Himaruya


Y bueno, sinceramente, Suiza es un cabrero.

¡No! ¡Es un verdammt banquero!

... que cuida cabras

También cuida a un perro, y hace otras cosas… Abrazar y pasear a las cabras, y nadie tiene ningún derecho a llamarle cabrero así despectivamente… Salvo puber!Austria.

¡No!

Bueno, y Austria en general que se lo dijo hasta en el altar. Pero bueno, como tampoco tiene mucha gracia pues no pasa nada. Suiza les fulmina a todos. ¿Esa es su cara de "sonrisa"? Frunce más el ceño apretando los puños.

—No, esa no es mi cara de sonrisa.

—Es difícil saberlo contigo... ahora tienes... —Austria entrecierra los ojos—. ¿Hambre...? ¿Estás llorando...?

—¡No estoy llorando! ¡Y no tengo hambre!¡ Estoy enfadado y no soy un Cabrero y si tengo gracia!

—¿Enfadado no es un sentimiento demasiado elevado y complejo para un... bueno...?

—mirada despreciativa de arriba abajo-

—¡Deja de mirarme así!

—¿Así cómo? —aparta la mirada, se sienta mejor en la silla y apoya una pierna sobre la rodilla contraria, sonriendo un poco.

—¡Así! ¡Con esa cara de "eres un Cabrero"! ¡Claro que puedo enfadarme y tener sentimientos infinitamente más complejos que esos, idiota! —piensa en concreto en los sentimientos que tiene por él que, en efecto, son complicadísimos.

Vuelve a mirarle del mismo modo, con incredulidad.

—¿Qué sentimientos tan complejos es que tienes?

—Unos... —sonrojo —, unos que no tienen NADA que ver contigo. Y todo sería mucho más fácil, de hecho, si no los tuviera.

Le mira fijamente, haciendo un silencio dramático.

—De hecho es MUCHO más difícil no tener sentimientos así que tenerlos.

Se levanta y se le acerca. Suiza le mira frunciendo más el ceño y cruzándose de brazos.

Le pone la mano en la mejilla y le acaricia con el pulgar. El rubio parpadea descolocado con el movimiento, desfrunciendo el ceño.

—Was?

Austria le sonríe con ternura.

Se pone nerviooooso sin saber qué pasa, aunque le mira algo embobando porque esa sonrisa es linda.

Al notarlo vuelve a cambiar de sonrisa a la de superioridad y burla, dándole una palmadita en la mejilla.

—En realidad eres tan básico... como un cabrero.

Y vuelve a fruncir el ceño en automático y como accionado por un botón.

—¡No soy básico! —chilla otra vez sin entender ni siquiera a que se refiere con ello, sonrojándose un poco precisamente por no hacerlo. Quita la cara y se sacude la mano de encima.

Austria se ríe y Suiza levanta las manos frustrado y se las pone en el pecho dispuesto a empujarle y luego ahorcarte y golpearle y como siempre, se da cuenta que es del todo incapaz.

Le rodea las muñecas con los dedos suavemente mientras el de ojos verdes respira algo agitadamente mirándole a los ojos porque es que le DETESTA, y a la vez no PUEDE lastimarle de ninguna manera y se odia a si mismo por ello.

Austria se sonroja un poco, se acerca, le roza los labios con los suyos y vuelve a separarse.

Abre los ojos como PLATOS.

—¿Vas a hablarme ahora de esos sentimientos complejos tuyos? —se burla.

Se sonroja aún más con los sentimientos del todo revueltos.

—¡No!

—Debo suponer entonces que no los tienes...

—¡Sí que los tengo! ¡Y es tu culpa! ¡Y voy a dejar de hacerlo!

Peeeeelo tras la oreja. Tiembla un poco.

—Eres tú el que no creo que tenga sentimientos, ni simples ni complejos —sentencia.

—¿Ah sí?

—Si. Tu sí que no haces nada más que burlarte y ser odioso .Y eso no es tener sentimientos.

—Pobre muchacho —se burla de nuevo.

—¡No me llames pobre muchacho! —protesta y en realidad le envidia el ser así. De hecho no estoy segura de que no estemos tratando con púber!Suiza.

—Pobre cabrero.

—¡Que no me llames cabrero! —saca arco y flecha y le apunta a la cabeza. Bien, Austria, hace mucho que no lo conseguías.

Austria se tensa un poco y se humedece los labios.

—¡Voy a disparar como me vuelvas a llamar así!

Levanta las manos. Suiza le mira fijamente conforme con ello.

—Bien.

Austria se humedece los labios mirándole fijamente.

—¿Y ahora?

Vacila y el arco se des tensa visiblemente.

—A-Ahora has aprendido.

—Ja! —sonríe burlonamente.

—Was?! —oooootra vez el arco se tensa.

—Eres completamente blando —se pasa una mano por el pelo, confiado.

—¡No soy blando! —tensa aún más el arco y lo baja un poco, apuntando a su hombro.

—No vas a querer estar cuidando de mí hasta que se me cure esa herida.

—Voy a dejar que se te infecte y NO voy a cuidarte así te mueras-Qué pasional.

Austria se gira a mirarle y se le acerca hasta poner el corazón directamente en la punta de la flecha. El rubio traga saliva y desde este momento sabe perfectamente bien que va a perder en esto.

—¿Y ahora? —hasta le presiona un poco.

Traga saliva y se desprenda aún más. Destensa aún más el arco. El moreno sonríe de lado.

—No voy a matarte.

—No estarás tan enfadado.

—Sí que lo estoy, eres un idiota, pero no voy a mancharme las manos con sangre.

Le pone la mano sobre la suya en el arco y Suiza traga saliva cuando le acaricia la mano. Le tiembla un poco y suelta la flecha. El austriaco se la aprieta, mirándole a los ojos. Suiza traga saliva y tiembla un poquito.

—Prefiero ser blando a ser asesino —declara.

Austria tira de él y le acerca hacia sí, rodeándole de la cintura. Suiza traga saliva y le mira a los ojos.

—Se te ha acelerado el corazón —susurra.

Se le acelera aún más.

—E-Es uno de los... D-daños colaterales

—¿De qué?

—De que existas.

—Te acelero el corazón y no puedes matarme...

—¿Tu podrías matarme?

—¿Esta es una pregunta seria? —responde soltándole.

Parpadea y le mira a los ojos intensamente.

—No —responde sorprendiéndose a sí mismo de tenerlo tan claro.

—Mejor —se pasa una mano por el pelo.

Le mira unos instantes más guardando el arco y dándole la flecha. Le da la espalda.

—Cuélgate

—¿A dónde vamos? —se acerca igual.

—Al arroyo.

—¿A qué? —se sube.

—A usar esa flecha en algo más útil que en matarte —le sostiene del culo con su inocencia característica antes de empezar a trotar.

—Así me gusta, el siervo llevando al señor —es que no puede.

—Voy a ahogarte en el arroyo —y eso SI te vas a ganar, un chapuzón. Corre más rápido aun y el moreno se ríe.

—Y verás como el que llamas siervo tiene pleno control del idiota que se cree el señor.

Y quiero decir que va a lanzarse con todo y Austria al arroyo.

—Nein! —levanta los pies y el culo lo más que puede.

—Nein? Ja! Vas a empaparte —advierte mirándole de reojo y doblando un poco las rodillas

—Si me empapas me marcharé —asegura muy serio.

—Ni siquiera sabes volver, ¿a dónde vas a marcharte? —pregunta dejando de doblar las piernas, eso sí.

—Pues me perderé y será tu culpa.

—¿Si no te empapo te quedarás?

—Ja.

—Quizás quiera que te marches —indica caminando hacia la orilla del río de nuevo, donde hay una piedra donde puede sentarlo.

—Puedo hacerlo nada más sin que me mojes —hace para bajarse.

Se inclina hacia la piedra y le baja, pero le toma aun de una muñeca en un gesto silencioso para pedirle que no se vaya y Austria sonríe un poco al notarlo.

—Puedo pescar con una flecha y una cuerda y que comamos pescado.

—¿Estás alardeando?

—Estoy... Dándole un uso útil a tu flecha.

—Suena como si intentaras impresionarme.

Se sonroja.

—No necesito impresionarte.

—Tal vez solo quieras hacerlo, no tiene que ser una necesidad.

Se sonroja más.

—¡No quiero impresionarte!

—Casi... seducirme.

—Noooo! —le suelta como si quemara, da un paso atrás y cosa muy muy rara se cae de espaldas al agua.

Austria se cruza de brazos y se acerca parándosele delante.

Sale del agua todo despeinado y con ramitas en la cabeza, obviamente empapado y hasta tose un poco.

—Lo estás mejorando —le toma un mechón de pelo, quitándole una ramita.

—Verdammt! —se sonroja un montón fulminando al agua porque es una enorme torpeza el caerse... Más aún frente a Austria —. ¿Mejorando qué?

—Así te ves aún más seductor —no se puede saber si eso es sarcástico.

Suiza lo toma como tal frunciendo del todo el ceño.

—Pues no es que quisiera vérmelo. Voy a atrapar al pez y verás qué bien lo hago.

—Nein, lo digo en serio, mira cómo se te marcan los músculos con la camiseta mojada —baja la mano de su pelo a su pecho.

Le da un escalofrío... De frío, no el tacto del austríaco en lo absoluto. Se mira a sí mismo y se sonroja aún más.

—Músculos.

—Esto —explica bajando la mano hasta sus abdominales.

Los pone más duros aun cuando el austríaco pone la mano ahí y un poco de aire le hace temblar un poquito, esta vez de verdad de frío.

—¿Lo ves? —se sonroja un poquito porque sí le gustan.

—¿E-Es.. t-te... g-gusta? —no, Suiza no... se sonroja porque no le gusta.

—Claro que no —le empuja un poco y quita la mano.

Se abraza a sí mismo el abdomen y se sonroja bastante más girándose y dándole la espalda al notar que le había hecho ilusión que le gustara su abdomen.

—Es igual, lo importante es ser fuerte —murmura sacando otra vez la flecha y tratando de concentrarse en cazar al pez y nada más.

—Nein.

—Nein was? —le mira de reojo.

—Lo importante no es ser fuerte.

—Sí lo es —frunce el ceño —. Eso y tener... dinero.

—Nein.

—¿Qué es lo importante entonces? —pregunta poniendo la flecha en el arco.

—Apunta y te lo digo.

Le mira de reojo y tensa la cuerda un poco distraído en tratar de pensar qué puede ser más importante para él. ¿El poder? ¿Ser un estúpido imperio? Apunta a un pez rosa bastante regordete entrecerrando los ojos.

Cuando está a punto de disparar, Austria le abraza un poco por la espalda, rodeándole de la cintura. Extraño es, claro, ver a Suiza fallar. Extraño pero no imposible. Evidentemente falla.

El moreno le suelta y sonríe.

—¡E-Eso no vale! ¡Me moviste! —protesta sonrojadísimo.

—Nein, te desconcentré, que era justo mi punto.

—¿Tu punto de qué?

—De que lo importante no es la fuerza.

—Sí que lo es, fuerza y precisión. ¿Me dirás que lo importante es ser molesto como tú?

—La concentración es la clave.

—Yo estaba concentrado, pero tú haces COSAS.

—Y te desconcentraste. Si lo hicieras bien no te importunaría lo que hago.

—¡Lo hago bien! ¡Y no me importa lo que hagas!

—Ya se ha visto —se burla.

—Como si tú fueras tan concentrado. Ven y párate aquí en el agua y no te caigas haga yo lo que haga.

—¿En el agua? Ni de broma.

—¿Por qué no? Quítate los zapatos.

—Nein, en el agua no. Aquí.

—¿Ya bastante es que te pares sin caerte? Vale. Tensa el arco con una flecha sin dispararla mientras yo hago... algo —propone saliendo del agua de un salto.

—No me mojes —es una clara orden, pero tiende la mano para que le dé el arco.

—Cualquiera diría que vas a encogerte —se lo da y sonríe un poquito porque siempre le gusta mucho que haga cosas con sus armas —. ¿Recuerdas cómo poner la flecha?

—Nein —mentira. De hecho, es bastante sarcástico el tono

Le mira fijamente.

—A ver, ponla.

Lo hace, porque de hecho le ha visto hacerlo mil veces, pero no tensa suficiente el arco para no cargarse lo músculos y se apoya sobre los hombros con la postura de sujetar el violín que lo que proporciona es resistencia para sostenerlos en alto mucho tiempo, no fuerza.

Le pone las manos en la cintura y se pone de puntas recargando la barbilla en el hombro. Austria yergue la espalda y le mira de reojo.

—Opón más resistencia acá —levanta la mano y se la pone encima de la que sostiene el arco para ayudarle, odiando ser tan bajo como para no poder apuntar una y a la vez tirar de la cuerda con él entre los brazos.

—Nein, no voy a disparar realmente.

—¿Por qué no? No necesitas estar concentrado solo para poner las manos en una posición, disparar requiere la concentración que pretendo quitarte.

—Porque sabes que no veo bien.

—Aun así puedes disparar... O escuchar... ¡O algo para concentrarte!

—Está bien, me concentraré.

Traga saliva y le mira de reojo y le abraza de la cintura poniendo la frente en su espalda, en un abrazo más afectuoso y cariñoso de lo que el mismo quisiera. El moreno parpadea y sonríe un poco, girando la cabeza hacia atrás.

—Te has movido —apunta sin soltarle el abrazo, oliéndole la ropa de manera excesivamente obvia.

—Estoy apuntando —se recarga un poco en él.

—¿Apuntando a dónde? —pregunta restregando un poquito la cara en él, disfrutando mucho este abrazo.

—Uno de esos árboles... —¿A quién le importa?—Schweiz... ¿en qué siglo estamos? —pregunta de repente.

—Ahora no solo te pierdes en el bosque si no que no tienes idea de en qué SIGLO estamos —pregunta peleando consigo mismo para soltarle —. El poder te ha fundido el cerebro...

—Supongo que tú no tienes nada más que hacer en tu soledad que mirar los días pasar y contarlos.

—N-No solo miro los días pasar —responde obligándose con esto a soltarle el abrazo y ponerle las manos en la cintura con pesadez para separarse —. Trabajo.

—Y no contestas mis preguntas.

—Es el año mil setecientos ochenta y nueve, no creas que por estar solo no se contar ya los años —cuatro años antes de Napoleón.

—Oh, mein gott —se gira y se tensa pensando en qué había sucedido y que no—. La última vez que nos vimos no fue en tu casa, ¿verdad?

Se sonroja y le suelta del todo girando la cara.

—N-Nos... E-En... L-La... —susurra porque se habían encontrado un par de traumáticas y vergonzosas veces en las que Suiza había salido huyendo.

Aprieta los ojos y suspira pensando que eso... aun le duele a él mismo.

—Esto no ha sido nada más que el principio, liebe. Lo peor está por llegar...

—No nos vimos nunca en mi casa —considera oportuno aclarar, dando un pasito atrás con eso —. ¿M-Me estas amena... zando?

—Más bien es una advertencia.

Y es que no podía ser nada peor que decenas y decenas de años solo en el bosque.

—Yo estoy... Listo. Para lo que sea. Soy fuerte —asegura mirando su arco en manos del austríaco. Aunque además todo esto parecía raro y tonto... Un buen sueño, como taaaantos.

—Nein, no lo eres —niega con la cabeza—. En realidad no te va a quedar más remedio que aprender a serlo, pero no lo eres todavía y ojalá no tuvieras que serlo. Te llevaría conmigo ahora si pudiera.

Le escucha atentamente e inclina la cabeza.

—Tú deberías quedarte. Es mucho más fácil cuidar de dos que cuidarse a sí mismo—susurra.

—No puedo. Lo bueno de esto es que he cambiado. Estoy empezando a hacerlo y lo haré aún más en adelante. Es importante.

Se abraza un poquito a sí mismo y le mira fijamente pensando en ello.

—Yo no estoy seguro de que estés cambiando —declara abiertamente sonrojándose un poco pensando en todas las cosas que le ha dicho antes que le han hecho rabiar bastante —. Pero...

Cambia el peso de pie y piensa que... Bueno... Qué más da confesarse a sí mismo algo que ya sabe—.Creo que pase lo que pase nunca voy a perder la esperanza en que te arregles y seas así otra vez —confiesa.

—Nein, claro que no lo estás, estás demasiado lejos para saberlo y notarlo, pero lo importante es que está sucediendo.

Se rasca el brazo... Ya es que sí parece mejor que la última vez y está aquí pescando con él y haciendo cosas raras... En sus tierras. Decide seguir asiéndose a esa idea firme de que el Austria que quiere existe aún dentro del Austria insufrible. Asiente un poco.

—Y me alegra que te guste como soy —añade un poco burlón.

—¡No me gustas! —chillonea en automático pensando en lo bien que le sale Austria en sueños, maldiciéndose por eso.

—Tú eres quien ha dicho que guarda la esperanza de que me arregle, así que está claro que debo gustarte.

Aprieta los ojos y se sonroja un montonal aun peleando consigo mismo por decidir si el encuentro en su mesa ha sido lo peor que le ha pasado y le ha gustado o lo mejor que le ha pasado y lo ha odiado.

—¡No me gustas! —decide porque es lo más fácil —. Es solo que eres... E-Eres mi...

—¿Aja? —ni la más mínima piedad o ayuda.

Se revuelve odiándole otra vez.

—M-Mi... Mi...

—Tu...

Frunce un poquito más el ceño y se trae a sí mismo a la realidad.

—M-Mi vecino idiota a quien t-tengo que soportar solo por eso.

—Mira —se quita el único anillo que lleva actualmente y se lo tiende.

Parpadea descolocado con eso y arruga la nariz mirando el anillo como si fuera una cosa asquerosa, aunque le llama la atención notar que, en efecto le ve las manos largas, delicadas y fuertes, en lugar de un montón de anillos horribles. Estira un poquiiiiiito la mano para tomar el anillo.

Deja que lo tome y lo mire, por supuesto.

Mira con atención las bandas, delicadas, simples y bien hechas, y la cruz. Nota que adentro tiene escrito algo.

Austria sonríe esperando pacientemente.

Parpadea y lo coloca en posición de que la luz refleje correctamente leyendo su propio nombre y unos números que parecerían una fecha de no ser porque evidentemente no pueden serlo. Se sonroja y abre la boca. El austriaco tiende la mano para que se lo devuelva.

—¿Q-Qué es esto? —pregunta con chillidito, extendiéndoselo.

—¿Tú qué crees? —lo recupera y se lo pone en su sitio.

Le mira la mano y el dedo con los ojos muy muy abiertos y mirada de halcón antes de darle la espalda de un salto y empezar a darse unos golpecitos en la cabeza.

—Aghhh! Nein!¡ Nopuedesimaginarteesascosas! —protesta sonrojado en susurritos, eso si, para sí mismo.

Austria levanta las cejas mirándole y dejándole hacer.

Con los ojos apretados Suiza se gira otra vez a él.

—Yo NUNCA me ca-casaría contigo

—¿Casarte? ¿Esas son tus fantasías?

—¡Noooo! ¡No! ¡No tengo ninguna fantasía de eso! —chilla dando un paso atrás y lo peor es que es un poco verdad, ni siquiera se le ha ocurrido.

Austria se mira la mano con una ceja levantada.

—Pues no parece que así sea.

—¡No es cierto! ¡No sé de dónde salió esa estúpida idea!

—Yo tampoco y sin embargo aquí está —le muestra la mano de nuevo.

Mira su mano turbado y vuelve a darse unos golpecitos en la cabeza desesperado consigo mismo.

—¡N-Nunca había visto... Eso... ni pensado en ello ni querría hacerlo ni NADA!

—Insisto...

—¡No insistas!

—Está bien, está bien... fingiremos que no existe y no te lo estás imaginando.

—¡No me lo estoy imaginando! ¡Es más! Dámelo —detenlo o lo lanza al río.

—Nein, este es mío. Consíguete el tuyo.

—Nein! ¡No es tuyo! ¡Yo nunca te lo di ni te lo puse! ¡Y tiene mi nombre! —discute.

—¿Y? Yo lo tengo, es mío. Eso es obvio y no vale la pena discutirlo contigo si eres así de necio —responde cruzándose de brazos.

—¡No es tuyo! Y... ¡Tienes un anillo con mi nombre! —por alguna razón eso no le hace sentir tan mal no tan molesto como debería.

—Significa que me quieres... pero tú no tienes uno con el mío.

Le cambia la cara en solo un segundo.

—Yo no... te di eso —alega tratado de reagruparse y no sentir ni que le importe el muy muy claro mensaje de "yo a ti no te quiero" —. Te O D O.

—Pero ya lo tendrás... —susurra.

—¡Nomeimportaloquedigas! —protesta apretando los ojos y acercándosele por su arco.

Casi sin pensar y aprovechando los ojos cerrados le da un beso muy suave en los labios.

Suiza abre los ojos como platos sin moverse y el de gafas se sonroja un poco y se relame bastante obscenamente.

Se sonroja también un poquito más aun, sin entender al austríaco en lo absoluto.

—En fin... tampoco es como que hayas podido desconcentrarme.

—Claro que si te desconcentré —protesta levantando de golpe y poniéndoselo en el hombro.

—En lo absoluto.

—No mientas que hasta ahora te has acordado de que estabas concentrado.

—Hace un buen rato, pero estábamos en otra conversación. Al final, de todos modos lo único que has hecho es abrazarme románticamente por un buen rato.

—No te he abrazado ROMÁNTICAMENTE.

—Eso dices tú, hasta me has olisqueado entero. Y eso que no has llegado al pelo ahora con el champú de chocolate... ¿Cuánto hace que no me tocas el pelo?

—¡Champú de... Cho... Chocolate!

—Ven, ya verás, huélelo —baja un poco la cabeza.

Parpadea y se sonroja dando un pasito hacia él olisqueando el aire mientras Austria le mira de reojo sin incorporarse. Suiza se le acerca más cerrando los ojos hasta estar a unos pocos centímetros de su pelo. Aspira con fuerza.

Sonríe un poco al notarlo y espera a ver si mete las manos o no.

Y es que hace un enorme esfuerzo... Pero NO puede resistirse. Hunde las dos manos.

—¡Huele a chocolate! —susurra.

—Ja, lo sé.

—Huele muy bien —susurra acercándose para olerlo, prácticamente hundiendo la nariz.

—Otra cosa que te gusta —se incorpora antes de que quede satisfecho.

Le cueeeeesta sacar las manos de ahí.

—Eh, eh. Ya vale. Mi marido se va a poner celoso —protesta un poco sonriendo y se pasa las suyas para peinarse.

—Tu... Marido —repite sonrojándose un poco y mirándole idiotizado.

—Tal vez debería llevarte a conocerle.

—A... —traga saliva sin estar seguro aunque sí que quisiera.

Le tiende una mano para que se la dé. Suiza le extiende la suya temblando un poco.

Se la toma y le dirige a una puerta que ha aparecido en mitad del bosque. La toca antes de abrirla y cruzar, apareciendo en la linde del jardín de Suiza y Liechtenstein.

Púber!Suiza se pregunta si el queso que comió para cenar estaba realmente descompuesto mientras mira la casa que le parece familiar... Levantando las cejas.

—Vamos —tira de él y saca sus propias llaves y abre la puerta. Nunca lo hace, pero esta vez quiere que él sepa que las tiene—. ¿Hallo?

—E-Este sitio es como... E-Es... Mi casa —mira las llaves, notándolas.

—Más o menos —responde cuando Lili saca la cabeza de la cocina al oír las llaves.

—Ah, Herr Österreich, creía que eras... —saluda y se detiene al notar al suizo.

Suiza parpadea y se tensa al ver a ALGUIEN a en su casa que no es el, pero no sabe quién es.

—Ah, mira. Esta es Liechtenstein —se la presenta Austria y ella parpadea aún más porque está segura de que Suiza sabe perfecto quien es y además... estaba en la casa. Le parece.

—¿Liechtenstein?

—¿Qué te ha pasado? ¿Te has caído a un río, Bruder? —pregunta porque además de aun medio empapado huele como que se bañó hace seis meses.

—¿Bruder? —se le había olvidado que estaba aún húmedo del río. Parpadea y mira a Austria —. ¿Invadiste mis tierras mientras no estaba?

—Nein, yo no vivo exactamente aquí, pero ella sí, es tu hermanita —explica y se vuelve a ella—. Ja, estábamos jugando en el riachuelo, ahora iremos a bañarle.

—Se ve... distinto. ¿Por qué le explicas eso?

—Porque no lo sabe, es tu bruder tal como era en el siglo dieciocho.

—Was? ¡¿Hermanita?!

Les mira a uno y luego al otro y frunce el ceño porque hablan de él como si no estuviera casi.

—Was? —no es como que ella entienda demasiado ese asunto.

—Solo le encontré en el bosque, no pasará nada por una noche —Austria se encoge de hombros y se vuelve a Suiza, señalándole la mesa—. ¿Reconoces eso?

Suiza, deja de mirar al austríaco y se pone a mirar la casa, que sorprendentemente parece mucho a su casa... Se gira a donde señala y se paraliza.

Liechtenstein le mira y mira a Austria porque aún no acaba por entender de qué va esto.

—¿Qué... Qué intentas? NO va a volver a pasar —da unos pasos atrás hasta toparse con la puerta y se recarga en ella —. NO pasó.

—Shhhh, calma, solo digo que sigue aquí, después de tanto tiempo.

—Ugh. Debí incendiarla —¡pero era MÍ mesa!

—Vamos, ¿quieres tomar un baño caliente y ropa limpia?

La mención del "caliente" ayuda mucho a acceder, sinceramente.

—¿Está Schweiz en casa? —pregunta Austria a Liechtenstein.

—¡No hay baño caliente aquí!

—Yo... en el despacho, creo —responde Liechtenstein.

—¡Claro que está Schweiz! ¡¿Que no me ven?! —protesta el más joven.

—Bien, vamos —hace un gesto con la mano para que le siga escaleras arriba.

—¿Pero que no me oyes? —protesta yendo tras él y mirando a Liechtenstein de reojo sin entender bien quién es. ¿Desde cuando tenía una hermana?

—Por supuesto que te oigo. Liechtenstein puedes prepararnos dos chocolates y un café —concede subiendo como si ella hubiera rogado por ello.

Suiza parpadea porque en el siglo dieciocho aun aquí arriba estaba su cama de verano y la paja... No un baño con agua caliente. Ni estas escaleras.

—Me estás engañando.

De todos modos Austria sube como si nada dirigiéndose al cuarto. Abre la puerta y hace un gesto para que entre.

—¿Liechtenstein? —se oye al otro Suiza llamar desde el despacho.

—Soy yo, dame un minuto, ahora voy —responde Austria en voz alta.

—¿Quién está ahí? —pregunta el pequeño Suiza a Austria frunciendo el ceño —. ¿Porque están todos en mi casa?

—Mi marido. Luego le conocerás —insiste en que entre al cuarto.

Entra mirando hacia allá, con el ceño fruncido.

—No me gusta que estén todos aquí... Ni me gusta este sitio.

—Ya lo hará. Mira, este es tu cuarto ahora. Ese de ahí es tu armario donde encontraras ropa seca y limpia y tras esa puerta está en baño. Voy a llenarte la bañera —decide, pasando delante.

—¿Mi cuarto AHORA? Yo no vivo aquí —le sigue mirándolo todo, impresionado.

—Lo será en el futuro —explica abriendo el grifo de agua caliente.

—¿Cuándo puse todas estas ridiculeces y cosas raras en esta casa? ¿Tú lo hiciste?

—Nein, ¿qué cosas te parecen ridiculeces?

—Esa... ¿Cama? Es enorme y... ¡Enorme! ¡Para que quiero una cama así!

—Porque dormimos ahí los dos muchas veces.

—¡¿Los DOS?! ¡Eso no puede ser! Yo no dormiría... ¿Por qué? ¿Cuándo compraste eso? —se asoma a ver de dónde sale el agua, ¡porque él no tiene agua ahí! No. Está seguro.

—Sí lo harías... porque normalmente no me marcho después de que suceda lo que no pasó sobre la mesa —explica un poco incómodo, dejándole pasar a donde quiera.

—No digas esas cosas —se tapa los oídos y mira la tina que creo que es posible que hayan instalado para Austria.

—Desnúdate y metete al agua caliente.

—Que me... ¡No voy a desnudarme!

—¿Cómo vas a bañarte y a ponerte la ropa seca?

—Cuando te salgas —señala la puerta —. ¡No voy a dejar que hagas nada raro!

Pone los ojos en blanco y sonríe un poco.

—Pues elige la ropa o tendrás que vestirte aquí afuera conmigo.

—No voy a... ¡Agh! ¡Voy por la ropa! —sale del baño al armario. Y todo, TODO le parece muy raro y además... Formal, y feo.

Austria se acerca al baño y cierra el agua una vez ya se ha llenado la bañera.

—No toques nada del baño.

—¿Nada de qué? ¿Por qué tengo ropa tan rara? ¿Es mía?

—Nada que no sea el agua, las toallas y el contenido de esta botella —le tiende el gel yendo al armario y elige una camiseta roja con la cruz blanca en el pecho y unos pantalones verdes de lona, se los tiende.

—Esa es mi bandera —apunta aunque es raro que esté en la ROPA. La toma de igual manera.

—Sí que lo es —se agacha a buscar unos calzoncillos en el cajón y se los muestra—. Esta es la ropa interior. Debajo de los pantalones —se los deja sobre la pila—. Ve, estaré en el cuarto de al lado, si tienes algún problema llámame.

Cambia el peso de pie.

—¿Por qué estás siendo bueno conmigo?

Le mira a los ojos y suspira derrotado.

—¿La verdad?

—Ja —asiente... Y desvía la mirada, cerrando la puerta y empezando a quitarse la ropa porque está mojada y el agua calientita.

—Porque eres bueno y vas a tener una vida dura... y me siento culpable—apoya la espalda en la puerta.

—Culpable. Bah... ¡Ohhh! ¡Está muy caliente el agua! —suelta con agrado y sorpresa.

—Bien, relájate un rato, ahora vuelvo —sonríe y le deja tranquilo yendo a buscar al otro Suiza.

Creo que esta vez sí que va a relajarse.

Suiza casualmente ya ha cerrado la computadora, y terminado un poco los asuntos más urgentes cuando Austria golpea la puerta con los nudillos.

—Hallo? —saluda abriendo la puerta del despacho —. No has dicho que vendrías.

—Schweiz, voy a venir.

Le mira y entrecierra los ojos.

—Ya... Algo tarde, ¿no crees?

—El tiempo es relativo —se encoge de hombros—. He traído a alguien.

—¡No es relativo! ¿A quien has traído?

—A un pobre y desvalido muchacho que encontré solo y sucio en las montañas. Está dándose un baño y le he prestado un poco de tu ropa seca y limpia.

—¡¿A un pobre y desvalido muchacho?! ¿Cómo vas a... De donde salió? ¿Cuál?

—y es que no puede decirle nada porque EL es el primero que ayuda a todo aquel que lo necesite.

—No sé de donde salió, solo me pareció bastante mono a pesar de todo y decidí ayudarle.

—Eso es... Bastante extraño de tu parte.

—Es un chico especial —se encoge de hombros de nuevo, sonriendo—. Y quiere conocerte.

—¿Un chico especial? —parpadea.

—¿No lo has entendido la primera vez? Sé dulce con él.

—Que sea DULCE con el... No me digas tampoco que sea dulce con él, eso no es necesario.

—¿Nein?

—Nein, ser dulce nein. ¿En donde has encontrado a este muchacho? ¿Le has dado algo de comer?

—Liechtenstein estaba preparando chocolate.

—Chocolate. ¿Sabes si trae dinero?

—Oh, estoy seguro, pero no le vamos a cobrar nada —sentencia.

Frunce un poco el ceño.

—Veo que te ha agradado este muchacho —comenta asintiendo y haciendo colmo que termina de guardar las cosas aunque en realidad su escritorio ya está limpio.

—Es mi invitado, pagaré lo que haga falta con la tarjeta de Deutschland —igual se sonroja un poco.

Levanta una ceja notando el sonrojo y que, aún así, es raro que ofrezca pagar cosas.

—Vamos a ver qué más puede necesitar. Es mucho ya que le hayas puesto a bañar en nuest... Mi ducha.

—Lo que necesita, sobre todo, es que no te pongas histérico y seas sincero con él.

Levanta una ceja.

—¿Por qué tendría que ponerme histérico... ?

—Porque... —suspira y sonríe—. Porque va a hacerte muchas preguntas difíciles de responder y cosas conmigo que... van a ponerte nervioso, pero de verdad quiero lo pase bien.

—¿Hacerme a mi preguntas que van a ser difíciles y contigo? ¿A quién demonios trajiste?

—A alguien importante para mí, ya lo verás... voy a ver cómo va. Ve a ayudar a Lili.

Y si vas a sacar queso o leche no saques de los comprados en una tienda.

—Ah, además vamos a ponernos delicados y a querer darle comida hecha en casa. Ya... —murmura por lo bajo yendo hacia las escaleras, mirándole con desconfianza.

—¿Celos, Schweiz? —sonríe desde arriba.

—Nein! No seas idiota, ¡por qué habría de tener celos!

No responde y se dirige al cuarto dejando que se haga su película. Y sí que se la hace, yendo a la cocina a preguntarle a Lili si sabe a quién demonios es que ha traído Austria.

Pero ella no tiene mucha idea de lo que acaba de pasar y le pregunta si ya vuelve a recordarla.

—Claro que te recuerdo, ¿qué pregunta es esa?—protesta buscando el queso.

—Antes no parecías hacerlo. Österreich ha dicho algo de que eras del siglo dieciocho.

—¿Eh? —levanta una ceja —. ¿Ya está con eso de que no soy actual de nuevo?

—No lo sé, no he entendido muy bien lo que ha pasado —asegura.

—Trajo a alguien que encontró en el bosque. Y está diciendo que hay que ser dulces con el.

—No he visto a nadie —responde ella.—Pero es raro que Österreich recoja a gente en el bosque... espero que no se haya perdido.

—Está en mi baño, creo que ahora lo bajará. De hecho estoy penando que debe ser alguien que se ha perdido.

Entretanto, Austria golpea con los nudillos la puerta del baño.

—Liebe, no te duermas ahí dentro.

Se oyen unas olas y es que sí que se había amodorrado porque el agua esta tan calientita y Austria está siendo tan... amable... Y es un buen sueño. Raro.

Sonríe un poco malignamente oyendo que sí está entero y abre la puerta entrando.

—Schweiz?

—¡Ahhhh! Que haces... ¡AGH! ¡Salsalsal! —se cubre con las manos y no sé cómo es que SIEMPRE acabas igual.

—¿Te has lavado ya o tengo que venir a frotarte yo? —ni se inmuta, sonriendo con malicia.

—Fro-Frotarme... ¡No tienes que frotar nada! —el agua en realidad está bastante turbia ya, aunque aún no se lava, por estar olisqueándolo todo.

—Vamos a ver si es verdad —se acerca a él, arremangándose.

Se hace bolita abriendo los ojos como platos.

—Nein! ¡No querías mojarte!

—Pues no salpiques —toma el bote de champú y se pone un poco en las manos.

Le mira inmóvil del todo aun abrazándose para que no se le vea nada.

—¿Q-Qué haces?

—Cierra los ojos y relájate —le pone las manos en el pelo y empieza a lavárselo.

Abre más los ojos si es posible.

—¿Qué? ¿P-Por qué? ¡No necesito que me bañes!

—Deja de chillar o va a venir Liechtenstein a ver si te pasa algo —no se detiene.

Es que tiene más ramitas en la cabeza y tierra de meses... No tiene pulgas ni chinches ni nada de eso al menos.

—No quiero que venga... ¡Nadie! ¡Ni quiero que estés aquí! —sigue tensísimo.

Así que va a tener que lavarlo con ganas, suerte que sí tiene fuerza en los dedos para darle un buen masaje en el cuero cabelludo.

—Anda, va a resultar que eres rubio debajo de la roña.

—¡Eh! ¡No tengo roña! Y sí que soy rubio —intenta quitar la cabeza.

—Ven aquí, échala atrás que te la voy a aclarar —toma el teléfono de la ducha abriendo para que salga agua caliente —. No dejes que te entre el jabón en los ojos.

—No soy un niño —hace exacto lo que le dice.

Sonríe con eso y cuando ha acabado de aclararle en solo un movimiento de un segundo le moja toda la cara, jugando. Hace glu glu y tose un poco. Austria se ríe y quita el tapón para que empiece a marcharse toda el agua marrón.

—¡Ehh! —protesta metiendo la mano en el agua y lanzándole un poco, mojándole también la cara.

—Sht! —riñe pero sonríe—. A mí no, que estoy vestido y llevo las gafas —toma la esponja y el gel.

—Pues desvístete y quítate las gafas —propone sin pensar como si fueran aun pequeños.

—Schweiz... piensa en lo que acabas de pedirme.

Parpadea... Y se sonroja.

—¡Agh! —se tapa la cara con las manos haciéndose bolita.

Le pone la esponja en el pecho y la hace bajar rápidamente por todo el torso hacia la zona de peligro.

—Que, que... ¡¿Qué haces?! —se destapa la cara y le detiene del brazo apretando las piernas y no sé si Austria no va a caerse encima suyo.

—Lavarte —nah, se sujeta del borde.

—N-Nein! ¡No puedes lavarme... Ahí! —chilla histericolocoperdido.

—Liebe... ni siquiera necesito tocarte ahí para que tengas todos los problemas que vas a tener de todos modos.

—¡No tengo ningún problema de nada! —se agarra ahí con todos los problemas que ya está teniendo —. ¡No me gustas! ¡Y eres un idiota! ¡Y no vas a hacerme ESO nunca más!

—Es bueno que lo tengas todo tan claro.

—Lo tengo muy MUY claro —le suelta la muñeca y se aprieta las piernas.

En cuanto le suelta, toma la esponja y se la pasa por el costado, con todo el cuidado y la dedicación del mundo, resiguiendo el caminito con la mirada. Y es que le da un escalofrío monumental.

—¿Cuánto crees que puedas aguantar... tus problemas mientras te paso una esponja húmeda y caliente acariciando todo tu cuerpo?—vuelve a pasársela.

—Notengoningunosproblemas —tiembla teniéndolos TODOS, temblando —. ¡Te odio! Deja de pasarme... Deja de... ¡Eso!

—Definitivamente ya no eres un niño —mete la esponja bajo el agua caliente y hace que le chorree sobre el pecho o por la espalda.

—¡Tú eres definitivamente un idiota!

—Eso querrías y sabes perfecto que no es así —lo tortura un poquito más ahora pasándole un dedo.

Le mira a la cara azorado.

—¡Claro que es así! ¡Eres un idiota! Y no querría NADA —se ha hecho bolas, si.

Sonríe y le acaricia la cara. El rubio mira la cara para que no lo haga y se sonroja aún más.

—Si te sales de aquí YO puedo bañarme, no necesito que lo hagas tú.

Austria le toma de la barbilla para que le mire y él lo hace, resistiéndose un poco.

—Solo piensa, mientras haces eso, en que en el fondo te quiero un poco —le da un besito rápido y se incorpora, saliendo del baño.

—¡No voy a hacer nada! —chilla mintiendo muy pero muy tarde ya en la vida, cuando Austria ya salió del baño.

Austria se tumba en la cama a esperarle... para escucharle, claro, el pervertido.

La cosa con Suiza... Es que como todo... Tarda. No porque no esté feliz, sino porque le da muchísima vergüenza... Y tarda en empezar. La ventaja para Austria es que... También para eso es bastante... Vocal. Así que sonríe mientras finge que lee un libro esperándole.

—Österreeeeeeich! —se oye ya casi al final del concierto de púber!Suiza... Al otro Suiza llamarle.

—Ya bajamos, un minutoooo —responde tranquilamente.

A Suiza adentro del baño le da un ATAQUE. Aunque... La voz y que este ahí le ayudan a finiquitar el asunto, recordando el asunto del "te quiero un poco". Siempre tan parco.

—Ya has oído, acaba eso, lávate bien, vístete y sal que nos están esperando —pide Austria—. O volveré a entrar a acabártelo yo mismo.

—¡Noooo! —protesta y mira, es que la pura idea le hace acabar, y luego tallarse la piel hasta dejarse todo rosa así como si pudiera quitarle la idea a Austria de lo que estaba haciendo solo con limpiarse. Al final se viste rapidísimo y sale medio mojado aun, rojo como un TOMATE.

—Tienes una bonita voz —asegura sonriendo cuando sale.

—Was?!

Se encoge de hombros y sale delante. Suiza sale mirando al suelo, muy sonrojado y avergonzado.

—Venga, cálmate, no ha pasado nada tan terrible. Va a gustarte lo que vas a ver ahora —asegura bajando las escaleras con él.

—No me va a gustar nada.

—Ya lo veremos... —se acerca a la puerta de la cocina donde les están oyendo hablar—. Schweiz? —les llama a ambos para que presten atención.

Suiza de la cocina se calla mientras que el otro hace un poco cara de no entender qué pasa y por qué le llama.

—Was? —preguntan a la vez, el Suiza de la cocina yendo a la puerta a buscarle.

Hace pasar al chico y le señala al hombre para que se miren. El momento es tremendamente extraño, los dos a la vez hacen exactamente el mismo ihhhhh y dan el mismo paso atrás. Liechtenstein levanta las cejas mirando a uno y a otro.

—¡¿Qué... Quien... Cómo?!

—Os lo he dicho... más o menos a ambos —responde Austria.

—¿Tienes un hermano gemelo, bruder? —pregunta Liechtenstein en su habitual tono infrasónico mientras Austria va a por su café.

—¿Quién eres tú? —chillan a la vez—. ¡Pues quien voy a ser! Schweiz!

—Han pasado tres siglos y sois exactamente idénticos —sorbo de café.

—Was? —es increíble la sincronización. Es absolutamente perfecta, cómo se giran con Austria. Podrían hacer nado sincronizado o algo así.

—Pues mirad como os movéis —los señala a los dos —. Parecéis un espejo del otro.

—¡No es verdad! —protesta púber!Suiza, y el adulto hubiera protestado lo mismo pero se ha contenido a sí mismo y sonrojado un poco.

—¿De dónde le... me... De donde sacaste a otro Schweiz? ¿Qué clase de magia es esta?

—Del siglo dieciocho. Ya te dije que estaba perdido por el bosque y le encontré.

Suiza adulto se mira intensamente a sí mismo acercándose y tensando con esto a su contraparte que termina por meterle un empujoncito, nervioso. Austria les observa con curiosidad tomándose su taza de café.

—Deja de mirarme como si fuera algo raro. ¿Quién eres y por qué te atreves a intentar suplantarme? —protesta púber!Suiza.

—Ya te he dicho que te traería a conocer a mi marido, no te está suplantando, es tu yo del futuro —le explica Austria con calma.

Los dos hacen corto circuito con la declaración de "mi marido". Cada uno así manera, esto sí... Púber!Suiza abre la boca y mira a Suiza sonrojándose. Suiza mira a Austria y se sonroja por haberle llamado "mi marido", que suena súper... Ehm... Bien.

—Es una situación bastante interesante, ¿no os parece? —les sonríe.

—¡¿Tu... Marido?! —chilla púber!Suiza escandalizado en un tono que casi hasta parece acusador.

El austríaco sonríe más, malignamente decidiendo dejar explicar eso al Suiza adulto.

—¡No es mi marido! —chilla Suiza adulto inmediatamente, sonrojándose. Nota lo que ha dicho, levanta las cejas y se tapa la boca.

—Oh... —responde Austria mirándole fijamente.

Suiza adulto aprieta los ojos escuchando el "oh" y sonrojándose más. Púber!Suiza se gira a mirar a Austria, porque él le ha dicho...

—Tal vez os sería más fácil hablar sin mí —propone el moreno.

A Suiza adulto se le prenden las orejitas en rojo y da un paso hacia Austria.

—Nein, nein. Espera. Lo dije sin pensar —susurra el mayor de los Suizas sabiendo muy bien lo HORRIBLE y descorazonador que a él le parecería el que Austria le negara. Se gira con su versión más joven y habla con franqueza esta vez —. Ja. Österreich es mi marido.

Él le mira de reojo y sonríe un poco. Púber!Suiza levanta las cejas hasta el techo aun sin confiar en que sea EL pero... Es una versión muy muy parecida a él. Tanto queda difícil mirar con sospecha. Naturalmente mira a Suiza e adulto sonrojarse mucho mientras el mismo se sonroja igual y desvía la mirada hacia el austríaco un segundo.

—Danke —agradece Austria sin hacer ningún comentario maligno ahora, porque sabe que le cuesta.

Y púber!Suiza, además de sonrojarse, mira al austríaco.

—¿Te casaste con EL?

—No te creas que a mí no me sorprendió que accediera, estaba bastante asustado —confiesa buscando en la nevera para no mirarles.

—¡No estaba asustado! —protesta Suiza adulto.

—Yo lo estaba —responde como si nada y mira al chico —. ¿Tienes hambre?

—Oh... —sueltan los dos a la vez —. Ja.

—Estoy seguro que serás capaz de ofrecerle comida a nuestro invitado —saca las fresas para él tan cínico.

Los dos le miran intensamente y Suiza adulto frunce el ceño sonrojadito.

—Esas miradas fulminantes dobles son especialmente intensas, chicos —comenta con tranquilidad sin realmente inmutarse.

—¡No puedes comer fresas! —protesta acercándose a la mesa seguido de un púber!Suiza que se acerca con menos seguridad aun mirando a Austria sin entender cómo es que ese chico tan parecido a él se ha podido casar con el.

—Ah, nein? —pregunta él tomando una—. ¿Por qué no?

—¡Porque no! No vamos a hacer... ¡Porque no! ¡Lo que hay es queso, come queso! —chilla el mayor de los helvéticos.

Púber!Suiza mira los quesos en la mesa, y el pan, que es bastante más abundante que el que suele tener en estos tiempos de austeridad, se sienta en su lugar de la mesa ganándoselo al otro suizo y toma un trozo de queso.

—No vas a estar pensando en eso con el chico aquí, ¿no? —pregunta malignamente igual besando su fresita.

—¡No estoy pensando en nada! —chillonea fulminándole otra vez, acercándose a su lugar y tirando de la silla sin notar en principio que su joven invitado está ya sentado ahí. Cuando lo nota levanta las cejas y suelta la silla, mirando al ocupante como si le hubieran salido tres cabezas.

—A mí me parece que si lo estás haciendo —Austria se acerca a la mesa y se sienta con su fresa, Liechtenstein se sienta también tendiendo a ambos Suizas una tacita de chocolate.

El Suiza adulto vacila y gira sobre sí mismo mirando otro de los lugares de la mesa donde NUNCA, en un milenio, se ha sentado a comer. Con trabajos y tensión se sienta en dicho lugar tomando su taza de chocolate.

—¿Está bueno? —pregunta Austria al pequeño.

El asiente con la boca bastante llena de queso, pensando que sabe EXACTAMENTE IGUAL al que el prepara.

—Come todo el que quieras —le sonríe.

Suiza adulto carraspea un poco... Aunque mira al joven fijamente. Es claro que es EL mismo, incluso él podía saberlo. No era capaz de saber cómo es que esto había pasado, pero haciendo eso a un lado, trata de ubicarle en el tiempo. Si era siglo dieciocho era antes de Napoleón... Antes de Francia. Después de que Austria viniera (y se fuera). Se sonroja. Esta había sido entonces una época extremadamente dura y larga, con demasiados conflictos internos.

—¿Qué te parece la casa? —pregunta Austria amablemente.

—D-Danke... —susurra púber!Suiza idiotizándose un poco con la sonrisa —. E-Es extraña y tiene cosas tontas que seguro tu trajiste.

—En realidad lo único que traje yo aquí es el piano, el resto es todo tuyo —explica.

—No puedo creer que le hayas dejado traer un piano —protesta hacia el Suiza mayor sacándolo de su pensamiento.

—¿Tampoco te gusta mi piano? —sonríe el austriaco divertido.

—¡Ocupa la mitad de la casa! Ahí deberían estar las cabr... —se calla antes de que se le ocurra llamarle Cabrero.

—Nein. Y no las vas a dejar entrar, que nos conocemos —le advierte serio señalándole con el dedo.

—Hay un establo ahora al fondo del jardín —explica Suiza el mayor.

—Ahí seguro tienen frío —protesta.

Suiza adulto carraspea un poco y se sonroja.

—No tienen frio, están protegidas del viento —explica Liechtenstein.

—Además tienen... Calefacción —responde Suiza adulto sin mirar a nadie, porque para lo codo que es para todas las cosas...

Liechtenstein asiente y Austria pone los ojos en blanco.

—Ohh... aun así, sinceramente, para poner aquí un PIANO...

—¿Quieres ir a verlas? —propone la chica y no creo que nadie la oiga.

—No te voy a contar la historia sobre como tu COMPRASTE ese piano.

—¿Yo COMPRÉ queeee? —púber!Suiza levanta las cejas completamente en shock mirando otra vez al otro Suiza acusatoriamente.

—¡Eh, eh! No le mires a él como si tuviera la culpa —sonríe de todos modos porque esto le hace gracia.

—¡Pues es el COLMO!¡Gastar DINERO en una cosa tan inútil! —sigue mirándole acusatoriamente.

Suiza adulto aprieta los ojos.

—¡Fue un préstamo... y pagó!

—Tan inútil. Supongo que nunca has querido acercarte a un concierto en Wien... por ahora.

—-Inútil es... Pero eso... La cosa... —balbucea el suizo de la actualidad.

—¡Claro que no querría acercarme a ningún concierto de NADA tuyo!

Austria se ríe de la pasión con que lo dice y como el adulto trata de arreglarlo. Liechtenstein les mira aun a los tres, muy interesada con ellos.

—¡No te rías! —protestan los dos al unísono, otra vez en perfecta coordinación. Es que le hacen mucha gracia.

—Österreich va a pagarte lo que te debía del piano... Y solo lo hice para que dejara de protestar por tener que tocar el otro piano, el vertical —explica Suiza adulto, justificándose.

Austria pone los ojos en blanco aun sonriendo con ello, sin protestar, de todos modos.

—Y aún así está... Viviendo en tu casa y durmiendo en tu cama y tienes su piano ese... Y estás justamente tan idiota como yo nunca voy a estar —púber!Suiza se cruza de brazos

Liechtenstein levanta las cejas con eso y Suiza frunce el ceño. Austria sonríe y niega con la cabeza ante esas cosas.

—No me llames idiota, no ha sido del todo como piensas que ha sido, ni ha sido como era, ahora el... —señala a Austria y se revuelve —, es... Idiota igual pero distinto.

—Schweiz —llama Austria mirando al adolescente.

—Was? —preguntan los dos igual

—No tiene ningún sentido que te burles de ti mismo...

Se sonroja un poco más y le mira de reojo.

—Yo nunca, NUNCA voy a ser así—se dice creo más a si mismo porque de hecho le da TERROR volver a ser así... Claro que si Austria fuera así como es. Quizás esto es un sueño solo para demostrarle lo felices que serían todos si Austria volviera a ser bueno con él. Se revuelve sonrojándose más.

—Y menos solo por estar celoso. Sé que estás asustado y ahora mismo no ser así es un mecanismo de defensa para ti, pero aquí nadie va a hacerte daño.

—¡No estoy celoso! —protesta mirando a Suiza adulto —. ¡De hecho ahora entiendo que siendo el así claro que se querría casar contigo, seguro haces todas las cosas tontas que no deberías!¡ Dijiste que no las volverías hacer!

—¡No hago ninguna cosa de esas que crees que hago! —se defiende Suiza mayor.

—Ni siquiera estoy seguro de saber qué son esas cosas.

Los dos le miran y se sonrojan.

—S-Son... Cosas. Esas cosas...

—¡No le digas! —protesta miniSuiza.

—De todos modos no necesitas protegerte tanto de mí ahora... aunque es bueno que sigas haciéndolo al volver.

Suiza adulto mira a Austria.

—Nein, de hecho, Schweiz, tienes que protegerte de él mucho SIEMPRE —asegura mirando a Suiza pequeño.

Austria sonríe un poco y niega con la cabeza. Suiza joven toma su chocolate caliente y le da un trago (pensando que está muy pero muy bueno) mirando a su yo mayor fijamente.

—No soy realmente tan horrible, ¿sabéis? —asegura Austria con cinismo, o más bien protesta.

—Eres COMPLETAMENTE horrible —asegura púber!Suiza con pasión tal que Suiza adulto se sonroja.

—Eso suena más apurado a la realidad —le guiña un ojo.

Se sonroja más y Suiza adulto da un golpe con puño a la mesa.

—Österreich!

—Was? —le mira.

—No le hagas... ESO al muchacho.

—Estoy seguro que puede soportarlo con lo que me odia —sonríe malignamente pensando además en las otras cosas que le ha hecho que no han sido pocas.

Púber!Suiza sehace pequeñito en su asiento pensando en Austria lavándole el pelo y en Austria enjabonándole. Se sonroja aún más. Aunque el austríaco ha sido bueno con el.

—¡Deja de burlarte de él, claro que te odia!

Austria mira al chico hasta que le mira y cuando lo hace, le sonríe.

—Y sin embargo antes ha considerado que estoy siendo bueno con él y hasta me ha preguntado por qué.

Los dos se sonrojan a la par.

—¡Yo no dije que fueras bueno! —protesta el pequeño Suiza que no quiere que el otro Suiza se entere que le está siquiera dejando ser bueno con él.

Austria suspira por paciencia con esto, aunque no deja de hacerle gracia, por supuesto.

Luego mira al Suiza adulto y piensa que quisiera que le viera un poco con él, en realidad, para que sepa cómo es la relación que tienen ellos, aunque le da un poco de vergüenza como siempre.

—¿Has terminado de comer? ¿Qué tal si vamos a la sala?—propone y Liechtenstein muy solicita se levanta a recoger los platos.

—¿A la sala a hacer nada? Seguro hay cosas más importantes que podemos hacer, ¿no Schweiz?

—¿Cómo cuáles?

Suiza adulto vacila un poco, mira a Austria y piensa que en realidad... Querría hablar un poco con él y que viera que el futuro ni es tan malo.

—Planeas... por ejemplo, saludarme ya ¿O aun no hace suficiente tiempo que estoy en la casa?

Eso le saca de sus pensamientos.

—W-Was?!—se sonroja un montón porque SABE muy bien cómo es que funciona el asunto de saludarle.

—¿No te parece que haya sido lo bastante claro la primera vez?

—E-Es... No creo que sea necesario —asegura levantándose para ir a la sala.

—Yo sí creo que es necesario ser educado como una persona, no como un cabrero.

Ay dios, Austria... Como te gustan los deportes extremos.

—¡NO SOY UN CABRERO!—chillan los dos, aunque púber!Suiza chilla con más intensidad.

—Mi oído funciona perfectamente bien, la razón es muy independiente del volumen.

—¡Pues no somos cabreros! —protesta el adulto.

—Entonces demuéstralo y compórtate a la altura —se le acerca con la espalda erguida, mirándole con la nariz levantada.

El adolescente Helvético casi vomita con el gesto y la pose, lo cual no pasa desapercibido para el mayor, quien se revuelve un poco.

—T-Tu deberías saludarme a mí. Tu llegaste.

—Sabes que no funciona así, siempre discutimos lo mismo.

—Pero es que...

—Yo llego y tu vienes a recibirme, así funciona. A no ser que quieras ser tu quien viene a saludarme cuando llegas a Berlín. Cosa que en realidad sería verdaderamente más fácil para mí.

Berlín, donde hay trescientas mil personas viviendo. Aprieta los ojos.

—Nein, vale, vale... T-Te saludo

Austria sonríe vencedor y Suiza adolescente bufa.

Austria ni le mira ahora y Suiza tamaño actual se acerca un poquito a él, traga saliva, suda, tiembla. Se acerca otro poquito... Y otro poquito otra vez. Le pone una mano en el brazo. Austria le mira sin ayudarle en lo más mínimo, como siempre. Suiza empieza a ponerse de puntas y púber!Suiza hace los ojos en blanco. Austria le sostiene la mirada. Suiza pone los labios de beso y se acerca más y más.

—¡NO VAS A HACER ESO! —grita púber!Suiza rojo como tomate tirando de Suiza y poniéndose entre los dos.

Austria levanta las cejas sin esperar esa reacción. Suiza adulto también parpadea sin entender lo que pasa. Y... Es que al pequeño le ha dado una oleada de posesión y celitos del Austria bueno, aunque no sabe de dónde ha salido.

—Shhhh —Austria le pone las manos en los hombros al chico con suavidad—. Tranquilo.

Se sonroja aún más, pero el tacto de Austria ASÍ, siempre tiene la virtud de relajarle y tranquilizarle.

—E-Es... No pasa... Nada. E-Él lo hace cuando vamos a B-Berlín —susurra Suiza adulto mirando el suelo pensando que el problema es lo vergonzoso que es en sí besarle, no tanto una cuestión de celos.

Austria le aprieta un poco y le hace un cariñito en la cara.

—En realidad iba a devolverle el beso —asegura pensando también que es una cuestión de vergüenza.

Púber!Suiza, que también tiene vergüenza, por qué no, se gira hacia el austríaco y se le esconde en el pecho.

—Oh —Austria sonríe un poco y le acaricia la cabeza.

Suiza adulto se sonroja un poquito porque... Es que sabe lo importante y agradable que es todo esto para el pequeño Suiza.

Austria mira a Suiza adulto y le hace *pat pat* en la cabeza al chico (Suiza, puedes fulminarlo un poco).

Lo fulmina un mucho y Austria se sonroja un poco y tras vacilar un par de veces lo abraza torpemente. Suiza adulto inclina la cabeza y se relaja un poco a pesar de todo, sonrojadito, pensando en lo mucho que hubiera necesitado a esa edad eso. Se pregunta a si mismo si ya pasó eso que... No pasó en la mesa.

—¿Estás bien? —susurra Austria acariciándole la espalda.

—Ja —responde aunque en realidad como siempre no lo está tanto y disfruta enormemente el abrazo del austríaco.

Suspira y no le suelta si él no hace el gesto.

—Ehm... Por qué no vienen a la sala —murmura el Suiza actual —. Puedes quizás darle a él un beso de salido en vez de dármelo a mí.

Austria mira a Suiza sin poder creer eso.

—¿Es en serio?

—¡Noquierounbeso! —protesta el pequeño Suiza en el pecho de Austria.

—Quizás ÉL te mate de una buena vez —responde Suiza adulto sonrojadito —. Solo digo que...

—¿Hace un momento no me dejabas guiñarle el ojo y ahora quieres que le bese?

—No quiero que le beses, solo... ¡Es que...!

—¿Aja?

—Pues... Es que si, sé bueno con él, eras un idiota entonces.

—Ya lo sé.

—Pues ahí está, eso es lo que puedes hacer ahora—especifica Suiza adulto sonrojadito cuando el pequeño Suiza empuja un poquito a Austria para separarle.

—Esto es un poco injusto, no era TAN malo —le suelta.

—Quizás podrías decirnos a ambos cómo es que no lo eras —propone Suiza adulto bastante por las buenas, mirándole a la cara.

—No creo que ninguno de los dos me creáis.

—Pues no está de más defenderse, ¿no? O al menos entender tus... Ehm... ridículas intenciones.

—Si él quiere saberlas, me parece bien, pero no puedo creer que tú no lo sepas.

Se sonroja un poquito y se mira las manos.

—¿Podrían dejar de hablar de mi como si no estuviera?—protesta púber!Suiza irritado—. No necesito saber sus excusas idiotas de nada. Ya sé que eres un tonto y que insistes en tonterías aun cuando ya se te cayó un imperio... Y también insistes en no hablarme y eres el más estúpido del universo.

Austria suspira.

—¿Ves como sí que necesita oír algunas cosas? —Suiza adulto señala a púber!Suiza —. Si no eras tan tan malo, es importante que él sepa por qué no lo eras.

—Lo sabrá —sonríe.

—Si, en doscientos o trescientos años, cuando le rompas el corazón un par de veces y descubra que eres tres veces peor de lo que cree.

—Exacto.

—Maravilloso. Así que por ahora solo sugieres ser un poco bueno con él, ablandarle el corazón y lanzarlo otra vez a los lobos.

—Explicarle no le va a cambiar nada.

—Al menos le hará pensar que no es solo por vicio y que no es del todo imbécil por pensar que aún puedes arreglarte.

—Schweiz... vas a empezar pronto a estar con una persona. Como tu pareja —le explica al chiquillo.

Suiza adulto se lleva las manos a la cara con esa declaración.

—Vas a aprender muchas cosas de él, pero por lo que sé, no va a quererte... o sí, no me importa, lo que importa es que va aprovecharse de ti y yo voy a hacer que te des cuenta de la peor forma posible.

—Oh cielos, de verdad vas... Esa parte NO pasa, ni es necesaria y... ¡Ugh! —va protestando Suiza el adulto conforme habla.

—Es lo siguiente que le va a acontecer...

—Y por qué decidiste hacer que me diera cuenta de la peor manera posible, ¿eh? Es decir... Fuiste ahí... A... Podrías quizás explicar por qué, eso es lo importante.

—Por qué no ibas a creerme ni confiar en mí de ningún otro modo.

El pequeño Suiza les mira a otro con la boca abierta bastante incapaz de creer absolutamente nada de lo que están diciendo.

—Yo no voy a estar con nadie como mi pareja, yo no necesito esas tonterías.

Austria vuelve a suspirar porque sabía que esto iba a suceder así.

Suiza joven le mira y baja el tono de voz intentando que su yo mayor no le escuche.

—Si le pregunto a él algo, ¿me va a decir la verdad? —le pregunta al austríaco señalando a Suiza sutilmente con la cabeza

—Si no lo hace, trataré de decírtela yo.

—Pero no quiero que tu oigas —levanta los brazos y le tapa los oídos.

Levanta una ceja, mirándole.

—Yo creo que puedes confiar en él tanto como en ti mismo.

Se humedece los labios sonrojándose porque está muy cerca y se gira a Suiza adulto que se ha acercado a ellos, sentándose al otro lado del austríaco.

—¿Cómo le arreglas para que se porte así? —le pregunta en un susurrito.

Austria sonríe habiendo oído perfectamente

—En realidad... —Suiza adulto vacila y mira al austríaco de reojo —. Hace como que se arregla solo, aunque sigue siendo el mismo de siempre... Y sigue haciéndote rabiar igual y tentándote a matarle igual... Lo que hace es volver a hacerte mucho caso.

Austria se ríe con eso.

—Ehhh! —protestan los dos a la vez y él se ríe más porque de verdad está divertido con los dos.

—¿Que te causa tanta gracia? —protesta Suiza adulto mientras Suiza adolescente le destapa los oídos.

—Se supone que no estabas oyendo.

—Es divertido que creas que solo tapándome los oídos voy a dejar de oír.

—Aun así, no es que estemos diciendo alto gracioso —rebate el adulto.

—Bueno, me causa gracia eso de que aun quieras matarme.

—Si que quiero matarte! Eres... Insufrible

—Lo sé y me causa gracia.

—Ser insufrible te causa gracia —protestan los dos a la vez

—Para ti, sí. Estaba pensando en si algún día encontraría a mi yo del siglo dieciocho en el bosque —comenta cambiando de tema

—Eso sería TERRIBLE —asegura Suiza actual.

—¿Tú crees?

—Yo creo que sería fatal que hubiera dos Österreich —asegura púber!suiza arrugando la nariz —, aunque... Si uno fuera como tú y el otro insufrible solo tendríamos que mandar al insufrible a su casa y tu podrías quedarte.

—Por alguna razón no te queda claro que EL es IGUAL de insufrible —puntualiza el mayor de los helvéticos.

—Es que... no es verdad —asegura el pequeño negando con la cabeza.

—Ninguno de los dos lo somos, solo que no sabríais tratar con él.

—Perdona? Es que acaso necesitas un espejo? Qué exactamente crees que tendríamos que hacer para tratarte?

—Eso... desde luego, no te lo voy a contar

—¿Por qué? — pregunta puber!Suiza frunciendo el ceño, y es que el quisiera más que nadie saber cómo demonios tratar al austriaco... porque joder, el otro suizo parece al menos saber cómo hacerle.

—Porque perdería el control de la situación entonces... y eso tendria mucha menos gracia.

—¡ Eres completamente insufrible y cínico y te encanta hacernos rabiar! —se queja Suiza mayor cruzándose de brazos.

—Ja —asegura sin un atisbo de culpabilidad.

—¡Y a pesar de todo te casaste con el! — se queja mini!Suiza.

—¡Y tú vas a casarte también! —acusa de vuelta el mayor.

Austria vuelve a reírse.

—¡Yo no voy a casarme nunca!

—Sí, vas a casarte con el cuando ÉL lo merezca.

Sonríe un poco con eso de merecerlo, secretamente orgulloso de sí mismo por ello.

—¿Y qué es lo que le hace merecedor? — protesta el menor.

Ahí si le presta toda su atención.

—P-P-Pues... cosas. Varias. Cosas que ahora mismo no ves, y en el futuro cercano no vas a ver, pero... son cosas que ha hecho o ha... cambiado —responde súper nervioso el suizo.

Austria suelta una risita burlona con eso.

—¡Cállate!

Vuelve a reírse.

—¿Cómo vamos a hacer esto? ¿Quieres quedarte a dormir esta noche? —pregunta Austria a chibiSuiza.

—¿A... a dormir? —preguntan los dos exactamente con la misma vacilación.

Se encoge de hombros.

—P-Pues... no sé si mis cabras... —se revuelve un poco mirándole y es que... piensa que está dormido, de verdad

—Lo que tú quieras.

Mini!Suiza se le recarga un poquito encima a Austria sin estar seguro de querer dejarle ir.

—Pero sí vas a tener que volver tarde o temprano.

—Tarde o temprano voy a despertarme.

—Algo así.

Mini!Suiza le mira a uno y luego al otro.

—Lo bueno de esto es que creo que no eres solo tú el que ha aprendido algo —comenta Austria para el chico.

—¿Insinúas que TU has aprendido algo? —pregunta el mayor de los helvéticos.

—Claro que sí. ¿Tú no?

—He aprendido... Bueno —seso roja porque ha aprendido algo horrible.

—Was?

Mira al pequeño Suiza notando marcadamente como esta recargado en el austríaco y como parece absolutamente encandilado con él. Aun cuando sabe que el chico pelea y está seguro de que le detesta.

Austria mira también al pequeño Suiza de reojo, suspira y levanta el brazo para que se recargue mejor, pasándole el suyo por encima y pensando en que pasaría realmente si le trajeran a él de esta época. Ya había pasado todo lo de España y se había divorciado de él y había pasado también lo que hizo con el suizo. Sabe que ya no estaba resentido en esa época porque se fuera de casa, su único problema real era el miedo y la torpeza que sentía, que no sabía cómo acercársele... y ver cómo es que era el pequeño en realidad le hace sentirse un poco idiota por haber estado tan asustado y haber sido incapaz de acercársele.

Mini!Suiza le mira a la cara sorprendido con el movimiento de levantar el brazo, pero no se piensa ni un segundo en si seguirlo o no. Con la naturalidad que logra cuando puede relajarse alrededor de Austria se le recarga encima bajo la mirada penetrante del suizo adulto.

Sí, es lo que tiene, tú aun tienes que sudar más para conseguirlo, pero él es pequeñito y lo está pasando mal.

En realidad no le causan celos. De hecho, a Suiza mayor le duele un poco el corazón el notarse a sí mismo tan infinitamente necesitado de ESTO, y le incomoda que Austria sea igual de capaz que el de notarlo. Odia aún más al Austria del siglo dieciocho por su, ojo, falta de voluntad de hacer esto mismo, considerándolo bastante cruel y despiadado. Porque a eso se reduce siempre el asunto con Suiza al reflexionar sobre Austria, a falta de voluntad... Incapaz de pensar que el problema puede derivar de torpeza o miedo. Como siempre.

—Jum! —suelta indignado ante todo esto, sonrojadito al verse tan expuesto, tratando de pensar en cómo defenderse un poco ante toda esta situación. Con lo fuerte que se sentía en esos tiempos fuerte y seguro de que estaba bien solo... Y que esa era la imagen que proyectaba...

Austria se vuelve al Suiza adulto esperando a que le responda... cuando suena el timbre de la casa y automáticamente, un ruido sordo en el porche.

—Tu siempre tienes la culpa de to... —empieza tajante el mayor helvético antes de detenerse y levantar una ceja. Los dos suizos se tensan a la vez como siempre que alguien osa entrar a sus tierras y venir a su casa

Austria que ha oído perfectamente el sonido posterior al timbre levanta también la cabeza a la puerta. Creo que es Liechtenstein quien va a abrir la puerta

—Bruder! —ahoga un chillidito con la imagen que contempla.

—Was?! —Suiza se gira hacia ella y se levanta frunciendo un poco el ceño extrañado con el

chilido.

Ella está con las manos en la boca mirando al suelo en la puerta donde hay un muchacho moreno. Suiza adulto se acerca corriendo percibiendo la angustia en el gesto. Suelta un "ihhh" al ver que es una persona agachándose de inmediato. No solo es una persona, es puber!Austria desmayado, con sus ropas de terciopelo con rebordes dorados y su capa de armiño. Suiza tarda una centésima de segundo en reconocerle y otra más en que le dé un infarto.