Renuncia de derechos: Harry Potter y todo su universo son propiedad de J. K. Rowling, empleo parte de ello sin fines de lucro. Por otra parte, trama y algunos personajes sí son míos, por lo que me reservo su uso.

El presente texto participa en el minireto de diciembre para "El Torneo de los Tres Magos", del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

Personaje sorteado: Vernon Dursley.


Un festejo vacío.

A través de los años, Vernon Dursley celebró la Navidad de distintas maneras, casi todas de una forma que considerara agradable. Las excepciones fueron, por supuesto, los años que debió tener a su sobrino en casa, pero cuando éste cumplió once años, volvió a tener fiestas normales.

La Navidad de mil novecientos noventa y siete fue todo, menos normal. En una casa desconocida, teniendo a su alrededor a un par de "fenómenos", sin más adornos que un árbol raquítico y con una cena escasa, Vernon no hizo sino maldecir a Harry Potter por meterlo, a él y su familia, en semejante predicamento.

El año siguiente, por fortuna, se les permitió volver a su casa, por lo cual esperó que todo volviera a ser como era debido, pero se equivocó.

—Me voy, papá.

El anuncio de Dudley en el verano de mil novecientos noventa y ocho escandalizó a Petunia e, increíblemente, sorprendió a Vernon. Cierto, desde hacía tiempo, su hijo se comportaba extraño, pero de eso a dejar la casa familiar…

—Iré a la universidad, conseguiré un buen trabajo, viviré por mi cuenta… Ya es hora, papá.

¿Hora de qué? ¿Acaso Dudley se había vuelto loco? ¿Iba a abandonarlos, a él y a Petunia?

—Vendré a visitarlos cada vez que pueda.

Por alguna razón, a Vernon la promesa le sonó hueca. Fingió que no le importaba, que aceptaba aquella como una decisión de su chico "que se convertía en hombre", pero no la comprendía. Se suponía que sin el muchacho Potter, por fin volverían a la normalidad.

Tiempo después, se evidenció que su presentimiento era correcto. La Navidad de ese año fue extraña, fría, con una Petunia apática colocando adornos que nadie alabaría y preparando comida que debieron degustar hasta Año Nuevo, porque no hubo nadie más que la consumiera.

Era la primera Navidad sin Dudley en casa. Y eso, lejos de enorgullecer a Vernon, comenzó silenciosamente a matarlo de amargura.