mismísima catedral de Nueva York, la lista de invitados era inmensa, gente cuyo nombre jamás había escuchado en su vida pero no podía faltar a tan gloriosa ceremonia, al fin y al cabo no todos los días se casaba la única heredera de los Mills.

Mientras terminaba de arreglarse, ayudada por las damas de honor que temblaban en su presencia, sonaban las noticias en la radio, de fondo sin que nadie les prestara mucha atención.

Entre el parte deportivo y la guerra de Irak, algún comentario sobre el enfermo terminal que había huido del hospital y aun no habían logrado encontrarlo, pasando seguidamente al parte meteorológico que anunciaba una semana cálida y soleada, una semana que a Regina le importaba poco ya que viajaría esa misma noche a Cancún a disfrutar de su esposo y de su fortuna, tomando el sol y bebiendo mojitos hasta el anochecer.

Una hermosa sonrisa adornaba su rostro, sus inmaculados dientes perfectos formando esa mueca digna de ser esculpida por los dioses, su maquillaje perfectamente aplicado y su mirada realzada, sus ojos chocolate profundos y llenos de vida, poderosos, majestuosos, no era de extrañar que ante ella la gente quedase sin aliento y Regina estaba demasiado acostumbrada a ello, a ser el centro de atención, a salirse siempre con la suya ya sea por sus perfectos rasgos o por su chequera de la cual podía sacar cualquier cifra imaginable, ella era la dueña del mundo sin saber que este estaba a punto de llegar a su fin.

La limusina la llevó hasta la entrada de la catedral, donde su padre ya la estaba esperando, con el ceño fruncido y la mirada severa, aunque feliz porque su única hija se casase con un hombre como Daniel, un gran partido en opinión de todo el círculo selecto de la gran sociedad neoyorkina. El camino al altar estaba cubierto de flores, no se había escatimado en gastos para que todo fuese perfecto, hasta el más mínimo detalle. Daniel la esperaba, sonriendo con suficiencia, sabiendo que ese día sería lo más comentado en las meriendas del club durante al menos varios meses, estaba muy guapo, elegante y apuesto, parecía un actor de cine y tampoco estaba muy alejado, al fin y al cabo era uno de los mejores abogados del país, actuar formaba parte de su trabajo todos los días.

Su relación siempre se había basado en la maravillosa pareja que hacían, perfectos y apuestos, ricos y ambos herederos de una gran fortuna, prácticamente sabían que iban a casarse desde que eran niños aunque habían tardado demasiado en dar el paso y Regina, dentro de esa pomposidad y ese lujo desenfrenado se sentía feliz, al fin y al cabo había nacido para ese momento, para convertirse en una mujer poderosa y fuerte, más que el resto de las muchachas de su edad que frecuentaban el club.

La ceremonia fue transcurriendo sin altercados, quitando el gran alboroto que se estaba montando en el exterior de la iglesia, al que nadie hizo caso ya que lo atribuyeron a alguna manifestación del populacho dado que la crisis económica estaba asolando al país.

Los votos, perfectamente estudiados y redactados, fueron pronunciados con ceremonia mientras las alianzas eran colocadas en sus respectivos lugares, y Regina se convertía en una mujer casada, feliz y cuyo estatus acababa de subir en el escalón social al menos tres o cuatro peldaños, se veía radiante y dichosa mas cuando iban a besarse y terminar con esa boda, las puertas se abrieron con un estruendo y en unos segundos todo se volvió confuso.

Una muchedumbre ensangrentada, entraba gritando dentro de la catedral que era el fin del mundo, el apocalipsis, provocando que el pánico se apoderase de los presentes e intentasen salir de ahí, sin conseguirlo ya que se creó un tapón humano en las puertas entre aquellos que desesperaban por entrar y los que rogaban por salir.

Regina, asustada, aferró la mano de su esposo que rápidamente la soltó y se marchó a ver cómo podía salir de esa situación, dejándola sola y desamparada. Al verse sin el apoyo de Daniel, ella se escondió bajo el altar y tapó sus oídos mientras las lágrimas caían por sus mejillas, hacía solo unos segundos estaba pronunciando sus votos y ahora estaba sola mientras los gritos llegaban a sus oídos haciéndole temblar de pavor ¿Qué estaba pasando?

EL sonido del primer disparo la sobresaltó y se aferró a la piedra del altar, mirando por una rendija del mantel para entender qué pasaba a su alrededor, por qué se había vuelto todo el mundo. Lo que vio le congeló el aliento en la garganta pues por un instante creyó que seguía dormida y estaba soñando con una película de terror, los muertos se levantaban y seguían con vida, más agresivos que antes y con un hambre voraz, sin duda el mundo se había vuelto completamente loco.

Las balas volaban de un lado a otro, mientras los muertos iban cogiendo terreno, cada vez que atacaban a un vivo y le mordían este se levantaba como un muerto, propagando la plaga a gran velocidad, supo que si no salía de ahí moriría, como ya lo había hecho prácticamente toda su familia, no vio a Daniel por ninguna parte y supuso que se había marchado sin ella, estaba sola y debía enfrentarse sola a la situación.

Como pudo rasgó su vestido, a la altura de las rodillas, para tener más movilidad, se deshizo del velo y cogió un candelabro bastante pesado que había caído a sus pies, dispuesta a salir de ahí con vida.

Había observado que los muertos solo quedaban finalmente derribados cuando les herían la cabeza, exactamente igual que en las películas de serie B que miraba cuando era joven, así que salió de debajo del altar, y sin mirar atrás, se fue abriendo camino entre los que aun seguían vivos y quitándose de encima a base de golpes de candelabro a aquellos que ya estaban muertos, sin pensar en si eran conocidos, si eran familiares, si fueron sus amigos, solo podía pensar en sobrevivir.

Cuando por fin salió de la iglesia, el vestido blanco estaba teñido de rojo, sus ojos oscuros, antes llenos de vida solo reflejaban horror e incredulidad. Miró a su alrededor y vio el caos ahí donde posara la mirada, coches volcados, incendios por doquier, y muertos que se alzaban para atentar contra los vivos.

Tiró el candelario y corrió lo más rápido que sus pies le permitieron hacia un coche patrulla, quizás la policía podía darle explicaciones, mas no encontró a nadie en su interior, solo sangre y un arma cargada, al parecer no habían tenido tiempo de disparar.

Cogió la cold agradeciendo interiormente que su madre fuese una paranoica y la obligase a tomar clases de tiro, buscó toda la munición que pudo para, acto seguido, buscar un buen escondite donde pasar la noche y pensar en su próximo movimiento. Mirando a su alrededor y preguntándose de qué servía el dinero, de qué servía la posición social si el mundo de la noche a la mañana había llegado a su fin, en ese momento solo importaba una sola cosa, algo muy simple y a la vez demasiado complejo, solo tenía en mente sobrevivir fuese como fuese.