Estoy totalmente enamorada del MuraHimu, y no puedo evitarlo, me encantan~

¿Qué veremos aquí?

. Himuro llevando la iniciativa como un maestro en seducción

. Murasakibara un tanto inocente (y tierno)

NOTA: en este fic he hecho que Himuro sea abiertamente homosexual.


CAPÍTULO 01

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Si eres un hombre y te acuestas con una mujer no hay el menor de los problemas, quizá sólo lo haya si te acuestas con más de una. En cambio, si con quien te acuestas es con otro hombre, los problemas no paran de crecer; mucho más cuando ocupas el rol femenino en ese encuentro, pues cuán adictivo es. Eso lo sabía Himuro muy bien, conocía a la perfección la sensación de ser "llenado" con la testosterona materializada de otro hombre y perderse en medio de toda esa rebosante testosterona, a fin de cuentas con el tiempo necesario el cuerpo a todo se acaba acostumbrando. Aunque las primeras veces le resultaba incómodo –incluso un poco doloroso-, sólo bastaba encontrar un buen acompañante con la experiencia como guía para que el dolor fuera totalmente solapado por el placer.

Le seguía confundiendo el completo tabú que era el sexo (ya fuera hetero u homosexual) para los japoneses, llevaba aquí un tiempo viviendo y podía notar la represión en esta sociedad; cuán distinto eran estos barrios a los de la soleada San Francisco donde había crecido, claro que aquella ciudad es casi como la Meca para la población homosexual no sólo de EEUU sino del mundo, así que simplemente no podía comparar ambos ambientes.

No fue extraño entonces que la frustración sexual llamase a su puerta más tarde o más temprano, pudo ignorarla durante bastante tiempo gracias al baloncesto, pero hay ámbitos que su deporte favorito no puede satisfacer. Y era bastante incómodo despertar cada mañana con un campamento montado entre sus piernas, problema que debía solucionar, para su mala fortuna, en solitario; suerte que su habitación en los dormitorios de Yōsen era individual, si no ya hubiera vivido más de una incómoda escena con quien hubiera sido su compañero…, o quizá le hubiera invitado a ser partícipe de la misma.

A sus oídos llegó, por parte de un animado programa de variedades nocturno, la existencia de ese popular barrio rojo, más concretamente su región oeste, ésa famosa por sus locales enfocados al público homosexual…, y pese a que su apariencia era tentadora –o así lo mostraban en ese reportaje-, este ambiente no atraía para nada al tirador de Yōsen. Lo excitante en el complicado juego del amor es el arte de la seducción: acercarte a tu presa y ver cómo cae ante ti sin oponer resistencia alguna. Podría afirmar que junto al sexo, lo que más echaba de menos era esta maravillosa sensación que también experimentan los mejores cazadores tras su pieza.

Ya vestido con ropa más cómoda que el uniforme escolar fue al entrenamiento del equipo, aún con esa idea todavía rondando por su mente: cacería. Se preguntaba quién podría ser su siguiente "víctima", por así llamarle, se debatía entre usar el término «víctima» o «presa», en este contexto ambas palabras resultaban sinónimas. Rió un poco entrando al pabellón, allí ya estaba la dura entrenadora indicando cómo sería el entrenamiento de hoy, pero no estaba todo el equipo, faltaba un integrante, probablemente el más importante.

— Oye Himuro, ¿dónde has dejado a Murasakibara? —le preguntó Kenichi estirando sus brazos, preparándose para el ejercicio.

— Hablas como si Atsushi fuera mío, capitán… —suspiró—, no sé dónde está, no soy su niñera.

— Como sea, ya vendrá —decía la entrenadora sacudiendo su shinai de madera—. ¡Comenzad el entrenamiento!

Dicho y hecho, nadie quería probar el duro filo del arma que Masako siempre cargaba. Sin embargo fue un sonoro golpe del shinai quien recibió al jugador que faltaba, apenas pudo disculparse, recibió otro golpe por llamarla Masa-chin en lugar de «entrenadora», y le arrastró a la cancha, donde no paraba de quejarse por una nueva marca roja que habría nacido en su espalda.

— Es doloroso… —refunfuñaba con el golpe en su piel aún doliente.

— ¡Murasakibara ten cuidado, es Himuro quien lanza! —le gritó Kensuke incapaz de frenar el avance del otro.

Como de costumbre, los movimientos del azabache eran precisos, cada gesto se enlazaba al siguiente de una manera fina y elegante, pareciendo una armoniosa danza difícil de detener. Pero dicha danza tan silenciosa fue abruptamente cortada con la presencia del verdadero as, estiró su brazo y aquello bastó para golpear el balón, luego avanzó un par de pasos con intenciones de botarlo, pero entonces sintió algo cayendo frente a él, algo que fuera lo que fuera, le obligó a frenarse.

— ¿Eeeeh? —agachó lentamente la mirada, viendo a Himuro sentado en el suelo a poca distancia de sus propios pies—. ¿Estabas ahí, Muro-chin?

— Tú… —suspiró, debía calmarse, incluso aunque su sangre hirviera en estos momentos, sabía que debía calmarse.

— Eres tan pequeñito… —ladeó la cabeza—, no te he visto.

— No es que yo sea pequeño, es que tú eres malditamente alto.

— ¿Es así? —dijo tendiendo su mano, Himuro la sujetó para poder tenerse en pie más fácilmente—. Entonces sólo deberías hacer más ruido para al menos oírte.

— Lo que tú digas, no te distraigas de la práctica.

— De acuerdo~ —y volvió a su sitio en mitad de un cantarín bostezo.

En cuestión de segundos la situación se repetía, de nuevo era Himuro el que entraba en el área más pequeña, con sólo Murasakibara defendiéndola. Lo novedoso aquí fue el grito que soltó el azabache justo antes de tirar, el cual confundió al resto del equipo, y fue suficiente como para que el balón no encontrara ningún obstáculo en su trayectoria, ganando los deseados 2 puntos.

— Himuro, ¿está todo bien? Me preocupa ese griterío, aru —le preguntó Liu con su divertido acento.

— Estrategia —contestó mirando a quién se supone debía defender la canasta—. Atsushi, te he dicho que no te distraigas.

— Muro-chin, estás empezando a molestarme.

— Oh, ¿en serio? —sonrió con la mirada irritada que se había ganado.

El resto de la práctica transcurrió sin más novedad que los gritos, ya por parte de ambos: Himuro antes de lanzar gritaba "¡ATSUSHI, ESTOY AQUÍ!" y Murasakibara le respondía "¡TE ESTOY VIENDO, MURO-CHIN!" mientras desviaba sus tiros. El resto del equipo se encontraba bastante confundido en estos momentos, mirando atónitos la práctica.

— ¿Pero qué demonios está pasando? —se preguntaba el capitán sin saber muy bien qué hacer.

— Siempre he dicho que la comunicación es importante, pero no en este extremo…

— ¡¿Queréis parar de una vez este espectáculo y jugar de manera normal?! —les gritaba la entrenadora moviendo de un lado a otro su shinai, intentando poner orden entre los jugadores.

La práctica terminó siendo ya casi de noche, se retiraban algunos a descansar y otros a repasar las tácticas de su siguiente oponente. Himuro caminaba junto a Murasakibara con dirección a los baños situados en los dormitorios, no era agradable mantener el sudor encima durante tanto tiempo, pero las duchas del pabellón estaban en mantenimiento; ambos se extrañaron por no ver a nadie por los pasillos, pero teniendo en cuenta que ya era bastante tarde le restaron importancia.

— Aaah, estoy hambriento —se quejaba el más alto mientras se quitaba los pantalones, no pudo notar la fija mirada de Himuro puesta en él.

Ahora mismo le analizaba de arriba a abajo, no podía negar el buen físico que el pelivioleta se gastaba, no en vano era jugador de baloncesto…, comenzó a pensar que quizá, y sólo quizá, Murasakibara le sirviera para lo que tanto había echado en falta desde que pisó el suelo japonés.

— Atsushi —le llamó haciendo el primer movimiento, se acercó a él sujetando su camisa—, te ayudaré a desvestirte, ¿está bien?

— Umh —asintió con la cabeza, luego estiró ambos brazos a la vez que retrocedía, quedando en las manos de Himuro su camiseta empapada en sudor, cosa que pareció no molestarle en absoluto.

— Bien, vamos a la ducha ahora —dijo echándose a andar, asegurándose de memorizar cada centímetro de piel que pudo ver, sobre todo "esa" parte que nunca se mostraba al público. Tuvo que admirar su tamaño, le hacía justicia al resto del cuerpo.

Sonrió escuchando el suspiro de pura satisfacción que soltó el otro una vez se encontró bajo el agua caliente; eran duchas individuales pero no demasiado íntimas, pues era una mampara translúcida la encargada de separar cada cubículo. Por ello a Himuro no le supuso el menor de los esfuerzos desviar la mirada hacia su derecha, viendo la silueta del cuerpo contrario, memorizándolo. Tendría que agradecer la altura de su compañero, Murasakibara era tan alto que su cabeza sobresalía sin problemas por sobre el empapado cristal que los separaba, al igual que buena parte de sus hombros.

— De verdad eres enorme, Atsushi —comentó enjabonando su cabello, aclarando luego el champú.

— Es molesto, siempre me golpeo con los marcos de las puertas —refunfuñaba totalmente estático bajo la ducha, dejando que el agua se paseara libremente por sus músculos.

— Yo pienso que es genial, un chico alto siempre será más llamativo —le dijo mirándole con una sonrisa en el rostro, ahora el menor debería avergonzarse y murmurar una tímida respuesta.

— Dices cosas muy extrañas, Muro-chin —salió de la ducha sin molestarse en secarse antes de ponerse la ropa—. No te entiendo muchas veces, ¿sabes?

Himuro chasqueó la lengua, había subestimado a su presa, este golpe no lo vio venir pero no permitiría que volviera a ocurrir; salió tras él después de secarse y cambiarse, tuvo que agradecer que el otro no caminara muy rápido, lo encontró al final del pasillo.

— Atsushi, ¿puedo pasar esta noche contigo? —preguntó una vez le hubo alcanzado, ahora sin lugar a dudas debía sonrojarse y asentir tímidamente.

— ¿Eeeh? —le miró bastante desganado—. No me molesta si se trata de Muro-chin, ¿pero por qué?

— ¿Y por qué no? —otro chasquido de lengua, se serenó antes de dar cualquier excusa—. Será divertido, ¿no crees?

— En absoluto.

— Eso es un poco cruel —murmuró con la voz un tanto afligida, posiblemente así se ganara el favor del otro.

— ¿Lo es? —ladeó la cabeza en un gesto pensativo—. Yo veo más cruel que vengas a mi habitación sin avisar, no cabremos en mi cama.

— No te preocupes por eso, siempre puedo dormir encima de ti.

— Muro-chin, no invadas mi espacio personal.

Cenaron en el comedor principal y, tras entrar en la habitación, Himuro comprobó que el menor no le mentía, un vistazo fue suficiente para notar que ese colchón no medía dos metros, ¿cómo hacía el otro para dormir en él? Pronto lo descubriría. Ni siquiera preguntó de dónde había sacado esas golosinas, decidió ignorarlo yendo a la cama, se sentó en ella antes de acostarse, olisqueando el champú impregnado en las sábanas. Ese olor junto al del propio Murasakibara le gustaba.

— Muro-chin, es imposible que ambos durmamos ahí —le miró comiendo una a una las dulces Nerunerunerune, su snack favorito.

— Ya te he dicho que no te preocupes —sonrió girándose hacia él aun en la cama—. Sí cabemos, mientras no nos separemos demasiado.

— No me emociona dormir tan pegado a otra persona —dijo entre suspiros agachando sus hombros.

— Vamos, vamos, no es tan grave —dio palmaditas en el colchón, allí se acostó el menor y Tatsuya trepó por su cuerpo hasta quedar arriba—, ¿ves? Sin problema —la sonrisa era victoriosa esta vez, ahora sin lugar a dudas el otro debía avergonzarse con su cercanía.

— Es molesto.

— ¿Eh?

— Me molestas —volvía a refunfuñar comiendo otra chocolatina—, te tengo encima, me das calor y me quitas espacio en la cama. Son todo molestias.

— ¿No puedo hacer nada para que te sientas mejor conmigo aquí? —ésta era, ésta debía ser la pregunta que mandara lejos la indiferencia del pelimorado; pero sólo para asegurarse de que comprendía, decidió acercarse a él y quitarle de un mordisco el chocolate, rozando a propósito sus labios—. ¿Aún crees que no puedo hacer nada, Atsushi~?

— Ahora eres todavía más molesto, Muro-chin —al contrario de la voz sugerente de Himuro, la del menor sonó bastante irritada—. Tenía doble de caramelo con avellanas y chocolate con leche, era mi favorita y me has quitado casi la mitad.

— ¿Tú estás hablando en serio? —preguntó ahora asombrado, ¿había perdido su habilidad de seducción o era que al otro no le afectaba en absoluto?

— ¿Eh? Por supuesto —murmuró abriendo otro envoltorio, aunque Himuro lo apartó de un manotazo, cayendo el chocolate al suelo—. ¡Muro-chin!

— ¡Cállate y céntrate en lo que tienes en frente! —apretó sus hombros mirándole, era extraño que perdiera la calma de esta forma, pero comenzaba a irritarle—. ¡¿Es que no puedes verlo o qué te pasa?!

— Ahora veo que la extra especial con relleno de frambuesa está muy lejos, no lo entiendo, ¿por qué la has tirado? —dijo mirando los ojos confundidos del azabache.

— Está bien, está bien… —rió—, todo está bien —suspiró relajándose, no debía perder la compostura de aquella manera. Se acomodó el cabello estando aún arrodillado sobre el otro, bonita vista era aquélla; acabó por bajar de la cama, cogió la famosa chocolatina y se la entregó—. No pienses que he tirado la toalla, esto sólo acaba de empezar.

— ¿Eh? ¿El qué? —le miró mientras caminaba hacia la puerta.

— No importa —sonrió girando su cabeza hacia él, ya con su mano en el pomo—, necesito calmarme y pensar. Nos vemos mañana en la práctica, no vengas tarde o la entrenadora te reñirá de nuevo.

— Umh, buenas noches, Muro-chin —se despidió desde la cama sin poder ver la sonrisita en el rostro del mayor.

Incluso en su habitación mantenía la sonrisa, esto no era un rechazo, ni mucho menos una derrota, era un reto, ¿cierto? Eso era: un RETO.

Echado en su cama pensaba en miles de cosas que podría hacer, millones de escenas que pondría en juego para lograr su objetivo…, era la primera vez que alguien le evitaba con tanta soltura, de una manera tan calmada e indiferente que si bien antes le provocaba frustrados suspiros, ahora le arrancaba las carcajadas.

Quería lograrlo, debía lograrlo, de hecho deseaba lograrlo: el número 9 de Yōsen caería rendido a sus pies.