Hola!. Perdonen mi ausencia por tanto tiempo. Pero aquí estoy. Pausé momentáneamente "Not Alone" debido a falta de inspiración (eso no significa que no lo terminaré, sigo escribiendo lentamente, pero sigo) Mientras tanto, estuve desarrollando esta historia y quería compartirla con ustedes. Espero les guste y aprecio los comentarios. Quisiera agradecer especialmente a mi amiga Ine (.com) quien se encargó de las correcciones ortográficas. Como siempre, verán aparecer a nuestros amados Warblers esta vez con la introducción de Sebastian en la historia. Los nombres que utilice serán los mismos que utilicé para not alone siendo Jason Jon hall. Espero sepan disculpar mis demoras y aquí empiezo con este nuevo fic.
Capitulo 1 "La ciudad de dos caras"
Blaine Anderson siempre había sido un muchacho muy correcto. Hacía sus tareas, sus notas en el colegio eran muy buenas, siempre ayudaba en la casa y jamás le faltaba el respeto a nadie. Jamás había llegado tarde a una cita y respetaba perfectamente el horario de toque de queda que sus padres le imponían. Era terriblemente bien educado y no había nadie que pudiera adjudicar o recriminarle algo. En términos simples, podemos concluir que Blaine Anderson era un muchacho asquerosamente sumiso.
Sin embargo, todos conocemos muy bien a los adolescentes. Está en su propia naturaleza el querer rebelarse y ser libres e, incluso en ocasiones, hasta salvajes. Esto tarde o temprano, se manifiesta; incluso en aquellos que temen arriesgarse y desafiar a la autoridad. Un adolescente siempre querrá escaparse del seno materno y correr libre sin pensar en las consecuencias estúpidas de sus actos. No es de extrañar entonces, que este muchacho tan disciplinado tomara la de decisión de, por primera vez en dieciocho años, arriesgarse un poco y dejar de ser tan... puritano. Al finalizar su último año de colegio, Blaine tomó la iniciativa de pedir permiso a sus padres para realizar un viaje en compensación por su increíble desempeño escolar. Claramente, estos accedieron. Después de todo, para la familia Anderson, el dinero no era ningún problema y confiaban plenamente en el juicio de su querido hijo.
De todas maneras, este viaje no era algo espontáneo. Había sido planeado desde principios de enero. Blaine y sus compañeros habían ideado este último viaje antes de separarse definitivamente y comenzar sus vidas universitarias. Era un buen plan, considerando que, muchos irían a distintas ciudades a estudiar y difícilmente odrían verse, excepto en raras ocasiones. Fue recién a mediados de marzo que Blaine decidió avisarles del plan a sus padres para preparar con la suficiente anticipación este viaje. La idea había comenzado con un tour por Europa, pero terminó transformándose en una visita, principalmente, a una de las ciudades más extraordinarias del mundo: Ámsterdam, una ciudad hecha para jóvenes en busca de aventura.
Sí, muchos estarán pensando ¿qué haría un muchacho como Blaine Anderson en una ciudad de tales características? Porque, imagino que todos aquí, conocemos muy bien las dos caras de aquella hermosa ciudad, cubierta en su lujo y belleza, disimulando así todos los placeres y pecados de la vida misma que se encuentran en el mismo corazón de la urbe. Pues bien, al parecer, Blaine no se había detenido a pensar mucho en eso. Era tal la euforia que le ocasionaba tener la oportunidad de pasar sus vacaciones con todos sus amigos, que quizás una parte de él ignoró por completo lo que podría significar para él este viaje: un cambio verdaderamente importante en su forma de ver el mundo.
De esta forma fue como el joven Blaine Anderson, al finalizar el periodo escolar, emprendió vuelo junto a todos sus compañeros de clase hacía el viejo continente con destino a Holanda.
El viaje en si fue largo y bastante agotador pues, además de durar alrededor de unas trece horas, los muchachos no paraban de cantar, gritar y perturbar a todo ser viviente que tratara de descansar aunque sea un poco en el avión. Aún así, aquello no tuvo punto de comparación con la llegada. El nivel de excitación con el que los muchachos llegaron al Hostal habría hecho creer a cualquiera que estaban terriblemente locos o que alguna especie de demonio los había poseído. Producto de esto fue que, como todos parecían fuera de control, Blaine, el más responsable de todos, debió encargarse de encontrar un buen hostal y hablar con la recepcionista. Recorriendo con un taxi las calles de la ciudad, el muchacho encontró uno de un aspecto bastante decente, ubicado cerca del centro. El nombre del hostal era "Aardbei Veld" que vendría a significar "Campo de Fresas", un nombre que a Blaine le resultó bastante curioso. Blaine hizo señas a sus compañeros, repartidos en distintos vehículos, para que se bajaran. Se adentró en el lugar para encontrar del otro lado del mostrador a una mujer terriblemente delgada aunque con un cuerpo muy bien marcado. Detrás de sus gafas, escondía unos brillantes ojos celestes. Además de eso, sus cabellos rubios eran casi como hebras de oro cayendo como lluvia por su espalda. Posiblemente era la recepcionista más bonita que había encontrado en su vida. No era de extrañar que sus compañeros se devoraran a la muchacha con los ojos.
-Goedemorgen- Se dirigió la muchacha a Blaine, ignorando el barullo de los muchachos- Mi nombre es Anika ¿En que puedo ayudarte?
-Quisiéramos alquilar unas habitaciones, ¿Tienen algo disponible?- Preguntó Blaine
-Tenemos un par de habitaciones habilitadas. ¿Cuántos son ustedes?-
- Somos dieciséis.-
- Bien, por el momento puedo ofrecerte dos habitaciones para cinco, una para cuatro y otro cuarto para cuatro que deberán compartir con otros dos inquilinos. De todas formas, esto será solo temporal. Si vemos que alguna habitación queda disponible entonces los trasladaremos. ¿Les parece bien? – Dijo la muchacha
- Supongo que no tenemos muchas opciones. Además, dudo que a ellos les importe- dijo Blaine señalando a sus compañeros quienes gritaban y cantaban con ímpetu.
La muchacha miró con indiferencia al grupo de monos. Parecía poco asombrada por el comportamiento de los muchachos. Bueno, no era de extrañar, considerando que no debía ser la primera vez que un grupo de estudiantes invadía aquel hostal.
-Supongo que tendré que referirme a ti en cuanto quiera hablarles. Al menos te ves un poco más civilizado que el resto de tus compañeros.
-Alguien tiene que serlo.- Dijo el muchacho entre risas.
La muchacha sonrió ligeramente y le entregó las llaves de los cuartos a Blaine.
- Si necesitan algo o buscan algo de información turística, puedes hablar conmigo o con alguno de los muchachos del lugar. Mi turno termina a las 8 pero siempre hay alguien aquí o pueden ir a tocarle puerta a los dueños. El bar esta abierto hasta las 2 de la mañana y en cualquier caso, todas las habitaciones cuentan con una cocina incluida.
- Muchas gracias… Oh, por cierto ¿Cómo supo que hablaba ingles?
- No es muy difícil. Se puede sentir a kilómetros que eres americano.
-¿A sí?- Preguntó Blaine extrañadísimo.
- Por supuesto. Ustedes los americanos tiene un brillo muy particular…además, oí que uno de tus compañeros estaba hablando sobre mis... ¿Cómo le dicen? ¿"Senos"?
Blaine enrojeció por completo. Era oficial, iba a matar a sus amigos ni bien pudiera.
-Lamento mucho eso.- Se disculpó Blaine sumamente avergonzado.
La muchacha lo miró con curiosidad y sonrió con picardía mientras se acomodaba las gafas.
-Eres un muchacho muy decente… Aunque no creo que por mucho. Cuando descubras la otra cara de la ciudad bueno… supongo que esta noche lo veras tu mismo.
-¿Perdón?
- Esta ciudad tiende a cambiar mucho la visión de las personas. Llega a corromperlas y transformarlas por completo. No pasara mucho tiempo hasta que te des cuenta del cambio.
Blaine se detuvo en la mirada de la muchacha, brillante y clara. Era como si aquella chica en verdad supiera con certeza cual sería su futuro. El chico no pudo evitar sentir escalofríos. Era como si la muchacha buscara incomodarlo a propósito. Blaine fingió su sonrisa y se alejo de la muchacha lentamente. Se dirigió donde sus compañeros quienes seguían gritando sin control. Intentó calmar a la turba de muchachos eufóricos.
-¿Pueden callarse cinco segundos muchachos? Quisiera solucionar el tema de las habitaciones.
- Bueno, entonces habla de una vez.- Contestó un muchacho robusto conocido como Trent.
-De acuerdo- Comenzó Blaine.- tenemos en total cuatro habitaciones pero una tendremos que compartirla con otras personas así que son dos habitaciones de cinco, una de cuatro y una para dos.
- Creo que tú y yo podríamos compartir la habitación para dos. ¿Qué me dices Blaine?- Dijo un muchacho alto de unos hermosos ojos claros y una sonrisa que podía considerarse tanto encantadora como espeluznante. Se trataba de Sebastián Smythe.
-No creo que sea una buena idea...- Dijo Blaine sintiéndose bastante intimidado por el muchacho.
Y en verdad, no era para nada una buena idea. Después de todo, compartir la habitación condicionaba a Blaine a meterse en una zona bastante peligrosa. Primero que nada, por si no lo han notado aún, Blaine tenía un gusto totalmente diferente al de sus compañeros. Desde que tenía memoria, siempre había estado interesado en los chicos. Eso quizás era la única razón por la cual los padres de Blaine podrían haberse quejado pues digamos, no todos los padres aceptan con la misma facilidad el hecho de que su hijo sea homosexual. Pero para una familia como la de Blaine, tampoco era un gran problema. Siempre habían aceptado bien la decisión de su hijo sobre el qué hacer con su vida. Pero ese no era el único detalle. A Sebastián también le gustaban los muchachos. Y no cualquier muchacho. Específicamente, a Sebastián, le gustaba Blaine. Él siempre lo supo. De hecho, hacía un tiempo atrás, ellos podrían haber tenido algo. Pero para Blaine, él era una persona terriblemente ajena a sus ideales. A diferencia suya, Sebastián siempre había sido conocido como un "rebelde sin causa"; le gustaba desafiar a las autoridades, a sus padres y meterse constantemente en problemas. Para alguien como Blaine a quien le costaba mucho salir de su pequeño caparazón, le resultaba muy difícil llevar una relación con una persona como Sebastián, cuyo único objetivo era vivir sin reglas, ejerciendo el más puro de los libertinajes.
- Oh, vamos Blaine, no hagas más difíciles las cosas- Dijo un muchacho de cabello oscuro. Se trataba de Nick, uno de los chicos más atrevidos del grupo- Todos aquí sabemos que se mueren por compartir un cuarto ustedes dos solos.
Blaine quiso protestar ante tal comentario, pero los ojos penetrantes de Sebastián y maliciosa sonrisa que le estaba dedicando en ese momento, habían puesto tan incomodo y nervioso a nuestro protagonista que lo único que pudo hacer fue ruborizarse. Aún así, no podía evitar sentirse molesto. Él le había dejado muy en claro a todos sus compañeros y al mismo Sebastian, que no quería absolutamente nada más que una simple amistad. Pero al parecer, el grupo entero complotaba en su contra y, se empeñaban para que ellos dos terminaran juntos.
Blaine tomó aire antes de contestar a sus compañeros, meditando muy bien sus palabras.
-En primer lugar, el cuarto será compartido con otras dos personas. En segundo, pienso que aquel comentario fue totalmente fuera de lugar, Nick.- Blaine meditó unos segundos antes de confirmar su respuesta.- De acuerdo, bien, Sebastian y yo compartiremos habitación.
Sebastian sonrió al momento que Blaine confirmó lo que él deseaba que sucediera. Blaine miró al muchacho con una mueca, indicándole así que no había accedido por las razones que su compañero esperaba. Nick y algunos de sus compañeros también sonrieron. Blaine cerró los ojos unos instantes tratando de organizar su mente para el siguiente anuncio.
- No me importa cómo se dividan las habitaciones, sólo háganlo. En este momento son las seis en el horario local… nos encontraremos aquí a las ocho para salir ¿Alguna objeción? – Silencio puro- Bien, entonces aquí a las ocho en un punto.
Mientras los muchachos discutían sobre cómo organizar sus habitaciones, Blaine se dispuso a subir su equipaje por la escalera hasta su habitación designada. Sebastian observó al muchacho por unos instantes pero luego tomó la decisión de seguirlo. Al cabo de un rato, todos los muchachos estaban subiendo sus cosas, haciendo un inmenso alboroto. La suerte no estaba del lado de Blaine. La habitación que había escogido estaba en el último piso. Con suerte, pensaba el muchacho, sería la primera y única vez que tendría que subir su equipaje siete pisos arriba. Lo que sí, sería un problema si decidía emborracharse. Dudaba mucho poder pasar de los primeros dos pisos estando ebrio. Aún así, ya nada podía hacer. Siguió subiendo los escalones de madera tomando un descanso cada tanto. Tras de sí, se encontraba Sebastian imitando los pasos de Blaine, de forma que el muchacho era casi imperceptible. Blaine lo miró por una fracción de segundo y luego continuó. No le gustaba para nada la idea de compartir un cuarto con él. Es decir, Sebastian no era mala compañía, siempre y cuando se lo tuviera a una distancia prudencial. El contacto demasiado estrecho entre esos dos, era solo problemas para Blaine.
Subió el último escalón sintiéndose completamente agotado. Tomo aire un par de segundos antes de abrir la puerta de su habitación. No era la gran cosa: tenía dos camas dobles, un armario de nogal bastante viejo, una puerta que daba a lo que seguramente sería el baño y una pequeña cocina con heladera incluida. Lo básico para vivir allí un tiempo. El piso era de madera y crujía bastante y las paredes eran blancas, con la pintura un poco desgastada por la humedad, pero nada dramático. Para suerte de Blaine, su cuarto poseía una ventana que daba hacia la calle así que, podría observar desde allí la ciudad. No podía quejarse.
Encontró una de las camas dobles totalmente desarreglada y desparramada con prendas así que, asumió que ésta debía ser la cama de sus compañeros. Blaine comenzó a colocar sus prendas en el armario y tomó posesión de la cama de abajo. En ese mismo instante, Sebastian apareció con sus pertenencias frente a la puerta, respirando entrecortado. El muchacho sonrió al ver a Blaine
- Sabía que elegirías esa cama. Después de todo, siempre has preferido estar abajo. Supongo que es tu forma de sentirte seguro – Dijo Sebastian sonriendo con perversión.
Blaine miró con desprecio a su compañero de cuarto. No le gustaba para nada que Sebastian se jactara de su pasado.
-Escucha quiero ser bien claro en esto, solo accedí a compartir esta habitación contigo para no hacer tanto alboroto, no porque realmente quisiera. Solo espero que tengamos una buena convivencia como amigos, es todo.- Explicó Blaine.
Sebastian se adentró en la habitación y comenzó también a desempacar sus cosas.
- No tienes que ponerte a la defensiva Blaine, solo estaba recordando buenas épocas, es todo- Dijo entre risas el muchacho.
Blaine suspiró. Sabía que no tenía que entrar en su juego. Esto era algo típico de él, le gustaba provocar a las personas. Pero debía admitir que eso fue lo que hace tiempo atrás le había atraído, en su momento, de él. Ese carácter extrovertido suyo que le permitía expresarse con tanta libertad. Algo de lo que Blaine nunca fue capaz.
Decidió no contestar al comentario de su compañero. La ignorancia sería la mejor forma de evadir a Sebastian. Lamentable fue para Blaine que, el muchacho de los ojos brillantes no estuviera dispuesto a darse por vencido.
- Por favor Blaine, no vas a decir que no fueron buenos tiempos. Después de todo, creo que nunca la pasamos mal… sobretodo cuando venías a mi casa. – Dijo haciendo énfasis en el final.
Blaine intentó no avergonzarse. A veces, se le olvidaba todas las cosas que había vivido con Sebastian. Después de todo, si bien nunca tuvieron una relación oficial, ambos habían permanecido juntos por un buen tiempo. Junto a él era el único muchacho gay de su grupo. Es por eso que, hasta el año pasado al menos, habían creado un lazo bastante estrecho e intimo. Sí, Sebastian fue el primero de Blaine y viceversa. Aún así, jamás se arriesgaron a comprometerse en una relación. Eso fue una fortuna para Blaine pues, resultó así mucho más fácil tomar distancia de él cuando Sebastian comenzó a tomar decisiones que el muchacho desaprobaba completamente. Ambos tomaron rumbos diferentes pero en el fondo, Sebastian nunca dejo de sentir esa atracción que en un primer momento había sentido por Blaine y, quizás muy en el fondo, algo de esa chispa quedaba dentro de nuestro chico obediente. Sin embargo, el miedo que el muchacho provocaba sobre nuestro protagonista, era quizás superior a los deseos del mismo de volver a una relación.
Al ver que Blaine no respondía, Sebastián dejo de tensar su sonrisa y adoptó una expresión un poco más relajada.
- Oh, vamos; solo estoy bromeando un poco. – Dijo el muchacho.
- Veo que alguien insiste en hurgar en el pasado- Contestó Blaine intentando devolver un golpe bajo.
- Y yo veo que alguien insiste en enterrarlo- respondió Sebastian.
Un incomodo silencio se produjo entre los dos muchachos. Fue entonces cuando Blaine decidió romper el hielo.
- Escucha, no niego que hayamos pasado buenos momentos…
- Muy buenos, diría yo.
-… Pero somos dos personas con opiniones completamente diferentes y creo que lo sabes. No me opongo a que llevemos una buena relación como amigos, pero dudo que exista una forma de volver…
-Tranquilo, no estoy pidiéndote que salgas conmigo ni nada Blaine. Solo quería molestarte un poco. Es muy gracioso ver lo incomodo que te pones.
Blaine suspiró. Sí, había caído completamente como un tonto en el juego de Sebastian. ¿Cómo se le ocurría la sola idea de que quisiera volver con él? Sebastian no era un chico de compromisos.
El muchacho de cabellos claros terminó de colocar sus cosas en el armario y se instaló junto a Blaine. Se quedo una fracción de segundos observándolo mientras enseñaba sus blancos dientes formando una sonrisa que hasta llegaba a dar miedo.
- … Sin embargo, eso no quita mi interés en ti, Anderson. Me resultas completamente adorable ¿Lo sabías?- Le susurró Sebastían al oído.
Un escalofrío recorrió de pies a cabeza a Blaine, logrando que se le erizaran los pelos. Sebastian lo miró con satisfacción y comenzó a caminar en dirección al baño.
-Tomaré un baño -declaró -. Sólo te permito que me interrumpas si te unes a mí- dijo guiñando el ojo.
A continuación, el muchacho desapareció tras la puerta. Blaine se tumbó sobre la cama exasperado. Se preguntaba como rayos iba a sobrevivir a este chico los próximos tres meses. Rogaba a los cielos, que algún cuarto se desocupara para poder trasladarse de inmediato. Si tenía que elegir entre mover todas sus cosas por las benditas escaleras o Sebastian, seguramente las escaleras eran una opción menos dañina para su salud.
El muchacho de cabello rizado se colocó boca arriba y cerró los ojos presa del cansancio. Estaba un poco preocupado debía admitir. Temía por el nivel de locura de sus compañeros, temía por lo que pudiera ocurrir esta noche, después de todo, no tenía la menor duda de que beberían hasta perder la conciencia. Si bien Blaine había analizado todos estos factores antes de tomar la decisión de marcharse con sus compañeros, debía admitir que estaba un poco asustado ante la idea. Nunca fue de ese tipo de muchachos a los que les gustara embriagarse. Ese quizás sería otro de los motivos por los cuales Sebastian y él jamás encajarían. A Blaine no le gustaba arriesgarse con esas cosas, prefería estar sobrio a entrar en un estado de excitación y locura como el del resto de sus compañeros. Claramente estos lo consideraban aburrido por ello, pero a él no le importaba. Era superior el temor que tenía a las consecuencias que las burlas por parte de sus compañeros. Intentó ponerse de pié y se aproximo a la ventana. Desde allí podía verse con claridad absolutamente todo. Era la primera vez que Blaine tenía la oportunidad de apreciar Ámsterdam desde que había llegado. Era completamente distinto a Ohio. Todas las casas eran bajas pero ordenadas de una manera tan prolija, que casi parecía que combinaban. Todo tenía una ambientación clásica lo cual generaba una armonía casi perfecta, dejando de lado el ruido típico de la urbe. Quizás lo más hermoso de todo era el canal, que podía apreciarse a lo lejos. Se divisaban las barcas llenas de turistas paseando por el agua mientras que las bicicletas, pasaban por encima del puente de un lado de la ciudad al otro. A todo esto, el sol comenzaba a caer y las luces se prendían. Era algo casi mágico.
Pasaron diez, quince, veinte minutos. Sebastian finalmente salió del baño. Blaine supo entonces que era su oportunidad para tomar una ducha. A diferencia de su compañero, al cual lo único que lo cubría era una toalla - posiblemente sería alguno de sus trucos -, Blaine tomó algo de ropa antes de entrar al baño. Todavía podía respirarse la humedad en el aire que había quedado luego de que su compañero se bañara. Era un baño pequeño, cubierto de azulejos amarillos, pero lo suficientemente grande como para contar con una tina y ducha. Blaine se quito la ropa y abrió el grifo, dejando así que las finas gotas de lluvia impactaran contra su cuerpo. Por primera vez desde que empezó este viaje podía sentirse completamente en paz. Este viaje estaba resultando más estresante que placentero. Razón de esto sería, seguramente, el hecho de que era el único que estaba prestando real atención a su entorno, a diferencia de los otros, que se encontraban en su mundo de festejos y diversión. Pero él no podía quedarse tranquilo como ellos y olvidarse de todo. No le gustaba dejar las cosas a la ligera, le costaba muchísimo relajarse. Más siendo conciente del descontrol que le esperaba esta noche. Una parte de él no quería admitirlo pero estaba completamente aterrado. ¿Y si alguno de sus amigos se embriagaba demasiado y se lastimaba? ¿Y si alguno se perdía? Después de todo no conocían en absoluto esta ciudad. Muchas eran las cosas que podían suceder y claramente Blaine tendría todos los números para encargarse de los estragos que sus amigos pudieran causar.
-Relájate de una vez Blaine Anderson- Se decía en voz alta mientras dejaba que el agua recorriera su espalda, masajeando sus tensos hombros.
Y sí, ciertamente estaba arruinándose un hermoso viaje preocupándose tanto. Quizás sí tenía que hacerle caso a sus amigos cuando le decían que no fuera tan corrector. Fue en ese momento en el que Blaine se prometió a sí mismo dejarse llevar, por una vez en la vida, aunque sea un poco.
Finalmente los muchachos se reunieron en la entrada del hostal para emprender viaje. Blaine optó por vestir lo más casual posible y abandonar por una noche el gel para el cabello. Fue una sorpresa para sus compañeros encontrarlo vistiendo unos jeans ajustados y una simple remera blanca. Aún así, no podía abandonar su estilo personal de forma tal que sus zapatos de charol y los tirantes negros eran infaltables. Sus compañeros se sorprendieron un poco ante el aspecto de su amigo y comenzaron a hacer unas cuantas bromas sobre su cabello, pero fue algo que Blaine pasó por alto. Tras esperar unos diez minutos a que todos estuvieran listos, se pusieron en marcha en busca de algún bar donde pudieran tomar algo. Caminaron al menos unas diez cuadras hasta encontrar un pub que les gustara. Se apresuraron a tomar una mesa y pedir algo de comer y, por supuesto, alcohol. Al cabo de una hora y luego de un par de brindis, los disciplinados y pulcros muchachos de Dalton Academy se encontraban totalmente borrachos, creando un escándalo increíble. Jeff, un muchacho rubio de ojos avellanas y David, un muchacho moreno, conocidos también por ser dos de los mejores bailarines del grupo, se encontraban haciendo algo parecido a una danza irlandesa mientras sus compañeros los animaban golpeando con fuerza la mesa. Seguramente la duda está en que era de Blaine ¿No es así? Bueno, había que darle crédito. Estaba en un estado muchísimo menos deplorable que el del resto de sus compañeros; sin embargo, el alcohol también había hecho acción sobre el muchacho y no podía evitar reír como un bobo y sentirse algo mareado.Aún así, todavía seguía lo suficientemente conciente como para percibir que alrededor suyo los ojos de los otros consumidores se posaban con rabia sobre los dieciséis ruidosos muchachos. Blaine había decidido relajarse así que ignoró a todas las miradas y se concentró en celebrar con sus amigos. Trent se paró sobre su silla y comenzó a dar un discurso sin fin, totalmente incoherente
-Quisiera felicitarnos a todos nosotros por este hermoso viaje, por ser un grupo tan unido, porque nuestros blazers eran realmente muy bonitos y por que cada uno triunfe en este nuevo y brillante futuro que nos queda por delante.- decía perdiendo el equilibrio cada tanto-. Quiero que sepan que los amo y que siempre serán mis hermanos y no los olvidaré jamás. ¡Jamás!
Trent no pudo terminar su discurso por que comenzó a llorar desconsoladamente. Los muchachos reían a carcajadas. Entre Nick y Jason, un muchacho alto y corpulento, bajaron a Trent de la silla, quien prácticamente cayó a los brazos de ambos dándoles un fuerte abrazo. Era una escena totalmente de locura. No fue de extrañar que, el dueño del pub comenzara a gritarles a los muchachos para que pagaran y se largaran. Blaine, al ser el único cuyo juicio todavía no fallaba, fue quien se dispuso a pagarle al crispado hombre mientras los muchachos hacían un esfuerzo por llegar a la calle sin tropezarse.
Posteriormente, cuando todos estaban afuera, comenzaron a caminar sin rumbo fijo por las calles de Ámsterdam, o al menos, eso era lo que Blaine creía, pues al parecer, había un par que sí sabían muy bien qué era lo que buscaban.
Siendo casi las doce podía apreciarse la magnitud de jóvenes de distintas partes del mundo merodeando por la ciudad tan ebrios como sus compañeros. El ruido de los bares y clubes poblados de gente y las luces de colores que se escapaban de las ventanas se mezclaban con el fuerte olor a alcohol, cigarrillo e incluso marihuana que reinaba por la ciudad. Fue ahí donde Blaine recordó las palabras de la recepcionista. "La ciudad de dos caras". Definitivamente estaba en lo cierto. Este lugar no se parecía en absoluto a aquella hermosa ciudad que podía encontrarse desde la ventana del hostal. En lugar de eso, Blaine se encontraba recorriendo un mundo totalmente alterno, donde al parecer las tinieblas y la perversión dominaban las calles. El muchacho observaba con cuidado cada detalle y no lograba decidirse si estaba completamente fascinado u horrorizado. Definitivamente esto no se parecía en absoluto a su silencioso pueblo. Nada interesante pasaba en Ohio. En cambio aquí era espectacular. Las luces, el ruido constante de los jóvenes, las parejas besándose apasionadamente en medio de la calle, los muchachos sentados en las esquinas bebiendo como locos. Cada tanto, Blaine se ponía bastante nervioso cuando encontraba alguno que otro grupo de jóvenes con algún sobrecillo, o pastillas que no reconocía. Se le cruzaba por la cabeza la idea de que alguno de ellos podría ser sus amigos. ¿Qué pasaría si alguno se le ocurría hacer algo como esos muchachos que se encontraban por ahí tirados? Aunque, honestamente, no le extrañaría que alguno - como en el caso de Sebastian- se hubiera arriesgado ya a consumir esas porquerías. De todas formas, conforme iban avanzando entre las calles, Blaine comenzaba a sospechar qué era lo que sus amigos estaban planeando. Los carteles luminosos se iban intensificando, las tiendas de marihuana, alcohol y… no tardó en descubrirlo al divisar aquel enorme cartel con una muchacha prácticamente desnuda. Ahora sí podía sentir el pánico correr por sus venas. Estaban en De Wallen.Blaine Anderson, el muchacho sumiso y correcto, se encontraba en ese preciso momento pisando la zona roja de Ámsterdam. Instantáneamente intuyó que éste no sería sólo un paseo nocturno. El muchacho, el cual se encontraba prácticamente al final de la fila, avanzó apresuradamente hacia delante, donde Nick y Jeff lideraban la marcha.
-¿Qué creen que están haciendo?- dijo Blaine intentando detener a sus compañeros, antes de sumergirse aun más en el barrio.
-¿Qué crees que hacemos?- bromeó Nick.
-Realmente no están planeando lo que creo ¿verdad?- dijo Blaine elevando el tono de su voz.
-¿Acaso tenías otro plan?- preguntó Jeff.- ¿Tengo que recordarte en qué ciudad del mundo estamos?
-¿Pasar la noche riendo con mis amigos? ¿¡En serio planean ir a buscar… prostitutas?- Blaine no podía creer que había terminado la oración. Pensarlo le parecía repulsivo. ¿Acaso sus amigos estaban totalmente locos? ¿Cómo se les ocurría hacer algo tan degradante?
-Blaine, por favor. Esto es Ámsterdam. Aquí esto es totalmente legal y nadie obliga a estas mujeres a hacer esto. ¡Seguramente hasta lo pasan bien!- interrumpió Jason tambaleándose totalmente borracho- Descuida, conseguiremos algún muchacho decente para ti.
-No pienso contratar el servicio de nadie- dijo Blaine sumamente molesto- Y me parece repulsivo todo lo que están haciendo.
- Oh, por favor; deja de ser tan rígido y disfruta un poco ¿Quieres?- Le contestó Nick riendo a carcajadas.
Los muchachos siguieron avanzando, ignorando completamente las palabras de Blaine. Podía comenzar a sentirse preocupado. Sabía que sus amigos estaban totalmente ebrios y posiblemente no estaban comprendiendo muy bien lo que querían hacer. Pero estaban hablando de prostitución. Jamás Blaine imaginó que podría encontrarse en una situación así y, definitivamente, no podría detener a toda una manda de quince muchachos de hacer lo que quisieran. Solo podía aceptar los deseos de sus compañeros y negarse él mismo a ser cómplice de aquello.
Se estaba quedando muy atrás así que apresuró el paso. Las exuberantes luces de neón rojo comenzaban a divisarse en la calle. Era señal de que habían llegado. El joven Anderson observaba a su alrededor algo que quizás sus ojos nunca imaginaron ver. Decenas de casas clásicas armadas con enormes escaparates rojos que dejaban ver a las centenares de bellas mujeres. Había de todo tipo: rubias, morenas, pelirrojas, altas, bajas… todas desfilando en sus limitados recintos como si fueran piezas de alguna exhibición. No podía negarlo, por más que estuviera totalmente en contra, aquello era impresionante. Era imposible no quedar ofuscado por la magnificencia de aquel escenario. Blaine giró la vista para mirar del otro lado. En eso su mirada se detuvo. Sebastian estaba alejándose del grupo con un muchacho rubio unos años mayor que él.
-¡Sebastian!- Gritó Blaine.
El muchacho no escuchó y siguió su camino hablando con su nuevo acompañante. Blaine suspiró exasperado. No, en realidad no tenía por qué preocuparse. Se trataba de Sebastian. Si había alguien en ese grupo que sabía cuidarse solo, era él. Contrario era el caso de Trent a quien Blaine, con ayuda de David, tuvo que asistir antes de que cayera a merced de "una de esas mujeres ". Los muchachos apartaron al muchacho del escaparate de aquella dama antes de que pudiera meter al inconciente chico dentro de su "oficina". Trent había sido salvado pero aún así, no había mucho más que Blaine pudiera hacer. Conforme pasaba el tiempo, sus amigos iban desapareciendo minuto a minuto tras los escaparates. El muchacho no podía evitar sentir repugnancia y unas tremendas ganas de vomitar; aunque, seguramente, eso se debía al alcohol.
Pasados unos veinte minutos de transitar por el rojo vivo, solo Nick, Jeff, Trent y Blaine permanecían en la calle. El resto de los muchachos ya había encontrado qué hacer. El lugar, a los ojos de Blaine, había perdido el brillo inicial. Ahora sólo veía rameras deslizándose y presionando sus pechos contra las vitrinas. Era totalmente detestable.
No podía evitar sentir curiosidad ya que, Nick y Jeff miraban con detenimiento los carteles a su alrededor sin hacer caso a todas las mujeres que ofrecían su servicio.
- ¿Qué se supone que están buscando?- Preguntó Blaine un poco malhumorado.- ¿Acaso no quieren acostarse con una muchacha cualquiera?
- ¿Por quién nos tomas, Blaine?- preguntó Nick con una sonrisa en el rostro
-Somos todavía muchachos decentes y, a diferencia del resto, buscamos un poco de calidad ¿Sabes?- comentó Jeff - Mi primo estuvo hace un año aquí. Obviamente pedí asesoramiento sobre un buen lugar para hacer esta clase de cosas.
-Además, seguramente te gustará.- agregó Nick- Al parecer en este lugar hay muchachos para ti. Debe de ser uno de los pocos lugares ya que no es muy común que los hombres se…
-Ya te he dicho que no pienso ser participe de esto. Me quedaré afuera cuidando a Trent hasta que ustedes… terminen lo suyo.- respondió Blaine.
-No vas a negarle un poco de diversión al pobre ¿O sí?- preguntó Nick.
-¿¡Acaso no ves en qué condiciones se encuentra?- dijo Blaine señalando al mareado muchacho que se tambaleaba de un lado al otro- ¡No voy a dejarlo hacer nada en estas condiciones!
-Aguafiestas- susurró Jeff riéndose del muchacho.
Blaine no prestó atención a lo que sus amigos decían. No caería en eso.
Caminaron por lo menos cinco minutos más hasta que Jeff comenzó a saltar de alegría y a zarandear a Nick.
-¡Es aquí! ¡Es aquí!- exclamó entusiasmado.
Los muchachos se detuvieron frente a una casa antigua cuyos escaparates, a diferencia del resto, poseían una fuerte luz rosada. Un cartel de madera cubierto con luces sobresalía. En él se podía ver claramente, brillando en neón, el dibujo de una rosa perdiendo sus pétalos. El lugar se llamaba "De verwelkte roos", lo que traducido sería "La rosa marchita". Blaine pretendía encontrar el doble sentido de la frase pero el significado sólo empeoraba a cada intento. Los escaparates, a diferencia de los otros locales, no poseían una puerta delantera. Al parecer, la única forma de conseguir el servicio era entrando al edificio. De todas formas, podían apreciarse desde las vitrinas a las bellas muchachas que este burdel poseía. Nick y Jeff corrieron hasta el "mostrador" para observar a los "productos". Blaine, de mala gana y sujetando al pobre Trent, quien no parecía sentirse muy bien, se aproximó con lentitud. Blaine observó el escaparate central. Era del doble de tamaño de uno normal y podía apreciase una muchacha rubia y otra de una tez bronceada y de un hermoso cabello azabache, dando un espectáculo de baile bastante alucínate. En el segundo nivel, se encontraban otras muchachas, aunque era un poco más difícil distinguirlas por la altura. Fue cuando Blaine deslizó su vista hacia la derecha que todo, que absolutamente todo lo que creía conocer cambió para siempre. A veces es muy gracioso como la vida nos juega malas pasadas y se burla de nosotros. Y, en el caso de Blaine Anderson, acaba de hacerle un chiste realmente muy malo. Había encontrado frente a sus ojos lo que seguramente sería la criatura más fascinante que hubiera visto jamás. A pesar de lo andrógino de su figura, se trataba claramente de un muchacho. Aún así, no era muy difícil confundirlo con una mujer. Como vestimenta solo llevaba unas bragas celestes de satén con puntilla blanca, unas ligas y unos zapatos de tacón que hacían juego con las bragas. Si no fuera por su perfección casi angelical, Blaine hubiera pensado que esa vestimenta afeminada era casi grotesca. Pero era imposible. Con unas facciones tan delicadas, y una piel como porcelana era imposible que algo le quedara mal a ese individuo. Quizás, lo más deslumbrante de todo, eran sus ojos. Una mirada azul que con arrogancia, observaba a Blaine con superioridad. Era como si de alguna forma, el joven de la vitrina supiera que lo tenía completamente hechizado. Sólo lo miró por una fracción de segundo antes de continuar con su trabajo. Blaine se sentía totalmente afortunado de ser la única persona frente a la vitrina que pudiera disfrutar del maravilloso espectáculo que aquel joven le estaba proporcionando. Sus poses eran sutiles pero efectivas. Claramente no necesitaba exponerse demasiado para tener a sus clientes a su merced. Bastaba con solo una mirada para tenerlos donde los quería. Entonces, Blaine Anderson se percató de que estaba experimentando la más primitiva de las necesidades de cualquier hombre, aquella que, en este momento y en este lugar, para él era considerada uno de sus principales tabúes: Deseo.
Jeff y Nick se mataban de risa mirando como Blaine se había congelado ante la magnificencia del muchacho.
- Vamos, entremos de una vez por todas- dijo Jeff sin pensarlo dos veces.
Blaine volvió a la realidad y separó su vista del escaparate. Esta vez estaba totalmente aturdido como para poder ayudar a Trent. Era como si al fin los efectos del alcohol hubieran actuado y lo hubieran atontado completamente. Nick y Jeff ayudaron a Trent mientras que Blaine tomó la iniciativa de ser el primero en entrar al lugar. No entendía por qué, pero algo lo estaba impulsando. Algo lo motivaba a sumergirse en el interior de este edificio.
El lugar tenía una pinta totalmente clásica por dentro, con suelo de madera y muebles estilo ingles. La luz era tenue pero agradable y las paredes estaban cubiertas por un empapelado con un diseño en verde y amarillo. En el mostrador, una mujer de cabello castaño, que parecía estar cerca de los cuarenta años sonrió al ver entrar a los muchachos.
-¿Que es lo que buscan?- Preguntó la mujer sin rodeos.
-Cualquiera de las muchachas que esté en la vitrina, da igual- de adelantó a contestar Nick.
-Oh, y si pudiera hacer algo con nuestro amigo… ha bebido de más- Señaló Jeff al pobre Trent que yacía sentado en el suelo.
La mujer miró disgustada al chico.
-Esto no es un hotel para pasar la noche- Comentó la mujer rubia.
-Déjamelo a mi –dijo una voz.- Puedo lidiar con este.
La muchacha de cabello azabache del escaparate central, había abierto la puerta trampa que daba contra la calle, haciendo su aparición por detrás del mostrador.
-Como quieras- respondió. Al instante la mujer dio un silbido y una muchacha rubia y otra de cabello castaño aparecieron al instante.- encárguense de estos dos caballeros.- declaró señalando a Nick y a Jeff.
Cada una de las chicas tomó a uno de los muchachos y desaparecieron por distintas direcciones. Blaine se percató tarde de que había quedado solo frente a frente con la mujer.
-¿Y bien? ¿Tú qué deseas muchacho?- Preguntó con suavidad.
-Oh, no, no, no. Yo no… es decir… en realidad- Era lo único que Blaine podía contestar.
Los ruidos que se oían por toda la casa y aquel extraño olor que el lugar despedía, reconcentraban al muchacho y lo imposibilitaban de armar una respuesta coherente.
Al menos hasta que él apareció. Otra de las puertas secretas que daba a los escaparates se abrió detrás del mostrador. De allí, el hermoso muchacho de la vitrina apareció ante los ojos de Blaine. Tomó una pequeña toalla que yacía sobre un estante y comenzó a limpiarse el sudor del rostro. El joven miró con sus intensos ojos claros a nuestro chico de cabello rizado. Fue entonces cuando nuestro protagonista dijo algo que jamás pensó podría cruzársele por la cabeza ni en sus sueños más alocados.
-A él. Lo quiero a él- Señaló Blaine al muchacho quien no parecía muy sorprendido de la respuesta.
Su corazón latía muy fuerte. ¿Acababa de hacer lo que creía que había hecho? ¿Había solicitado el servicio de este chico, a pesar de que aquello iba estrictamente en contra de sus principios? ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo se le había ocurrido cosa semejante? ¿Acaso todo esto era obra del alcohol? Quizás lo que la recepcionista, Anika había anunciado era cierto. Fue entonces que el sumiso, respetuoso y correcto Blaine Anderson comprobó que, a lo largo de este viaje, debería enfrentarse a una de las realidades más peligrosas de toda su vida: La ciudad de las dos caras, realmente puede provocar cambios inimaginables en las personas.
