THE PRICE OF LOVE

CAPITULO 1: BUENAS Y MALAS

Habían pasado tres años desde el derretimiento del invierno eterno. La ciudad real en Arendelle estaba en plena primavera. Las flores brotaban por doquier, y la vida no podía ser mejor. En el palacio, Elsa continuaba con la misma rutina que había seguido desde que había sido nombrada reina de Arendelle, con una pequeña excepción. Ahora tenía un rey.

Hans estaba consciente que el reino de Arendelle le pertenecía a Elsa y, aunque él era su esposo y el rey, no le había quitado nunca su lugar. Elsa tomaba las decisiones. Hans solo la ayudaba y la apoyaba.

Elsa había hecho mover un escritorio junto al suyo para Hans. Ahí, el nuevo rey escribía sus propuestas de como mejorar la vida dentro de Arendelle mientras Elsa se preocupaba por resolver el comercio interior y exterior, y sus tratados. Pasaban el día trabajando, compartiendo una taza de té, y por las tardes salían a pasear a los alrededores del castillo. De todos los caballos que tenía a su disposición, Elsa prefería a Sitron, así que Hans no tenía más opción que compartirlo con ella para salir de paseo. No que le molestara

Mientras tanto, Anna y Kristoff disfrutaban de la vida. Claro, ahora que era un príncipe, Kristoff tenía diferentes responsabilidades. Casi todas sociales, de hecho, pero el rubio era un chico reservado y solo lo soportaba porque amaba a Anna. Ellos solían pasar la tarde en la montaña, donde Anna preparaba un picnic mientras Kristoff No iban solos. El pequeño Anders siempre los acompañaba.

Con el cabello rubio y la nariz de su padre, y las pecas, el color azul de sus ojos y el carácter inquieto de su madre, Anders había nacido poco después de la boda de su tía Elsa con Hans, y había terminado de unir a la familia.

Hans siempre había sido reservado con Anna y Kristoff, en especial porque sabía que no era su persona favorita en el mundo, pero la llegada de Anders cambió drásticamente todo. Pasaba sus ratos libres, cuando Elsa estaba ocupada en algún otro asunto, con su pequeño sobrino. Elsa, por su parte, era un poco más reservada con Anders. Sí le calentaba el corazón cada vez que lo veía, pero mantenía su distancia. Aún temía lastimarlo con sus poderes, a pesar de que ella estaba bien al control de ellos.

x-x-x

Después del incidente con los fragmentos del espejo del diablo, Elsa y Leo habían perdonado a Ferdinand. Ya no podía ser príncipe o rey, pues su padre lo había desheredado y expulsado del reino de Troms por haberlo traicionado a favor de las dos reinas. Pero las dos jóvenes habían decidido perdonarlo y ayudarlo. Después de todo, era parte de sus familias y, a pesar de que en el pasado había hecho cosas terribles, se había reivindicado tratando de ayudarlas. Elsa lo nombró general de su ejército, así que Ferdinand era una persona respetable en el reino de Arendelle.

Una tarde de primavera, Ferdinand fue a ver a los reyes de Arendelle. Ambos se encontraban en la biblioteca, a punto de terminar el trabajo.

-Sus majestades- dijo Ferdinand, inclinándose. Hans lo miró de reojo y asintió. Sabía que Ferdinand había tenido sentimientos con Elsa, y no le hacía mucha gracia, pero sabía también que éstos se transformaron solo en lealtad y gratitud hacia la reina. Elsa, por su parte, solo sonrió.

-Ferdinand, recuerda que somos familia- dijo Elsa sonriendo- puedes llamarnos por nuestros nombres…-

-Lo siento, Elsa- dijo Ferdinand- venía a informar a Hans que los preparativos para el desfile de primavera están completos-

-Gracias, Ferdinand- dijo Hans- seguramente será perfecto-

-¿De qué desfile hablan?- quiso saber Elsa.

-Oh, es una sorpresa- dijo Hans con una sonrisa- pensé que a la gente de Arendelle le gustaría un desfile de los mejores soldados en el festival de la primavera-

-¿Tú organizaste el festival de primavera?- preguntó Elsa, sorprendida, recordando la fecha- menos mal, lo había olvidado-

Hans sonrió y besó la mejilla de la reina.

-Sabes que yo te ayudo con esos asuntos, no te preocupes- dijo Hans con cariño.

Ferdinand sonrió y se inclinó para despedirse. Se daba cuenta que estaba de sobra ahí. Una vez que salió del estudio, Ferdinand bajó a los establos, donde había comenzado desde que Elsa decidió perdonarlo. Llamó a los chicos cuidadores de caballos y pidió que le trajeran a su caballo, Fuoco. Tenía que aceptar que su caballo era el enemigo jurado de Sitron, pero al mismo tiempo, si la relación con su dueño mejoró, bien podrían ser amigos.

Ferdinand estaba muy feliz de la oportunidad que le había dado Elsa. Por mucho, tenía una vida mucho mejor y más feliz que cuando vivía en Troms con su padre y su hermano, aunque no fuera ya un príncipe. Una vez que sacaron a Fuoco, Ferdinand acarició su hocico, perdido en sus pensamientos, hasta que una voz lo interrumpió.

-¿General Ferdinand?- dijo la voz, y él se volvió, sonriendo. Era la chica que había conocido en el baile hacía un par de años, el día de la boda de la reina. Pocas veces se había atrevido a hablar con ella, pero algo pasaba que siempre sonreía al verla. Tenía largo cabello castaño, pecas del mismo color sobre la blanca piel de su rostro, y ojos color verde intenso.

-Buenas tardes, señorita Amundsen- dijo Ferdinand, inclinándose. La joven sonrió- ¿qué hace usted a esta hora por aquí?-

-Oh, solo voy al mercado a comprar unas cosas que faltaron para el festival de mañana- dijo la chica, mostrándole una canasta que llevaba consigo- escuché que usted preparó un desfile. Estoy ansiosa por ver-

Ferdinand sonrió.

-La verdad fue idea del rey Hans- dijo Ferdinand, y le ofreció la mano- si no le molesta, señorita Amundsen, me gustaría escoltarla a comprar las cosas que le faltan-

-Me encantaría- sonrió ella.

Ambos caminaron juntos, seguidos de Fuoco. No se dieron cuenta que, desde la ventana del estudio del palacio, eran observados por Elsa y Hans.

-Me da gusto verlo con Lydia Amundsen- dijo Elsa, tomando la mano de Hans- es una buena chica, lo hará feliz y lo hará olvidar las cosas malas que han sucedido en el pasado…-

Hans asintió.

x-x-x

Un rato más tarde, una vez que se quedaron solos y comenzaba a oscurecer, Hans miró a Elsa y le quitó los papeles de la mano.

-Creo que ya hemos trabajado bastante por el día de hoy, su majestad- dijo Hans, con una sonrisa traviesa- ¿no quisiera ir a descansar? Tiene que estar hermosa y radiante para el festival de primavera de mañana…-

Elsa sonrió, mirándolo sospechosamente.

-Hans, ¿qué haces?- dijo ella- tenemos cosas pendientes que…- pero la interrumpió cuando el rey se pudo de pie, se estiró por encima de los escritorios y la besó.

-Shhh- dijo Hans, lanzándole una mirada significativa- vamos a descansar, mi reina…-

Elsa lo miró sospechosamente mientras Hans rodeaba los escritorios. Alejó la silla donde estaba Elsa de los mismos, y la volvió hacia sí mismo. Tras hacer eso, la besó rápidamente en los labios y después se puso de rodillas enfrente de ella. Levantó la falda de su vestido hasta arriba de las rodillas, descubriendo las blancas piernas de la reina.

-¿Hans?- dijo Elsa, sin dejar de sonreír-¿que es…?-

-Shhh- insistió Hans, volviendo su atención a las largas piernas de Elsa, besándolas repetidas veces. Elsa se impacientó después de unos minutos y se deslizó hacia delante, dejándose caer de rodillas sobre Hans.

Los dos se echaron a reír, y continuaron besándose con pasión. Los papeles, por cierto, quedaron olvidados sobre el escritorio por aquel día.

x-x-x

Anna estaba entusiasmada por el festival y baile de primavera, tanto que jalaba a Kristoff de aquí para allá, a pesar de que cargaba al pequeño Anders. Esa noche, a pesar de ser tarde, los sirvientes del palacio estaban aún trabajando en colocar banderas y flores por la explanada del castillo y por la calle principal de la ciudad real. Había largas mesas llenas de pays de manzana y fresa y otras frutas que despedían aromas deliciosos.

-Anna, el festival es hasta mañana- dijo Kristoff.

-No importa, quiero ver- dijo Anna testarudamente.

Kai y Gerda, quienes estaban organizando a los sirvientes, se preocuparon al ver ahí a Anna. Coincidió también que Ferdinand y Lydia regresaron del pueblo con los ingredientes necesarios para preparar el banquete del día siguiente, cuando vieron a la princesa de Arendelle husmeando entre los pasteles. Preocupada que fuera a arruinar alguno, se separó de Ferdinand y la alcanzo a detener.

-¡Su alteza!- dijo Lydia, tomando uno de los pasteles que acababan de sacar de la cocina para colocarse en las mesas- ¿me haría el honor de probar este pastel? Solo quiero saber si es de su agrado-

Anna se relamió los labios.

-Por supuesto- dijo Anna.

-Vamos dentro, su alteza- dijo Lydia, guiando a Anna, Kristoff y al pequeño Anders al comedor del palacio. Ferdinand sonrió al verla y suspiró.

-Lydia ha sido la mejor cocinera que pudo haber llegado a Arendelle- Ferdinand escuchó a Gerda comentar- y la chica tiene bien puesta su cabeza en sus hombros…-

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Anna comió al menos dos rebanadas de pastel antes de dar su veredicto.

-¡Delicioso!- dijo Anna por fin.

-Me alegro que le haya gustado, su alteza- dijo Lydia.

Kristoff y Anders también alcanzaron a probar un trozo del mismo, y quedaron encantados.

-Bueno, Lydia, tu pastel estuvo delicioso- dijo Anna, limpiándose los labios con una servilleta y sonriendo ampliamente- ahora deberíamos seguir viendo los preparativos del desfile, ¿no?-

Kristoff sonrió y besó la frente de su esposa.

-Anna, es tarde, y mañana estarás agotada para divertirte en el festival- le dijo Kristoff- creo que lo mejor sería irnos a descansar. Ademas…- y señaló a Anders, que luchaba para no quedarse dormido.

-Sí, quizá tengas razón- dijo Anna, pensativa. Tomó en brazos a Anders y salió del comedor, no sin antes agradecer nuevamente a Lydia. Kristoff hizo lo mismo.

Lydia vio el pedazo de pastel sobrante. Sonrió y lo puso en un plato. De seguro le gustaría a Ferdinand.

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A la mañana siguiente, antes del festival, Elsa abrió los ojos y sonrió al ver a Hans aún dormido a su lado. Suspiró. Amaba las mañanas, cuando despertaba junto a él. Pero pronto su sonrisa se borró. Esa mañana en particular, Elsa tenía una extraña sensación en la boca del estómago, y tenía un cierto dolor de cabeza.

-Mmm….- y gruñó por lo bajo, intentando no hacer ruido y despertar a Hans, que seguía profundamente dormido. Después de todo, aún era temprano. Después de unos minutos de estar ovillada en la cama, apretando sus brazos contra su abdomen, Elsa se levantó a tomar un vaso de agua.

Una vez que estuvo de pie, Elsa sintió su dolor de estómago empeorar y la cabeza le daba vueltas. Se metió al cambiador y se sentó sobre la silla donde la solía peinar Gerda. Se miró al espejo y se sorprendió de verse inusualmente pálida. Suspiró. Vio una vasija vacía y no lo dudó dos veces.

Hans despertó al escuchar el ruido de la tos y las arcadas de Elsa. Se levantó y se metió al cambiador.

-¿Elsa?¿estás bien?- dijo Hans, preocupado al verla tan pálida.

Elsa respiró hondo y asintió. El haber vomitado había aliviado un poco su dolor de estómago.

-Sí, Hans, ya me siento mejor- dijo Elsa- perdón por… eso-

Hans la acompañó a que volviera a la cama.

-No te preocupes. Vamos, descansa otro rato, mi reina- le dijo Hans a Elsa- algo que comiste debió haberte hecho daño…-

Elsa sonrió y volvió a la cama, para dejarse abrazar por Hans. Sí se sentía mejor.

x-x-x

El festival de la primavera fue uno de los mejores en la historia de Arendelle, gracias a la planeación de Hans. Ferdinand hizo su parte perfectamente y todos amaron el desfile de los soldados. Los fuegos artificiales estaban hermosos, y la comida estuvo deliciosa. Todo el pueblo estaba feliz y satisfecho. Cabe mencionar que los pasteles no sobrevivieron, sobre todo con Anna al ataque.

Después del festival y del desfile, los miembros del consejo fueron invitados a un baile dentro del palacio. A Elsa le pareció un poco vacío, pues extrañaba la presencia de sus amigos de Oeste y de Corona. Sin embargo, todos se estaban divirtiendo. Ferdinand había asistido como invitado, y Elsa sonrió al ver que invitó a bailar a Lydia cuando ésta estaba sirviendo los bocadillos.

Elsa iba a decirle algo a Hans, pero su cabeza comenzó a molestarla otra vez, y decidió sentarse en el trono. Suspiró. La música no ayudaba mucho a su dolor de cabeza, pero no quería arruinarle la diversión a los demás. Kai se dio cuenta de la indisposición de la reina y le ofreció un vaso de agua.

-Gracias, Kai- dijo Elsa, tomando un sorbo de agua.

-Su majestad, ¿no prefiere que la lleve a su habitación a descansar?- dijo Kai, preocupado por ella- luce un poco indispuesta-

-No, no, Kai, gracias- dijo Elsa, sonriendo- ya me siento mejor y no quiero ser aguafiestas- añadió mirando a Anna tan divertida.

-De acuerdo, su majestad- dijo Kai- pero no dude en decirnos si así lo desea-

-Gracias, Kai- repitió Elsa, y volvió a concentrarse en el baile. Anders se había quedado en su habitación, al cuidado de Gerda, para que Anna tuviera tiempo de divertirse un rato con Kristoff en el baile.

Algunos duques que habían asistido al baile se acercaron a la reina.

-Su majestad- dijo uno de ellos- ¿me haría el honor de concederme este baile?-

Elsa sacudió la cabeza.

-Lo siento, en este momento no- dijo Elsa, y se volvió hacia Hans, que platicaba animadamente con algunos de los soldados. Sonrió.

Una vez que terminó el baile, Elsa se sentía mucho mejor, en parte gracias al descanso que tomó y a la distracción del baile. Tomó el brazo de Hans, y se dirigieron a las habitaciones reales. Una vez en la habitación, Elsa apenas se quitaba la corona y Hans sus botas cuando fueron interrumpidos.

Toc… toc…

Kai llamó a la puerta, con un semblante preocupado.

-Disculpen la interrupción, sus majestades- dijo el mayordomo- pero acaba de llegar un mensaje urgente proveniente de las Islas del Sur-

Hans lo miró, alarmado, y Elsa, que estaba más cerca de Kai, se acercó para tomar la carta y abrirla.

A sus majestades, rey Hans y reina Elsa de Arendelle:

Me es muy doloroso informarles que…

Elsa leyó la carta, alarmada. Una vez que lo hizo, se llevó una mano a la boca. Salió pronto de su asombro y miró a Kai, quien alzó las cejas para darle a entender que él también estaba enterado.

-Prepara todo para mañana a primera hora- dijo Elsa- iremos Hans y yo. Gracias por avisar Kai, ahora déjanos solos-

-Sí, su majestad- dijo Kai, inclinándose y saliendo.

-¿Qué sucede, Elsa?- dijo Hans, aunque dentro de él ya sabía lo que contenía esa carta. Su padre llevaba meses con una grave enfermedad.

-Hans, lo siento mucho- dijo Elsa, sentándose en la cama junto a él- tu hermano mayor Oystein nos avisa que tu padre murió-

Hans se quedó helado, tanto que no sintió la mano de Elsa atravesar su espalda para tomar su hombro contrario y atraerlo hacia ella. Hans no pudo evitar sino apoyar su cabeza en el hombro de Elsa y comenzar a derramar silenciosas lágrimas. Su padre, el único que lo había apoyado, que había creído en él cuando sus hermanos solo se burlaban. Su padre que se dio cuenta que amaba a Elsa antes de que él lo supiera y que lo mandó de regreso con ella. Quien les había dado la clave para vencer a los hermanos de Troms. Ya no estaba.

-Shh, aquí estoy contigo, Hans- dijo Elsa con un susurro, besando suavemente la frente de su esposo- todo estará bien…- Hans asintió. Elsa acompañó a Hans despierta hasta que éste se quedó dormido, rendido por el cansancio.

x-x-x

A la mañana siguiente, gracias a la rapidez de los preparativos de Kai, todo estaba listo para el viaje de los reyes de Arendelle hacia las Islas del Sur. Elsa se encargó de explicarle a Anna sus obligaciones mientras hacía el viaje mientras se apresuraba a terminar de empacar sus cosas.

-¿Tienes que ir, Elsa?- dijo Anna un poco triste- ¿no sería mejor que yo fuera? Seguro enviarán a príncipes al funeral del rey y a la coronación de Oystein-

-Sí, Anna, pero yo tengo que ir- dijo Elsa, haciendo una pausa y mirando fijamente a su hermana- era el padre de Hans. Lo mejor es que lo acompañe…- Anna sabía que Elsa tenía razón, así que asintió- no te preocupes, Kai te ayudará y Kristoff no te va a dejar sola. Además, ya te has quedado a cargo un par de veces, y lo has hecho muy bien-

Anna sonrió, feliz de que su hermana estuviera orgullosa de ella.

-De acuerdo, Elsa, cuídate mucho- dijo Anna, abrazando a su hermana.

Elsa sonrió. Observó a algunos de los sirvientes entrar por sus cosas. No pasó mucho tiempo cuando Hans fue a buscarla, y juntos se dirigieron al muelle.

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Sitron relinchaba, molesto. Su amo lo había vuelto a abandonar. Los sábados solían sacar a los caballos a paseo, pero estaba vez en el establo solo quedó el caballo de Hans, siendo acompañado por Sven. A Kristoff le dio un poco de lástima ver a Sitron solo. Quizá por la prisa y por la tristeza, a Hans se le había olvidado despedirse de su amigo.

-No te pongas así, Sitron- dijo Kristoff, imitando la voz grave de Sven- los humanos tienen preocupaciones extrañas, pero en el fondo no se olvidan de sus amigos no humanos-

Sitron relinchó con incredulidad, mirando con envidia a los otros caballos que ya habían partido. Anna, que llevaba a Anders en brazos, sonrió al ver la escena.

-Si no te conociera, diría que te has vuelto loco, Kristoff- dijo Anna, riendo.

El rubio sonrió.

-Oh, no te preocupes, Anna- dijo Kristoff- es solo que me pareció que Sitron necesitaba un poco de animo, eso es todo-

-Quizá necesita un poco más que animo- dijo Anna, mirando detenidamente a Sitron, y sonriendo- ¿que dices si nos acompañas a pasear con Anders, amigo?-

Sitron relinchó de felicidad. Anna sonrió y abrió su cubículo, para ensillarlo.

-Me parece buena idea- dijo Kristoff- yo llevaré a Sven, y tu a Sitron. Sirve que te despejas un poco del trabajo que te dejó Elsa-

-Elsa es una gran tramposa- dijo Anna, acariciando el hocico de Sitron mientras los sirvientes le ponían la silla y los arneses- realmente no me dejó casi nada de trabajo, lo debió haber adelantado durante la noche cuando supo que iba a viajar-

Kristoff sonrió. Sabía que Elsa lo hacía, no porque no creyera a Anna capaz, sino porque no quería molestar a su hermana menor, menos ahora que tenía un pequeño que cuidar. Anna montó a Sitron, y Kristoff le ayudó a montar a Anders adelante de ella.

-¿Estás segura que puedes sola?- dijo Kristoff. Anna asintió y el rubio sonrió.

-Bueno, avísame si te cansas para llevar a Anders- dijo Kristoff, montando a Sven- vamos a pasear, chicos-

Sitron volvió a relinchar de contento, haciendo reír al pequeño Anders, quien comenzó a aplaudir.

-Vamos, vamos, Sitron- dijo Anders. El caballo, orgulloso, comenzó a galopar a un paso cómodo para el pequeño.

x-x-x

Hans pasó la mayor parte del viaje en silencio. Elsa no insistió. Sabía que cuando una persona está triste o preocupada, no siempre es buena idea insistir en hacerlos hablar. Ella, por su parte, odiaba que la gente la presionara para hablar cuando estaba preocupada. Además, ella no se sentía muy bien que digamos. El vaivén de las olas la había vuelto a marear.

Al ver a Hans concentrado en las olas, Elsa se fue a sentar a una silla en la cubierta, cerró los ojos y hundió su cabeza entre sus manos, tratando de no pensar en las nauseas que sentía. Hans pronto se sentó junto a ella a su izquierda.

-Oye, ¿estás bien?- dijo Hans- ¿otra vez estás mareada?-

Elsa asintió debilmente.

-Sí, pero no te preocupes, estaré bien- dijo Elsa- recuerda la última vez que viajamos, también me puse mal. Es solo cuestión de… acostumbrarme…-

Hans sonrió y la besó en la mejilla. Ella apoyó su cabeza en el hombro derecho de él.

-Gracias por acompañarme, Elsa- dijo Hans.

Elsa solo sonrió levemente. Claro que acompañaría a Hans. Recordaba lo horrible que fue para ella cuando sus padres murieron y tuvo que enfrentarlo sola. Además, no conoció nunca personalmente al difunto rey de las Islas del Sur, pero había intercambiado muchísima correspondencia con él en los últimos años, y siempre había sido para ella un gran amigo y consejero. Nunca le había dado un mal consejo, y le escribía con tanto cariño como si se tratara de su propia hija.

Elsa suspiró. No solo la pérdida había sido para Hans, sino para ella también.

-Vamos a descansar- dijo Hans, levantándose y ayudándola a levantarse- faltan varias horas para llegar, y sé que anoche no dormiste bien por preparar todo para el viaje…-

Elsa no discutió. Acompañó a Hans al camarote y se tiraron sobre la cama a descansar. Pronto llegarían a su destino.

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A pesar de ser primavera, aún caía una fuerte nevada en el reino de Troms. Por los últimos dos años y medio, desde que su rey y el príncipe heredero habían regresado de la guerra con Arendelle y Oeste, el país había experimentado inviernos prolongados y fríos. Quizá era coincidencia, pero se rumoraba que la reina de las nieves, la soberana de Arendelle, había lanzado su maldición contra ese reino en venganza por las acciones del rey.

-Padre, esto es una tontería- dijo Franz, exhausto, mientras se colocaba la capa para salir- ¿no sería mejor intentar primero conquistar el reino de Trondheim? Son los vecinos comerciales de Arendelle, y…-

-¡No!- ladró el rey Hardrada- no es suficiente. Después de lo que hicieron esas… brujas, tienen que pagar, de la manera más dolorosa que podamos encontrar-

Franz puso los ojos en blanco. Otra vez eso. Llevaba dos años con la misma frase. Franz, por su parte, después de haber perdido sus poderes y ver de lo que eran capaz las dos reinas de Arendelle y Oeste, creía que era mejor empezar a expandir su reino atacando reinos débiles y forzando intereses despiadados en los que les debían dinero, para quebrarlos y anexarlos a su territorio y, una vez siendo más grandes y poderosos, invadir los países con las poderosas reinas.

Pero su padre el rey, cegado por el odio y con miedo de que se le acabe el tiempo, es decir, morir antes de ver completada su venganza, buscaba una manera más rápida de castigar a sus dos sobrinas por sus acciones contra él.

El rey Hardrada y el príncipe Franz salieron a toda velocidad del castillo negro hacia el oscuro bosque de Troms, cerca del límite norte con el mar. Se adentraron en el mismo con rapidez, Franz siguiendo a su padre, quien parecía saber a donde se dirigía. Pronto, llegaron a una pequeña choza a la mitad del bosque. Parecía hecha de paja y madera, con una pequeña chimenea que despedía humo de color verde oscuro. Un par de enormes árboles la rodeaban y la enmascaraban de la vista con sus enormes ramas. Franz tragó saliva. No estaba muy convencido, pero el rey Hardrada arrastró sus enormes pies con rapidez del caballo a la entrada y golpeó la puerta con el puño, con fuerza.

Pum… pum…

La puerta se abrió con lentitud, y el rey entró. Franz lo siguió lentamente.

La choza se veía mucho más grande por dentro que por fuera. Toda ella parecía despedir un olor a almendras amargas y frutas fermentadas. La luz de varias velas iluminaba irregularmente la cabaña, y mostraba su contenido a los dos visitantes. En su mayor parte, las paredes estaban formadas por estantes llenos de frascos con contenidos variables, podían ser insectos, mariposas, flores, rocas u órganos de animales o humanos. Esto último hizo al príncipe tener que reprimir un escalofrío. El rey lo ignoró.

-¡Noxius!- bramó el rey Hardrada- ¡ven aquí inmediatamente!-

Como respuesta, un anciano, que parecía estar camuflado entre las sucias cortinas de la ventana, se acercó cojeando hasta el rey. Era un hombre pequeño, con una acentuada joroba, cojeaba y estaba vestido cubierto con una capa que parecía hecha de un costal.

-¡Su majestad!- dijo una voz masculina, y la figura se inclinó ante ellos- ¿a qué debo el honor de la visita del rey Hardrada?-

-Ya te lo debes imaginar, Noxius- dijo el rey Hardrada, sin hacer el más mínimo esfuerzo por controlar la furia en el tono de su voz- los fragmentos del espejo del diablo que me diste no funcionaron. Las dos mujeres siguieron bien. ¡Dijiste que podían romper el lado bueno de sus almas!-

-Y no mentí- le respondió Noxius- pero, al igual que pasó con tu madre y con ese niño hace tantos años, las dos jóvenes vencieron a su lado malo. Sabías que era una posibilidad-

-Es imposible- dijo Hardrada- las dos son de carácter débil, igual que mis hermanos-

-Ah, pero a veces, la debilidad es fuerza- dijo Noxius, y se aclaró la garganta- lo siento, Hardrada, pero no te mentí. Te di lo que necesitabas y te advertí el riesgo de que pudiera fallar. No te jugué en contra. Así que si me disculpas…- y le dio la espalda.

-¡Espera!- dijo el rey, y Noxius se detuvo- dime que tengo que hacer para vencerlas…-

Noxius se volvió hacia ellos y sonrió. Su rostro deforme hizo que Franz diera un paso atrás.

-Muy bien, ahora estamos hablando el serio…- dijo Noxius- el precio es alto, pero te diré lo que necesitas…-

-No me importa el precio- dijo Hardrada- solo quiero destruir de una vez por todas a la reina de las nieves-

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¡Hola chicos! ¿Me recuerdan? Perdón por la tardanza. Esta es la tercera (y última) parte de esta saga. Espero que les guste. ¡Nos leemos pronto!

Abby L.