Es gracioso darse cuenta que cuanto más exploramos, más reconocemos lo mucho que nos queda por explorar. La resolución de un enigma sólo trae consigo la formulación de nuevas preguntas esperando ser respondidas. Es una verdad innegable que jamás ha cambiado ni va a cambiar aún en los eones venideros del paso del tiempo. Mientras los Pokémon existan, siempre habrá un nuevo reto esperando ser alcanzado por un soñador. Y aún cuando la vida no me dé para verlo todo y saberlo todo. Siempre estaré feliz de haber visto lo que vi y vivido lo que viví, lleno de orgullo de haber formado parte del ciclo de aprendizaje de alguién más. Podrán despojarme de todo, pero nadie será capaz de arrebatarme mi verdadero tesoro, aquello que más valoro seguirá conmigo aún después de la muerte, por que es algo tan básico que ya se encuentra en el corazón de cada persona. Aún si no hay tierra donde pueda depositar los frutos del esfuerzo, confío en que el viento se encargará de transportar sus semillas al lugar adecuado. Si bien es cierto que el universo tiene tiempo para jugar bromas pesadas y parezca que nada tiene sentido; La verdad, la razón, y el conocimiento prevalecerán ante la prueba más dura, levantándose como únicos vencedores. ¡Es por ello que estoy dispuesto a darlo contra ti aquí y ahora sin temor! - Sentenció una silueta devorando la luz que se interponía a su paso.
¿Estás seguro que quieres intentarlo? - Replicó una voz desde la oscuridad generada por el devorador de luz. - Ya he acabado con muchos como tú tantas veces anteriormente que he perdido la cuenta. A todos ellos se los dije en su momento y ahora te lo digo a ti. No hay sentido, ni verdad, ni razón en un mundo que su propio Dios desea ver desaparecido. ¡No tienes manera de ganar, sin importar cuán bellas y justas que sean tus palabras!
¿Un Dios que ha abandonado su propia creación? No se nada sobre eso. - Replicó aquella silueta antes de Megaevolucionar. - Lo que sí sé es que si quieres atravesar este portal, ¡deberás pasar sobre mi espada! - Afirmó con confianza adoptando una posición de batalla ante aquél siniestro Pokémon cubierto en sombras.
La batalla estaba por llegar a su clímax, todo por lo que Gallade luchó y se enfrentó yacía a la vuelta de la página. Las manos de aquél Lucario sosteniendo su historieta temblaban de la emoción. La conclusión del "El caballero White" era uno de los momentos que poco a poco se fue convirtiendo de los más esperados de su adolescencia tras haber seguido sus aventuras mensualmente por más de 10 años. En realidad la serialización había llegado a su fin el mes pasado. sin embargo, debido a la tensa situación actual entre los reinos más grandes del continente de Dirac, Aúrea y Plata, el sistema de correos de aquella pequeña ciudad ubicada a orillas del territorio de Áurea se había convertido en un verdadero infierno con el fin de incrementar la seguridad. Por ello apenas lo recibió en la oficina de correo, el joven Lucario de nombre Cian no esperó un segundo más en abrirlo y leerlo de camino a su casa que se encontraba relativamente lejos de dicha oficina.
- Quizá me vea tonto leyendo una historieta para niños a mis 19 años, - Pensó. - Pero no me importa, necesito ver el final ya. - Comentó para sí mientras cambiaba de página, no sin antes observar a detalle cada recuadro. Hasta que por falta de atención terminó pisando un tentáculo perteneciente a un Octillery, que, en mitad reacción defensiva, mitad venganza le destruyó el libro de una Hidrobomba antes que el chico siquiera tuviera tiempo de disculparse. En otros tiempos la reacción del Pokémon pulpo hubiera sido diferente, pero debido a la tensión del ambiente resultaba un comportamiento bastante natural.
- ¡¿Oiga qué le pasa?! - Cuestionó Lucario molesto con lágrimas en los ojos de la frustración al pensar en tener que esperar un mes más para la resolución de su historia.
- ¡¿Que qué me pasa?! - Preguntó Octillery aún más molesto con el chico de lo que ya estaba. - No ves los tiempos que corren y tu andas por la calle caminando como si no te importase nada. - Le respondió Octillery tras dar un breve respiro y continuó cerrando su local de comida.
- ¿Los tiempos que corren? - Cuestionó en voz baja - Eso debería preguntárselo usted. Ni siquiera es medio día y ya está cerrando su tienda.
- ¡Tonto! Hoy no he abierto. ¡Solo estoy cerrando todo porque ya estoy de camino a salir de la ciudad! y tú deberías hacer lo mismo, ¿No ves que una guerra se acerca y estamos en pleno campo de batalla? - Le contestó Octillery por última vez antes de salir apresurado de la escena con un par de maletas entre sus tentáculos.
Viendo como se marchaba, Lucario se quedó pensando un momento de pie en el mismo lugar, incluso después de que Octillery hacía tiempo que había desaparecido de su vista y ahora sólo el débil eco vacío del viento le hiciera compañía. ¡Es cierto! ¡Una guerra está por tener lugar cerca de aquí! ¡Tengo que prepararme! - Apenas terminó de hablar consigo mismo en voz alta se echó a correr, aunque no por mucho tiempo. Pues cuando llegó a la esquina se dio cuenta de lo perdido que se econtraba. - ¿Hacia dónde está mi casa? - Preguntó para sí mismo volteando en todas direcciones. Ningún paisaje le parecía familiar, desde que tuvo el cómic en sus manos había estado caminando en cualquier dirección sin rumbo fijo. - ¿Aloh?
Mientras tanto en un lugar muy lejano de aquella ciudad, en la capital del Reino de Áurea se encontraba un Pokémon de rasgos bastantes similares a los de Cian, con la única diferencia física notable en la cantidad de años que reflejaban. Este era un Lucario más maduro y con más experiencia, con una mirada más centrada pero con una actitud igual de ingenua y relajada. Se trataba de Ao, padre de Cian y su ejemplo a seguir. además de uno de los principales generales del Reino. Su legado en campo de batalla era conocido por todos, sin embargo su actitud amigable solo era conocida por unos cuantos, aún entre los mismos generales. Una de esas excepciones era con quien se encontraba hablando en ese momento.
- Escuché que ibas a Ciudad Acerola. - Preguntó aquel viejo Lucario al caballero que estaba por subir a su carruaje.
- El rey me lo ha encomendado personalmente. - Le respondió aquél Charmeleon desde las escaleras con una voz profunda y relajada, mostrando una carta con el sello real que sacó por debajo de su capa, con un gesto de molestia y ojos cerrados.
- Es tu primer misión como general. No vayas a matarte. - Le pidió Lucario abrazando al joven con efusión denegándole subir al carro.
- ¡Basta! - Le pidió molesto y sonrojado desviando la mirada para que no lo notara.
- Vale, vale, ya me iba de todas formas. - Suspiró el Lucario separándose de él. - A penas les dan un rango alto y ya creen que pueden gritarle a sus maestros. Te pareces a un hijo desgraciado que tengo en casa. ¿Te he hablado de él?
- A cada momento que tiene oportunidad. - Le respondió fastidiado de sólo recordar todas las veces que lo ha hecho.
- ¿En serio? Pues realmente creo que se llevarían muy bien. incluso creo que tienen la misma edad. ¿Qué edad dices que tienes? ¿14? ¿15? - Le replicó Lucario un poco confundido.
- Tengo 19. - Lo comentó entre dientes ya cansado de responder esa pregunta todos los días.
- Pues vaya el tiempo si que vuela. Te adopté bajo mi entrenamiento cuando solo tenías 9, mirate ahora 10 años después. - Le comentaba con total asombro y sinceridad antes de ser interrumpido.
- ¿Puedes cortar el rollo? - Le suplicó molesto de que toquen un punto sensible en él.
- Estoy seguro que tu familia está orgullosa de lo que has logrado tú solo. - Trató de animarle por última vez.
- ¿Entonces por qué no están aquí? - Preguntó el Charmeleon tras una breve pausa, cerrando la puerta sin esperar una respuesta. Al poco tiempo el carruaje salió a toda velocidad para incorporarse al resto de carros en dirección a Ciudad Acerola. Ciudad que por su ubicación y cercanía a la capital, el reino de Plata estaba interesado en controlar de forma estratégica.
- Estoy seguro que llegarás muy lejos, confío en ti, Red. - Se despidió Ao del Charmeleon aún cuando este ya no podía escucharle, y partió caminando en la dirección contraria a la que habían salido los carros del ejército.
La tarde en la ciudad comenzaba a extinguirse, las luces exteriores se iban encendiendo una a una y Cian por fin se encontraba en un barrio conocido. - ¿Por qué será que en todas las historias que aparece un Octillery nunca es otra cosa que el dueño de un local de comida? - Se preguntaba blandiendo cual espada una rama que encontró tirada intentando recordar el discurso de Gallade, haciendo breves imitaciones de sus poses.
Durante su regreso, llegó a pasar por el parque en que de niño solía juntarse a jugar con su mejor amigo de aquél entonces, quien hacía bastante tiempo se había marchado de la ciudad. - Tenía tanto tiempo sin pasar por acá. ¿Los juegos y todo siempre han sido tan pequeños? Pensar que desde que evolucioné no había puesto un pie en este parque... - Pensaba mientras se colgaba de cabeza de uno de los juegos como hacía cuando aún era un Riolu, con la diferencia de que ahora su cabeza casi llegaba hasta el suelo.
- Oigan, oigan, ¿Alguna vez han escuchado sobre los Pokémon milagro? - Escuchó preguntar a una voz de niño desde el otro lado de los arbustos, donde había más juegos.
- ¡Si! Son Pokémon que los adultos inventan para que nos portemos bien. Como el delibird de los regalos o el Raticate de los dientes. - Respondió otra voz un poco más aguda y rasposa que la anterior.
- ¡No! Son Pokémon que sí existen. ¡Yo los he visto! - Replicó la primer voz.
- ¡Tonterías! ¡Si existieran y fueran reales no podrías recordarlos! - Comentó una tercer voz, definitivamente perteneciente a una niña.
- ¡Es cierto! - Apoyó la voz aguda. - solo porque en el Torkoal gigante haya un dibujo de un "Pokémon" que nadie ha visto por aquí, no significa que sea un Pokémon milagro.
- ¡Pero si existen! ¡Yo los he visto! - Insistía la primer voz.
- ¡Basta! Los Pokémon milagro son Pokémon especiales que en cuanto dejas de mirarlos olvidas que existen, ¡no puedes decir que has visto uno o no sería un Pokémon milagro! - Le contestó la voz femenina. - Eso sería muy tonto.
- ¡Sí! ¿Cual es el punto de hacer algo si vas a olvidar que lo hiciste? - Respondió con duda la voz aguda. - Los Pokémon milagro son tontos.
Rompiendo en llanto, la voz más infantil de las tres salió corriendo. - ¡Los Pokémon milagro existen, se los voy a demostrar y ellos nos salvarán!
- ¡No espera! ¡No vayas con mamá! - Salió corriendo la voz aguda tras él.
- Si mamá lo ve así, nosotros pasaremos a ser Pokémon milagro. - Comentó por último la voz femenina antes de dejar el parque en silencio.
- ¿"Pokémon milagro" eh? Me pregunto como serán. - comentó Lucario reincorporándose para volver a su casa que ya solo estaba a un par de calles. En el camino hacia allá. Las sirenas de la ciudad se encendieron una vez más como lo había estado haciendo toda la semana advirtiendo de riesgo y sugiriendo evacuar a la capital donde un refugio para todos los esperaba. Pese a que el sol hacía tiempo se había ocultado la noche seguía tan caliente como día, cosa rara para ya tener más de un mes desde que entró la temporada otoñal. Lo único bueno que parecía brindar la noche a comparación del día era que el paisaje se embellecía con la presencia de las dos Lunas en el firmamento. La mayor de ellas llamada Hoenn y la menor Kalos, ambas recorrían el cielo en una trayectoria similar.
Cogiendo la llave oculta debajo del tapete viejo y descuidado de bienvenida, abrió con ella la puerta de la entrada, dejando la rama que cargaba consigo junto a muchas otras en la entrada. Pese a que era una casa relativamente pequeña, no le hacía falta más, pues desde hace más de 10 años llevaba viviendo solo. Su padre jamás lo había visitado desde el día en que se unió al ejército y su madre había fallecido al poco tiempo de que este se marchase.
Habiendo concluido sus estudios básicos como cualquier otro niño a los 12 años de edad, no contaba con los recursos suficientes para seguir estudiando algo más avanzado, por lo que desde esa edad trabajaba haciendo pequeñas tareas con los vecinos, sacando solo lo suficiente para pagar la comida y con algo de esfuerzo, podía ahorrar lo suficiente para comprar una historieta al mes que canjeaba como papel de reciclaje apenas lo terminaba. Los únicos libros que guardaba y atesoraba eran aquellos que se auto regalaba en fechas importantes, aquellos que trataban sobre técnicas de combate y posiciones de batalla. Algo que le obsesionaba de verdad era la idea de ser un caballero al servicio del reino de Áurea igual que su padre; Aún si no lo había visto en años, era la persona que más admiraba en el mundo y quería alcanzarlo a como diera lugar. Es por ello que la idea de un posible campo de batalla en la cercanía no le molestaba como al resto de los habitantes. Incluso si resultase lastimado o con heridas fatales, su mayor deseo era presenciar un verdadero campo de guerra. Probarse a sí mismo de qué estaba hecho y demostrarle a su padre el hombre en que se ha convertido.
Tomando un trozo de pan duro y un vaso con agua de la cocina, se sentó a cenar en la sala en silencio, como hacía todas las noches. No obstante algo en el ambiente le hacía sentir diferente. Apreciando cada borde de la mesa, cada marca de uso, cada mancha permanente sobre ella, aunque era la misma mesa de toda la vida, era como si la estuviera conociendo por primera vez. Tras terminar de cenar hizo lo mismo con cada esquina de su casa. Sería por la sensación de temer perder su hogar, pero solo hasta ahora notaba como era en verdad la casa en que había vivido toda su vida y había aceptado como algo natural que jamás podría llegar a cambiar. Pasó gran parte de la noche memorizando cada grieta en el sueño, cada gotera en el techo, cada irregularidad en la pared avanzando lentamente hacia su cama.
- ¿Qué es lo que he estado todo este tiempo? Por alguna razón me siento como si apenas hoy fuese mi primer día viviendo en esta casa... No, como si fuese mi primer día en el planeta. Por más que hago esfuerzo, no logro recordar mucho de lo que he hecho todos estos años. - Pensaba mientras se preparaba para dormir. - En fin, mañana será un nuevo día y debo estar listo para lo que venga.
Desgraciadamente para él, el calor de la noche era demasiado, no pasó más de media hora antes de estar hecho una sopa en su propia cama. Razón suficiente para obligarlo a tomar un baño. Normalmente acostumbraba tomarlos solo durante la mañana de los martes y viernes, tras su rutina de entrenamiento diario, pero esta era una noche teniendo más opción, tomó su toalla y salió de su casa en dirección a los baños públicos del lugar, ubicados a tres manzanas hacia el sur, justo antes de llegar a la avenida principal.
En la ciudad, era poco común que una casa individual contase con su propia ducha, normalmente era un lujo que solo los pokémon de agua solían darse. En el resto de hogares podrían prescindir de ella dado a la frecuencia con la que los Pokémon se bañaban, variando desde una o dos veces a la semana, hasta una vez cada 2 meses, todo dependiendo de su tipo y piel así como la actividad física que realizaban. Por ello era común encontrar baños públicos, al menos uno por zona, aunque las únicas veces que se llenaban era los días anteriores a las fechas importantes celebradas al final de cada ciclo de temporada.
Nunca había visto la ciudad tan muerta. - Pensó para sí mientras recorría las oscuras calles con tranquilidad. Si bien la situación actual de la ciudad podía ser la de pánico, normalmente era una ciudad tranquila y pacífica. En general era poco común que un Pokémon intentase lastimar a otros con fin de quitarles sus pertenencias. La palabra "robo" era sólo usada por los niños, y la palabra "asalto" era inexistente en los tiempos que corrían. Hacía mucho tiempo que los Pokémon habían dejado de enfrentarse en batallas y formaba parte sólamente de los mitos y el folclore antiguo. Debido a todo ello, no había necesidad de aprender movimientos de batalla, Los más jovenes ignoraban que pudiesen aprender cosas así, y sólo los más viejos sabrían realizar con suerte uno, pero rehusaban a compartir sus conocimientos de batalla con las generaciones que les sucedían aún si no había una ley que lo prohibiera, era una especie de trato no pactado por todos los Pokémon. No había libros que los enseñasen, no había programas que los relatasen, no había canciones que los transmitieran. Todo ese conocimiento estaba por perderse en el abismo del pasado y todos parecían feliz con ello. Después de todo ya no los necesitaban. La era de paz y felicidad había llegado para quedarse y una breve temporada de guerra no iba a ser suficiente para considerar retomarlos del todo.
Habiendo llegado al lugar, las luces estaban completamente apagas, significaba que no había nadie dentro. Debido a que no existía una hora específica para tomar un baño, el local estaba siempre abierto a todo público, la única regla era que se respetasen las zonas de niños menores de 12 años, las zonas de hombres mayores de 12 años y las zonas de mujeres mayores de 12 años. Debido a las diferencias de esperanza de vida, no todos los Pokémon maduraban a la misma edad así como no todos evolucionaban al mismo tiempo. Un Pokémon bebé no podía dejar la zona de niños menores de 12 años por más edad que tuviera, y un Pokémon en tercera etapa tampoco podía quedarse en la zona menor si su edad pasaba de los 10 años cumplidos. Se consideraba que un Pokémon era virtualmente un adulto después de los 12 años, y se le tomaba legalmente como uno al cumplir los 15.
Cian al ser un Pokémon bebé antes de evolucionar, no pudo dejar aquella zona infantil hasta que se convirtió en Lucario a los 16 años. No le molestaba ser un Riolu tampoco. Pero sí ansiaba evolucionar para ponerse a entrenar en serio. Como Lucario, Cian tiene la estatura y el peso ideal de su especie, Su pelaje es brillante y sedoso debido al ejercicio físico, posee una agilidad sobre el promedio, unos dientes blancos y afilados, unas orejas erguidas y simétricas, unos ojos rojos bien alineados, unos músculos completamente definidos, brazos fuertes y piernas firmes con unas patas suaves al tacto. por último sus pinchos son sanos y lustrosos. En fin, que es el tipo de Pokémon que seguramente despierta el interés de una que otra persona que lo ve pasar. Y sin embargo la gente que lo trata a diario suele describirlo sencillamente como "curioso".
Bastante centrado sobre sus objetivos, se le conocía por ignorar constantemente lo que ocurría a su alrededor, e incluso dejar a la gente hablando sola cuando el tema se sale de su interés comenzando a hablar consigo mismo o en su defecto retirándose de la zona sin avisar. Si existió algún Pokémon que intentó ir tras él, pronto desistió al conocerlo y notar como su presencia llamaba poco o nada su atención.
Y la verdad es que a Cian poco le importaban las personas realmente, al no conocer la pubertad, la curiosidad sexual del joven no no era muy grande, si tenía deseos de formar una familia alguna vez, era solo porque los héroes de sus historias así terminaban, por eso mismo tenía la idea que solo debía enfocarse en ello hasta "el final del cuento". La única pasión se encontraba en el fulgor de la batalla. La demostración de poder, el conocimiento de habilidades, la destreza táctica, y el choque de ideales eran pensamientos que en verdad generaban esa reacción química en su cuerpo que lo llenaba de felicidad y adrenalina.
No obstante, tampoco estaba exento de querer hacer alguna broma de vez en cuando, con tal de satisfacer su curiosidad infantil y aprovechando que la ciudad se encontraba vacía, no pudo evitar entrar primero al lado de las mujeres, recordando aquellos desafíos que se hacían entre niños a la hora del baño hace ya varios años atrás.
- "¡Te desafio a que entres al baño de mujeres!" "¡¿Eeeeeh?! ¡¿y yo por qué?!" "¡Esta bien! ¡pero quiero que me acompañe Cian!" - Eran frases que sonaban en su cabeza mientras se metía al agua, tan frescas como si hubieran ocurrido el día anterior. Recuerdos que siendo tan distantes ya, no podían evitar lograr una sonrisa en él. - Espero todos... estén haciendo el bien. - Comentó para sí aguardando un rato en silencio dentro del agua.
- ¿Cuál es la diferencia? - Se cuestionó mientras se secaba, saliendo del lugar en dirección a su hogar.
- Ya han pasado varias horas desde que se ocultó el sol, y el calor no ha disminuido. - suspiró deambulando en la oscuridad por el vecindario. - Debí comprar más paletas marill antes que todos se marchasen. - Comentó en voz alta mientras pasaba frente a la tienda de helados que frecuentaba desde niño.
Acercándose a la entrada para tocar en espera que alguien le respondiera, notó como ésta carecía de algún seguro o candado, cosa que aprovechó sin vacilar para entrar en busca de alguna paleta, no sin antes dejar el debido dinero sobre el mostrador. - No pueden haberse llevado todo. - Pensó entusiasmado buscando hasta el fondo del congelador.
- ¡Bingo! - Una vez con su paleta en mano, procedió a sentarse en la banca exterior, donde había pasado cientos de horas leyendo historietas y libros de todo tipo en soledad desde la infancia. Cruzando las piernas y estirando los brazos un poco relajando la espalda, pensó en lo bueno que hubiera sido tener su historieta en ese momento. Lamentando tener que esperar otro mes para conocer el desenlace. - Tonto señor - murmuró molesto mordiendo la paleta de hielo hasta trozarla, imaginando posibles desenlaces de su historia, desenlaces que incluyeran a un Octillery sufriendo de algún modo.
Luego de unos minutos de haber terminado la paleta, Cian yacía acostado sobre la banca boca arriba, jugando con el palito en la boca, concentrado en las estrellas que se apreciaban mejor que nunca esa noche. - Esto es como un capítulo de la guerra del cosmo. - pensó sonriendo recordando aquella historia sobre un Keldeo que logra acabar con la batalla legendaria llevada a cabo entre dos de sus maestros, Cobalion y Terrakion.
No había terminado de soñar despierto cuando el sonido de una gran explosión lo sacudió por completo. Antes de poder reaccionar, una segunda explosión se escuchó a lo lejos, y una tercera se sintió aún más cerca de él, siendo derribado incluso por el viento provocado por esta última. Apenas pudo recuperarse, notó como del cielo parecía llover una mezcla de pedazos de madera y escombros por todas partes. Incapaz de creer lo que sus ojos miraban se quedó inmóvil un momento, viendo como pasaban sobre él una armada de Pokémon volador vestidos con los colores de la nación de Plata, quienes tenían la intención de acabar con todo el lugar. Aún temeroso por lo que estaba presenciando, Lucario no pudo evitar dejar escapar una sonrisa de su rostro, su corazón estaba acelerado. Su momento había llegado.
