... No tengo nada qué decir.
¡Disfruten! [Huye sigilosamente].
¡Atrápala!
Remus y Sirius estaban en su habitación que compartían con James y Petter, observando ninguna parte del techo de la recámara. Era un día tibio, bastante normal para ambos, que estaban contentos con el clima, pero por alguna razón ninguno tenía ganas de salir. Tirados sobre sus camas soltaron un suspiro al mismo tiempo.
Sí que se estaban arruinando ahí con aquel silencio de muertes.
Sirius empezó a silbar una canción que Remus no conocía, y tampoco parecía importarle mucho, ya que estaba concentrado jugando con una pelota que lazaba y atrapaba, parecía estar en una especie de trance. Y Sirius sabía que cuando Remus estaba en una especie de trance, una idea magnífica estaba funcionando por el cerebrito de Remus. Esperó unos instantes más (aún silbando) para no desconcentrar a Remus de su potencialmente fantástica idea.
—¡SIRIUS! —la voz de Remus le golpeó los oídos y el aludido se levantó rápidamente, asustado y emocionado (no tiene idea de por qué).
—¿Qué?
Remus miraba a su amigo como si hubiese descubierto el antídito a todas las gripes, lo cual aumentó la curiosidad en Sirius.
Aunque Remus no dijo nada.
Sólo lanzó la pelota y dijo:
—¡Atrápala perro!
