La Divina Forma Humana

By L.S.T.P


DISCLAIMER: Ninguno de los personajes me pertenece. (a excepción de Mary Shelly)

ADVERTENCIAS: ESO ES SLASH. CONTIENE VIOLENCIA, MALAS PALABRAS Y TEMAS FUERTES. SI NO TE GUSTAN ESTE TIPO DE COSAS POR FAVOR REGRESA. GRACIAS.


La oficina en donde se encontraba no era pequeña, para nada. A decir verdad era mas bien espaciada, pero nuevamente tal vez solo parecía que era así gracias a la falta de mobiliario. Las paredes estaban pintadas de un rosa pálido, lo que era un gran descanso para sus ojos, tanto blanco no podía ser sano. Con esto en mente sonrió, quien había dicho algo sobre estar sano.

La mujer delante suyo encendió la grabadora de mano y dio un leve asentimiento. Dudó un momento o dos antes de empezar a hablar, no importara lo que dijera estaba condenado. Pero una ultima confesión no heriría a nadie, ademas llevaba días sin hablar. Sería mejor intentarlo de nuevo, después de todo, una vez aprendido como andar en bicicleta...

" Pocas veces he hablado con la verdad, tanto a mis seres queridos como a los que no. Y estaría sorprendida de enterarse de que miento mas a la gente que aprecio que a la que no. Obviamente esto no significa que con mis enemigos sea honesto, no señor. Pero es complicado, veràa la gente que odio les miento para herirlos y lo hago tan desapasionadamente como cualquier vendedor frustrado tratando de engañar a un comprador primerizo. Un deber, tan simple como eso.

Pero la cosa cambia cuando le miento a gente que le tengo cierto afecto, por así decirlo. Yo les miento con el alma, les creo una realidad en la que se sienten a gusto, les pinto casas y colores inexistentes con tal de hacer que me correspondan. Me fascina volverme el centro de atención y veneración en diferentes ojos. Me gusta ser admirado por muchos, idolatrado por otros y en unos limitados, pero apreciados casos, realmente amado. Llámeme narcisista si quiere, pero no puedo cambiar la manera que soy. Y si pudiera no lo haría.

¡Pero que demonios hago! Me he puesto a parlotear olvidando presentarme. Pero antes de hacerlo me gustaría disculparme por esta falta de cortesía. Realmente no sé en donde tengo la cabeza últimamente. Mis más sinceras disculpas. Pero basta ya de palabrería que debe saber quien soy.

Saboreo unos minutos la confusión de la doctora. Llevaba años tratándole, por supuesto que sabia su nombre. Sin embargo continuo como sin nada. Fijó su atención en la yugular de la doctora, estaba nerviosa, que agradable noticia.

¿No adivina quien soy yo? No la culpo, hay veces que ni yo mismo me reconozco. Pues bien, soy Draco.

¿Qué? Le sorprende que no use mi apellido para presentarme. Debo confesarle que incluso a mí me suena extraño. Pero últimamente todo esta de cabeza: mi vida, mis metas, mi futuro e incluso mis prioridades han cambiado de una manera en que ya no sé si lo que hago es realmente hecho por mí y no por él..."

Draco detuvo su incesante cháchara, su figura blanca y acabada se estremeció y los ojos grises, siempre ausentes, parecieron obtener una emoción, el miedo, antes de perderla y volver a su aparente calma. Continuo hablando:

"Pero basta ya de lamentaciones, realmente no me quedan. Dejare de dar tantos rodeos y empezare a contarle mi historia.

En esa época todavía estabamos en guerra. Las tropas de Dumbeldore y Voldemort estaban en constante batalla. Era mi septimo año en Hogwarts y era tan estúpido como uno se puede permitir ser cuando se sabe hijo de alguien 'importante' "

El relato fue interrumpido por su propia risa de burla, que terminó sonando mas como un sollozo. Sin embargo el rostro pálido no reflejo ningún rastro de dolor o pesar.

" Estabamos todos desayunando en el gran comedor, que se encontraba notoriamente más callado. Pero esto a mí no me molestaba, sabia cual era la razón de ese tenso silencio. Y hasta cierto punto esta situación me divertía.

En estos días se temía a las lechuzas negras. Pero no me mal interprete, no les temíamos porque fuéramos supersticiosos o algo parecido, la razón por la que les temíamos era mucho más trascendental que un simple mal augurio. Era costumbre, entre los magos, mandar notificaciones de fallecimientos a través de lechuzas negras y con la presente guerra por lo menos una llegaba cada semana, tanto para Slytherin como a las demás casas.

Ese día una lechuza negra voló por entre el gran salón, pasó por la mesa de Slytherin y se paro frente a mí. Me miró con ojos atentos, como si estuviera evaluándome, para después alargar una pata. Esta traía un pergamino enrollado, recuerdo que dude uno o dos segundos antes de tomar el pergamino entre mis manos. Lo abrí aun sin saber que pensar o que sentir exactamente. Era tan extraño, sabia que esto realmente estaba pasando pero era como si estos sucesos pasaran ante mí en una pantalla. Tan solo formaban un conjunto de imágenes frías y estériles.

El pergamino era común, como el que usa cualquier estudiante en Hogwarts. Lo desenvolví cuidadosamente, el leve crujido que hacia el papel al desdoblarse y los latidos de mi corazón eran lo único que registraba como sonidos exteriores. Hacia mucho tiempo que había dejado de respirar.

La Crueldad tiene un Corazón Humano,

los celos un Rostro Humano,

el Terror la Divina Forma Humana,

Y el Secreto el ropaje humano.

Deja de ocultarlo Malfoy, estas muerto. ¿No lo sabias?

Acababa de leerlo cuando el pedazo de papel estallo en llamas, quemándome ligeramente las palmas y las yemas de mis manos. Poco yo sabia de lo cruciales que serian esas palabras para mi vida.

Allí estaba yo a los 17 años, leyendo algo que ni siquiera ahora puedo comprender del todo. ¿Sabe? Dudo que algún día lo haré. Como sea, todos me miraban, pero yo estaba aislado, mas como congelado. Y mis amigos pedían respuestas, y yo para variar no tenia ni una.

La enfermera, de quien nunca me moleste en aprenderme su nombre, me dio un ungüento para la piel y me mando de regreso a clases. Y así lo hice, pero mi cabeza estaba muy lejos del profesor de historia. Muy lejos.

Sí tan solo hubiera puesto mas atención, pero sabe las cosas nunca funcionan de la manera que uno quiere. Por lo menos puedo decir que investigue. Arrincone a estudiantes, extorsioné, hice de todo, pero solo quede en las mismas.

Pasaron los meses y yo ya había aprendido a olvidarlo, no, no a olvidarlo. Mas bien lo había amontonado en un rincón de mi mente, en ese mismo rincón de la cabeza donde uno colecciona todos sus malos momentos o recuerdos.

El ultimo día de clases lo recordé de pronto mientras dormía. Nunca supe como, pero si el porque. Desperté empapado de miedo y fui ahí cuando él llegó."

" ¿ÉL?" La voz femenina cortó el aire. Era un error, como las plantas de los pies que se aferran al piso al caminar, sin saber que para avanzar uno debe de olvidarse de la existencia de este " ¿A quien te refieres con "él", Draco¿Le conoces?" La doctora presiono. Su voz intentando ser calmada y neutra, escondiendo sin éxito su mórbida curiosidad.

El rostro del hombre de blanco se distorsiono, la angustia deformo sus facciones. Un ataque de histeria que no llego a su colisión. Mas su risa rica y febril inundó el cuarto. Las cuatro paredes inmaculadas fueron cómplices y reflejo de la blancura de sus dientes.

" ¿Si le conozco¿Me pregunta si le conozco¡Mon Diou, seria como si yo le preguntara si se conoce a sí misma!"

Mary Shelly, graduada y reconocida psiquiatra, no pudo evitar la sorpresa ni el quejido que escapo de sus labios cuando su interlocutor fijó sus vacíos ojos en ella. Cuatro años llevaba con este caso y su paciente, Draco Black, nunca le había visto a los ojos. Mary Shelly hubiera querido que esto siguiera así. Claramente Mary Shelly no era una persona con suerte.

El rubio tomó a la mujer por sorpresa, por segunda vez, cuando continuo hablando. Su voz flotaba por el cuarto segura y arrogante, nada parecida a la de los demás enfermos que se atendían en esa clínica. Mary tomó la pluma de su escritorio y garabateo rápidamente en su carpeta "distorsión de personalidad" justo antes de fijar de nuevo su atención en el hombre sentado justo del otro lado de su escritorio.

" Él llegó... no, no. Él ya estaba allí" La voz se quebró y lo ultimo fue un grito agudo.

Mary Shelly respingó aturdida, la voz del hombre había perdido toda sintonía. Ahora era un conjunto de volúmenes y tonos inverosímiles.

" Él siempre esta primero que yo" Ira, reprimida y caliente salía de su boca. Gruñidos y maleficios y las plumas de su escritorio estaban moviéndose y Mary no sabia que hacer. Un titulo no te daba todas las respuestas.

Temerosa se levantó de su silla y observó a la criatura enferma que luchaba contra su camisa de fuerza. Lanzando mordidas al aire y escupiendo a calumniadores invisibles. El caballero frío y cortante había desaparecido de nuevo, dejando la bestialidad de emociones que ahora se encontraba sentada en su oficina.

Mary siempre había sido inteligente, como sea, esto no era lo que hoy la hacia una psiquiatra con éxito, no. Una de sus características, porque la doctora Shelly exigía estrictamente que esto no fuera llamado una cualidad aun cuando muchos lo creían, era su falta de reacción. Es decir, Mary Shelly a sus 42 años lo había visto todo. Nada la tomaba fuera de guardia, nada era demasiado para ella.

Aun así...

Aun así, Draco Black lograba incomodarla. No era su brutalidad, porque Mary había tratado a personas mucho más violentas y mucho mas fuertes. Draco Black no media mas de un metro setenta y cinco y su físico era delgaducho e inconsistente. Lo que le incomodaba a Mary Shelly sobre este paciente, y se lee incomodaba por falta de un mejor adjetivo y porque simplemente la doctora Shelly no le temía a nada, era su cordura o falta de ella.

La psiquiatra Shelly no estaba segura de cómo catalogarlo si como cuerdo y sano o si ponerlo en estatus de completamente loco. Y aquí venia la parte que más le incomodaba, Draco Black le hacia dudar de su propia cordura. Eso era lo que más le incomodaba, y era algo que nunca perdonaría.

El ataque duró poco, pero había tomado su mella en el paciente. Su cabello largo y marchito enmarcaba un rostro demasiado crudo. Algo increíblemente bello y crudo. Los ojos grises pestañearon, una, dos y tres veces antes de posarse de nuevo en la mujer frente a él.

" Continúe por favor señor Black...

" Mi apellido es Malfoy doctora, creo que ya había puesto en claro ese asunto" Su dentadura blanca y turbada hizo aparición de nuevo.

Las manos de la doctora empezaron a sudar. Con este paciente todo se trataba de intimidación y poder, todo. Hizo su mejor esfuerzo por aparentar aplomo, pero la imagen del enfermero novato cubierto de sangre no pudo ser suprimida. Hacia dos semanas Draco había atacado al nuevo aspirante de enfermero mientras este le llevaba la comida.

Lo más intrigante de la situación era que nadie sabía como es que había logrado sacarse la camisa de fuerza. Pocos estaban enterados de estos detalles, pero el enfermero no presentaba ningún tipo de herida, ni tampoco se había encontrada un arma o sangre entre los dedos del paciente, tampoco que todo lo que había podido decir el enfermero antes de desmayarse era gritar Malfoy...

De no haber sido por el Señor Evans...

Draco Black, aparentemente satisfecho del efecto que había tenido en ella siguió hablando. Mary podía jurar que el cuarto olía a su propio miedo, y se odió por ello.

" Él estaba allí, sentado en mi cama. Mi primera reacción fue buscar mi varita, pero al intentar abrir las cortinas de mi cama y tomarla de mi buró descubrí que estaban cerradas, él las había hechizado. Me miraba y en ese momento lo supe. Recuerdo que dije algo totalmente estúpido, algo así como¡Fuiste tu!

Él me sonrió y se acerco un poco mas a mí, lentamente extendió su mano y tomó mi brazo derecho. Obviamente yo aun estaba demasiado sorprendido como para reaccionar, gritar o golpearlo. No que me hubiera servido de nada, a decir verdad yo era completamente descuidado y demasiado confiado en la protección de mis amigos, en un enfrentamiento cara a cara no era tan difícil hacerme polvo.

Sus manos se sentían demasiado calientes y sus ojos verdes demasiado fríos. Algo estaba mal, lo sabía. Pero sus dedos eran ágiles y ya habían logrado desabrochar la manga de mi pijama. La sonrisa se congeló, y su rostro se volvió amargo. Rasguñó mi piel y sus uñas dejaron trazos rojos en mi piel y aun así yo no me movía. Y él se estaba desesperando y yo... "


Este es un fic un tanto diferente a lo que escrito antes, aun así me divertí mucho. Tenia tiempo que no subía algo, pero en estas vacaciones me inspire y decidí escribir algo. Espero les guste, los comentario son siempre apreciados. (2145)

L.S.T.P