15 años atrás.
El viejo auto avanzaba con movimientos bruscos sobre las rocas de la carretera de tierra seca, sin pavimentar, la tierra se levantaba en forma de polvo, adhiriéndose al parabrisas y a los neumáticos, pero era difícil verlo ya que era de noche y la única luz que alumbraba el camino eran las farolas del auto. Estaban rodeados de árboles y neblina, en medio de un ambiente aterrador, pero los hombres que viajaban estaban acostumbrados a ello, se habían enfrentado a situaciones mucho más escalofriantes y habían salido ilesos, después de todo era su trabajo.
El más experimentado de ambos hombres, sostenía un periódico arrugado entre sus manos, esforzándose por leer aún con todo el movimiento del auto y la escasa luz del interior, mientras el más joven de los dos, se concentraba en conducir, mirando al camino con cierto temor, aunque no era su primera cacería, ni la más peligrosa.
- Entonces, Bobby – comenzó el más joven, aún con los ojos fijos en la carretera - ¿estás seguro de que se trata de un hombre lobo?
- Cien por ciento, sabes que nunca me equivoco, Winchester, llevo años trabajando en esto.
John Winchester asintió aún con cierta inseguridad, pero confiaba en Bobby, el único hombre que le había tendido la mano tras la muerte de su esposa, cuando él y su pequeño bebé de tan sólo seis meses de edad habían quedado completamente solos y desamparados. Bobby le había enseñado cómo sobrevivir en una cacería, cómo investigar y cómo asesinar sin dejar rastro, además le había puesto en contacto con otras personas bondadosas dispuestas a cuidar de su pequeño hijo mientras él se preparaba para un día vengar la muerte de su esposa, así que ¿cómo podría no confiar en Bobby y sus conocimientos?
Se detuvieron al borde del camino, donde la carretera desaparecía para dar paso a un bosque frondoso, ese era el lugar donde decenas de campistas habían muerto en los últimos meses y cuyas heridas daban a entender que se trataba de un hombre lobo… o varios de ellos. Tomaron los suministros necesarios, las linternas y las armas y se adentraron en el bosque, silenciosos y atentos a cualquier ruido.
Bobby indicaba el camino mientras John cuidaba su espalda, procurando que ninguna rama seca se rompiera bajo sus botas y evitado pisar las hojas secas en el suelo. Pero de pronto el sonido de un aullido a lo lejos causó que su sangre se congelará dentro de sus venas y que todos los vellos en su cuerpo se pusieran de punta.
- ¿Los hombres lobo pueden hacer ese sonido? – preguntó John confundido, pero Bobby lo mandó a callar, al principio no supo la razón ya que el aullido había sonado distante, pero al guardar silencio se percató del gruñido animal que les amenazaba a tan solo unos pasos de distancia.
Bobby alumbró a la criatura con su linterna, haciendo visible una figura muy diferente a la que esperaban encontrar. Los hombres lobo eran grandes, musculosos, con enormes colmillos y ojos feroces, pero aquello que tenían en frente era un lobo común, grande y de hermoso pelaje, pero era sólo un animal, nada con características sobrenaturales.
- Qué esperas, Bobby, dispara – instó John, ansioso por dejar de perder el tiempo y dar inicio a la caza real.
- Espera, algo no está bien.
Entonces John se percató de la sangre que corría por el hocico y el cuello del animal y mientras Bobby alumbraba la figura amenazante del lobo, John siguió con su linterna el rastro de sangre en el suelo, el cual recorría al menos dos metros de distancia hasta llegar a lo que tanto temían hallar: allí en el suelo, se hallaba un cuerpo humano, mutilado y desfigurado, claramente asesinado bajo las garras del lobo.
- Oh Dios – exclamó John. Siendo apenas un novato en la caza aún no se acostumbraba a ver semejante carnicería, aunque si bien, alguna vez tuvo que pasar horrores en el ejército, nada se comparaba con lo que había ahora frente a sus ojos.
- Creo que hemos encontrado al culpable de los ataques – susurró Bobby en voz muy baja, temiendo alterar aún más al animal, aunque podía ver que el lobo sabía de cierta manera lo que podía hacerle su arma… al parecer era un animal inteligente.
Al ver que Booby tenía toda la intención de dispararle, el lobo saltó y ágilmente se abalanzó sobre el cazador, esquivando todas sus balas. Bobby calló al suelo con un grito de dolor al sentir las garras del animal rasgar la piel de su hombro, ambos, su arma y su linterna, volaron por el aire hasta aterrizar a los pies de John, quien angustiado exclamó el nombre de Bobby. Sin ni siquiera detenerse para pensarlo, John disparó al animal una y otra vez con las balas de plata, sin titubear ante los desgarradores aullidos de dolor, hasta que al fin, tras clavarle una bala de plata entre los ojos, el animal calló al suelo sin vida.
- ¡Bobby! ¿estás bien? – John ayudó al hombre a levantarse e inspeccionó su herida, la cual, aunque sangraba de manera escandalosa, afortunadamente no era demasiado profunda.
- Estoy bien, estoy bien – dijo Bobby restándole importancia – aunque me cuesta creer que esa cosa haya sido un lobo común ¿por qué razón atacaría a los humanos de esa manera?
- Bueno, claramente no es un hombre lobo, de seguro sólo se trataba de un animal hambriento.
- Lo dudo – gruñó Bobby, pero antes de que pudiese decir algo más, escuchó el suave lloriqueo de un animal, tal vez un cachorro – Oh maldición, que no sea lo que estoy pensando.
John frunció el ceño y guardó silencio, intentando descubrir el punto exacto del cual provenía aquel chillido, pero a medida que se acercaba, este se iba transformando en un gruñido que pretendía sonar amenazante, el pequeño animal se hallaba aterrorizado y aquello era lo único que delataba su escondite. John tomó su arma, dispuesto a dispararle antes de que creciera y se convirtiera en una amenaza, así se abrió paso entre los arbustos donde el animal se escondía.
Ninguno de los dos se sorprendió al hallar acorralado entre tanta vegetación, un pequeño cachorro de unos escasos dos meses de edad, temblando y gruñendo ante los cazadores, tenía un hermoso pelaje dorado y un par de enormes ojos verdes, era tristemente adorable ver aquella criatura cuya apariencia no distaba mucho de la de un perrito inofensivo y aunque probablemente no fuese un peligro ahora, debían considerar lo que podría llegar a convertirse.
- Dispárale ahora antes de que escape – le ordenó Bobby, pero al parecer el animal comprendió sus palabras, pues dejó escapar un fuerte chillido ensordecedor antes de darse a la fuga; ambos hombres intercambiaron miradas y se echaron a correr tras la criatura.
Corrieron durante largos minutos, disparando y gritando hasta que el pequeño animal cayó al suelo agotado, pero sorprendentemente sin una sola herida. Ambos cazadores se pusieron al día y se posaron sobre la figura temblorosa del cachorro, dispuestos a darle muerte, pero antes de poder tirar del gatillo, el cuerpo del animal comenzó a transformarse, todo su pelaje dorado desapareció convirtiéndose en piel clara y sus cuatro patas tomaron la forma de brazos y piernas, demasiado pequeñas y delgadas, pero de apariencia humana.
No tardaron en darse cuenta de que aquello que ahora tenían en frente era el cuerpo de un niño pequeño, de unos 5 años de edad, de cabeza rubia y ojos verde esmeralda, nariz pecosa y labios rosados, la perfecta imagen de un querubín. El pequeño se hallaba desnudo en el suelo, abrazando sus extremidades con temor, sus mejillas bañadas en lágrimas y su mirada suplicante.
- ¿Qué demonios? – exclamó Bobby, ahora cien por ciento seguro de que no se trataba de un lobo común, aunque claramente tampoco se trataba de un hombre lobo.
- ¿Qué eres? – preguntó John amenazante, apuntándole al niño con el arma.
- ¿Qué le hicieron a Mamá? – fue todo lo que el pequeño pudo pronunciar entre sollozos, al menos los cazadores ahora sabían que el niño podía hablar su idioma.
- Hicimos lo que debíamos hacer, tu madre estaba matando seres humanos ¿sabías eso? – respondió John, pero el lobo no pareció comprender la gravedad del asunto
- ¿Tienes familia? ¿hay alguien más de tu especie por aquí? – preguntó Bobby, aunque lo que le preocupaba no era el destino del niño, sino el peligro que representaba su especie y si aún quedaban más criaturas como él, debían darle caza de inmediato.
Pero el niño sacudió la cabeza, si bien era listo o decía la verdad – todos se fueron, no hay nadie más aquí, lo juro. No voy a hacerle daño a nadie, no soy malo, seré un niño bueno, lo prometo, no me maten por favor – suplicó el niño entre sollozos, su carita cubierta de lágrimas y su pequeño cuerpo desnudo temblando por el frío y el miedo intenso, algo que un niño a su edad jamás debería experimentar y aunque bien sabían que no se trataba de un niño común, probablemente mental y psicológicamente era como cualquier niño humano.
- No vamos a matarte – respondió Bobby, a lo que John sólo le miró confundido, pero estaba de acuerdo, era sólo un niño después de todo.
- ¿Qué vamos a hacer con él, Bobby? – preguntó John lleno de preocupación – no podemos simplemente dejarlo en algún orfanato, tarde o temprano descubrirán que no es un niño ordinario, ni siquiera sabemos si es peligroso.
- Ya veremos qué hacer con él, pero no es correcto matarlo, sigue siendo un niño pequeño– John no pudo discutir contra aquel argumento, así que Bobby continuó dirigiéndose al pequeño – ¿Cuál es tu nombre, niño?
- Soy Dean, mi nombre es Dean.
Ahora…
Sam Winchester despertó tras haberse quedado dormido en el sofá con un viejo libro en su regazo, su padre y Bobby se habían marchado en la madrugada hacia un nuevo caso en algún lugar apartado, por lo tanto la soledad y el aburrimiento eran insoportables, sólo tenía a su disposición la vieja televisión, la radio, su computador portátil y la enorme biblioteca de Bobby. No podía salir por su cuenta ya que podría ser peligroso, así que no tenía más opción que quedarse en casa, protegido por sus armas, las líneas de sal en las puertas y paredes y los símbolos dibujados debajo de la alfombra.
No obstante, estaba acostumbrado a ello; su padre y el tío Bobby solían salir de cacería a menudo, mientras que Sam debía quedarse solo en casa esperando su regreso. En momentos como ese, deseaba haber tenido un hermano con el que pudiese divertirse y sentirse acompañado. De niño siempre quiso tener a alguien con quien jugar, alguien con quien compartir sus secretos y desahogarse cuando discutía con su padre, alguien cercano a su edad que comprendiera sus emociones… y ese deseo nunca desapareció, por el contrario, a medida que crecía se sentía cada vez más solitario.
Pensó con resignación que quizás los libros eran su mejor compañía y eran quizás quienes comprendían mejor sus sentimientos, así que no tuvo otra opción que buscar un nuevo libro en la biblioteca de Bobby para pasar el rato. Aunque la biblioteca de Bobby era bastante amplia, Sam ya había leído muchos de los libros que allí se encontraban y otros simplemente no los encontraba interesantes. Para un chico de 16 años, leer los clásicos o temas de religión y ocultismo podría resultar complejo para su corta experiencia en la vida.
Comenzó a buscar en la parte más alta del estante, la cual si se remontaba a tan solo un par de años atrás, no habría tenido la oportunidad de alcanzar, pero ahora que medía alrededor de 190 cm. podía alcanzar a la perfección los libros que antes pensaba misteriosos. Se había acostumbrado tanto a mirar en los estantes más bajos que nunca se percató de los libros que adornaban la parte superior, todos ellos antiguos y llenos de polvo. Quizás estos abordaban temas prohibidos para Sam, quizás Bobby y su padre los habían puesto allí arriba por alguna razón, pero ya no era un niño, ya no era pequeño en absoluto y ahora aquellos libros estaban a su alcance. Tal vez estaba exagerando, tal vez en realidad no había ninguna razón para que aquellos libros estuviesen allí, pero aquello hacía sentir al chico como si estuviese explorando algún lugar desconocido, como si viviera una aventura en su propia casa, aunque era consciente de que todo era debido al aburrimiento.
Llamó su atención en particular, el libro más viejo y polvoriento ubicado en el medio del estate superior; parecía estar escrito en otra lengua, pero su lomo de pasta dura tenía bonitos detalles en dorado y Sam tenía la impresión de que sus hojas serían de algún material antiguo, tal vez cuero o papiro. Acarició con fascinación el lomo del libro antes de tomarlo en sus manos y llevarlo hacia su nariz, inhalando el delicioso aroma de los libros antiguos. No pudo evitar estornudar ante la montaña de polvo que se levantó a su alrededor y tuvo que limpiar su nariz con la manga de su abrigo.
Entonces echó un vistazo al espacio vacío que había dejado la ausencia de aquel libro grande y grueso en el estante, percatándose de la madera ligeramente deteriorada al fondo de este, donde había un enorme agujero provocado por las termitas o algún otro tipo de insecto. Pero lo que causó la sorpresa de Sam, fue el extraño trozo de madera que se asomaba por aquel agujero, pues en donde debería estar la pintura café clara que adornaba las paredes, lograba vislumbrarse lo que claramente era una puerta, aunque no podía comprender hacia donde llevaría ni por qué razón habría de estar oculta.
No soportando más la curiosidad, dejó el libro abandonado en una mesa y con cierta dificultad comenzó a mover el estante. El enorme mueble era pesado, pero Sam era fuerte para un chico de su edad, debido a su gran estatura y al fuerte entrenamiento al que lo sometía su padre. Tal como esperaba, se encontró con una puerta de madera, por supuesto, cerrada con llave, pero aquello no fue un impedimento para Sam, ya que su padre le había enseñado cómo violar cerraduras desde que era un niño pequeño.
Abrió con cuidado, encontrándose con unas largas escaleras que llevaban a lo que aparentemente era el sótano de la casa, aunque Sam desconocía por completo el hecho de que tuvieran un sótano. Abajo estaba oscuro, no había ventanas que iluminaran el lugar, pero por fortuna el interruptor de la luz se hallaba justo a su lado.
La luz era pobre y escasa, pero alumbraba el camino lo suficiente para no caer por las escaleras. Al principio no vio mucho más que algunos muebles viejos y herramientas de construcción, nada que no tuviese un sótano común, pero al girar a su derecha, encontró una enorme puerta de metal cuidadosamente cerrada, daba la impresión de ser muy pesada, como si estuviese conteniendo algo peligroso, aunque Sam sabía con certeza que no debía serlo, ya que Bobby y su padre jamás esconderían algo peligroso en casa.
Con algo de dificultad logró abrir el mecanismo que mantenía la puerta cerrada, sabía que estaba haciendo algo malo, que estaba violando la confianza que Bobby y su padre habían puesto sobre él, pero era un chico curioso y no podría vivir tranquilo sin saber lo que había allí dentro, el pequeño secreto que su padre y su tío guardaban, porque si de algo estaba seguro, era de que una puerta como esa no podría contener objetos comunes… algo grande y misterioso debía esconderse tras ella.
Empujó la pesada puerta con lentitud, inhalando profundo, preparándose para lo que hallaría a continuación... pero en lugar de hallar una habitación oscura con cientos de extraños experimentos, se encontró de frente con algo mucho más confuso y extraño; tras aquella puerta de metal se escondía una habitación amplia e iluminada, con un enorme agujero en el techo cubierto por una gruesa teja de plástico, por donde entraba la luz solar y la ventilación; había una enorme cama en el centro, con un colchón que a leguas podía distinguir lo blando y caro que era, había una lujosa televisión en la pared con una consola de videojuegos, instrumentos de gimnasio, una guitarra eléctrica, una batería, un computador portátil, un estante repleto de libros, juegos y revistas, incluso había una pequeña cocina allí mismo… era todo lo que Sam desearía tener en su propia habitación. Se dio cuenta de que el lugar olía a pastas con salsa de tomate y carne asada, además la televisión estaba encendida, era evidente que alguien había estado allí hacía poco tiempo ¿pero cómo era eso posible? Tendría que haber estado allí desde mucho antes de que Bobby y su padre se marcharan.
Se percató entonces de una pequeña puerta al fondo de la habitación justo en al momento en que esta se abría, revelando un baño lujoso y una figura semidesnuda dentro de él, secando su cabello con una toalla blanca.
- Papá ¿No se suponía que debías estar cazando un vampiro en Texas? – preguntó el extraño, obstruyendo sus propios ojos con la toalla, mas al notar la falta de respuesta comenzó a sospechar que se trataba de alguien más.
El extraño lanzó la toalla al otro lado de la habitación y sus ojos se ampliaron llenos de sorpresa al ver a Sam, devolviéndole la mirada con el mismo asombro y confusión. El extraño no parecía ser mucho mayor que Sam, tenía el cabello rubio oscuro y los ojos verdes, era de constitución delgada pero con músculos definidos, tez pálida y de estatura más baja que Sam, no parecía intimidante en absoluto, en especial por la expresión asustada y poco amenazante en su rostro.
- No puede ser – exclamó el chico – hueles igual que él.
- ¿A quién te refieres? ¿Quién demonios eres y qué estás haciendo en mi casa? – preguntó Sam con temor, buscando sonar desafiante.
- También es mi casa – respondió el chico – escucha, no deberías estar aquí, Papá va a matarme si se entera y también va a estar enfadado contigo, así que… por qué no mejor fingimos que nada de esto ocurrió y seguimos viviendo nuestras vidas justo como antes ¿eh? ¿qué dices?
- Lo haré, cuando respondas mis preguntas.
El chico pareció dudarlo unos segundos, la preocupación y el temor marcados en su rostro antes de asentir con un suspiro – de acuerdo, pero debe ser rápido, no quiero que nadie nos descubra.
- Nadie va a hacerlo, Papá y Bobby están de viaje y no regresarán en corto plazo – tal vez no debió decirle eso, tal vez el chico era peligroso, pero ya estaba hecho.
- Bien, para empezar mi nombre es Dean.
- Yo soy…
- Sammy, lo sé – interrumpió el extraño - ¿Quieres beber algo? Eres demasiado joven para la cerveza pero tengo jugo de naranja y café.
- Estoy bien – respondió Sam con desconfianza.
Dean tomó una cerveza del refrigerador y la destapó usando sólo sus manos, luego tomó asiento sobre la cama sin preocuparse antes por vestirse, aunque afuera hacía frío, aquel refugio se hallaba lo suficientemente cálido.
- Entonces… - comenzó Dean con una sonrisa llena de afecto – ¿cómo lograste entrar aquí, Sammy?
- Es Sam – corrigió bruscamente, pero aquello sólo amplió más la sonrisa de Dean – había una puerta secreta detrás de la biblioteca de Bobby, ni siquiera sabía que teníamos un sótano.
- Veo que eres muy curioso, debió haber sido difícil para ellos mantenerme oculto durante 15 años – rio antes de darle un sorbo a su cerveza – pero por lo que ha dicho Papá, eres un chico muy listo, así que esperaba que esto pasara tarde o temprano.
- ¡15 años! – exclamó Sam con horror, 15 años era demasiado tiempo ¿Cómo era posible que aquel chico estuviese allí desde mucho antes de que Sam tuviese conciencia? – pero nunca te vi salir, ni te escuché ¿cómo es eso posible?
- Eso es porque nunca he salido de aquí, genio. Además estás paredes son anti ruido, no había manera alguna de que pudieras descubrirme.
- ¿Has vivido encerrado aquí toda tu vida?
- Sólo 15 años, como puedes ver tengo 20, así que pasé 5 años en libertad; pero no me quejo, vivo bien aquí, tengo todo lo que necesito, tengo cientos de videojuegos ¿Y ves esa preciosidad? – dijo señalando su guitarra – ¡es un Stratocaster! Y suena asombroso.
- Oh Dios, esto tiene que ser un sueño o una pesadilla… esto es demasiado – dijo el más joven, llevándose ambas manos a la cabeza, comenzando a sentirse mareado.
- ¿Estás bien? – preguntó el chico preocupado.
- Todo esto es demasiado extraño. Para empezar ¿quién dices que es tu padre? ¿Bobby?
Dean sacudió la cabeza con una sonrisa – Cuando hablo de Papá me refiero a John.
Los ojos de Sam se abrieron con sorpresa, su rostro palideció y las paredes comenzaron a girar, por lo que se vio obligado a sentarse en la silla del escritorio – nunca me dijo que tuviera un hermano ¿por qué habría de ocultarlo?
- Eso es porque no somos hermanos de sangre y Papá tenía sus razones para ocultarme de ti. Mira, tu padre me adoptó cuando tenía sólo 5 años, mi madre murió y yo estaba completamente solo, así que él y Bobby fueron bondadosos y me perdonaron la vida, me trajeron a casa y me ocultaron de ti porque querían protegerte. Pero no es tan malo, me han dado todo lo que necesito, me han enseñado todo lo que sé y ambos vienen a jugar conmigo de vez en cuando.
Era difícil no darse cuenta de que Dean sonaba a veces como un niño, pero no podía juzgarlo teniendo en cuenta que el chico nunca había tenido contacto con el mundo exterior, había permanecido allí toda su vida, siendo mimado como un niño pequeño a la vez que era tratado como un monstruo, sin embargo, teniendo en cuenta las cosas que Dean decía, probablemente eso es lo que era: un monstruo.
- ¿Por qué te ocultaron aquí? ¿por qué creen que eres peligroso? – preguntó Sam, temiendo la respuesta y temiendo por su seguridad ahora que estaba allí indefenso, aunque el joven no aparentara ser peligroso.
- Porque no soy humano, Sam, soy un licántropo ¿sabes lo que es?
Sam había escuchado a su padre hablar de los licántropos, seres que lucían como humanos corrientes pero que podían transformarse a su voluntad en lobos salvajes, siendo difícil distinguirlos de los animales reales. Estas criaturas eran escasas, habitaban los bosques y pocas veces se mezclaban con los humanos, se alimentaban de carne cruda y no dudaban en matar humanos cuando el hambre los atacaba.
- Sé lo que es – respondió con voz temblorosa – yo… tal vez no debí haber venido.
- Está bien, Sam, te aseguro que no soy peligroso… yo nunca te haría daño, eres de la familia.
- ¿Si no eres peligroso entonces por qué te encerraron aquí?
- Por precaución, porque Papá y Bobby temen que pierda el control frente a ti, pero no soy una bestia salvaje, tengo consciencia aun cuando me transformo. De hecho, puedo oler tu carne y pienso que es asquerosa… sin ánimo de ofender.
- ¿Y cómo sé que no estás mintiendo? Tal vez quieres comerme y sólo intentas engañarme – el más joven se puso de pie, retrocediendo lentamente hacia la puerta.
- No como carne humana, Sam, ni siquiera me alimento de carne cruda. Si no me crees puedes revisar mi refrigerador.
Pero Sam temía que si llegara a acercarse, entonces Dean aprovecharía para atacarlo por la espalda y devorarlo vivo.
- Por favor, Sam, no soy malo, tienes que creerme – dijo Dean con ojos suplicantes, sonando aún más como un niño. Intentó posar su mano sobre el brazo de Sam, pero el chico se apartó con terror y huyó corriendo de aquella celda.
- ¡Sam, espera! – pero el menor lo ignoró, en su lugar cerró la enorme puerta de metal y volvió a encerrar al licántropo. Arriba movió de nuevo el estante y volvió a dejar el libro en su lugar, para luego pretender que nada había ocurrido aquella noche.
NA: Gracias por leer! por favor déjenme saber si alguien desea que continúe esta historia.
