Los personajes son propiedad de S. Meyer. La trama es de mi autoría.
Estoy empezando esta nueva historia que por mucho tiempo estuvo dando vueltas por mi cabeza, hasta que logre encontrarle un sentido. Espero les guste
"Dime a la cara que me quieres,
necesito eso más que tu abrazo.
Solo di que me deseas,
es todo lo que hace falta,
mi corazón se está haciendo añicos por todos tus errores.
¿No quieres quedarte?
Lentamente huyes de mí
Pero, ¿me conoces aunque sea un poco?"
Say you love me- Jessie Ware
Di que me amas.
Miro por última vez mi reflejo en el elegante espejo cerciorándome que la sombra negra que enmarca mis ojos siga intacta, me demoro unos segundos más aplicando una capa de maquillaje sobre la nariz, la cual intento dejar de sorber. Extiendo la esponja sobre las mejillas hasta llegar a la barbilla haciendo que las pecas apenas se desvanezcan, termino aplicando un ligero rubor para disimular mi palidez. Respiro profundo preparándome para lo que se avecina, guardo las cosas en mi cartera y me dirijo a la sala donde se encuentran los demás invitados.
Rosalie ha convertido el último piso del loft en un exclusivo espacio donde las luces blancas rebotan sobre las paredes, la estridente música proveniente del DJ contagia a las parejas que disfrutan de la fiesta en la terraza al tanto que otros permanecen sobre los sillones conversando con una copa en la mano mientras el resto, en las esquinas simulan fumar solo tabaco.
Entre ellos, junto al hombre de oscuro cabello corto y complexión robusta se encuentra la anfitriona. Su largo cabello con mechas rubias, el arete adornando su fina ceja junto a los interminables tatuajes en su brazo izquierdo y las largas piernas bronceadas calzando zapatillas de diseñador la hacen inconfundible, al menos para mí.
Decido acercarme luego de agarrar una de las copas y darle un largo trago a la bebida disfrutando del delicioso ardor que enseguida se siente en mi garganta.
Fantástico.
–Bella cariño, ¿quieres un poco? –el olor a marihuana se impacta contra mis fosas nasales en cuanto me tiende el cigarrillo.
–No, gracias –reparo en la mueca de disgusto que hace cuando la rechazo pero decido ignorarlo, porque ella ya sabe que todo ese rollo de las sustancias prohibidas había dejado de llamar mi atención al terminar la preparatoria.
En vez de eso, decido sacar mi propio cigarro de menta. Le doy una larga calada al mismo tiempo que lo busco con la mirada sintiendo como el nudo en mi corazón se va apretando cada vez más, amenazando con reventar si me encuentro una escena que no deseo.
¿Porque te sorprenderías?
Recorro la sala repleta de espaldas enfundadas en finos trajes al igual que los colores brillantes sobre los vestidos de las mujeres que los acompañan, llego a la terraza donde con trabajo logro esquivar cada uno de los pesados abrigos hasta que lo encuentro al final de ellos, apoyado en el barandal de madera dándome la espalda.
Si tan solo me miraras.
Bien podría ir a donde él y fingir que todo seguía de la misma manera en como empezamos, que tan solo con una mirada todo se solucionaría pero siempre ponía esa estúpida barrera que yo no podía quebrar, más cuando él no deseaba ceder y al contrario que yo, él no suplicaba por un minúsculo de mi atención.
¿A quién quieres entonces?
Mi pregunta fue contestada por la mujer de corto cabello rubio que estaba a su lado, vistiendo una larga falda negra con un top plateado acompañado de unas altas zapatillas de suela roja.
Termino de aspirar el resto del cigarro y suelto el humo lentamente sin despegar la vista de aquel par que se jacta con restregarme en la cara lo que yo no puedo tener.
–Perdón por no haberte avisado antes Bells, pero no estaba segura si vendría –me vuelvo a Rosalie quien interrumpe mi escrutinio.
–No tienes por qué disculparte. Algún día tenía que pasar –me encojo de hombros restándole importancia– Aunque nunca imaginé que fuera a ser tan pronto.
–Cariño, si no estás a gusto eres libre de irte. No tienes que aguantar esto solo por mí, lo sabes –me rodea con un brazo pegándome a su cuerpo para susurrarme– O bien, puedes quedarte y demostrarle que a pesar de todo, sigues siendo indestructible.
Esbozo una sonrisa a lo que ella responde guiñándome uno de sus ojos azules, enseguida me suelta para tomar la mano de Emmett, el hombre de los grandes músculos y llevárselo a la pista de baile improvisada. Mientras yo decido quedarme lo más apartada del balcón, donde pueda permanecer oculta de él.
Hasta entonces pienso en lo que me ha traído hasta aquí, en aquello que fue capaz de sacarme de mi departamento un sábado por la noche luego de meses sin haber salido de fiesta y la razón es que en el fondo sabía perfectamente que el hombre que aún seguía amando se encontraría aquí, pensaba que tal vez esta sería la última oportunidad que tendría de verlo. Y una parte de mí, solo ansiaba este momento. Lo único que no contemplaba, era que las cicatrices podían volver a abrirse.
Demasiado tarde.
De pronto, una persona llama mi interés al pasar por delante de mí. Miro con detenimiento la vestimenta de la rubia y caigo en cuenta que se trata de la mujer del balcón. Enseguida mi atención vuela hacia él nuevamente, encontrándolo esta vez a solas.
Y como si de un imán se tratara, siento como su presencia me hipnotiza obligándome a dirigirme hacia el sin pensar claramente en lo que estoy por hacer, hasta que llego al espacio donde las estrellas y la luna me dan la bienvenida iluminándome a la par de los altos edificios de ladrillo, mientras el frio viento se cuela entre mis huesos logrando congelarme en mi sitio.
Afortunadamente sobre la mesita pegada a la puerta corrediza encuentro una copa la cual no dudo en tomar y beber todo su contenido para armarme de valor, mismo que no había tenido en meses.
–Edward…– con un ligero tambaleo logro acercarme a él esbozando una tímida sonrisa que no llega a mis ojos.
A continuación, se gira el alto hombre del traje negro que se le ajusta perfectamente a su cuerpo. Y por primera vez en toda la noche me mira con sus penetrantes ojos verdes. Se sorprende, una micra de segundo después está frunciendo el ceño.
Lo sé, querido.
–¿Bella? –ahí está su voz aterciopelada, masculina, la misma que aun hace trizas mis entrañas.
–La misma –miento. Si algo soy, es una persona muy diferente a la que él alguna vez conoció.
–¿Cómo has estado?, ha pasado tiempo… –se pasa la mano por el cabello desordenándolo, como cada vez que se siente incómodo.
–Muy bien. El trabajo me tiene lo suficientemente ocupada para evitar pensar en otras cosas –de alguna manera logro sacar la fuerza necesaria para no quebrarme frente a él. No de nuevo.
Por un instante él alza las cejas sorprendido de mi seguridad.
–Me alegra oír que ya estas mejor, de verdad.
–¿Y qué me dices de ti?, ¿Ya lograste instalarte en algún lugar? ―inquiero acomodándome a su lado, con la espalda recargada en la barda.
―Emmett me consiguió un buen alquiler en Brooklyn, aunque es temporal. En lo que recupero lo invertido en el bar para comprar mi propio departamento ―fue mi turno de fruncir el ceño. Rosalie y yo tendríamos una larga plática.
Saco un nuevo cigarro del bolso de mi abrigo y mientras trato de prenderlo soy testigo de la forma en que me mira el cobrizo, con un deje de reproche. Entonces recuerdo lo mucho que solía molestarle que fumara. Pero eso era antes, así que hago caso omiso y le doy una calada.
―El Peter's en el centro de la ciudad, ¿es tuyo cierto? ―inquiero recordando lo que sentí aquella primera vez que vi la fachada del pub estilo irlandés, fue como si un balde de agua fría me cayera.
―No solo es mío, también Garrett es el propietario ―se acomoda adquiriendo la misma postura que yo, e introduciendo las manos en los bolsillos de su pantalón.― Él pregunta mucho por ti, creo que deberías ponerte en contacto con él.
―Tú tienes mi número, ¿Por qué no se lo has dado? ―pregunto extrañada ante lo obvio.
Edward carraspea y se remueve incómodo.
Entonces lo captó. Él se ha deshecho también de eso.
―Tratare de darme una vuelta en la semana ―murmuro antes de darle una calada al cigarrillo.
―Él esta solo los martes y jueves ―me aclara y yo asiento, presintiendo que me dice esto para que no vaya cuando él este atendiendo.
―¿Y Esme como esta?... ¡Dios! La extraño tanto ―noto como hace una mueca de disgusto.
―¿En serio?, porque no lo parece ―bufa.
Lo miro enfadada por su respuesta.
―No estoy fingiendo Edward. A Esme la aprecio más de lo que te imaginas, ella fue como una madre para mí.
―¿Entonces porque no la has buscado?, ¿Porque no le has dicho que por ti su hija se fue del país? ―exclama fuertemente. Por un momento he olvidado lo agresivas que sus palabras pueden llegar a ser―. Mi madre vive atormentada pensando que fue su culpa, Bella.
―¡Lo siento, Edward! Cada día me arrepiento por haber hecho ese problema más grande… pero con la separación, supuse que tú ya le habías contado todo.
―Ya no tengo porque solucionarte tus problemas. Y no soy yo el que tiene que decírselo ―se endereza, lleva una de sus manos a su cabello pasándolo sobre este un par de veces mientras sujeta el puente de su nariz con la mano libre, tratando de controlar su enojo. Tiro la colilla al piso, suelto el humo que resta de mi nariz al tanto que saco un cigarro más del bolso, provocando que eso lo encienda aun mas―. ¡¿Quieres dejar de fumar de una maldita vez?!... al menos mientras estés conmigo.
―Sabes cuánto odio que me des órdenes ―farfullo.
―¡Bien! ―se gira arrebatándome el cigarro de la boca y lo tira hacia la calle.― ¿A qué has venido?
―¡¿Pero quién te crees?! Esos cigarros cuestan un dineral.
―Bella, ¿A qué viniste? ―me fulmina con la mirada acercando su rostro peligrosamente al mío.
Aquí vamos de nuevo.
―Es el cumpleaños de Rosalie…
―No me refiero a eso. Te vi cuando llegaste y me he dado cuenta que toda la noche has tratado de evitarme, hasta ahora… ¿qué estás buscando? ―cierro por un segundo los ojos para calmar el cosquilleo que amenaza con instalarse en mi nuca.
―Por favor, no me hagas esto. No me hagas decírtelo ―mi voz se quiebra en la última palabra. Estoy a nada de abrirme de nuevo a él y ¡no lo quiero!
―¿Decirme que? ―susurra frunciendo el entrecejo mientras sus ojos intentan traspasar más allá de los míos. Me dejo cautivar por sus enigmáticos orbes, recordando cuando alguna vez brillaron por mí… y sé que estoy perdida.
―Aun te extraño…
Respira hondo. Y yo siento como un par de lágrimas me traicionan, resbalando por mis mejillas.
Maldición.
―Tienes que superarlo. No volverá a ser como antes ―cierro las manos en puño ante la calma con la que habla, preguntándome como carajo él pudo seguir adelante y yo no.
―Edward, si tan solo…
―No. Ya no hay nada más. Te lo dije ese día ―ahí están esas palabras una vez más y justo como el primer día, logran atravesar cada poro de mi piel carcomiendo todo anhelo― Se feliz, Bella. ―a continuación siento sus cálidos labios plantarse sobre mi frente al mismo tiempo que mi corazón termina haciéndose añicos.
Entonces se va, llevándose consigo la mitad de mi corazón, abriendo nuevamente las heridas y destruyendo los sueños que alguna vez tuve de tenerlo a mi lado hasta la eternidad.
¿Opiniones?
Saludos! -Indiansummer7
