DIVISIONES

I. PROLOGO

Año 5 antes del nacimiento de Athena

Madrid, España

La pareja miró con curiosidad al anciano que recién se había presentado esa mañana en su apartamento. Si bien cuando hablaron por teléfono con él anteriormente habían logrado deducir que era una persona importante e inusual, una vez que lo vieron frente a frente estuvieron seguros de ellos. El hombre era viejo, pero su mirada irradiaba una fuerza impresionante. Instintivamente la mujer se colocó frente a su hijo, bloqueándolo de la vista.

-Buenos días, señor y señora Navarro- dijo el recién llegado en un tono suave y amable- ya habíamos hablado anteriormente-

La pareja salió de su asombro.

-Sí, pase, por favor, señor Shion- dijo el hombre, señalándole la salita de estar. El Patriarca del Santuario de Athena asintió con una sonrisa amable y tomó asiento en el sitio indicado.

-¿Gusta café?¿Té?¿Alguna infusión?- dijo la mujer, sin soltar la mano del pequeño.

-Gracias, no- dijo el Patriarca- será mejor que hablemos del asunto que nos ocupa. Les explicaré el asunto que nos ocupa lo mejor que pueda-

El hombre se sentó en un sillón frente a Shion, y la mujer en una silla a su lado, sentando al niño en su regazo. Shion sonrió levemente al ver al pequeño mirándolo con curiosidad. Pero no le cabía la menor duda: el cosmo que había detectado, el cosmo que estaba destinado a ser uno de los más poderosos santos de Athena, provenía de ese pequeño.

-Como les expliqué en el teléfono, vengo del Santuario de Athena, y la razón de mi visita es para hablar sobre su hijo, Shura- y comenzó a explicarles sobre el Santuario, el cosmo y de como su hijo tenía un enorme potencial para ser un santo de Athena, seguramente un santo dorado.

Mientras sus padres escuchaban la explicación de Shion, Shura se emocionaba cada vez más por las noticias. Finalmente, sus padres aceptaron, y Shura se despidió de ellos, para seguir al Patriarca hacia el Santuario.

-¿Señor Shion?- dijo Shura, mientras caminaba junto al Patriarca, llevando consigo apenas una pequeña mochila con algunas cosas.

-Dime-

-¿Cómo voy a aprender a usar esa cosa… cosmo?- dijo Shura.

Shion sonrió benévolamente.

-Tranquilo, todo a su debido tiempo- dijo el Patriarca- primero que nada, te asignaré con un maestro, el viejo santo de Capricornio, y él te enseñará todo lo que necesitas saber-

Shura asintió con una sonrisa, y se apresuró a seguir al Patriarca. Tan pronto como llegaron a las afueras de la ciudad, en un lugar apartado, desde donde Shion le ofreció la mano, la cual el pequeño tomó, y ambos se teletransportaron al Santuario.

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Año del nacimiento de Athena

Shura no podía creer lo que acababa de suceder. Apenas una semana antes, todo era normal en el Santuario como debía ser. En el transcurso de cinco días parecía que el mundo se había vuelto loco. Athena había bajado a su estatua en la tierra, pero apenas la diosa recién nacida había sido colocada en su cuna, Aioros había intentado asesinarla. Shura no podía creerlo. ¡Aioros, el mismo Aioros que siempre había sido honesto y leal! El mismo a quien el viejo Patriarca había elegido para ser su sucesor. ¡Menos mal que el Patriarca lo había atrapado antes de que lo lograda! ¡Menos mal que él, Shura, lo había encontrado y destruido!

El santo de Capricornio bajó la mirada. Él había sido quien había dado el golpe final al traidor Aioros. ¿Cómo había sido tan estúpido? Jamás, ni en sus más oscuros pensamientos había Shura soñado que su querido amigo de la infancia, su compañero de entrenamiento, hubiera sido capaz de intentar algo similar. Y aún así, la evidencia indicaba que había intentado asesinar a Athena y el Patriarca lo había herido en su huída.

Lo siguiente que había pasado fue la información de que hubo un horrible incendio en Atenas, muy cerca del Santuario, y que la familia de Aioria había muerto en el accidente.

"Pobre chico", había pensado Shura. En serio, parecía ser horrible. Haber perdido a toda su familia en el transcurso de una semana, primero su hermano mayor y luego sus padres. Suspiró. No tenía mucho que hacer.

-¿Porqué estás tan pensativo?- preguntó uno de los santos dorados más jóvenes.

Shura se volvió hacia ellos. Había otros dos niños con él: los nuevos santos de Piscis y Cáncer. Entrecerró los ojos. ¿Qué entenderían esos dos chiquillos? Aioria no había sido el único que se lamentaba de la muerte de Aioros. A pesar de estar decepcionado, la verdad era que Shura extrañaba a su amigo, y la idea de que jamás lo volvería a ver era… intolerable. Tampoco había visto a Saga, y eso le preocupaba. ¿Estaría bien?

-No es de tu incumbencia, Death Mask- dijo el santo de Capricornio, al ver que los dos chicos lo miraban persistentemente. Shura les miró con una expresión de desdén, y se retiró, dejándolos solos.

-¿Qué le pasa a ese?- dijo el santo de Cáncer.

Afrodita se encogió de hombros.

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Quebec, Canadá

Cuatro meses después

La mujer se desabrochó el abrigo al entrar a casa, y su esposo se metió las manos a los bolsillos y suspiró. Regresaban de una reunión para encontrar a un rastro de lodo y nieve desde la puerta trasera hasta la sala, y a su hija sentada sobre la alfombra, rodeada de piezas metálicas y chatarra, al parecer concentrada en un objeto en sus manos.

Ambos suspiraron. La celebración de navidad había sido apenas hacía dos semanas, y la pequeña ya había arruinado su regalo. Le habían obsequiado un pequeño perro pug mecánico, que movía las patas hacia delante y hacia atrás al encenderlo. Al parecer, la niña se había escabullido al cobertizo de su padre, (de ahí el rastro de lodo y huellas de nieve en el suelo dentro de la casa), había tomado la cajita de herramientas, y había literalmente desarmado por completo el pequeño juguete. En esos momentos no quedaba rastro del simpático perro que la pequeña de ocho años había recibido en la mañana de navidad.

-¡Mackenzie!- exclamó la mujer, haciendo que la niña diera un respingo de sorpresa y se volviera a sus padres con enormes ojos, llenos de confusión por el repentino grito de su madre- ¿qué desastre hiciste ahora?-

-Toto se descompuso, mamá- dijo la niña, regresando su mirada a su trabajo, por lo que sus padres solo pudieron ver sus cabellos rubios atados en dos coletas- lo estoy arreglando…-

La mujer puso los ojos en blanco y, suspirando frustrada, salió de la habitación de su hija lamentándose de que su hija no fuera más normal y quejándose de que tendría que limpiar el desastre que la niña había hecho. El hombre iba a hacer lo mismo, cuando vio a la pequeña abriendo la caja de plástico del juguete y conectando algunos cables en el pequeño tablero de circuitos.

-¿Qué estás haciendo, Mac?- le preguntó su padre.

-Quiero que Toto camine bien- le dijo la niña, sin quitar la vista del juguete y del pequeño tablero de circuitos- que no solo mueva las patas hacia delante y atrás. Los perros no caminan así-

-No, no lo hacen- dijo su padre, pensativo, pero permaneció en silencio mientras que la niña seguía trabajando en su juguete.

Jéremie Arnaud estaba impresionado con la habilidad que tenía la pequeña en trabajar con sus pequeñas manos, así que tomó asiento en el sofá y se quedó mirando a la niña. Cuando Mackenzie terminó, un par de horas después de haber comenzado, efectivamente el perro caminaba como lo hacían los perros. las patas del pequeño pug de juguete se movían tan bien como un perro real. El señor Arnaud estaba impresionado, pero se sorprendió aún más cuando la niña volvió a abrir la caja mecánica del juguete y comenzó a rehacer los circuitos.

-¿Qué haces ahora, Mac?- dijo el hombre, alzando las cejas- ¡si ya había quedado bien!-

-No, todavía no- dijo la pequeña, volviéndose hacia su papá. Hizo contacto visual con él, y sonrió ampliamente- quiero que también ladre-

Jéremie Arnaud estuvo a punto de irse de espaldas. Estaba impresionado con lo que acababa de ver. Su hija tenía talento para esas cosas. Se mordió el labio y se levantó rápidamente del sofá, saliendo hacia el recibidor de su pequeña casa y rumbo a la cocina, donde su esposa se había puesto a lavar los platos violentamente, cosa que hacía cuando se preocupaba mucho.

-Jéremie- dijo su esposa haciendo un gesto desesperado, volviéndose hacia él- ¿qué le pasa a nuestra hija?-

-No puedo creerlo- dijo Jéremie.

-Lo sé, Mackenzie está mal de la cabeza- dijo la mujer nerviosamente- he leído sobre eso. Debe ser autista. Mis amigas me dijeron que fue porque la vacunamos cuando era más pequeña…-

-Sh…. no digas eso, Amelia- le dijo el hombre- eso de que las vacunas causan autismo es una tontería. Y claro que nuestra hija no es autista: según tengo entendido, los niños autistas no hace contacto visual-

-Si no es autista, quizá tiene algo mal dentro de su cabeza- dijo la mujer, entrelazando nerviosamente los dedos- deberíamos llevarla al psicólgo, no es normal que una niña…-

-No creo que esté loca tampoco. Creo que tiene un talento oculto…- la interrumpió su esposo.

-¿Arruinar sus juguetes es un talento oculto?- dijo la mujer- ¡por todos los dioses, Jéremie, es una niña! No se supone que las niñas buenas sepan hacer esas cosas-

Jéremie frunció el entrecejo. Su hija era una niña buena, y si era hábil para las cosas mecánicas, tenía que darle su mejor oportunidad. Ignoró a su esposa y regresó a la salita de estar. Con la mano temblorosa, tomó el teléfono y marcó un número.

-¿Hola?¿Bishop's College School?- dijo el hombre- quisiera pedir informes sobre su programa para niños prodigio. Sí. Sí, es para mi hija, se llama Mackenzie Arnaud, tiene ocho años. De acuerdo, mañana 12 de enero. Gracias-

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Recinto de las Amazonas, Santuario de Athena

Año 6 del Nacimiento de Athena

Marín se ajustó su máscara de plata y respiró hondo, preparándose para pelear. Frente a ella había otra niña, también de nueve años, encendiendo su cosmo y preparándose para pelear. Creía haber escuchado que se llamaba Anika. Su maestra le había enseñado que tenía que hacer, y estaba lista. No tenía miedo.

La chica pelirroja miró hacia las gradas, y sonrió levemente al ver a Aioria, el guapo santo de Leo, que la estaba mirando con una expresión confiada, como si no le quedara duda de que ella era capaz de ganar la armadura de Aguila. Junto a él, cruzado de brazos y con una expresión sombría, estaba Shura de Capricornio. Su mirada era imposible de descifrar. Marín sacudió la cabeza, y volvió a concentrase en su oponente.

Anika era una niña un poco más alta que ella, de largos cabellos negros, y un flequillo recto sobre su frente. Como usaban máscaras, no había podido ver su rostro, pero su actitud y lenguaje corporal la hacían parecer una chica poderosa, pero delicada al mismo tiempo.

-Bien… ¡comiencen!- dijo el Patriarca, dando por iniciado el combate.

Marín encendió su cosmo, y utilizó su velocidad para evadir los primeros ataques de la chica. Recordaba muy bien lo que su maestra le había dicho: el primero en atacar es el que gana, pero ella atacaría de manera prudente. Brincó tan alto como pudo, y atacó a Anika de una patada. Ésta apenas evadió el golpe e intentó contraatacar, pero fue el vano, Marín ya se había retirado y se preparaba para atacar de nuevo.

Casi desde que comenzó la pelea, Anika sabía que estaba en problemas. Marín era más ágil, más fuerte y mejor preparada que ella. Todo se terminó en unos minutos, cuando la chica pelirroja le dio un fuerte golpe en la boca del estómago, que hizo que Anika cayera al suelo, completamente sin aire.

-¡Alto!- dijo el Patriarca, antes de que Anika se levantara, pero no era necesario, Marín ya se había detenido- Marín gana la armadura de plata-

La multitud gritó y aplaudió. Entristecida por haber perdido, Anika levantó la mirada y vio que, en las gradas, Aioria de Leo estaba muy contento. Junto a él, Shura de Capricornio parecía algo decepcionado, cosa que por alguna razón la hizo sentir muy mal. Desvió su mirada hacia Marín, quien estaba de pie junto a ella, y le ofrecía la mano de manera amistosa para ayudarla a levantarse. Dudosa, Anika la tomó.

-Gracias, Marín- dijo la otra chica.

-De nada- dijo la pelirroja, sonriéndole bajo su máscara- ¿amigas?-

-Amigas- dijo Anika, antes de mirar de nuevo hacia las gradas, al sitio donde había estado Shura, pero el santo dorado ya se había retirado.

La chica se sintió terrible de no haber ganado la armadura. Las demás amazonas se acercaron a abrazarla y a animarla. Una de ellas le dijo que no tenía de qué preocuparse, que incluso Lena, la amazona más poderosa del Santuario, había perdido una vez contra Shaka por una armadura, y había ganado en su segunda oportunidad. Aquello levantó apenas sus ánimos.

Mientras caminaba hacia el recinto, se encontró con el santo de Capricornio, quien estaba haciendo sus rondas. Apenada, la chica se apresuró cabizbaja a entrar al recinto, pero antes de que lo hiciera, Shura la llamó.

-No sufras por lo que sucedió- dijo el santo dorado- debes entrenar más, volverte más fuerte, y seguramente lo lograrás en la siguiente oportunidad-

Anika sonrió bajo su máscara y asintió.

-Gracias, señor Shura-

-De nada- dijo el santo dorado seriamente, pero le dio una palmada en el hombro antes de seguir su ronda.

En la entrada del recinto, Anika se volvió hacia el santo dorado, que se alejaba lentamente, y volvió a sonreír bajo su máscara.

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Universidad Ludwig Maximilian de Munich, Alemania

Año 7 del nacimiento de Athena

Charlotte Neuer suspiró, fastidiada, al terminar la clase de física avanzada. Había sido un día particularmente difícil, había tenido problemas con su familia, y además no estaba nada contenta por el regaño que todo su grupo había recibido por parte del profesor. Y todo por culpa de esa mocosa sentada en primera fila.

Charlotte se levantó y guardó sus libros en su bolso, y miró de reojo a la chica que estaba sentada a su lado. Esa niña canadiense, Mackenzie Arnaud, estaba dejando en ridículo a todo el grupo de mecatrónica avanzada. Nadie entendía muy bien de donde había salido. El rumor era que había sido recomendada de una universidad en Quebec a la sociedad Max Planck, y le habían dado una beca. Era impresionante y, a la vez, ridículo que una chica de quince años fuera tan inteligente, dejando en ridículo a ingenieros diez o quince años mayores que ella.

La chica vio que Mackenzie guardaba también su laptop y sus libros, y llevaba en sus manos un pequeño perro Pug que parecía de juguete. Un grupo de estudiantes murmuraba detrás de ella, hasta que uno de ellos se le acercó.

-Oye, Canadá- dijo uno de los chicos, haciendo que toda la atención del grupo se fijara en ella. El que había hablado era Derek, un chico alto, fornido, que había entrado a la universidad por una beca deportiva- ¿no estás un poco grande para tener juguetes o traerlos a la escuela?-

Charlotte miró interesada el intercambio. La chica adolescente no parecía entender lo que estaba sucediendo. Quizá seguramente siempre había convivido con otros niños superdotados y no había estado en esa situación.

-Me… me llamo Mackenzie- dijo la adolescente con toda inocencia, sin saber que Derek estaba intentando importunarla- y Toto no es un juguete, es mi proyecto prototipo desde hace muchos años-

Derek se echó a reír.

-¿Tu juguete se llama Toto?- se burló el chico.

-Tiny Optimal Technopet Operations. T.O.T.O.- dijo Mackenzie. Al escuchar aquello, el chico que la estaba molestado permaneció en silencio, sin saber que decir, y Charlotte, quien estaba observando la escena, se echó a reír en voz baja

-Eh… yo…- comenzó el chico.

Charlotte los observó. Si bien Mackenzie parecía muy tranquila, le daba la impresión de que era demasiado inocente. No parecía darse cuenta de que el otro chico la estaba molestando. Antes de que el chico le dijera algo más, Charlotte se interpuso entre ambos de manera natural, como si quisiera charlar con ella.

-Mackenzie, quisiera que me explicaras el último problema que nos dio el profesor- dijo Charlotte, fingiendo que no se había dado cuenta del intercambio. Mackenzie sonrió, y el chico dio unos pasos atrás, alejándose de ellas.

-Claro- sonrió la adolescente, tomando a Toto y siguiendo a Charlotte, dejando a Derek mirándolas, confundido y sin saber que rayos había pasado. Una vez que ambas salieron, se dirigieron a la cafetería.

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Apartamento, Londres, Inglaterra

Año 13 del Nacimiento de Athena

Victoria comenzó a empacar sus cosas, antes de salir a su primera misión. Estaba nerviosa. Esa pequeña misión era su examen final para entrar al MI6. Al mismo tiempo, miró de reojo a su amiga y compañera de habitación, quien se estaba poniendo unas medias negras, preparándose para su entrevista de trabajo en el museo Británico.

La chica inglesa sonrió ampliamente. ¡Vaya extraña pareja de amigas que eran ellas dos! Una de ellas se había vuelto investigadora y era candidata a ser una estratega del MI6. La otra era egiptóloga.

Una vez que Evelyn terminó de vestirse, se miró al espejo, y se mordió el labio, mirándose nerviosa.

-Tranquila- dijo Victoria, poniendo su mano sobre la espalda, y dejándose caer sobre su cama. Dash, su perro corgi, comenzó a arrastrarse hacia ella. El pobre perro ya estaba viejo, y se movía muy lentamente. Victoria lo acarició con cariño.

-Dash no se ve bien- observó Evelyn en voz baja.

-Lo sé. Ha estado un poco enfermo últimamente; más tarde lo llevaré al veterinario de nuevo- dijo Victoria, sin soltar al pequeño perro, pero suspiró- bueno. Hora de la verdad. ¿Ya estás lista?- añadió, poniéndose de pie y cerrando su maleta.

-Lista- dijo Evelyn.

Las dos chicas se abrazaron por unos momentos, deseándose suerte mutuamente. Sabían que, pasara lo que pasara, ese día sus vidas iban a cambiar. Ambas salieron a sus respectivos destinos, y quedaron con volverse a ver cuando regresaran.

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Coliseo, Santuario de Athena

Año 14 del nacimiento de Athena

Shura observó atentamente a Saga y a Aioros. Suspiró. Apenas llevaban unos días desde que todos los santos que habían muerto en batallas pasadas habían revivido gracias al poder de Athena y el permiso de Zeus. Desde que habían regresado a la vida, habían vuelto a asumir sus roles pasados en el Santuario.

Esa tarde soleada la mayoría de los santos dorados había resuelto sus diferencias con los otros sobre las acciones pasadas. Sobre todo Saga, quien se disculpó de todo lo que había hecho bajo la influencia de Ares, y Death Mask y Afrodita, quienes sabían que el Patriarca era falso y aún así decidieron apoyarlo.

Shura no estaba a gusto. A pesar de que Saga se había disculpado, a él le pareció que Aioros lo perdonó demasiado pronto. Saga no solo había traicionado a Athena, sino que había calumniado a su mejor amigo, acusándolo de un crimen que no cometió, había provocado que lo mataran, maltrataran a su hermano menor, y manchó su reputación por muchos años. ¿Cómo podía Aioros estar tan cómodo con su supuesto amigo?

No, ese no era su problema. Shura también estaba molesto con lo que había pasado. ¿Y cómo no? Saga lo había engañado a él tambien. Finalmente, lo había hecho asesinar a uno de sus mejores amigos al creerlo un traidor a la Orden.

El santo de Capricornio se volvió hacia un lado, y vio a la joven Athena, que estaba de pie junto a Shion, mirando benévolamente a todos los santos dorados. Finalmente la mirada de la diosa se detuvo sobre él, y Saori lentamente caminó hacia Shura.

-No te ves muy contento que digamos, Shura- le dijo la joven diosa- ¿qué es lo que pasa?-

Shura se volvió hacia ella y suspiró. Él estaba avergonzado también, ahora que lo pensaba. Debió haberse dado cuenta de que Saga no era el mismo Patriarca. Era diferente. Quizá tampoco él era digno de ser un santo dorado después de todo.

La joven diosa se acercó a Shura, se puso de puntillas y le dio un pequeño beso en la mejilla, que hizo que el santo de Capricornio enrojeciera visiblemente.

-Se… señorita Athena- dijo Shura, cabizbajo.

-Confío completamente en todos ustedes, Shura- le dijo Athena, sonriéndole con cariño, sin que el santo hubiera podido explicar el motivo de su preocupación- es una nueva oportunidad, empezaremos de cero de nuevo-

Shura estaba aún muy ruborizado, pero asintió torpemente. Le gustara o no, Athena tenía razón. Era una nueva oportunidad.

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Año 16 del nacimiento de Athena

Oficinas Fundación Starfish en Munich, Alemania

Mackenzie y sus dos compañeros entraron a las oficinas de la fundación Starfish, una fundación dedicada a ayudar a refugiados de distintos países. Ella llevaba a su pequeño perro robot Toto en sus brazos, mientras que el chico traía consigo un enorme maletín alargado y Charlotte un portafolio. Los tres entraron directamente a la oficina del director, y éste los escuchó maravillado.

Los tres chicos habían comenzado a diseñar prototipos para nuevas prótesis de extremidades de alta funcionalidad para niños que habían perdido un brazo o una pierna en la guerra, que eran de tan buena calidad y funcionalidad que incluso el atleta paraolímpico Oskar Pistorius estaría celoso. Al director le gustó la idea. Esos chicos ofrecían crear una prótesis biónica a la medida al mes para alguno de sus refugiados, usando materiales de bajo costo.

-Es cierto que varios de los pobres refugiados que vienen huyendo de la guerra necesitan esos aparatos- dijo el director, pensativo- hay una vacante en Atenas, porque Grecia es uno de los países con más refugiados-

Charlotte abrió su portafolios y sacó un enorme esquema con el plan que ellos tenían para producir las prótesis que proponían.

-En resumen- dijo Mackenzie- cada prótesis nos cuesta aproximadamente cincuenta euros si podemos tener acceso al material de desecho que necesitamos-

El director se quedó pensativo, pero finalmente sonrió y asintió.

-Me parece bien. Es un buen proyecto. L es daré el presupuesto suficiente- dijo el hombre.

Mackenzie iba a decir algo, cuando sonó el celular de Charlotte, y ésta salió de la oficina. Mientras tanto, ella y el chico que la acompañaba cerraron el trato con el director.

-Hablaré con mi colega, y les proporcionaremos alojamiento en Atenas, para los tres- dijo el director- tendrá que ser una casa más o menos grande, con el espacio suficiente para que vivan ahí y tengan su taller también-

La junta continuó por algunos minutos. Cuando Mackenzie y el otro chico salieron de la oficina, se encontraron a Charlotte aún hablando por teléfono. La chica parecía muy molesta mientras hablaba, con sus mejillas enrojecidas de furia.

-No, ya te dije una y mil veces que no voy a participar en tus esquemas, ¿porqué no dejas de insistir?- dijo Charlotte.

Mackenzie pudo escuchar una extraña risa por medio del auricular, y alzó las cejas. Recordaba que hacía varios años, Charlotte le había dicho que tenía problemas con su familia, especialmente con su hermana menor, que debía ser más o menos de la edad de Mackenzie.

-No importa que seamos familia- continuó diciendo la chica mayor- ya te lo había dicho antes, tus actividades me asquean. ¡Así que déjame en paz!-

Charlotte colgó el teléfono y miró a sus dos compañeros.

-Lo siento, chicos- dijo ella.

-¿Qué sucedió, Lottie?- preguntó Mackenzie- ¿estás bien?-

-Nada… nada, Mac- dijo Charlotte- problemas familiares. Todo bien-

Mackenzie asintió, y sonrió levemente. El chico que estaba con ellas dejó su enorme maleta en el suelo, y el portafolio también. Abrazó a cada una de ellas al mismo tiempo.

-Vamos, anímense- dijo el chico- nuestro proyecto fue aceptado. Ya tenemos donde vivir, y tenemos mucho trabajo que hacer. Vamos, Charlotte, Canadá- añadió, guiñándoles un ojo- vamos a celebrar-

Mackenzie sonrió, y le dio un codazo a Derek, antes de salir junto con sus dos compañeros de las oficinas rumbo a la ciudad a celebrar.

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Recinto de las Amazonas

Al mismo tiempo

Anika abrió los ojos, y se encontró a Marín sentada junto a su cama, deteniendo su cabeza con sus dos manos. La chica no traía puesta su máscara, y tenía la mirada perdida, formando una expresión preocupada en su rostro.

-¿Marín?- dijo Anika en un susurro ronco. La amazona pelirroja parpadeó.

-Lo siento, Ani- dijo Marín- ¿cómo te sientes?-

Anika miró la expresión de Marín. No en vano habían sido compañeras todos esos años, y la conocía muy bien. Todo el mundo había esperado que ella, Anika, estuviera molesta con Marín por haberle ganado la armadura de Aguila, pero la verdad no era así. No era su gran amiga, pero no la odiaba. Aceptaba que Marín se la había merecido mucho más que ella. Suspiró.

-Estoy bien- dijo la amazona con voz ronca- ¿qué sucede? ¿porqué te ves tan preocupada?-

-Shh… no hables tanto- dijo Marín, cambiándole el paño frío que tenía sobre el cuello- ha pasado algo malo de nuevo. Anoche te atacaron a ti. Hoy atacaron a un grupo de aprendices, y a Kanon y su familia-

Anika se alarmó, e intentó incorporarse, pero Marín se lo impidió.

-No te muevas, Anika- dijo Marín en tono autoritario- los santos dorados ya salieron a buscarlos, no te preocupes, necesitas descansar…-

Anika bajó la mirada. Recordaba muy bien lo que había sucedido el día anterior: la habían atacado fuera de la prisión del Santuario, mientras hacía sus rondas, y Shura había llegado para salvarla justo a tiempo. El problema es que el santo dorado había visto su rostro en el proceso.

La amazona levantó la mirada, y siguió a su compañera con la vista. ¿Sería prudente decirle a Marín lo que había sucedido? Sin pensarlo mucho sacudió la cabeza. Ya se ocuparía de eso más tarde. Ahora había cosas más urgentes de qué preocuparse en esos momentos.

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CONTINUARÁ…

Notas de Autor:

Fundación Starfish: organización sin fines de lucro que ayuda a personas vulnerables, entre ellos los refugiados sirios en Grecia.

Sociedad Max Planck para la Promoción de la Ciencia: red de institutos de investigación científica en Alemania. El nombre honra la memoria de Max Planck, el físico alemán que inició la mecánica cuántica.

¡Hola a todos! He vuelto con este fic de Shura. Debo admitir que lo terminé más rápido de lo que creía. Espero que les esté gustando el set-up. También volverán Victoria y Radamanthys, más de ellos en los siguientes capítulos. Muchas gracias a todos por seguir leyendo mis locuras. Nos leemos pronto.

Abby L.