Disclaimer: Los Juegos del Hambre y sus personajes pertenecen a Suzanne Collins. The World Ends With You y sus personajes pertenecen a Jupiter Studios y Square-Enix. La canción "What a wonderful world" es propiedad de Bob Thiele, Louis Armstrong y HMV records.

Este fic participa en el Reto ¡Crossovea… si te atreves! del foro "Hasta el Final de la Pradera".


Glimmer Leven-Bell, 17 años


Mis pasos resuenan por todo el túnel. Es un lugar extraño y monótono que no parece llevarme a ninguna parte. A veces las personas nos preguntamos cómo será ese lugar al que iremos después de morir.

Yo también lo hice.

Lo que nunca imaginaría era que sería ésta alcantarilla. Éste río luminoso flanqueado por baldosas cubierto por el techo abovedado. Desde que llegué, he caminado por aquí. No puedo volver atrás pues una pared invisible me lo impide, sin embargo hacia delante no hay ningún obstáculo.

Pero el tiempo pasa y pasa... o tal vez no pasa... ya no estoy segura sobre eso. Y lo único que me pregunto es si llegaré alguna vez a alguna parte.

Glimmer...

¿Qué? ¿Quién me llama?

Glimmer...

Es una voz masculina. No parece venir de ninguna parte mas que del interior de mi cabeza.

—¿Dónde estás? —lo llamo.

No sé quién puede ser, pero de repente me siento feliz. Feliz de poder hablar por fin con alguien después de todo éste tiempo. Ya empezaba a sentirme bastante sola.

Mira a la pared.

Le hago caso, y en cuanto giro la cabeza, veo una puerta aparecer ahí de la nada. Con curiosidad, abro y paso.

Al otro lado me espera una especie de club, o pub. Lo primero que me llama la atención es la iluminación, tenue pero sofisticada en donde predomina el neón. Música muy suave de jazz. Hay una barra. Tras ella hay muchas estanterías llenas de bebidas y copas. Hay muchas mesas redondas, sillas y una mesa de billar en la que hay dos hombres jugando.

Uno de ellos empuja la bola blanca con el palo antes de fijarse por fin en mí y sonreír.

—Glimmer... bienvenida a mi club.

—¿Nos conocemos? —pregunto yo, nunca he visto a éste hombre.

Es alto y de piel oscura, tiene el pelo negro y largo, estilizado en cientos de pequeñas trenzas, viste unos pantalones negros de piel de serpiente, al igual que su traje bajo el cual hay una camisa blanca, sin corbata. Sus ojos están cubiertos tras unas gafas de sol negras. Nada colorido en él. La única nota de color viene de su colgante, un medallón redondo carmesí con un símbolo tribal negro enmedio.

—Toda una falta de modales por mi parte el no presentarme. Disculpa eso. Me llamo Megumi Kitaniji. Llámame señor Kitaniji.

—¿Qué es éste lugar? ¿Qué hago yo aquí? ¿Y ustedes?

—¿No son esas demasiadas preguntas, linda?

—Estás siendo descortés otra vez, Megumi. Es normal que la chica se haga preguntas.

Entonces me fijé por primera vez en el otro hombre. Cabello negro repeinado hacia atrás, ojos azules, barba afeitada en un complicado diseño tribal, su ropa más colorida que la del señor Kitaniji, camisa fucsia bajo un chaleco negro a juego con los pantalones.

—A ti te conozco —le digo—. Eres Seneca Crane.

—Lo soy, nos conocimos hace mucho en vida. Me alegra que no me hayas olvidado.

—No entiendo. ¿Por qué estás aquí? ¿Acaso has muerto?

Él da un suspiro.

—Así es. Siempre fui un romántico sin remedio. Lo que no sabía es que era eso lo que iba a acabar conmigo.

—Lo siento —respondo con tono algo sarcástico.

¿Acaso yo no morí en sus juegos? ¿Por qué debería tenerle empatía?

—Está bien. Sinceramente, estoy mejor que nunca.

—Eso ya lo veo —respondo algo enojada—. Aquí jugando al billar, bebiendo martinis y escuchando jazz por toda la eternidad, mientras yo caminaba y caminaba ahí afuera por ese estúpido túnel.

—Cada uno tiene tras la vida la penitencia que merece. El señor Crane se ha ganado lo que tiene. ¿Qué te has ganado tú? —dice el señor Kitaniji sin quitar la atención a su jugada.

—Creo que merezco más.

—Todos dicen lo mismo. Si no te gusta no hubieras muerto. Eso te pasa por dormirte en lugar de montar guardia. Deberías haber visto tu cara después de que las rastrevíspulas terminaran contigo. ¿Y el arco? ¿Qué diablos te llevo de todas las armas disponibles a escoger un arco aún cuando no sabías usarlo bien?

—Megumi... estás pasándote —le regaña Seneca.

Es cierto, yo no era buena en el arco. Sin embargo lo escogí por impresionar a Cato. A decir verdad no era tan buena con las armas, pero me engañé a mí misma pensando que sí. Pensando que así...

De repente ya no tengo ganas de hablar. Éste hombre cada vez me cae peor. Prefiero incluso volver al tunel.

—Ya no tienes tantas ganas de sacar el genio. ¿Verdad? A todos les pasa después de un rato.

—Me voy —digo caminando hacia la puerta.

El señor Kitaniji me bloquea el paso.

—No deberías tomarte las cosas tan en serio.

—Deja que me vaya —digo intentando rodearlo pero él me vuelve a bloquear.

—Pero si acabas de llegar.

—Prefiero caminar por toda la eternidad por una alcantarilla a estar aquí con ustedes.

—Está bien. ¿Quieres respuestas? Hablemos un poco. Ven, siéntate donde quieras y toma algo.

—Tiene diecisiete años —oigo decir a Seneca mientras golpea la bola blanca con el palo de billar. Se oye el característico sonido de las bolas al chocar, y una azul con franja blanca se cuela en el agujero.

—Entonces, sólo siéntate donde quieras.

Yo escojo una silla frente a una de las mesitas redondas y el señor Kitaniji se sienta en otra a mi lado.

—Bien, Glimmer... ¿Qué querías saber?

—¿Estoy en el infierno?

Saber dónde estoy realmente es lo que más me ha preocupado desde que llegué.

—La respuesta corta es sí. La respuesta larga es, no existe el infierno tal y como los humanos lo imaginan, tampoco el cielo. El infierno y el cielo no son más que estados mentales generados por la mente y la vibración del aura de cada individuo. Por tanto, sí, estás en el infierno. En tu propio infierno.

Lo miro, aún sin comprenderlo del todo.

—O sea que es mi mente la que ha generado todo ésto. Si eso fuera así... ¿No podría cambiarlo?

—No es tan fácil. Cambiar la mentalidad de la gente no se hace de la noche a la mañana, mucho menos su vibración. Sobre todo una vez que han muerto. Vivir es aprender, madurar y desarrollarse, morir es para descansar y sanar. Es un período de estancamiento.

Me muerdo el labio. Entonces no puedo hacer nada... no puedo cambiar.

—¿No te arrepientes ahora, Glimmer? ¿De haber voluntariado? ¿De haber tirado la vida que se te regaló a la basura por tu ambición de vencedora?

Suelto una risotada, éste hombre es tan molesto...

—Puede que fuera un regalo, pero era un regalo que yo no pedí. Mi vida era mía e hice con ella lo que mejor me pareció —espeto, en el fondo, sé que tiene algo de razón, pero no pienso admitírselo.

—Y ahora no volverás a ver a los demás. Pero no te preocupes, están bien. Tu madre es quien peor lo lleva pero aprendió a vivir con tu pérdida, tu padre se enfadó contigo. Aún lo está. Él nunca aprobó que fueras a los Juegos del Hambre... ¿No es así Glimmer?

Papá...

¿Por qué me duele tanto pensar en él? ¿Por qué aún después de muerta me sigue importando?

Un flashback viene a mi cabeza. Soy yo. Tenía cinco años. Recuerdo bien ese día. Había cazado un saltamontes en el jardín y quería enseñárselo a papá. Cuando abrí la puerta de su habitación llamándolo, él tenía a mi hermanita en brazos. Le estaba cantando una nana. Me llamó escandalosa, me dijo que el bebé estaba intentando dormir y me cerró la puerta en la cara. El frasco se cayó al suelo de mis manos temblorosas y corriendo, fui a mi habitación. Pasé la tarde llorando. Desde que ella nació, yo pasé a segundo plano para él.

La relación con mi hermana siempre fue mala. Ella era la niña prodigio, bonita, dulce, educada, buena en los estudios, virtuosa del violín y el piano. ¿Había algo en lo que Cadence era mala? Lo descubrí unos años después. Entrenar no era lo suyo. Su puntería era muy mala, su fuerza mediocre. Tal vez podría haber destacado en supervivencia, pero lo que verdaderamente te convierte en un profesional con todas las letras es el uso de armas.

En casa, mis padres me estaban comparando continuamente con ella. Pero en la academia, todo era distinto. Ahí mandaba yo, porque era superior a ella. Y que mis padres no lo aprobaran... sólo lo hacía más interesante.

—¿Te ha comido la lengua el gato? Pensé que querías hablar —dice el señor Kitaniji.

—Quería. Pero ya no hay vuelta atrás. Ya no importa.

—Veo que no te ha sentado bien rememorar el pasado. Pero Glimmer... quizá puedas cambiar eso. Si tú quieres.

—¿Si yo quiero? ¿Qué quieres decir?

—El señor Crane y yo tenemos un juego entre manos. Y me han dicho que te gustan mucho los juegos...

—¿Qué obtendré si gano?

—Una nueva oportunidad. Si ganas, recuperarás tu vida. Volverás a la vida en tu distrito natal, en el momento presente del tiempo lineal.

Una nueva oportunidad... ¿Es eso posible? Nunca he oído de alguien que haya vuelto a la vida después de muerto.

—Y si no entro volveré a vagar por la alcantarilla, supongo...

—Lo más probable. Caminarás por tu infierno personal hasta que consigas purgarte, una vez que lo hagas podrás seguir adelante. Es complicado de explicar a un humano en pocas palabras. Eso sí... hay un precio para entrar en mi juego. Si quieres participar en él, tendrás que pagar la tasa de entrada.

—¿Y de dónde esperas que saque el dinero para pagarte? —respondo—. No tengo nada.

—No es dinero lo que busco. Es algo más.

Lo miro entrecerrando los ojos. Seguro que va a pedirme algo pervertido, cosa a la que no pienso acceder.

—Lo que Megumi quiere de ti es tu posesión más preciada. Pero no te preocupes, si ganas te será devuelta —dice Seneca.

—Así es. ¿Cual es tu posesión más preciada, Glimmer? No tiene por qué ser algo material.

—Mi cabello —digo inmediatamente, mi cabello es mi posesión más preciada, lo cuidaba tanto estando en vida... era la parte de mi aspecto físico de la que más me enorgullecía.

El señor Kitaniji comienza a reír.

—No me tomes por tonto. Más sabe el Diablo por viejo que por diablo.

—¿Eres el Diablo? —pregunto.

Él se ríe aún con más fuerza.

—No, no soy el Diablo. Tampoco Dios si eso es lo que ibas a preguntar a continuación. Pero ya he visto cual es tu posesión más preciada. Y procederé a tomarla si aceptas entrar en el juego.

—De acuerdo, acepto. Dices que la podré recuperar, no pasa nada.

—Si ganas, sino serás eliminada. Tu alma dejará de existir para siempre. ¿Aún aceptas?

—Claro que acepto.

—Bien... —dice el señor Kitaniji, sus labios torcidos en una sonrisa macabra— voy a proceder a tomar tu posesión más preciada.

Él estira su brazo hacia mí con la mano abierta, casi rozando mi frente. Unos instantes después, su mano es rodeada por un resplandor plateado que me envuelve. Siento un cosquilleo y algo de miedo e incertidumbre, pero pronto todo cesa tras unos segundos.

—¿Ya está? —pregunto, esperaba algo más.

—Ya está —dice él.

—Me siento igual que antes. ¿Seguro que has tomado mi tasa?

—Muy seguro. Ahora toma, ésto es tuyo —el señor Kitaniji rebusca en el bolsillo interior de su camisa, saca un pin redondeado y me lo da, el dibujo es idéntico al de su colgante. Lo único distinto son los colores— es tu pin de jugador. No lo pierdas. Es tu boleto de participación en el juego, a parte de eso tiene también unos cuantos poderes que te explicaré a continuación. También necesitarás un celular. Seneca... ¿Puedes traer un celular a la señorita?

Seneca deja el palo apoyado en la pared, va tras la barra y vuelve con un celular.

—¿En serio es para mí? ¡Gracias! —digo, tratando de encenderlo, pero el aparato no responde— Eh, creo que está roto...

—No lo está. Se activará llegado el momento. Ahora Glimmer quiero que me escuches con atención, porque te voy a explicar las reglas del juego y sólo tendrás ésta oportunidad de oírlas.

—Adelante pues —digo acomodándome en la silla.

Y con toda mi atención escucho todo lo que tiene que decir.


Rue Prairie, 12 años


—¿No podría escuchar las reglas del juego antes de aceptarlo?

El señor Kitaniji resopla, como si hubiera dicho algo poco razonable.

—Por supuesto que no. Ésto es una oportunidad única. O te lanzas o no te lanzas.

Algo en mi interior me grita que no confíe en éste hombre. Y aún así, me gusta la idea de volver a vivir.

—¿No quieres volver a ver a tu familia? Lavender es la que más te extraña, va todos los días a visitar tu tumba, a regar el retoño de almendro que sembraron en tus cenizas. Se está empezando a parecer mucho a ti, esa niña... ya casi será su primera cosecha.

Abro mucho los ojos, sorprendida. La tradición funeraria del Distrito 11 dicta que en las cenizas de la persona fallecida se debe plantar un árbol. ¿Pero por qué eligieron mis padres plantar un almendro de entre todas las cosas? Los manzanos crecen mucho más rápido y comienzan a dar fruto antes... quizá fue idea de Lavender. Siempre le gustaron. Puede que la vida fuera dura pero nos teníamos los unos a los otros.

Lavender... la extraño tanto.

—He decidido participar en tu juego —digo casi en un susurro. El recuerdo de mis hermanos es demasiado fuerte.

Quiero volver a verlos.

—Una buena decisión. Espera un momento mientras me cobro tu tasa de entrada.

El señor Kitaniji apoya sus pulgares en mis orejas y clava sus dedos en mi cuello. Cuando se ponen a brillar, me hace cosquillas. Todo dura unos instantes.

—Ya está —dice retirando sus manos de mí.

En cuanto lo hace, me siento inexplicablemente triste. Así es como sé que ha tomado mi posesión más preciada y sé muy bien qué ha sido. La suave música de jazz que estaba sonando en el club se extingue.

—La música... —digo— ya no puedo oírla. ¿Era eso mi tasa?

—Eso es. No podrás ser capaz de oír ningún tipo de música. Tampoco podrás cantar.

Seneca Crane se acerca a mí y se sienta a mi lado.

—Eres inteligente, Rue. Glimmer nunca logró averiguar cual fue su tasa —dice con suavidad, acariciándome el cabello.

—¿No le dicen a todos lo que han dado como pago? Es raro.

—No todo el mundo sabe cual es su posesión más preciada, eso es algo que deben averiguar por ellos mismos. Uno diría que la gente se conoce bastante como para saberlo, pero el caso es... que los jugadores como tú son más bien escasos. Ésto es tuyo —dice pasándome un extraño pin y un celular.

El pin es bonito, negro con un dibujo blanco.

—¡Gracias! —digo.

Inmediatamente me lo pongo en la camiseta.

—El celular también es para ti.

—No se usarlo... —murmuro avergonzada—. Nunca he tenido uno.

Ese tipo de tecnología sólo está reservada a los más ricos en el 11.

—Cuando comience el juego, se encenderá —prosigue el señor Kitaniji—. En la pantalla verás diferentes aplicaciones, cada una con un icono que te dará pistas sobre su utilidad. La más importante será la de mensajería. La del icono del sobre. Ahí es donde el master se puede comunicar contigo.

—Ese soy yo —dice Seneca.

Parece que estoy en sus manos una vez más...

—Ahora te explicaré las reglas. Si tienes alguna duda, tan sólo pregunta. Regla número uno: El juego durará siete días —hace una pausa, esperando a ver si hago preguntas, pero no me surge ninguna duda así que asiento para darle a entender que quiero que siga—. Regla número dos: Cada día, los concursantes deberán completar una prueba asignada por el master. Si no lo hacen, serán borrados.

—¿La prueba será enviada a mi celular?

—Así es —dice Seneca.

—Regla número tres: Durante el primer día de juego, cada concursante deberá forjar un pacto con otro jugador. Desde ese momento, se convertirán en aliados. Cualquier concursante que no haya forjado un pacto al final del día uno será borrado. Además, no podrás usar el poder de tu pin hasta que no hayas forjado un pacto, así que eres un blanco fácil.

—¿Un blanco fácil para quién?

—Para "el ruido", los enemigos y los Segadores. ¿Acaso pensabas que lo ibas a tener fácil? Volver a la vida es un premio muy codiciado y exclusivo.

Segadores... me pregunto si se referirá a los ayudantes de La Parca. Aún así, lo del ruido no logro entenderlo, supongo que ya me enteraré una vez comience el juego.

—Nunca... nunca imaginé eso —digo.

—Regla número cuatro: —prosigue, saboreando las palabras— si la pareja de un jugador es borrada, dicho jugador tendrá veinte minutos para forjar otro pacto, de lo contrario será borrado también.

El señor Kitaniji sonríe, sus ojos tras las gafas de sol clavados en mí, observando mi reacción. Yo palidezco y por un instante me arrepiento de haber accedido a participar antes de saber las que morí, estuve flotando en ese espacio verde sin paredes, techo o fondo, sin nada que hacer. La puerta del club materializándose unos metros por encima de mi cabeza fue lo único que interrumpió la monotonía.

Ahora, con cada regla que se añade a las otras, una parte de mí se arrepiente de haber accedido a jugar tan pronto y comienzo a pensar que quizá mi tiempo en la Tierra símplemente se había acabado.

Quizá he sido demasiado codiciosa.

—¿Hola? —dice él, devolviéndome a la realidad.

—D—de acuerdo... —musito, rehuyendo su mirada.

—Es bueno que estés conforme. Porque aún quedan un par más. Regla número cinco: los jugadores que hayan conseguido sobrevivir al comienzo del séptimo día deberán enfrentarse al mismo master.

Miro incrédula a Seneca y él me sonríe.

—Pero... ¿Cómo voy a enfrentarme a un hombre adulto? ¿Tendré ayuda de mi compañero?

—La tendrás —dice Seneca—. Pero no será fácil. Recuerda lo que ha dicho Megumi, volver a la vida es una oportunidad muy exclusiva por la que ustedes tendrán que competir duro.

—Entiendo —digo, e intento no tartamudear.

¿En qué lío me he metido?

—Regla número seis: En última instancia, el director (o sea, yo) se reserva el derecho sobre el destino de los jugadores mientras el juego esté en curso.

—¿Significa eso que usted podrá borrarnos en cualquier momento? Eso no es muy justo.

—Más bien está para jugadores que no merecen llegar lejos. El proceso está diseñado para eliminar a los debiluchos en los primeros días. Pero a veces, los debiluchos se cuelan en la final o incluso ganan. Cada muerte que hagas y cada misión que completes además de la rapidez con que lo hagas, están contabilizados. Un algoritmo está comenzando a trabajar en tu progreso desde el segundo cero. Que no se te olvide. ¿Alguna duda, señorita?

Muchas. Pero son tantas que ni yo misma sé si puedo ponerlas en orden.

—Hay... hay una cosa que me gustaría preguntar. ¿Cual es el punto de dar como tasa nuestra posesión más preciada? Si la vamos a recuperar si ganamos, y si perdemos también dejamos de existir. Me preguntaba si había alguna razón para eso.

—Por supuesto que la hay. La tasa sólo es una forma más de motivar a los jugadores. A recordarles lo maravillosa que es la vida, a tomarse un momento para apreciar lo que era importante para ellos. ¿Entiendes, Rue?

—Entiendo.

Aunque en el fondo, me parecía un poco una forma más de torturarnos antes de desaparecer para siempre.


Noah Wasserlave, 14 años


Es el hecho de que ellos tengan tanto poder sobre mí y mi psique lo que no me deja tranquilo.

Y es que estaba decidido, muy decidido a participar y volver a la vida. Pero algo cambió en mí en cuanto el señor Kitaniji se cobró mi tasa.

—¿Qué... qué me ha hecho? —le pregunto.

—Tranquilo. Acabas de perder lo que más querías en el mundo pero todo está bien.

—Ya no quiero participar —sentencio.

¿Cual es el punto de todos modos?

—Demasiado tarde. Pero es lógico que estés así. Tu posesión más preciada eran tus planes de futuro y habiendo perdido el recuerdo de ellos es normal que tu determinación se haya visto afectada.

Deposito el celular y el pin sobre la mesa y me dirijo a la puerta por la que entré, la cual se cierra sola con un portazo en cuanto estoy a punto de alcanzarla.

—Noah, Noah... sin el pin serás borrado en cuanto comience el juego. ¿Quieres ser borrado?

No. Había perdido mi determinación, pero definitivamente no quería ser borrado. Fuese lo que fuese, aún tenía algo por lo que luchar, algo que realizar. Ser cosechado se interpuso en mi camino... y luego la muerte. Pero es difícil centrarse ahora que ya no recuerdo cuales eran mis sueños.

Y la forma en que ese hombre lo supo todo con sólo colocar su mano sobre mi cabeza. Prefiero no analizarlo o me sentiré peor.

Después de que el señor Kitaniji terminara de explicarme las reglas del juego no sé qué pasó. Hubo un lapso de tiempo del que no recuerdo absolutamente nada. Y cuando volví en mí mismo estaba en otra habitación, llevando otra ropa. Ni Megumi Kitaniji ni Seneca Crane estaban ahí y por alguna razón ya no llevaba el uniforme de los Juegos del Hambre con el que morí sino unos vaqueros azules, zapatillas de deporte, una camiseta negra con el dibujo de una calavera y una muñequera en mi mano derecha en la que está enganchado mi pin de jugador.

—Todo está listo ya, Noah.

La voz femenina a mis espaldas me hace girarme y encontrarme cara a cara con una mujer a la que no había visto nunca. Es rubia y alta. Lleva unas gafas de montura negra y un vestido negro muy ceñido. El ruido de sus tacones es lo único que se escucha cuando avanza hacia mí.

—¿Quién es usted? —pregunto— ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el señor Kitaniji y Seneca Crane? ¿Por qué voy vestido diferente?

—Éste lugar no se rige por las mismas reglas del mundo vivo. Y tú ya no estás vivo. ¿Recuerdas?

Ciertamente tienen más poder del que pensaba. Si son capaces de "apagarnos" y cambiar nuestro aspecto físico sin que nosotros podamos hacer nada... ¿Qué son?

—Me llamo Tigris, secretaria del señor Kitaniji y encargada de los pins de poder. He hecho un análisis en profundidad de tu personalidad y rasgos psicológicos. Tras eso, procedí a seleccionar un pin de poder afín a ti. Agrégalo a tu muñequera, vamos a probarlo.

Ella me tiende la mano, ofreciéndome el pin. Es azul turquesa, y en él hay dibujada una jaula para pájaros y una cadena diagonal. No sé qué se supone que tengo que hacer con ésto, pero definitivamente que hagan un análisis en profundidad de mi personalidad no me gusta ni un pelo. Es algo demasiado privado, y ahora está ahí. A la vista de ellos. A su completa disposición.

Cuando engancho el nuevo pin a mi muñequera, ella ríe, fría, suave y cruelmente. Con un movimiento de su brazo, un extraño sello rojo aparece en el aire en medio de la estancia, del cual comienzan a brotar unos extraños seres parecidos a renacuajos gigantes.

Renacuajos gigantes y negros con ojos de un amarillo fosforescente que avanzan botando enérgicamente sobre sus cuerpos redondeados.

—Adelante, defiéndete —me reta Tigris.

—¿Cómo se supone que voy a hacerlo? ¿Cómo activo el poder del pin?

Retrocedo un poco, intentando que no me toquen, pero son rápidos. El primero salta hacia mí y se pega a mi pierna, al tratar de sacudirlo, los demás lo imitan. Pronto tengo la parte inferior del cuerpo cubierta de renacuajos, casi no me puedo mover y cuando trato de quitármelos de encima, descubro que también son muy pegajosos, se pegan a mis manos y a mi cuerpo. Es claustrofóbico.

—¡Ayuda! —grito, cuando comienzan a trepar por mi cuello, rumbo a mi cabeza.

—Concéntrate —es lo único que dice ella.

Comienzo a sentir el miedo. Miedo de ser borrado, de dejar de existir para siempre. He perdido mis sueños y por ellos no puedo hacer nada, pero puedo hacer que recuperar mis sueños se convierta en mi nuevo sueño.

Trato de ganar de nuevo la calma y me concentro, pienso en lo mucho que quiero eliminar a los renacuajos.

Y entonces sucede.

De mi mano brota una cadena de luz que me envuelve y se estrecha a mi alrededor, apretándose poco a poco. Los renacuajos emiten chirridos de dolor tan agudos que me lastiman los oídos, hasta que estallan. Partículas de materia negra quedan girando a mi alrededor como cientos de pequeños satélites alrededor de un planeta, hasta que finalmente se evaporan.

Ahora que sé cómo usar mi poder todo es más fácil. Dirijo la palma de mi mano hacia el sello y me concentro en crear una cadena que lo atraviesa y lo hace añicos.

—Por un momento pensé que te iban a borrar.

—Y tú tan tranquila. Observando cómo lo hacen.

—Para eso estás aquí —replica, encogiéndose de hombros—. Recuerda que ya no podrás usar tus poderes hasta que no forjes un pacto ahí fuera. Así que tu mayor prioridad es encontrar un compañero. Espero volver a verte pronto, Noah. Que la suerte esté siempre de tu parte.

—¿Van a apagarme de nuevo? ¿Igual que sucedió en el club?

—Así es.

Unos segundos después sucede lo que ella dice. La luz se va, y también mis pensamientos y mi consciencia.


Marvel Royale, 16 años


Lo primero que veo al abrir los ojos es el asfalto y seguidamente, me doy cuenta de que estoy tirado enmedio de una carretera. Pero no es hasta que levanto la vista y me incorporo cuando veo el enorme autobús rosa avanzando hacia mí, a punto de chocar conmigo y hacerme pedazos.

Doy un grito de terror, sabiendo que ya es muy tarde para mí. No puedo apartarme. Quizá vaya a ser borrado nada más empezar ésto. Mi cuerpo se encoge esperando un impacto que nunca llega y cuando me relajo, veo que el autobús me está atravesando.

Durante uno o dos segundos veo todo lo que pasa dentro. El conductor haciendo su trabajo. Dos señoras con grandes pelucas conversando, un anciano con un caniche rosa y azul en su regazo, una chica leyendo un libro...

—Lógico... —murmuro, mientras el tráfico pasa a través de mí— estoy muerto, nada puede tocarme. ¡NO PUEDEN HACERME NADA, IDIOTAS!

Río a carcajadas con los brazos perpendiculares a mi cuerpo. Se siente bien estar de nuevo vivo. Aunque en teoría no lo estoy. Pero el simple hecho de poder ver el mundo de nuevo es suficiente para llenarme de euforia y hacerme sentir como si ya estuviera vivo otra vez. Es un milagro. Un jodido milagro.

Camino a la acera y trato de arrebatarle el periódico a un tipo que hay apoyado en la pared, pero también lo atravieso. Luego me fijo por primera vez en mis ropas. Sigo llevando la misma camisa sin mangas roja y negra de cuadros escoces, el gorro de lana negro, el brazalete con pinchos y los pantalones piratas negros. No recuerdo que esa ropa me perteneciera, debe ser cosa de los organizadores. Pero me gusta su elección.

La muñequera también sigue en mi mano izquierda con el pin de jugador y el de poder en ella. Tigris me explicó que se llamaba "Odio Demoniaco" y me permitirá hacer que mis enemigos mueran por combustión.

Una pena que no pueda usarlo hasta que no haga el pacto. Y hablando de pacto. ¿Cómo hago uno?

Éstas personas no parecen jugadores. Todas pasan a través de mí. No pueden verme ni sentirme.

Por las pintas, deben de ser capitolinos. Sólo ahí encontraríamos una chica de piel morada y cabello afro naranja. En los distritos tampoco podríamos encontrar una avenida tan grande y concurrida.

Ni siquiera en el Distrito 1.

Una vibración en mi bolsillo me alerta. Me había olvidado por completo del celular. Al sacarlo, veo que una de las aplicaciones, con un sobre como icono, tiene un "1" rojo en una esquina.

Mensaje nuevo. ¿De quién será?

"Misión 1: Encuentra el lugar donde los carruajes se reunen. Tienes 60 minutos. Falla y serás eliminado. Seneca Crane."

En cuanto lo leo, siento un cosquilleo en la palma de mi mano izquierda. Un contador ha aparecido ahí de la nada. La cuenta regresiva ya ha empezado. 59:55... 59:54... 59:53...

¿Y qué lugar es ese? ¿La plaza frente a la mansión del presidente? Debe ser eso. Es ahí donde se reunen los carruajes del desfile, si es que se refiere a esos carruajes. No es que el acertijo sea difícil.

Lo malo es que no tengo ni idea del camino. Jamás he estado en las calles del Capitolio y éstas personas no pueden oírme ni verme. No puedo preguntarles.

Tiene que haber alguna forma de averiguar el camino. No debo estar muy lejos de todos modos. Sólo tenemos 60 minutos para llegar después de todo.

Examino mis alrededores, la gente, los vehículos, tal vez en el letrero de algún autobús pueda encontrar más información. Es entonces cuando lo veo. En la acera de enfrente hay alguien mirándome fijamente. Lleva ropa negra, y se distingue de los demás por sus alas negras, parecidas a las alas de un demonio. Su cara me es familiar. Entrecierro los ojos un poco y me fijo en sus rasgos...

—¿Cato? —digo, creyendo ver a mi antiguo aliado ahí.

Él sonríe maliciosamente antes de desvanecerse por completo. Cuando lo hace, un gran número de sellos rojos aparecen en el aire. Sellos rojos como el que creó Tigris para enseñarme a usar mi poder.

Creo que voy a estar jodido en un minuto si no hago un pacto.

Comienzo a correr, escapando de los renacuajos que comienzan a salir de los sellos, pero no importa cuánto avancen. Están en todas partes.

—¡AYUDA! —grito, intentando atraer a otro jugador. Quien sea.

Sólo veo capitolinos estúpidos que me ignoran como si no existiera.

Salto sobre un grupo de ellos, evitando que se aferren a mi pierna por una fracción de segundo. Los esquivo, rodeándolos o cambiando mi rumbo para que no me toquen. Un poco más adelante, veo a una chica salir de una calle adyacente. Alguien que me resulta muy familiar.

—¡Glimmer! —grito cuando por fin la reconozco.

Por fin veo a otro jugador. Debo hacer un pacto con ella.

—¡Glimmer, rápido hagamos un pacto!

Pero antes de que me pueda oír, veo cómo hace que varias estalagmitas puntiagudas salgan del suelo, ensartando al ruido que hay alrededor de ella. Me detengo, casi involuntariamente debido a mi propia decepción. Está usando su poder, lo que significa que ya ha hecho un pacto con alguien.

Finalmente, ella me ve, entrecierra los ojos con la vista fija en mí a la vez que su mandíbula se afloja de la sorpresa.

—¿Marvel? Tú... también moriste.

—Fui el siguiente de la alianza —digo, sacudiendo la pierna en vano para quitarme de encima a dos renacuajos que ya se han aferrado a ella—. No mucho después que tú. Nuestras sospechas eran ciertas, el Enamorado estaba compinchado con la Chica en Llamas al final. Pero Cato se encargó de él. No creo que durase mucho más.

—¿Cómo moriste? —dice, a la vez que se deshace de más renacuajos a mi alrededor.

—Ella me mató, me atravesó el corazón con una flecha.

—¡¿Con una flecha?! —grita indignada— ¡¿Se llevó MI arco?!

—Así parece...

—Zorra —escupe con violencia—. Sólo espero que alguien le diese su karma.

En mi visión periférica aparece alguien más. Y deduzco que es la pareja de Glimmer. Le echo un vistazo rápido, por curiosidad. Es el chico del Distrito 11. Aquel que andábamos buscando pero nunca encontramos.

—Fue el primero que encontré, y el ruido nos estaba acorralando. Tuvimos que hacerlo —dice, como disculpándose.

No nos llevábamos mal allí en el distrito. Ella era demasiado bocazas para que yo la considerase una amiga, pero nuestro trato era cordial, después de todo íbamos a ser compañeros de alianza.

—Está bien, no necesitas justificarte —digo— yo habría hecho lo mismo.

—¡Tenemos que seguir avanzando! —grita la montaña humana del once— ya hemos gastado más de un cuarto del tiempo establecido.

Observo al tipo arrancar de cuajo una señal de stop y agitarla en el aire, golpeando a un puñado de bichos como una raqueta de tenis golpea a la pelota. No parece haberse percatado de mi presencia.

Necesito un compañero y lo necesito ya, uno de los renacuajos ya está pegado a mi brazo, sin protección no duraré mucho.

—Creo que les seguiré. Necesito protección ya que aún no puedo usar mi poder.

—Como quieras —dice Glimmer—. Pero aún así necesitas un comañero. Te van a borrar si no lo consigues. ¿Recuerdas?

Miro el contador de mi mano.

42:51... 42:50... 42:49...

—Quizá encuentre a alguien por el camino.

Sólo espero que el ruido no haya acabado con todos los jugadores libres.

Avanzo a la sombra de ellos. Más sellos aparecen en el aire, están por todas partes y ya no sólo son renacuajos, también aparecen ranas. Unas ranas verdes de ojos amarillos con extraños tatuajes por el cuerpo.

No hay que ser muy listo para ver lo que están tratando de hacer. Cuanto más tiempo tardemos, más difícil de eliminar será el ruido. Más peligroso.

—¿Sabes cómo llegar hasta el lugar?

—Hay una aplicación con un mapa de la ciudad. Ya hemos trazado una ruta. ¿No lo viste?

—No he tenido tiempo de revisar las aplicaciones —confieso.

No debería haber pasado tanto tiempo jugueteando con los capitolinos.

Más adelante, la cantidad de ruido llega a niveles alarmantes. Veo a dos chicos más luchando por abrirse paso entre el mar de enemigos, superpuestos al devenir cotidiando de la ciudad. Varios renacuajos se pegan a mi pierna y al tratar de sacudirlos, consigo que atrapen mi mano.

Glimmer sigue avanzando, mira hacia atrás una vez para verme atrapado. Me cuesta caminar y no puedo seguirlos. Ella me mira con lástima antes de lanzar un último ataque a los bichos que me rodean y seguir andando.

—¡AYUDA! —grito.

Voy a desaparecer. Me van a borrar...

Giro sobre mí mismo. Rezando en mi cabeza por encontrar a alguien más. Entonces veo a una chica. Lleva una enorme gorra con visera rosa, una camisa también rosa y una falda de tablas gris.

No ataca al ruido, lo que significa que aún no ha hecho el pacto, es pequeña pero es rápida y esquiva muy bien a los renacuajos.

Ya no me importa. Ella me servirá. Con mi poder igual no necesitaría a nadie en primer lugar, una pena que exista la regla del pacto.

—¡OYE! —le grito, peleando con renacuajo que lucha por repar a mi cara— ¡PACTO!

Le tiendo mi mano libre. Ella se voltea y me mira, corriendo hacia mí con la mano extendida y en ese instante la reconozco.

Es ella... la niña que yo maté. Siento el impulso de retirarme y huir, pero la necesito. Necesito éste pacto. No iría muy lejos sin una pareja.

Al unir su mano con la mía, siento una inmensa energía fluir por todo mi cuerpo y en el siguiente segundo, todos los renacuajos que había sobre mí, arden.

Sí. Se siente bien dejar de ser un maniquí a merced de los elementos.

No estoy hecho para eso. Soy un Profesional.

Tras limpiar un área relativamente grande alrededor de nosotros, me paro un momento para respirar. Me siento agotado. Debo haber usado mucha energía en ese último ataque.

—Gracias —dice la chica—. Ya pensé que estaba perdida.

Y cuando la miro a los ojos, sin todo ese ruido encima de mí, ella me reconoce. Pierde su sonrisa y da un paso atrás. Temblando como una hoja. Casi parece a punto de echarse a llorar.

Ésto va a ser incómodo. Y lo peor es que vamos a tener que soportarnos durante los siguientes días...


Cato Antonius Agrippa, 18 años


Jamás habría pensado que la casa del presidente era tan grande y lujosa.

Desde luego, lo habría descubierto en mi gira de la victoria si ese panadero no se hubiera pasado de vivo conmigo. Tendría que haberlo arrojado a los mutos. Katniss me hubiera matado igualmente, pero al menos ella no lo hubiera obtenido todo. Habría sido una victoria amarga.

Me entran arcadas cuando recuerdo su mirada de lástima al dispararme aquella flecha mientras los mutos me despedazaban. ¿Tan bajo caí para que esos gañanes del doce me tengan lástima?

Calma Cato, nada de eso importa ya.

Me seleccionaron para el Juego hace un par de ediciones y gané junto a una persona más.

Curiosamente, me sorprendí a mí mismo solicitando entrar en el equipo de segadores. Era un premio mucho más atractivo para mí que volver a la vida.

Una existencia eterna. Con poderes que jamás soñé que existían. Sí que tiene sus riesgos. También puedes acabar borrado si al director no le gusta tu rendimiento, pero eso no pasará.

—¿Están nuestros jugadores llegando a la meta? —dice mi compañera con tono sugerente, mientras me rodea con sus brazos.

—Finch y Noah llegaron los primeros —la informo—. Después llegaron unas cuantas parejas más, ya están casi todos.

—Bien. Kitaniji informa que ha habido 33 jugadores borrados. Creo que lo hemos hecho bien.

El contador de mi mano marca 9 minutos 12 segundos cuando la última de las parejas cruza la línea invisible que marca el comienzo de la zona de meta. Entonces desaparece.

—Primer día completado con un 18% de jugadores borrados. Mejor que la edición pasada. Por supuesto que estamos haciéndolo bien.

—No te la creas tanto, Nuevo. La vez pasada lo hiciste bien, pero todo el mundo conoce la suerte del principiante. Ésta vez obtendré más reconocimiento que tú —dice Uzuki, cuyo orgullo quedó herido cuando la vez anterior lo hice mejor que ella.

—Ya veremos —le respondo, y su sonrisa falsa me deja ver que está rabiando por el pensamiento de que una vez más, yo la podría superar.

—Ya veremos —repite, pasándose la mano por su corta melena rosada.

La ignoro y me fijo de nuevo en los chicos de la plaza. Marvel parece en problemas, enzarzado en una pelea con Thresh que mi ex aliado está perdiendo cuando de repente, nuestros alrededores desaparecen y somos automáticamente transportados al pub.

Retransmisión finalizada. Parece que esos dos tendrán que soportarse durante el tiempo venidero, no creo que Thresh quiera que Rue sea borrada tan pronto. Y es lo que pasará si acaba con Marvel y ella no puede encontrar otra pareja.

El señor Kitaniji nos recibe a ambos con una amplia sonrisa.

—Minamimoto ha vuelto a desaparecer. ¿Qué les parece hacer horas extra mañana?

—¿Estás de broma? —dice Uzumi emocionada—. ¡Ha llegado la navidad antes de tiempo para mí!

—Sí. ¿Por qué no? No tenía ningún plan para mañana, y me intriga ver caras conocidas.

Más trabajo, más reconocimiento.

—Bien. Estoy muy satisfecho con ustedes, chicos. Tomense el resto del día libre.

—¿Te hace una partida de billar, Rosita? —le pregunto.

—Iba a decir que no, pero me llamaste así por lo que voy a aceptar. Prepárate para la humillación de tu vida, Nuevo —dice con una media sonrisa.

Es tan fácil de picar...


Bien, vayamos con las aclaraciones.

THG, Katniss y Peeta ganaron los Juegos pero no hay revolución porque en la gira de la Victoria SI consiguieron convencer a Snow de su amor puro y eterno y se casaron en matrimonio, aunque no fueron felices (obviamente pues se casaban por obligación y para mantener una farsa) pero sí que comieron perdices porque Katniss se seguía escapando al bosque. El Vasallaje no llevó Vencedores de vuelta a la Arena porque esa era una tarjeta inventada por Snow. En su lugar Snow leyó la verdadera tarjeta "Para recordar a los distritos que su voluntad no vale nada comparada con los deseos del Capitolio, las alianzas entre tributos estarán predeterminadas de antemano y se revelarán el día del desfile". En éste momento del tiempo lineal están a punto de suceder los 76º Juegos del Hambre.

Ésto no tiene relevancia en éste fic, tan solo por el hecho de que Panem está en paz y no hay revoluciones. Y que Finnick, Cashmere, Gloss y los demás están en verdad vivos. ¡YAY!

TWEWY, es un videojuego en el que personas muertas compiten en un juego por volver a la vida. Ahora vayamos con los personajes:

Megumi Kitaniji: Él es el director del juego (the conductor). El jefe supremo. En el juego original él es blanco, pero le cambié el aspecto físico para que haya diversidad entre el otro bando. Su color de piel y su pelo son los únicos cambios. Todo lo demás se conserva. Él es quien dirige a los segadores y controla todo. Además los imagino como capaces de cambiar su apariencia a voluntad (algo así como la gente de Matrix).

Tigris (Mitsuki Konishi): No es la mujer gato que aparece en THG. Decidí llamarla Tigris, como su forma de final boss para minimizar el impacto que produce leer tantos nombres japoneses a alguien que no está familiarizado con las series japonesas. Es la secretaria del señor Kitaniji y segunda de a bordo. Una mujer cruel, de humor retorcido y fría como el hielo.

Uzuki (Rosita): Es una segadora de rango medio, puede controlar el ruido y hacer que aparezca o desaparezca, su objetivo es ponérselo más difícil a los jugadores y asegurarse que sólo lleguen al final los más fuertes. Es ambiciosa y está obsesionada con obtener una promoción. Sueña con llegar a ser master algún día. Es arrogante, adicta al trabajo y fácil de provocar.

GM (master): Es el anfitrión del Juego, quien se encarga de diseñar las misiones y dar instrucciones sobre la partida al equipo de segadores. Cambia de edición en edición, el de ésta edición en concreto es Seneca Crane.

Pins de poder: Los pins son objetos mágicos que canalizan la energía del jugador, los pins se pueden conseguir de varias maneras y conforme el jugador los usa adquieren nuevos poderes y experiencia.

Pin de jugador: Es el pin que permite la entrada del jugador en la partida. Si lo pierde, el jugador será borrado. A parte tiene varias utilidades más que ya se irán viendo.

En cuanto a las tasas de entrada y pins de cada jugador:

Glimmer

Tasa: Por descubrir

Pin: Hielo perforador (Marca: D+B)

Marvel

Tasa: Por descubrir

Pin: Mirada ardiente (Marca: Hip Snake)

Noah

Tasa: Sus metas y planes de futuro

Pin: Amor por las ataduras (Marca: Natural Puppy)

Finch

Tasa: Por descubrir

Pin: Por descubrir

Thresh

Tasa: Por descubrir

Pin: Advertencia kinética (Marca: Mus Rattus)

Rue

Tasa: Capacidad de oir la música

Pin: Por descubrir

En cuanto a las marcas, no creo que sean importantes en la historia, pero las pongo por si quereis buscar los pins para verlos mejor, hay cientos de ellos. Cada pin pertenece a una marca, son trece marcas, representadas por los doce animales del zodiaco chino mas el signo del gato. Las marcas son Rata (Mus Rattus), Buey (D+B Dangerous Buffalo), Tigre (Tigre Punks), Conejo (Lapin Angelique), Dragón (Dragon Couture), Serpiente (Hip Snake), Caballo (Pegaso), Cabra (Sheep Heavenly), Mono (Jupiter of the monkey), Gallo (Pavo real), Perro (Natural puppy), Jabalí (Wildboar), Gato (Gatito).

Dependiendo de la marca así será el tipo de poder o el diseño del pin.