Los personajes de Naruto no me pertenecen. Son exclusivamente de Kishimoto y merecen respeto.
Memorias de una caja de Dangos
.
.
.
"Nunca lo dijiste… Me hubiera gustado saberlo."
.
.
.
Aquella tarde fue cálida… como un abrazo. Los árboles parecían susurrar mi nombre al compás del viento dejándome adormecer bajo la sombra de aquel gran olmo, con los rayos del sol cruzando levemente sus hojas verdes. Disfrutando tanto de la brisa de verano, como aquella caja de dangos que sostuve alguna vez entre mis dedos. Saboreando lentamente cada bolita de masa cubierta con…
-¡Itachi!, ¡Itachi! –Gritaron desde lejos.- ¡Itachi!
-¡Sasuke!-Susurré con sorpresa. Llegaba con el cabello revuelto y rostro enrojecido, pasando por él gruesas gotas de sudor. Había estado entrenando, seguramente era por eso que estaba ahí, iba a pedir mi ayuda.
-¡Itachi!- Dijo recuperando el aliento al sosteniéndose en el tronco. Una vez más calmado me escrutó de arriba abajo, deteniéndose varias veces en aquellos dos dangos que aún tenía sobre el palillo.- ¿Qué es eso?
Alcé la ceja escéptico. Típico de Sasuke, no saber de alimentos que no sean tomates o arroz Pero no creí que fuera tan… extremista.-Son dangos.-Contesté con obviedad. Obteniendo una mirada extrañada por parte de Sasuke, quien se relamió los labios con impaciencia. Dudé por un segundo. Pasando la mirada desde Sasuke a los dangos y de los dangos a Sasuke. Nunca compartía mis dulces, después de todo eran mis dulces. De nadie más. Ni ahora ni…-¿Quieres uno?
Tomó el palillo entre sus manitas y con una sonrisa triunfal se metió el verde a la boca. Sonrisa que cambio por una mueca de asco en cuestión de segundos.- ¡Puaj! –Exclamó.- ¡Itachi! ¡¿Por qué no me dijiste que eran dulces?
Al verlo así, con tremendo puchero surcando su rostro no pude evitar soltar una carcajada, molestándolo aún más.
-¡Tonto! ¡Ya sabes lo mucho que odio el dulce!- Murmuró asqueado.
-Perdona Sasuke… Supongo que lo olvidé.-Dije con simpleza sin ocultar una nota de diversión en mi voz.- Pero no venías a eso ¿Cierto?
Frunció la boca aún con el sabor del dango en el paladar.- Yo…-Ladeó la cabeza ocultando el leve sonrojo que aparecía en sus mejillas, sin dejar de fruncir el ceño.- Yo…- El sonrojo se incrementó y con él mi curiosidad.- Yo conocí a una niña.-Murmuró de golpe, con aquel tono sonrosado en el rostro.
Bien, eso nunca lo esperé.
.
.
"Si aún pudieras verla. Se ha vuelto tan hermosa."
"Ita-kun… Estamos cerca, no llores, estamos cerca."
.
.
…
Aquella tarde fue cálida… como un último abrazo.
Abrí los ojos pesadamente fijando mi vista aún borrosa, con recuerdos de hacia ¿Qué? ¿Dos, tres años? No recordaba y en realidad no me interesaba hacerlo. Me hacía mal.
Sentí una presión en el antebrazo izquierdo, algo frágil y suave deslizándose sobre mi pecho, y bajando…Una niñata de unos ocho o nueve años se encontraba sobre mí, mirándome fijamente con unos profundos ojos esmeraldas y un leve tono rosado en sus mejillas diciendo "¡me han pillado!" Su manita se estiraba hacia la mía, a escasa distancia de la caja de dangos que sostenía sobre mi pecho. Asustada la retiró rápidamente, ladeando el rostro en un intento de esconder su sonrojo.
-¿Quién eres?- Le pregunté-ordené, daba igual como lo interpretara.
-¡Ah! –Se sorprendió.- Bueno yo… esto…-entrelazó sus dedos varias veces, nerviosa.- ¿Qué es eso?- Señaló aún sobre mí.
-Son… dangos.- Susurré contrariado sin despegar mi vista de la chica… o los dangos.
Me miro expectante unos segundos y no pude evitar estremecerme ante sus ojos. -¿Quieres… uno?
-¡Si¡- Dijo alegre, dando brinquitos sobre mi pecho de la emoción, haciéndome quedar a escasos centímetros de ella. Aparte el rostro evitando algún otro contacto indebido. No quería que me tacharan de pedófilo ni mucho menos. Tomó el dulce entre sus manos y en un rápido movimiento ya lo tenía dentro de su boca. Se lo metió tan rápido que pensé que se ahogaría pero lo mastico suave y lentamente, con movimientos demasiado agraciados para mi gusto. Ajena a la incómoda situación.
Su cabello de extraños tonos rosáceos se revolvió al compás del viento, anunciando una tormenta. Ambos guiamos la vista hacia el horizonte, aquella masa de nubes no se veía nada bien y cada vez amenazaba más y más contra la aldea.
-Deberías irte.-Susurré.
-Pero… no sé dónde queda mi casa.- Apenada guió la vista al suelo.
-Tsk.- Dije metiendo las manos a los bolsillos. No es que yo deseara intimidarla pero la situación se me estaba saliendo de las manos, incluyéndola. Molesta, si tan solo no le hubiese hecho caso, pero ¡¿Cómo cojones no hacerlo? ¡Si al momento de despertar te encuentras bajo el cuerpo de una chiquilla de aproximadamente cinco años menor que tú! No es válido. Era la lluvia, si, culpemos a la estúpida lluvia.- ¿Quieres que te acompañe?
-¡No!- Gritó de repente espantada, alejándose de mí. Llamando la atención de las pocas personas que seguían ahí. ¡Perfecto! Como los rumores aquí no corren…"El genio Uchiha Itachi, aprovechándose de una niñata en el parque a plena luz del día." Ya podía escuchar los gritos histéricos de mi madre mientras le arrojaba objetos punzantes y palabras nada maternales.
-¿Y ahora que sucede?- Dije exasperado.
-Mi mami me dijo que no me fiara de extraños. Y usted señor, es un extraño.- Dijo convencida de cada una de las palabras que soltó. "Señor", si supiera que solo tenía trece.
-Pues tu mami.-Pronuncié con sorna.-Parece que olvido mostrarte el camino a casa así que… soy yo, o cualquier otro extraño. Tú decides.
Ella lo sopesó unos minutos.- Bien señor, pero…-Dudó un poco.- Tendrá que decirme su nombre.
-Itachi, Uchiha Itachi…-Comencé a avanzar dejándola un par de metros atrás.
-Mmmm… ¡disculpe! -Trataba de alcanzarme el paso.- ¿Puedo… ¿Puedo llamarte Ita-kun?
Paré en seco, dándole la espalda.- Si, como sea.
-Gra-gracias- Dijo jadeando por el esfuerzo.- ¿Ita-kun?
-¿Mmmm…?
-¿Pu-puedes llevarme?- Pronunció bajito. Demonios, esto se estaba tornando molesto, muy molesto. Me incline lo suficiente para que ella saltara a mi espalda. Una vez arriba me rodeó el cuello con sus brazos e inhaló sobre este.- Ita-kun…- Pronunció melosa. ¡Joder! Esta niña me iba a volver loco.
-¿Qué?- Dije tajante, y ella se apretó contra mí.
-Hueles rico, hueles a… dangos.- finalizó. Y un sentimiento suave me embargó. ¡Oh! ¿Así que así era como se sentían las sonrisas…?
….
.
.
"Me molesta que te vayas
porque no puedo retenerte…"
.
.
….
Aquella chica era rara, demasiado para mi gusto. Sus mejillas se encendían cada vez que tomaba su mano para que no se resbalara o cuando la apretaba contra mi espalda y su corazón golpeteaba fuerte contra ella. Sus ojos se dilataban de emoción al pasar entre los edificios, admirando las calles, ahora desiertas. Sus piernas se ceñían fuerte a mi cintura cuando no le contestaba alguna de sus millonésimas preguntas y sus manos se aferraban a mi camisa en objeción.
-Ita-kun…-Susurró en voz queda. Faltaba poco o nada para que comenzara a llover y yo seguía dando vueltas sin rumbo alguno.- Ita-kun…
-¿Mmmm…?- Dije por enésima vez junto a ella.
-Creo que estamos perdidos.- La miré de reojo por el hombro, ella sonreía contra mi cuello a pesar de no tener idea de dónde estaba, ni con quién se encontraba. Para ser una niña "obediente con su mami" tomaba confianza demasiado rápido.
-Ah… Ya lo había notado.- Dije sonriendo sincero, como aquellas veces, hace mucho tiempo.
Jaló de nuevo mi camisa haciéndome llegar a pensar si de casualidad quería ahorcarme.- ¿Qué haremos?- musitó.- ¡No puedo dormir en la calle! ¡Me mojaría!
-Tsk.…- Esta niña, parecía que le temía más a la lluvia que a la histeria materna. O Quizá yo no tenía suerte y me había tocado una madre neurótica en lo que a sus hijos respecta, o bien, quizá ella era demasiado ignorante como para haberse dado cuenta. Sea cuál sea la razón… Había comenzado a llover.
-¡Ita-kun corre!- Gritó asustada tirando de mi cabello como deseando arrancarlo de raíz.
La lluvia caía sin piedad contra nosotros empapándonos hasta los huesos. Buscando refugió encontramos un pequeño puesto de comida que seguía abierto, aunque no tardaban en cerrar.
-Disculpe joven pero estamos por ce…- Dijo un anciano de cabello rojizo.
-Sí, lo sé. Solo buscamos resguardarnos de la lluvia, ¿Sería tan amable de dejarnos quedar aquí? Solo hasta que la lluvia cese.-Intenté convencer.
-Pues…-Dijo llevándose la mano al mentón al momento de mirar a la rosada sobre mi hombro.- ¿Sabe? Aún nos quedan algunos clientes y un par de tareas en la cocina. ¿Le parece?
-De acuerdo.- Susurré al mirar aquellos ojos verdosos, suplicantes.
¡No, no, no, no, no y no! Y si. Ahí estaba yo. Fregando los platos sucios de un restaurante para el que ni siquiera trabajaba, por culpa de una niña de la que ni siquiera sabía el nombre y que, además de eso, estuvo a punto de robarme mi bien más preciado. ¡Mi cajita de dangos! Pero a pesar de todo, verla contonearse por los pasillos tarareando una canción sobre no se qué mientras se le caen las charolas encima creando un gran escándalo valía la pena. Ella valía la pena. Sonará vengativo pero… ¡Que va, lo era y lo sigo siendo! Me divertí mucho viendo su mirada apenada rozar el suelo con una sonrisa avergonzada.
-¡T-tonto!- me gritó entre risas al ver mi expresión de burla total.
Y yo, respondiendo a su acto ofensivo, le arrojé un chorro de agua de la manguera del fregador, que ella detuvo escondiendo su cuerpo tras una gran cazuela metálica, para después arrojarme una esponja enjabonada que impacto justo en mi boca. Escupí los restos de espuma de mis labios y la perseguí por la cocina con la manguera, llenando la habitación de su contagiosa risa, porque si, Uchiha Itachi reía, reía sin parar hasta que…
-¡Par de idiotas!- Susurró el anciano, tomándonos a mí y a la pelirosada por los brazos.- ¡Miren como han dejado! Serán inútiles…- Dijo obligándonos a salir por medio de algunas amenazas con su bastón.- ¡Ni crean que los dejaré quedarse un poco más!- Y después de eso cerró con fuerza dejándonos a ambos en plena lluvia.
-Igual terminé mojada.- susurró ella entre risas, entonces recordé aquella manguera y el desastre en la cocina sin poder disimular una carcajada. De nuevo, demostraba ella valer la pena.
-Tendrás que quedarte en mi casa.- Dije echando a andar, y dejándola atrás.
-¿Qué? Pe-pero… ¡Ita-kun!- Sonrojada levantaba las manos una y otra vez alegando cosas inteligibles.- Yo… ¡¿y mi madre?
-No llegarás muy lejos si sigues ahí parada.-Contesté.- Además, mañana podríamos buscar tu casa.- Me miro suplicante de nuevo, esta vez ni siquiera me moleste en bufar, solo me agaché quedando a su altura, mirándola frente a frente.-No te acostumbres.-Susurré sin despegar la vista. Y ella se subió a mi espalda aferrándose a mi cuello como la última vez.
-¿Ita-kun?- La miré con una ceja alzada, demostrando total interés mientras comenzaba a avanzar.- ¿Está lejos tu casa?
.
.
"Un cerezo es como un beso, suave,
pero sus flores nunca duran…"
.
.
