Disclaimer: Los personajes acá citados son propiedad de Marvel, Disney y demás. Lamentablemente no poseo a Bucky y a Wanda, ya que, de hacerlo, ya habría hecho el winterwitch posible en las pelis.


Esto va para ti, Lu, muy atrasado, pero no por eso hecho con menos cariño. Quería hacerte un regalo de cumpleaños a la altura, espero que cumpla con tus expectativas. Love ya kid!

¡Hola pequeñuelos! Pues nada, después de un hiatus bastante largo, regreso con esta historia rara (y longfic, para acabarla de amolar). Esta idea surgió gracias a cierta escena postcréditos que no me terminó de convencer (de ¿adivinan qué película? Sí, Civil War, esa mera), un poema (¿es poema?) hermoso que encontré en Facebook, cuyo autor no he podido encontrar (todos los créditos para el genio que escribió el pequeño poema que pondré a continuación) y los bacanales creativos que me doy con Luna.

Quedan advertidos, la historia toma lugar después de los hechos de CACW, así que tiene SPOILERS.


Efectos secundarios

Quiero poseerte

celarte

obsesionarte

obsesionarme

aturdirte

gritarte

sujetarte

penetrarte

marcarte

traumarte

abrazarte

consolarte

llorarte

atarte

escribirte

ignorarte

extrañarte

probarte

tocarte

humillarte

humillarme

perdonarte

reclamarte

acariciarte

olerte

morderte

morderme

depravarte

comprenderte

matarte

para luego resucitarte

y comprobarte

que siempre he de amarte

para luego odiarte

y odiarme

y no dejar jamás de pensarte

para que siempre sepas

que no hay nada

ni siquiera un error en la rima

que vaya jamás a separarnos


Prólogo

¿Importa el lugar donde te encuentres si al final de lo único que quieres huir es de ti mismo?

Ella observa anonadada el paisaje onírico que se extiende frente a sus ojos. Cumbres llenas de verdor, esplendorosas cascadas; a pesar del grueso cristal que la separaba del valle, casi puede sentir el calor sofocante y húmedo del trópico. Era un lugar tan diametralmente opuesto a todo lo que conoce, que es inevitable pensar que en ese idílico lugar podría anestesiarse de todo. Del pasado, de su incierto presente y de su difuso futuro. Hasta podría anestesiarse de sí misma.

Wanda llega a la conclusión que, en realidad, el lugar importa una mierda. Sokovia, América, Wakanda, el puto fin del mundo. No tengas cuidado, le dice una vocecilla insidiosa en su mente, tus demonios siempre han de alcanzarte. Pero ella ya podía controlarlos. Quizá no siempre, no de la mejor manera, pero lo hacía. Cuando parecía que el mundo se volvía amorfo y carente de estructura, cuando se transfiguraba en una espiral de desesperación, de reproches y culpas, se aferraba a algo tangible, algo amigable que la exhortaba a salir y vivir. El humor negro de Clint, una palabra de aliento de Steve, las explicaciones de Vis, que de tan rimbombantes eran hasta graciosas, incluso los sermones que a veces le daba Nat sobre cómo no debía tontear mientras entrenaba o, en todo caso, mientras vivía. Era una verdadera fortuna haberse topado con ellos, vivir en el complejo, sentirse parte de algo, de algo importante. No pudo apreciar lo mucho que aquella horda de inadaptados le había ayudado hasta que ya no estuvieron.

No todos corrían con la misma suerte. Hay otros que tienen que sobrevivir con las migajas, huir ante la primer amenaza, sea real o imaginaria, producto de décadas siendo torturados, deshechos para volver a rehacerlos a voluntad de sus verdugos. Hay otros que no tenían una palabra de aliento, un chiste ácido o una perorata rimbombante. Que de tan despedazado ya ni eso servía. Ella salió a tiempo, un poco mutilada, un poco deformada, pero salió a tiempo. Rota, sí, pero no hecha pedazos. No como el hombre por el que se acabó todo esto. Por aquél por el que ya no habrá paternalismos de Steve, sermones de Nat o intentos de cocinar con Vis. Por mucho que añore todo eso, no lo culpa. Sabe lo mucho que escuecen las heridas cuando no han cerrado del todo. Y él ha tenido demasiadas por un período insoportablemente largo.

Wanda no quiere ni imaginar lo que sería de ella si en una de esas vorágines de pesadilla no hubiese estado nadie, si en su dolor o en su culpa no hubiese estado nadie que la frenara. Probablemente ni siquiera estaría aquí. Seguramente habría implotado, llevándose a unos cuantos miles de inocentes a su paso. Probablemente estaría igual que Barnes, o peor. Por eso justifica a Steve. No entiende todas las razones por las que arriesgó todo para salvarlo, pero se conforma con una. Con esta. Sabe que de los demonios que uno trae dentro no se puede escapar. Siempre terminan saliendo, de una u otra forma. Se esconden, reptan por los resquicios de una llaga a medio sanar y emergen. A veces se transfiguran, los muy malditos. Pueden ser volátiles y difusos, como pesadillas, como presentimientos; o tangibles, como un golpe, una persecusión o unas palabras escritas en una libreta roja. Y precisamente porque ha vivido todo esto, porque sabe que aún una vida insoportable pueda soportarse con tal de que haya una sola persona que te mire, que te tienda la mano y te perdone, por eso, por eso entiende a Steve.

No está de acuerdo con el plan que tienen. Con el plan que Barnes tiene para sí mismo. "Es lo mejor, al menos hasta que descubran que hacer con mi cabeza". A Wanda esa idea se le antoja, por mucho, inverosímil. Entiende que lo que Barnes menos quiere es volver a revivir todos esos años en cautiverio, no quiere volver a sufrir. Dormir un año, dos, nada más dormir para que al despertar todo haya acabado y despierte siendo bueno. Lo entiende porque también lo ha sentido. Pero no sirve de mucho. Es una esperanza vana e infantil porque sabe que en los sueños también hay pesadillas en las que los miedos más nimios se exacerban, se trepan en tu nuca y no hay consuelo ni alivio. Sí, dormir es difícil cuando has tenido una vida de pesadilla.

La mejor manera de acabar con tus demonios era verlos a la cara, enfrentarlos, escupirles en la cara y apartarlos. Quizá ella aún no terminara de erradicarlos, pero ella creía que iba por buen camino. Lentamente, a duras penas, pero podía. Gracias a Clint y a Visión y a Steve y a todos, incluso Stark. Por eso creía fervientemente que el congelar a Barnes simplemente no era opción. Y si no podía salir solo, ella podría ayudarle. Así como hicieron los demás con ella. A diferencia de Clint, o el nuevo, Scott, no tenía ningún hogar al cual regresar. No tenía familia que le añorara, o amigos a quien acudir, ellos ya estaban desperdigados. Aún más, la seguían buscando. De acuerdo con Ross, y con muchos otros, Wanda era la amenaza que mayor control requería, la que más estragos podía causar y que, por ello, su cacería se realizaría con especial ahínco. Así que quedarse en Wakanda no le parecía una idea terrible, de hecho, parecía el único camino viable.

—No será necesario esperar tanto, Barnes— inquiere Wanda, —quizá ya exista alguien que pueda hacer algo con tu cabeza.

Steve, T'Challa y Barnes se voltean a mirarla. Wanda apenas puede soportar el escrutinio de los tres, así que sólo le sostiene la mirada a Steve. Éste es el único que parece comprender y asiente levemente.

— ¿Qué quieres decir con eso?— espeta Barnes. Puede sentir sus orbes de hielo atravesarla, analizarla.

—Significa, Barnes, que puedo ayudarte. No sólo muevo objetos con mi mente, ¿sabes?—continúa lentamente, tratando de buscar las palabras adecuadas— De cuando en cuando, puedo…internarme en la…mente de las personas y…hago cosas. Tu amigo sabe de primera mano cómo funciona.

Barnes ahora mira a Steve, en su búsqueda de respuestas. Ejem…quizá ese no fuera el mejor ejemplo. Todos sabían cómo había resultado todo aquello. Sin embargo, Steve sólo hace una pequeña referencia a la telepatía que ella posee. De cómo puede adentrarse en la cabeza de las personas y sacar a relucir recuerdos y modificarlos, que en algunas ocasiones ella podía mostrar ilusiones, bosquejos del futuro. No le dice lo mucho que le afectaron a él y al equipo la utilización de sus poderes. Le dice que quizá su intervención le fuese útil para clarificar sus recuerdos, para apaciguarlos e incluso suprimirlos.

Al final accede. Indeciso y desconfiado, claro está, que incursionen dentro de él ya parece cosa habitual, no con muy buenos resultados, pero confía en Steve. De igual forma, ella tratará de hacer lo mejor. Tenderle una mano, brindarle consuelo. Con él, ella le devolvería a Steve, a Clint, a Visión, a todos, una nimia parte del consuelo que le habían brindado. Y, ¿quién sabe? quizá ella también terminase por erradicar por completo las erinias que aún le perseguían al ayudar al otrora Soldado del Invierno.

Quien hubiese dicho que terminara todo como terminó.