Lo que más le jodía de todo esto, era admitir que su hermana Andromeda tenía razón cuando le solto aquello de:
"No toleras a nadie simplemente porque no te toleras a ti misma, el día que aprendas a quererte un poco más, apreciaras a los demás tal y como son."
En ese momento se río de su hermana durante unos buenos diez minutos. Bella era una estudiante brillante de Slytherin, lider natural entre sus amigos y mortífaga temida entre sus enemigos, porque sí, incluso en quinto era ya conocida como una seguidora del Señor Oscuro, fiel, dogmatica y radical. ¿Cómo se atrevía esa vergüenza que tenía por hermana siquiera sugerir que no se quería a si misma? ¡Tonterias!
Ahora, quince años despues y en su situación actual, toda la base de sus creencias temblaba y se resquebrajaba bajo el peso de un sentimiento inconfesable.
Se había enamorado de un muggle. ¡Ella! ¿cómo podía ser?
Ahora le tocaba plantearse muchas cosas, mirar hacia dentro, tras su coraza de mujer temible, gran maga oscura, y darse cuenta de que ni ella era tan dura, ni los demás eran tan malos.
Porque era cierto eso de que la intolerancia se basa en el miedo y el desconocimiento. Odiaba a los demás simplemente porque tenía demasiado miedo a conocerse a si misma...
Pero había llegado el momento de poner fin a tantos años de miedo y mentiras.
Suavemente levanto la varita y murmuró: "expecto patronum" y mientras la figura plateada salia por la ventana en dirección a casa de su hermana Andromeda pensó: "lo siento", sin saber exactamente si se lo decía a si misma, a su hermana o a todos esos que había hecho sufrir desde su ignorancia.
Y se sintió, por fin, en paz consigo misma.
