Advertencias: Relación chicoxchico, yaoi, un poco de OOC al principio. Si no te gusta, por favor no leas.

Parejas: Levi x Eren – Riren.

Disclaimer: Los personajes de Shingeki no kyojin no me pertenecen.

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Prólogo

Aquel debería haber sido el mejor día de su vida, estaba a un paso de dar a luz a su primogénito y ese bebé haría que su familia por fin estuviese completa y constituida. Era todo lo que una mujer apegada a la tradición pudiese desear, convertirse en madre y ver como el fruto del amor con su querido esposo iba creciendo hasta que tuviese la edad para abandonar el nido y hacer que sus padres se sintieran orgullosos, así debería ser. No obstante, Carla Jaeger estaba muy lejos de sentirse feliz.

La mujer dejó escapar un quejido cuando una dolorosa contracción se hizo presente en sus entrañas, el bebé estaba ansioso por nacer y ella se encontraba completamente sola y desamparada en su hogar, si es que podría llamarle así a aquel lugar atormentado por la muerte. A duras penas caminó desde la sala de estar de su casa hasta la habitación principal, dejándose caer de espaldas sobre el mullido colchón, mientras sujetaba su vientre con ambas manos, intentando de alguna manera apaciguar aquel dolor insoportable y cerraba los ojos, mientras ponía en práctica unos ejercicios de relajación, acompasando su respiración como le habían enseñado para cuando este momento llegase, mas la abrumadora soledad en la que se encontraba no le otorgaba tranquilidad alguna y sus intentos por calmar su ansiedad y por consiguiente el dolor, fuesen en vano.

Volvió a sentir como su interior se contraía y esta vez no pudo contener un grito que desgarró su garganta y sus ojos dejaron escurrir abundantes lágrimas. Tenía tanto miedo de que su hijo no esperara a que su criada llegara junto con la partera y decidiera nacer en ese mismo instante que su corazón se encogió y su cuerpo comenzó a temblar notoriamente, al tiempo que más gotas saladas descendieron por sus mejillas, empapándolas.

-Por favor bebé, sólo espera un poco más – susurró Carla, acariciando su abultado estómago – querido esposo, cuídanos a tu hijo y a mí, no dejes que nos suceda nada malo.

Tras decir aquellas palabras, la joven mujer inmediatamente llevó sus pensamientos hacia su amado esposo Grisha, un hombre valeroso que sirvió al rey de María como uno de sus soldados más valiosos de su ejército, llegando incluso a ocupar el puesto de comandante. Carla amó su marido desde el primer día en que sus padres los presentaron, luego de concertar su matrimonio arreglado, ella no podía sentirse más afortunada por eso. Su vida como mujer casada fue como un sueño, compartía su vida con aquel hombre detallista y amoroso que se desvivía por hacer que su mujer estuviese cómoda y feliz en su hogar, la colmaba de obsequios y por sobre todo de amor y a cambio este sólo le pedía que fuese paciente y lo esperara durante las largas campañas en las que se enfrascaba producto de la guerra – una guerra que Carla estaba segura sería interminable –

La noticia de que ella estaba embarazada llegó meses después de haberse desposado y eso contribuyó a que la ilusión de felicidad que significaba su familia se hiciera aún más envolvente. Grisha se esforzó por que sus primeros meses de gestación fuesen tranquilos y cómodos, y le entregó tanto amor como su tiempo y deberes se lo permitió. Pero un día simplemente ya no regresó, en vez de eso un joven soldado golpeó su puerta y le entregó la espada que su marido utilizó todos los años sirviendo a su rey, junto con un seco y distante pésame. La utopía se rompió como el cristal al estrellarse, al igual que el corazón de Carla que en cosa de minutos pasó de ser la perfecta ama de casa a una mujer viuda y con un hijo en camino. Comenzó a llorar con mayor amargura y ya no sabía si lo hacía por miedo, dolor o tristeza, quizás era todo eso junto y más.

La futura madre se acomodó como mejor pudo en su gran y solitaria cama, temblaba y rogaba a los Dioses porque su martirio terminara pronto y susurraba entre gemidos el nombre de su amado esposo, pidiéndole amparo y protección para ella y su bebé. Pasaron varios minutos, los cuales tuvo que aguantar las dolorosas contracciones en completo abandono hasta que pudo oír como la puerta principal de su hogar era abierta y la voz de su criada resonaba por todo el lugar, llamándola.

-¡Estoy en la habitación! – gritó la mujer con las pocas fuerzas que a esas alturas le quedaban.

Carla sonrió esperanzada por un fugaz instante al ver a su criada entrar a la habitación en compañía de una señora de edad de cabellos blancos y grandes anteojos que cubrían sus ojos castaños. La partera no pareció sorprenderse por el estado de la joven mujer que se encontraba frente suyo, jadeando y retorciéndose de congoja, se limitó a acercarse a ella con lentitud, sacando algunos implementos y hierbas de un pequeño bolso que traía consigo, colocándolos en la mesita de noche y observó a Carla con detenimiento.

-¿Cada cuántos segundos tienes una contracción? – preguntó.

-No lo sé… no los he contado pero vienen muy seguidos – explicó haciendo su mayor esfuerzo para poder articular aquellas palabras.

La partera, entonces decidió contar el intervalo entra cada contracción y frunció el ceño al comprobar que Carla estaba en lo cierto, lo que significaba que el bebé ya no esperaría un minuto más.

-Trae agua caliente y toallas limpias – pidió a la criada, ella se acercó al tocador y se lavó las manos en la vasija que Carla siempre tenía preparada para su aseo personal – debo desvestirte y separar tus piernas para dale paso al niño, confía en mi – pidió acomodándose lo mejor posible, sonriendo ligeramente para darle tranquilidad a aquella madre primeriza.

El trabajo de parto fue intenso, doloroso y tomó mucho más tiempo de lo que la anciana creyó, ya que Carla, asustada y desolada como estaba se negaba a cooperar para hacer la tarea mucho más fácil para ambas. Aun así la mujer no fue capaz de reprocharla, entendía su temor, su profunda tristeza y ese sentimiento de encontrarse a la deriva con un hijo al que criar sin la compañía del padre del infante. Sin embargo, tras largas horas después de iniciada la labor Carla dio a luz a un sano, fuerte y perfecto bebé. La partera, inmediatamente después de recibirlo, hizo todas las diligencias necesarias para revisar que el pequeño no viniese con algún problema congénito, se alivió al corroborar que se encontraba en buen estado, por lo que lo envolvió cuidadosamente en una manta de lino y lo acercó hasta su exhausta madre.

-Felicidades, ha dado a luz a un hermoso varón – dijo la anciana posando al pequeño niño sobre el pecho de Carla.

Fue amor a primera vista. En cuanto su mirada de topó con aquel diminuto ser, supo que le amaba con toda su alma. El pequeño pareció reconocerla de inmediato, ya que en cuanto estuvo refugiado por el calor de su seno, se tranquilizó completamente comenzando a dormitar ajeno a todo el resto del mundo. La soledad que hasta sólo unos momentos atrás atiborraba el interior de Carla desapareció como si de un suspiro se tratase y sus instintos maternales la conmovieron con tanta violencia que comenzó a llorar de felicidad. Su pequeño hijo era todo lo que necesitaba para que su alma rota se recompusiera, y daría su propia vida si fuese necesario por él.

El sollozo hizo que el bebé abriera sus ojos, mostrando esas dos esmeraldas radiantes y hermosas que encandilaban a quien las observase. Eran del mismo verde que poseía Grisha, pensó la mujer y sonrió acariciando el insipiente cabello castaño que adornaba la cabeza de su pequeño, dejó volar su imaginación y se vio a si misma viendo crecer al producto del amor con su querido esposo, sería un hombre fuerte y valeroso, igual que su padre y como tal debería seguir sus pasos – eso era lo que todos esperarían de él – esa reflexión hizo que su cuerpo se congelara y de la nada supo que la bendición de haber dado a luz a un varón también se convertiría en su peor maldición, su hijo tarde o temprano debería servir al rey y terminaría perdiéndolo en esa guerra sin sentido que sólo truncaba las vidas de esos jóvenes con un futuro prometedor por delante. Tanta sangre, tanta muerte, tanta desolación. Carla no iba a permitir que él sufriera todo aquello, no perdería a su hijo de la misma forma en que perdió a su marido; no si podía evitarlo.

-¿Ya sabe que nombre va aponerle a su hijo? – preguntó la partera interrumpiendo los pensamientos de Carla.

-A Grisha siempre le gustó Eren – susurró y sonrió con nostalgia a esa bella criatura que reposaba en sus brazos - ¿te gusta ese nombre mi pequeña?

-¿Dijo pequeña? – cuestionó la anciana contrariada.

-Así es – intervino Carla con naturalidad – mi hermosa hija se llamará Eren, Eren Jaeger.

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Hola (?), bueno aquí he dado inicio al mi nuevo proyecto riren que, espero le den una oportunidad de leer. No quiero dar muchos detalles sobre la historia por ahora, sólo espero la disfruten ^^

Agradecimientos como siempre a BloomyLee que me ayudó y animó para comenzar con este nuevo fic (muchas gracias linda)

¿Opiniones?

Nos leemos =)