Coincidencias.
Capitulo 1: Familia.
Refunfuñó pegando más su sudada espalda al respaldo del sillón del auto. Aún disgustado por la decisión de sus padres, y el sofocante calor que se respiraba en la carretera.
Un brazo igual sudado, se pegó al suyo de pronto, mientras una cabellera espesa, le cosquilleó el rostro, cuando el peso de su hermano resbaló hacia él.
-¡Quítate zopenco! –el grito vino aunado a un empujón que lanzó al muchacho adormilado hacía la puerta derecha del vehículo, provocando un golpe que sonó seco, cuando la cabeza blanquecina de su hermano chocó con el marco de la ventana.
-¡Estate quieto! –gritó el padre alterado, volteando medio rostro y apretando con más fuerza el volante del automóvil. Sus nudillos blancos le hicieron entender a la mujer junto a él, que tenía que intervenir en ello.- ¡Ya bastante tengo con ver tu carota en el retrovisor haciéndome gestos!
-Calma, calma...hijo, por favor, no seas tan brusco, tu hermano sólo se recargó en ti cuando se quedó dormido, no fue su culpa.
El moreno bufó por lo bajo, escuchando como defendían a su hermano. Milagro que su loca hermana estaba dormida con los audífonos puestos, si no, hubiera tenido que escuchar también su perorata.
El tierno albino se desperezó un poco, y se abanicó con la mano, pidiéndole perdón de una manera muda, que el aceptó volteando el rostro.
Y es que no podía evitarlo. Las cosas siempre eran así.
Bostezó entonces, bajándose del asiento, acostándose tendidamente en el piso del auto, al menos ahí podría dormir (aunque acalorado) sin que nadie se quejara de los gestos de disgusto que hacía.
Cerró los ojos tratando de sentirse placido, más un cosquilleo en la nariz le hizo abandonar toda la esperanza de continuar en paz.
-Lo siento, no quería que te regañaran –La voz siempre dulce de su hermano, le endureció el rostro un momento -. No me mires así, que no ha sido mi culpa concientemente.
-Cá-lla-te.- Silabeo de manera arrastrada, entrecerrando los ojos. Tratando de girar la cabeza, pero los pies de su hermana lo impidieron.
El albino le miró con su mejor cara de cachorro regañado, a sabiendas que eso desarmaba al muchacho siempre que se enojaba con él. El moreno cerró los ojos para no verlo, pero sintió la mirada constante de su hermano en él, de esa manera tan suplicante en la que siempre lo hacía.
Suspiró –Está bien, acepto tus disculpas –Le vio sonreír encantado -. Pero ya quita esa cara de mascota abandonada, que no sirve conmigo.
-Claro que sí. –canturreó suave el de apariencia más infantil.
-Claro que no. –Se defendió el otro, con su mejor cara de indiferencia.
-Que sí.
-Que no.
-Que sí.
-Que no.
-Sí.
-No.
-¡Cállense los dos, con un carajo! –ambos chicos no tuvieron que voltear, para saber que su padre estaba más exasperado. Resoplaron, y decidieron dejar la pelea para después.
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-Déjenme entender –La voz sulfurada de un muchacho, intentó mostrarse calmada –. Dicen que nuestros tíos vendrán a vivir con nosotros ¿correcto?.
El padre asintió, recargándose más en una silla de la cocina, donde se llevaba a cabo aquella reunión familiar.
-Y que es obvio que vendrán con nuestros primos –El hombre nuevamente asintió –. Además de que ya los han inscrito a nuestra escuela, y a parte, nosotros tendremos que cuidarlos mientras se acostumbran a la ciudad.
Ahora era la madre quien asentía, mientras uno de los hermanos del albino, el mayor de todos, miraba impávido aquello, como si no le importara. El moreno más pequeño sólo miraba con hastió a sus padres, ante las observaciones de su hermano.
-¡¿Se han vuelto locos?! Yo no tengo tiempo para ser niñero de nadie, además que no me agrada la idea de compartir MI casa con unos extraños.
Su madre, con aquellos tan encantadores ojos avellanos, ahora llenos de diversión, comenzó a reírse de su hijo, con una superioridad impresionante. Luego de eso, levantó un dedo, en señal de conteo –Primero –dijo enumerando -, no te estamos preguntando si quieres o no cuidarlos, te hemos dicho que LO HARAS. Segundo, Esta no es sólo TU casa, y si por lo menos ayudarás más de vez en cuando a recoger las cosas que dejas tiradas, y limpiaras el piso como se te dice, entonces NO tienes DERECHO a reclamarla como TUYA ni quejarte.
Los ojos del albino, miraron con furia a la mujer, como si quisiera fulminarla con su mirada más amenazante y asesina. La mujer ni miedo mostró ante aquel gesto tan... ¿Cómo le llamaba? ¡Ah, sí! Infantil de parte de su hijo.
-Además –continuó la mujer -. Ésta casa nos la heredó tu abuela a tu tía y a mí, así que yo decido que se hace con ella, y quien vive en ella.
El albino no tuvo otro remedio más que refunfuñar. Hundiéndose lo más posible, con los bazos cruzados sobre el pecho, en la silla del comedor.
-No peleen más y clámense un poco –La voz del padre hizo acto de presencia. -¿A que hora llegarán?
Sae, que era el nombre de la madre, parpadeó viendo su reloj un momento, mientras hacía cuentas en su cabeza. Si de Akihabara a Domino, eran por lo menos ocho horas, y su hermana le había llamado por teléfono para avisar que ya estaban en camino por ahí de las diez de la mañana, y ahora eran las 3:53 p.m, eso indicaba que faltaban escasas tres horas con siete minutos, más la media hora que se tardaba uno en llegar de la entrada de la ciudad a la parte de la misma donde ellos se encontraban, sumando también los cinco minutos que tardarían en encontrarla. Eso le dejaba un tiempo aproximado de tres horas con cuarenta y dos minutos.
-¡Por Kami-Sama!- Se levantó ella con la rapidez de un rayo – ¡Llegaran en 3 horas con 42 minutos!
El chico Blanquecino rodó la vista con ironía, por algo conocía bien a su madre, y su terrible afición por hacer cuentas exactas, referente al tiempo.
-¿Y qué que lleguen en ese tiempo? –murmuró aún enojado, su madre sonrió con sorna, tómadole del brazo.
-Gracias por ofrecerte, hijo, no he hecho las compras de la despensa ni la cena de Bienvenida. Ahora tendrás que acompañarme.
El muchacho casi se cae de espaldas, si había algo que realmente odiara; era el ir de compras a solas con su madre.
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-Bien, ahora da la vuelta en esa esquina, amor.- Una mujer, igualmente albina como su hijo más tierno, señaló la esquina en la que debían doblar, su esposo, así lo hizo, buscando la casa con la vista.
El sol ya se estaba ocultando, y ya estaban a punto de dar las siete. Siguió yendo recto con el auto, hasta que su esposa le indicara donde más dar vuelta.
-Allá, a la derecha, da vuelta. –Volvió a señalar la mujer, mientras él seguía su indicación. Y apenas doblo en aquella ultima esquina, una enorme casa se irguió ante ellos.
Bueno, en realidad no era una mansión, ni mucho menos, pero si era una casa mucho más grande que la mayoría de las que estaban ahí, rodeándolos. Con un estilo muy raro entre oriental y occidental. Con una hermosa barda de piedra gris y ostentosa puerta con motivos de dragones japoneses y leones ingleses.
Al hombre le entraron ganas de reír, recordando a sus difuntos suegros. Tan cómicamente diferentes, como era posible.
Su suegra, una mujer alegre y enormemente servicial, hija de buena familia por lo que tenía entendido, con unos ojos castaños vivaces aunque rasgados, que tenía una dulce voz y disfrutaba de la jardinería y todo lo relacionado a arreglos florarles, además de ceremonias del té y todas esas cosas que las tradicionales mujeres japonesas sabían apreciar.
Su suegro, por otro lado, un hombre recto de principios muy bien cimentados, agradable, aunque rara vez bromeara con cualquiera. Embajador Ingles en la embajada situada en Domino City. Apasionado por las artes y la cultura. Con aquellos enormes ojos verdes y fríos, mas con una pequeña chispa brillando en ellos, cada vez que miraba a su esposa o a sus hijas. Si mal no recordaba, adorador y experto del esgrima y la equitación.
Mundos diferentes unidos con amor para formar a las criaturas más hermosas de todas las ninfas, diosas o musas que jamás hubiera visto nunca. Su esposa y su cuñada.
Salió del recuerdo, aparcando el auto, cuando su mujer le tocó el brazo tratando de calmarse. Era obvio que aquella casa le traía recuerdos gratos de la infancia en la que vivió en ella.
-Bueno chicos, bajen del auto, hemos llegado. –hablo el hombre, con mejor animo.
-Eso es obvio papá.- Su hijo moreno le ironizó, y el hombre trató de no enojarse.
Las puertas de la casa se abrieron de par en par de pronto, dejando ver a otra mujer albina, parada junto a un hombre moreno de cabello rubio cenizo, como el sujeto que bajaba del auto.
Un grito de emoción salió de la garganta de ambas señoras, corriendo a abrazarse mutuamente, los hombres se acercaron y también se abrazaron, de una forma menos eufórica, claro, pero igual cariñosamente.
Los chicos se bajaron del vehículo, y miraron la escena un tanto fastidiados, dándose cuenta entonces, que aún junto a la puerta, había tres personas, mirando igual de fastidiados que ellos, mas no podrían verse claramente, por la escasa luz que los faroles les prodigaban.
Las hermanas se calmaron y la residente, invitó a pasar a todos, abrazando ahora a su cuñado.
-Pasen, pasen, con confianza, que ahora está es su casa.
Todos entraron, los adultos hablando de anécdotas pasadas, los muchachos mirándolos con vergüenza.
De pronto, una de las albinas se detuvo en seco, asustando a su hermana, esposo y cuñado -¿Qué pasa Sae?
-Olvidamos presentar a los chicos.- Los adultos se llevaron una mano a la cabeza, acertando en que tenía razón, para luego mirar a sus hijos. Los 6 muchachos estaban ahí, mirándolos indiferentemente.
-Niños – Comenzó la dueña de la casa, refiriéndose a sus sobrinos, mientras señalaba a sus hijos -, ellos son Odion –señaló al mayor, que tendría por lo menos unos 19 años, con cabello largo, ojos entre verdosos, cafés y dorados; moreno y con un cuerpo imponente, este se inclinó con reverencia, cubriendo parcialmente su rostro con su flequillo, mientras las luces de la casa y la calle comenzaban a encenderse. La mujer señaló al siguiente, un chico albino, con una mirada castaña endurecida, cuerpo algo atlético, su cabello era sedoso, aunque algo encrespado -. Él es Bakura –el chico desvió la vista algo hastiado, seguro de que pronto recibiría una reprimenda de parte de su fastidiosa madre, más la mujer le puso poca atención, señalando entonces a su otro hijo, un chico con mirada violácea, su cabello era de color rubio cenizo que le llegaba más allá de los hombros, su piel morena, al igual que la de su hermano mayor, con su cuerpo, igual de delgado y fornido, como el de su hermano Bakura –. Y él es Malik. –este ultimo, tampoco hizo reverencia.
Sana, la otra hermana, entonces sonrió, señalando a su hijos. –Esta encantadora damita de aquí, es mi hija Ishizu –Se acercó a su hija, sujetándolo cariñosamente de los hombros, la joven hizo una reverencia muy cortes, dejando correr por su espalda su cabello sedoso, liso y negro, que brillaba con destellos tan azules como sus ojos. Su piel morena era hermosa, y lo era más, entallada a ese cuerpo esbelto que la chica poseía, era muy atractiva y se veía bastaste madura para los 18 años que se cargaba encima. La madre entonces se movió, acercándose a su hijo moreno, colocando la palma en su hombro desnudo, gracias a la playera sin mangas que llevaba, sus ojos violetas se centraron al frente, enarcando un poco la ceja. Su cabello era rubio cenizo, igual al de su primo, sólo que más despeinado – Este muchachote es Mariku –sonrió Sana y luego acarició los blancos cabellos del ultimo chico por presentar, sus ojos cafés se centraron en todos, haciendo reverencia mientras daba las buenas noches –Y este es Ryou, el más pequeño de todos.
Mariku bufó ante las palabras de su madre, su "pequeño" hermano albino, era unos minutos más grande que él.
La luz del patio se prendió y fue entonces cuando Bakura y Mariku miraron a todos con asombro, sus hermanos parecían las copias casi exactas de sus primos.
Cierto era, que se conocían de hace muchos años, según les habían dicho sus madres y padres, pues vivían en la misma ciudad cuando ellos eran bebés, pero era lógico que no se recordaran, no cuando la ultima vez que se habían visto, era cuando tenían un año de haber nacido. Jamás hubieran creído que el parecido era tan extenso.
En cambio Ishizu, miraba a su primo Odion, casi con reseño, ella no había sido tan pequeña, como para olvidar del todo las visitas a esa casa, 3 años ya era edad suficiente para recordar, y lo que nunca olvidaría, sería al pequeño niño de cuatro años, jalando sus trenzas sin cesar, mientras se burlaba de ella.
Resentimiento de chiquillos, pero resentimiento al fin.
-Ishizu, hija, entra que te helaras afuera.
La muchacha regresó y entró a la casa, sonriendo con falso respeto.
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La cena había estado… Aceptable. Claro, si quitaba las platicas de aburridas, el bochorno de no haberse bañado desde hacía ya bastantes horas, las preguntas tontas de sus tíos (¿cuántos años tienes? ¿Qué te gusta hacer? ¿Cuál era su comida favorita?), y los ojos de sus primos puestas en ellos como si de bichos raros se trataran.
-Mariku...- el aludido volteó a ver al chico que descansaba en el futón vecino, el moreno desvió su vista rápidamente a su hermana mayor, apreciando que se encontraba profundamente dormida(con media pierna descubierta fuera de la sabana), eso le indicaba que podría hablar bien con su hermano sin temor a nada.
-Dime, baka.
El albino hizo un puchero ante el sobre nombre nada cariñoso con el que le había hablado su hermano, pero después optó por no prestarle importancia –Este lugar me da mucho miedo.
-A mí también.
-¿Has visto a Malik? Es una copia semi perfecta de ti. Podrían pasarse por espejo ambos y nadie lo notaría.
-Y Bakura, es tan parecido a ti, que no puede creerse.
Ryou se encogió sobre si mismo, haciéndose ovillo en el futón, recordado la vívida semejanza. Suspiró hondamente, tragando un grueso grumo de saliva que se le había formado en la boca, tratando de tragarse con él, la duda que tenía desde que había hablado con su hermano en el auto.
Mariku se acomodó boca arriba con los brazos cruzados bajo su cabeza. En verdad, aquella casa era tétrica.
Ahora sabía más que nunca, que las coincidencias le asqueaban cuando se presentaban en conjunto, cual banco de peces.
Cerró los ojos, dispuesto a dormir al fin, pero la voz de su congén se lo impidió nuevamente.
-¿Qué le pasó a tu otro arete, Mariku?
-Nada. –Susurró levemente.
-¿Seguro?
-Sí.
Sus parpados volvieron a la oscuridad, buscando la paz del sueño, y cuando por fin hubo estado en calma una sorpresa le obligó a despertar.
-¡Ahh! –gimió de pronto, un peso estaba colocado encima suyo, de una manera delicadamente aplastante, mientras unas manos levantaban desesperadamente la playera de su pijama, dejando su pecho descubierto -¿Pero qué...-No le fue permitido proseguir con la pregunta, unos dedos finos y fríos acariciaron suavemente su abdomen, y su torso, demasiado cerca de sus pezones, que comenzaban a erguirse y endurecerse con el contacto.
Un dolor ligero se hizo arquear su espalda hacía arriba, moviendo sin querer sus caderas que sintió restregar ligeramente con las otras, provocándole una liviana erección.
-Mentiroso –Escuchó en la oscuridad, reconociendo aquella voz como la de su hermano. Disipando sus dudas de identidad, cuando este acercó tanto el rostro al de él, que sentía que podía respirar el soplo que el otro exhalaba. -. Peleaste en el ritual, y no me lo dijiste, pude haberte ayudado.
La razón le volvió con esas palabras, dejando de sentir las caderas de Ryou recargadas sobre las suyas, en el momento justo en que lo empujó, para poder liberarse de aquel escudriño al que el blanquecino lo estaba sometiendo. Apartando las manos nacaradas de los moretones en su cuerpo. Ambos se arrodillaron en le futón de Mariku, y se miraron a los ojos, uno de una manera más intensa y perturbada que el otro.
-No digas tonterías.
-¿Quién fue, Mariku?
-Nadie.
-Dímelo ¿Quién te quitó el otro arete? –demandó saber, el rubio se negó de decirlo.
-¿Qué importa? Ahora estamos aquí, no interesa quien lo tenga o quien lo haya ganado.
La piel tersa del de ojos melados, rodeó al de ojos lilas, envolviéndolo en un abrazo fraternal.
Mariku le devolvió el gesto, tratando de calamar el acelerado corazón que desbocaba en su pecho. Realmente ya no le importaba quien se encargaría de liderar la banda que el comandó alguna vez en Akihabara, el otro arete no tenía ya ningún simbolismo en él, no mientras su cuerpo se cernía tan calidamente contra el de su hermano. Su preocupación era ya otra más en que pensar.
-Suéltame, inútil. Quiero dormir.
Ryou se separó de Mariku, y gateó hasta su futón acomodándose rápidamente para dormir y esperó a que su hermano estuviera igual.
-Oyasumi nasai. –murmuró.
Mariku tardó en contestar, pero al fin lo hizo en un susurró. –Oyasumi nasai…
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Notas de Autor:
Que gusto el haber terminado al fin este capitulo, prácticamente fue hecho en su totalidad el día de hoy, porque tenía que cumplir una promesa.
Espero les haya gustado este primer capítulo de este fic. Aunque siento que ha quedado algo confuso y con demasiados puntos de vista que nada que ver, trataré de no desvariar la próxima vez referente a eso. Por esta vez, la mayoría de la historia, esta basada más o menos en punto de vista del lindo moreno maldito, que es Mariku.
La familia de estos chicos está algo confusa, y trataré de explicarla en el siguiente capitulo, así mismo, también trataré de hacer más entendible aquel asunto del arete, aunque creo que todos los que leyeron, ya saben que simboliza, no es tan difícil de adivinar.
La historia avanzará de poco en poco, trataré de actualizar al menos una vez por semana, para no perder la costumbre, así mismo lo haré también con "Change" mi otra historia Ryou/Bakura, para aquellos que la han leído y piensan que ya ha muerto. Y si alguien no la ha leído, se las recomiendo, a mi parecer está interesante (bueno, ya nadie puede culparme de no haber intentado darle publicidad a mi otro fics xP), así que no se preocupen de la continuidad de esto.
Ahora sí, la dedicatoria:
Este fic está enteramente dedicado a mi gran amiga (o por lo menos, así la considero yo) Baku-Chan. Se la había prometido, y se la estoy cumpliendo (con un día de retraso). Gracias por estar ahí escuchando mis quejas, por hacerme reír, y por permitirme consentir a mi querido Malik-Chan con el flan que le preparo -. Esta historia te la ganaste a pulso, e intentare que quede como he pensado. Gracias también por las ideas que me dieron tu y tus...er...¿mascotas? Bueno, los espíritus que "viven" en tu casa nn. Esto también esta dedicado con mucho cariño para ellos, ojalá siempre pueda verlos en el Msn.
Ahora sí, me despido, porque quiero publicarlo ya. Así que se cuidan mucho y esperen pronto el siguiente capitulo. Por cierto, agradecería mucho los reviews.
