YOU SHOOK ME ALL NIGHT LONG
Disclaimer: nada me pertenece.
Nota de la autora: me obsesioné con este ship justo después de Guardianes de la Galaxia 2. Dedicada una vez más a Annabi, quien no solo me dijo que ella también veía algo entre estos dos, sino que escuchó todas mis locuras y me animó a escribirlas, sugiriéndome incluso la canción.
Recomiendo leer escuchando: You shook me all night long de AC/DC
Cayó la noche, todos los miembros de la tripulación del Eclector había desembarcado hacía largo rato y a estas alturas debían estar bebiéndose hasta el agua de los floreros, persiguiendo a toda robot con falda que viesen y gastando su parte del último botín conseguido. Después de una buena temporada de robos y abordajes, habiendo obtenido un botín bastante generoso, el capitán Udonta había decidido recompensar a sus muchachos con una parada de una semana en el puerto Sapiencial, donde un saqueador podía encontrar todo lo que pudiese desear: bebida, comida, compañía profesional, peleas…
Solo uno se había quedado en la nave, el propio capitán. Yondu disfrutaba de todas esas cosas como el que más, pero después de pasar tanto tiempo en un espacio cerrado rodeado de piratas ruidosos, maleducados y con una higiene más que cuestionable, necesitaba disfrutar de un momento de paz y tranquilidad. Sentado cómodamente en su silla, se puso los auriculares del walkman en los oídos, dejando que la música terrana lo envolviese y lo aislase del mundo exterior. En ocasiones cerraba los ojos para poder apreciar mejor el sonido. El planeta de Peter Quill tendría sus defectos, pero debía reconocer que la música era buena. En esos momentos, el muchacho debía estar en su habitación, poniéndose la cabeza tonta con la maquinita y despotricando contra Yondu porque no le permitía visitar el puerto como a los demás, alegando que todavía era muy joven para ese lugar. Era un buen muchacho ese Peter, aunque ahora mismo estuviese en esa horrible e insoportable edad llamada "adolescencia".
En la transición entre el final de una canción y el principio de la siguiente, Yondu pudo oír un ruido a su espalda. Tantos años como esclavo de los Kree habían desarrollado sus sentidos y sus reflejos, haciendo que rápidamente se pusiese alerta, un instinto más que necesario para sobrevivir. Con calma y movimientos calculados, se quitó los auriculares, procurando que no se notase que se movía, si alguien pretendía sorprenderlo por la espalda, la sorpresa se la daría Yondu. Se lamió los labios, preparado para silbar si era necesario. Pero se relajó al instante al reconocer los pasos. El dueño de esos pasos jamás le haría ningún daño, quizá sea el único en quien podía confiar realmente.
Los pasos pertenecían a su primer oficial, Kraglin Obfonteri. Yondu se giró para mirarlo a la cara. Kraglin también era un buen muchacho. Desde el momento en que se había unido a su tripulación había demostrado su valía: era listo, leal, capaz de cumplir órdenes y de callarse cuando debía. Pero también había demostrado que era un piloto y un ladrón muy habilidoso, además de alguien en quien confiar que te cubriese las espaldas en una pelea. A pesar de su juventud, se había ganado con creces el puesto de primer oficial, no había nadie más condenadamente eficiente.
-¿Cómo sigues por aquí, Kraglin? ¿No has bajado junto con los demás?- preguntó
-Nah. El planeta Sapiencial tiene muchas cosas interesantes pero creo que puedo sobrevivir unas horas sin ver a Taserface- contestó Kraglin encogiéndose de hombros
-No es muy agraciado el pobre, no-
-Quería disfrutar un poco del silencio, si no le molesta que esté aquí, capitán-
Preguntó esto último con algo de esperanza. Deseando que el capitán le permitiese quedarse pero al mismo tiempo dispuesto a desaparecer de su vista si él se lo pedía/ordenaba.
-No, muchacho, está bien. Puedes quedarte aquí si quieres. Tú a lo tuyo y yo a lo mío-
Fue una suerte para Kraglin que justo tras decir esto, Yondu se girase de nuevo y quedase de espaldas a él, porque no pudo evitar la sonrisa de felicidad que acudió a su rostro al saber que podía pasar algo de tiempo en compañía de su capitán. No lo reconocería ante nadie en voz alta, pero la verdadera razón de que no desembarcase con los demás era que quería disfrutar de un rato a solas con su capitán. No necesitaba hablar con él, a menos que Yondu quisiese hacerlo, simplemente con estar allí cerca de él, cada uno a lo suyo, pero juntos, le servía. Nunca tenían oportunidad de estar realmente a solas, y Kraglin disfrutaba con la presencia de Yondu más que con la de ningún otro ser vivo en toda la galaxia. Se sentó en su silla y empezó a comer una lata de su sopa favorita, mientras Yondu volvió a su música. Kraglin echó un vistazo rápido al walkman que descansaba sobre el regazo del capitán, no era el de aquel mocoso terrano, Peter, ni la muerte lo separaría de su adorada máquina de música, era otro aparato similar que Yondu había "adquirido" a un chatarrero xandariano. En el fondo, Peter le caía bien, era lo más parecido que había tenido nunca a un hermano pequeño, pero en ocasiones sentía celos de él, pues Yondu le permitía cosas que no le perdonaría a nadie más.
Tras un largo rato en silencio, pero cómodos con la compañía, Yondu volvió a quitarse los auriculares y sorprendió a Kraglin preguntándole si quería escuchar. Eran algunas de sus canciones favoritas y quería compartirlas con él, pero esto es un pensamiento que nunca saldrá de su cabeza. Kraglin dejó la lata de sopa vacía, se levantó y se aproximó al asiento del capitán. Tomó el pequeño auricular que Yondu le ofrecía, rozando sus dedos en el proceso (aunque perfectamente lo podía haber evitado, si hubiese querido), y se lo puso en el oído. Era un buen tema, de ese género denominado "rock", ritmo rápido y solos musicales intercalados con una letra profunda. Kraglin rápidamente comprendió por qué le gustaba a Yondu, y se sintió muy honrado de que su capitán hubiese querido compartirlo con él. Según fueron pasando los minutos, aunque estaba disfrutando de la música, Kraglin empiezó a sentirse incómodo con la postura, aunque no dijo nada. Pero no fue necesario, pues Yondu se dio cuenta.
-Ven, siéntate- dijo dándose ligeros toques con el dedo en la rodilla
Yondu no sería capaz de explicar que lo poseyó para decir eso ni aunque lo intentara, pero ya lo había dicho y no podía deshacerlo. Solo quedaba esperar a ver cómo se lo tomaba Kraglin, si se reía podría reírse él también y decirle que le estaba tomando el pelo. Tras unos instantes inmóvil, en el que su cerebro intenta recuperarse de la sorpresa y procesar lo que su capitán acaba de decirle, Kraglin agachó la mirada y, lentamente, azulado y con movimientos robóticos, se sentó sobre la pierna de Yondu. La siguiente canción no llegó ni a la mitad antes de que Yondu, también con movimientos bastante poco articulados, pasase el brazo por la cintura de Kraglin y lo atrajese hacia sí, de modo que el joven quedase totalmente sentado en su regazo, con la espalda apoyada contra el pecho de su capitán y el brazo de éste alrededor de su cintura.
Yondu intenta convencerse a sí mismo de que lo hace porque le dolía la pierna por el peso, que Kraglin es delgado pero fuerte. Kraglin solo podía rezar a cualquier deidad o fuerza superior que existiese, si es que existía alguna, para que Yondu no pudiese notar cómo su corazón latía más rápido de lo normal, amenazando con salírsele del pecho en cualquier momento. Se sentía muy confuso, pues aunque estaba muy cómodo en esa posición, con ese contacto, era tan inesperado que no sabía qué pensar. Aunque no podía verse la cara, apostaba su cena de semana a que estaba casi tan azul como Yondu. Mientras, Yondu no dejaba de repetirse que lo hacía por el dolor en la pierna. Ni bajo fuerte tortura admitiría lo mucho que desea y necesita ese contacto, esa cercanía, ese calor que empieza en algún punto de su estómago y se desplaza por el resto de su cuerpo. Nunca admitiría que cada fibra, cada célula de su ser está hambrienta de ese contacto con otro ser vivo, más en concreto con el contacto de su primer oficial. Desea y necesita ese calor que lo envuelve, pero el lugar de amenazar con consumirlo, más bien ese calor le da la vida. Y si parece más azul de lo normal, Kraglin es lo bastante listo como para no decir nada.
Se concentraron en la música. En ese momento empezó a sonar una balada rock, de aquel grupo con nombre eléctrico, AC/DC. Era una canción muy cañera, que mostraba el sentimiento pero sin llegar a ser moñas. Una canción terriblemente buena. Poco a poco se empezaron a relajar. Si les preguntasen, dirían que es por el cansancio de una semana muy dura de trabajo. O por la música. Pero lo cierto es que cada vez se encontraban más cómodos y más relajados, bebiendo de un contacto que ambos tanto necesitan. Sus respiraciones llegaron incluso a sincronizarse. No existía nadie más que ellos en la galaxia. Los ojos de Kraglin empezaron a pesar, se sentía tan bien allí, quisiera no irse nunca. Perezosamente empezó a moverse, apoyó la cabeza en el hombro de Yondu y enterró la nariz en su cuello. Levantó sus largas piernas y las dejó colgando del reposabrazos, hasta que finalmente todo él descansaba sobre el regazo de su capitán. Una mano sobre su abdomen, la otro encontró su camino hasta uno de los tirantes de Yondu, y allí se quedó. Uno de los brazos de Yondu seguía rodeando la cintura de Kraglin, no se había movido de allí en todo el rato, el otro sobre las rodillas del primer oficial, por una lado para evitar que se cayese, por otro para aumentar la proximidad con él. Lentamente, Yondu apoyó la mejilla sobre la cabeza de Kraglin, y se permitió bajar la guardia, permitió salir esa sonrisa que llevaba queriendo salir desde el momento que Kraglin apareció por allí, y cerró los ojos. La música seguía sonando cuando se quedaron finalmente dormidos.
La mañana los despertó finalmente, la música había dejado de sonar hacía varias horas. Aún perduraba algo del ambiente que crearon la noche anterior, pero se dieron cuenta de que, aunque no quisieran, debían separarse. La mañana no podía saberlo, era algo reservado para la oscuridad y el silencio de la noche. Finalmente se levantaron de la silla y tomó cada uno un camino diferente dentro de la nave. Kraglin no podría sentirse más feliz, tanto que parecía que sus pies no tocaban el suelo, y no sabía cómo disimilarlo ni tampoco quería, aunque debía. En ese momento se dio cuenta de que estaba completa e irremediablemente enamorado de su capitán.
Yondu no tardó en darse cuenta de que aquella había sido la primera noche en décadas que no había tenido pesadillas. Había dormido profunda y pacíficamente, sin sueños, estaba más descansado que nunca. El calor del cuerpo de Kraglin todavía se sentía presente en él, su olor impregnado en su chaqueta. Y esa calidez que nacía en algún punto del estómago y se extendía por todo su cuerpo y se negaba a abandonarle. En ese momento, Yondu se dio cuenta de que estaba completa e irremediablemente perdido.
