Hola chicas, les traigo este Fic que por fin tendra un final. Es algo sencillo, espero les guste y pueda contar con su lectura y comentarios. Listas? Empezamos!


El Angel Rebelde

By Alexa Bauder

5:58 A.M.

Suena la radio con una melodía, me remuevo entre mis sábanas y reconozco el compás, pero no como en esa versión. Saco la mano con pereza y alcanzo a tocar el botón de "sleep", pero la cosa no sirve. En treinta segundos vuelve a sonar. Ah… la misma melodía, la misma hora, el mismo desperfecto, todos los días de hace tres meses acá.

-Ya voy, ya voy! –me paro en vilo para sentarme a la orilla de la cama, busco a tientas con los pies las pantuflas y tomo el radio tratando de encontrar en quince segundos el problema pero como otras madrugadas, no tengo suerte. Mm. Me compraré otro.

En la oscuridad azulosa aún del cuarto entro al baño y prendo la luz, me ciega por un momento y alisto el baño. Mientras tanto, me miro al espejo, esa apariencia tan pálida está hoy un poco más acentuada. Quizá la desvelada. Con un baño y el calor del vapor se repondrá y volverá a sonrojarse, pienso.

Terminados los diez minutos, verifico el resultado. No cambió nada. Medio me vestí dentro y apliqué apenas un poco de color sobre mis mejillas y brillo labial, será suficiente para no verme tan mal. En unos días tendría que usar una máscara o una bolsa de papel. El pelo lo até con una coleta alta dejando los rubios rizos caer y los unto de cera para no hacer Frizz. Menos mal que el cabello no esta en mi contra. Por fin el empleo que quería, supervisora administrativa de enfermería. Aunque eso tenía un punto en contra, pues rara vez ya estaba en contacto directo con los pacientes, me daba la oportunidad de adiestrar a algunas chicas practicantes e idear nuevos planes de trabajo para la mejora del servicio. Más trámite, más papeles, pero más ayuda. Además, no estaba sola. Tenía a mi cargo varias asistentes que se encargarían del proceso, pero aún así, me comprometía tanto que en todos los aspectos estaba involucrada. Eso empezaba a mermar mis horas de sueño y comida, pero no podía evitarlo, amaba mi trabajo más que nada.

Terminé de ponerme el uniforme afuera, medias y zapatos blancos un poco más acorde con el puesto. Solo tres centímetros de tacón más bonito, ojalá esta vez no me canse, si no, volveré a mis zapatos de goma. La claridad entró más evidente y tomé la sábana para tender la cama. Al hacerlo, dí un grito. Eah! Una araña enorme en mi almohada!

Con toda valentía –y asco- me las ingenié para que terminara en el cesto de la basura de la cocina y llevarla fuera para que el servicio de limpieza se haga cargo del cuerpo. ¡Esos sustos no son buenos, sobre todo en ayunas! Bah.. otra vez, tomo solo un jugo de bote del refrigerador y en el camino como un sanwish que preparo, ahora tendré que ir caminando un poco más rápido. Ese insecto me robó quince minutos del tiempo bien contabilizado para desayunar. De pronto, escuché un ruido detrás de mi, pensé serían como pasos, pero mas bien era el sonido de arbustos cuando algo los atraviesa, al detenerme, el ruido cesó, reanudándose al cabo de otros veinte pasos. Me paré en seco y giré, detrás de mí, salió un gato completamente blanco, hermoso, con los ojos claros mirándome expectante en cuatro patas, la cola suave al viento meneándola graciosamente.

-Oh, gatito, te has perdido? –"miau" fue su respuesta, se relamió la naricita y se sentó con la columna muy erguida, aún me miraba. Entrecerré los ojos y atiné a inclinarme solo un poco, el gato seguía sin moverse. Fui más allá y extendí la mano, el gato alzó una pata e hizo algunos movimientos, luego se la llevó al hocico y empezó a relamérsela también.

"Miau", otra vez. Miró detrás de mi ladeando la cabeza, era increíble, el gato era hermoso y parecía decirme "solo admírame" Me incliné por completo y toqué la cabecita, el gato ronroneó y cerró los ojos. De nuevo los abrió y volvió a mirar detrás de mí. Antes de voltear qué ocurría, un escándalo se escuchó, como un crujir de hierros que se impactan, los frenos de un coche rechinaron y mi pecho se aceleró. El gato permaneció inmóvil, su nariz se removió un poco, no supe que más hizo, mi instinto servicial me llevó hacia el lugar de los hechos, en la próxima esquina a treinta pasos de distancia.

Por suerte solo había sido un susto. La pareja que iba manejando le fallaron los frenos y prefirieron estrellarse contra un señalamiento de tránsito, antes de incorporarse al tráfico que iba a más de ochenta por hora. Solo algunos golpes y rasguños recibieron y les indicaron que se hicieran los exámenes pertinentes.

-Imagínate Candy, que de haber estado tu ahí, cruzando la calle, te hubieran llevado a ti de paso. No, gracias al cielo!

-No pasó nada, Flammy

-Cuídate mucho, eres tan… descuidada.

-Como que descuidada? No pensaras que no soy apta para el puesto.

-No, claro que no. Aquí eres muy eficiente, por eso te hicieron mi jefa – sonrió- pero fuera de aquí te vuelves un tanto… distraída. Podría pasar el hombre de tu vida delante de tus ojos y tú no te darías cuenta.

"Eso me temo también"

Escuché en… ¿mi mente?

-Eh? qué dijiste?

-Que si delante de ti pasa el hombre de tus sueños ni cuenta te darías.

-No, lo otro.

-No dije nada más. Ay, no me digas que ahora hasta voces escuchas.

-Estás loca si crees en eso.

-Pues es un mal y le llaman paranoia eh! y existe. Así que yo te recomendaría hacerte unas resonancias. –ambas reímos y nos apresuramos a acomodar los documentos de las pacientes dados de alta, al salir con un montón de archivos en sus brazos y verlos desanimadamente por el trabajo que le quitaba quince minutos de su actividad favorita, se detuvo en la puerta.

-Es en serio, Candy. Trata de descansar, pasas más de dieciocho horas aquí.

-Lo consideraré.

-No me conformo, pero bueno, allá tu.

Flammy era buena compañera de trabajo. No éramos las grandes amigas, pero nuestra relación había mejorado mucho. Al inicio sentía cierta rivalidad cuando rápidamente me asignaron a supervisar un área, luego fue un piso. De no ser porque a ella le gustaba más el trabajo de campo y que eso del papeleo le desesperaba sobre manera, hubiese sido ella quien tuviese mi puesto. Inclusive se planteó tenernos a las dos aquí mismo, pero de ella fue un definitivo no. No por no compartir la oficina o el titulo, sino que casi le da el infarto de pensar que el área de cuidados intensivos se quedara sin alguna de las dos. Así que después de hablarlo mucho, se acordó que ella estaba bien donde estaba, era feliz. Y volvía a ser la dueña del piso. Ja… Esa Flammy.

Conforme la mañana avanzaba, todo ya esta activo. En la cocina estaban listos los desayunos. Caminando por el pasillo y ver la ventanita de uno de lo dormitorios, me percaté de una pequeña despierta. Veía por la ventana donde solo asomaba ramas de un viejo árbol. Entré silenciosamente para no despertar a los demás niños.

-Melina? Qué pasa? tuviste pesadillas?

-Sí.

-Ah. Sabes que pronto sanarás. Te aseguro que de ahora en adelante te pondrás las rodilleras para salir en bicicleta. –me senté a su lado y pensé que mi comentario ya no venía al caso, ella sonreía. -Que ves afuera?

-Señorita White, usted cree en los ángeles?

-Llámame Candy, ya te lo he dicho. Y si. Creo en ellos –contesté para no desanimarla en absoluto.

-Y crees que todos tenemos uno?

-Mmm.. somos muchos, pero creo… creo que si.

-Tienes uno?-reí.

-Creo que el mío ya se fue, cuidan más de los niños, son sus preferidos.

-Entonces los adultos ya no tienen ángeles? ¿Quien los cuida entonces? ¿Quien cuida a mamá y a papá?

No supe que contestarle de principio. Retrasé mi respuesta doblando la manta que tenía echa un lío a los pies. De todas formas ya se despertarían en veinte minutos.

-Sabes qué? Creo que también los adultos tenemos, solo que… los niños tienen una conexión especial. Y los adultos, ya sabes como somos. –rodé los ojos echándome la culpa y señalándome- nos preocupa más como puedan estar ustedes. ¿Lista para el desayuno? –le favoreció lo que dije, volvió a girar a la ventana, me paré para cerrarla por completo. Una leve ráfaga agradable se colaba, pero no podía poner en riesgo a mis niños.

-Hoy vi a su ángel Señorita White… Candy.

-Ah? –volteé sorprendida y ella sonreía más, oh, esta niña tan imaginativa. Siempre he pensado que tiene un talento muy especial. Aun con los lápices de colores o crayolas, hace unos hermosos dibujos de puestas de sol. Incluyendo sus magentas, naranjas, amarillos y hasta algunos colores que yo no veo en uno real.

Tomó su osito de peluche delante de ella y se dirigió a el.

-Verdad que sí, Héctor? Candy tiene un ángel de la guarda. Pero no le diremos porque no cree en ellos. – me lo ofreció y tomé el osito sonriente color chocolate de botones grises. Los habrá reparado su madre, no venden osos con ese color de ojos.

-Eso crees, Héctor? Que no creo en ellos? Porqué le dijiste tal cosa a Melina?

-No me lo dijo el, me lo dijo el mismísimo ángel.

-Ah sí?

-Sí. Antes de que saltara por la ventana. Allá, ves? –giré a la ventana. –No, no al ángel, a las ramas del árbol. Se fue por allá.

-Bueno Melina, supongo que mi ángel y el tuyo son amigos, porque el mío debería seguirme a todos lados.

-Oh, si, son muy buenos amigos. Los cuatro platicamos: Héctor, mi ángel y el tuyo

La imaginación de los niños no tiene límites.

Por la tarde lo mismo de siempre, por la noche los reportes de todos los días parecían no tener final, pero no me gustaba dejar algo pendiente, sobre todo si al otro día las horas estaban contadas para hacer lo que iba saliendo en ese momento. Mi mejor amigo era un reloj. Aunque a veces pensaba en lo que Melina me había dicho. ¿Creía yo en los ángeles? No me imagino cuando el mío había tomado las maletas y se había ido. ¿Será cuando me convertí en adulta? Era difícil saberlo. Hasta hace poco aún era una jovencita, hoy, con el puesto y creo que con las ojeras supremas, me habían de aportar años más, pero aunque me sintiera como la misma niña de quince años y ahora tuviera veintiocho, estaba en la estricta línea de ser adulta. Joven adulta. Pero no más una niña.

Recorrí el mismo camino de siempre, pasé por la tintorería alemana, por mi pastelería favorita, ya a punto de cerrar. Algunos otros negocios seguían abiertos y me adentré a mi calle. Ahí sentí una presencia que me seguía, giré buscando indicios de sombra, me puse alerta y deslizando mi mano por mi bolsa saqué el gas pimienta y lo introduje al bolso de mi abrigo donde de ahí mantuve mi mano. Me tranquilicé pero mis sentidos siguieron alertas. Un aleteo repentino me hizo detenerme, buscando. Dos palomas se habían posado de pronto en una rama. Reconocí el lugar exacto donde había encontrado al minino en la mañana. Para mi suerte ahí estaba de nuevo. ¿Sería de alguien? No tenía collar. ¿Y si estaba perdido?

Estaba ahí en medio del camino, sentado, como si fuera su calle, seguía mirándome. Ok, eso sí era extraño.

"Pts.. ptss! … pts ptrsss!".

Escuché, pensé sería su dueño, giré y giré, sería mejor seguir mi camino, pasé por lado del gato y en ese momento se movió, se acarició de entre mis pies haciéndome casi caer.

-Ok, ok, de acuerdo, tienes mi atención. – lo sujeté y pareció gustarle, entre mis brazos se regodeó alzando la panza. Este gato es muy seguro de sí, eh? – sabes que hoy me salvaste la vida? Quisiera saber si tienes dueño –Avancé más rápido.- No te estoy robando eh! para que no hagas drama ni te violentes, sino que ya es noche.

Podría jurar que el gato sonrió satisfecho con la lengua repasándose los bigotes y entrecerrando los ojos.

Continuará…