EL CASTIGO DIVINO
Érase una vez un oficial de la Real Armada del Reino Unido de Gran Bretaña al servicio de la OTAN, un irlandés de nacimiento. El lugar: Qiryat Shemona, al norte de Israel. El motivo, la maldita Guerra Civil Global.
Corría Octubre de 1997. Ya hacía más de un año que el conflicto se había iniciado en Estados Unidos, Laos, Reino Unido, Rusia, Chipre, Pakistán, India y otros lugares a lo largo y ancho del mundo. En muchos aspectos era un todos contra todos; conflictos políticos, guerras civiles o étnicas, guerras santas o jihads, donde las peleas territoriales y soluciones finales estaban a la orden del día. Todo ello sin descuidar el uso de nuevas armas y tecnologías puestas siempre al servicio del exterminio del ser humano. Y sin embargo el oficial de la Royal Army estaba allí, sirviendo con la infantería de marina para "auxiliar" a los pobladores judíos del asedio palestino. Se trataba de colonos instalados allí por el gobierno israelí tras conquistar esos territorios por la fuerza. Con ello esperaban afianzarse expulsando a los milenarios moradores, edificando, construyendo muros y emplazando colonos. Y para sostenerse Israel contaba con la inapreciable ayuda de sus aliados en la Coalición Internacional a la que se había afiliado.
Porque había sucedido que al iniciarse la denominada Guerra Civil Global en 1996, una gran cantidad de países entró en guerras civiles mientras otros aprovechaban para atacar a los debilitados por el desangramiento interno. En el caso de los árabes, chiítas y sunnitas; se disputaban a sangre y fuego la supremacía en la mayor parte de los países musulmanes del Cercano Oriente. Y los israelitas tomaron ventaja de tales hechos invadiendo con tropas más organizadas una amplia franja de territorio a su alrededor, aniquilando a los residentes y reubicando cuanto colono pudo encontrar.
En el inicio también países como Estados Unidos y el Reino Unido habían caído en esa terrible sangría y aún no habían capeado la tormenta; pero en ambos casos (como en otros tantos) habían comenzado a prevalecer facciones que a larga o a la corta habrían de imponerse y rápidamente (sin haberse definido la contienda aún) se habían unido en un "Bloque Internacionalista de Países Libres", que también era conocido como la "Coalición Internacionalista". La "Organización de las Naciones Unidas" se convirtió en un despojo inservible, y la OTAN terminó cayendo dentro de antedicho grupo emergente. Y el grupo estaba integrado por naciones que sin dejar de guerrear en sus propios países, comenzaron a enviar remanentes de tropas a sus aliados más desesperados para que vencieran y se les unieran en el organismo que habría de sustituir a las Naciones Unidas. Un nuevo orden mundial integrado por el club de vencedores de cada país del mundo…
Sin embargo, los israelitas no contaban con una rápida definición del conflicto chiíta – sunnita. Hasta ese momento eran facciones tan irreconciliables que se debilitaban inútilmente al pelear contra las fuerzas judías sin dejar de matarse entre ellos. Pero al final del mes de agosto de 1997 los grupos aparentemente "irreconciliables" dejaron de lado sus diferencias (y sus más de 4 millones de muertos "oficialmente" reconocidos) y fueron unidos bajo el puño del veterano guerrillero multimillonario de origen bosnio: Davor Tahir Salaam. Tal individuo había sucedido el interinato de la Liga Árabe. Una Liga que tras la muerte de su último líder se había desmembrado como paso previo al conflicto civil.
Y Salaam rápidamente organizó la lucha de represalia contra los israelitas y para esto llamó a una nueva jihad, además de contar con grandes fuerzas y algunos ases que aún no había hecho relucir y que Israel temía (puesto que ya los había usado contra sus enemigos árabes).
Aún así la colonización no se detenía y para ello, el gobierno de Tel Aviv (Jerusalén y otras ciudades habían sido bombardeadas con dureza por la fuerza aérea egipcia y luego fueron evacuadas) pidió y obtuvo el apoyo de las tropas de la OTAN que venían triunfantes de apoyar al gobierno griego contra sus rivales turcos en Chipre. Y los ingleses mandaron un gran contingente de Royal Marines que reforzó la frontera norte del "nuevo" territorio israelí.
Pero los legítimos y ancestrales dueños no se resignaban a perder ni un ápice de tierra. Las fuerzas libanesas provenientes de Beirut podrían caer en cualquier momento.
Más nada de esto le importaba demasiado el Royal Marine del que trata esta historia. ¿Quién era?
Valera William Fisher, nacido el año de 1962 en Caherdaniel (Cathair Donhail en la lengua de su Patria) en Kerry, Irlanda, era el sujeto en cuestión. ¿Qué motivaba a un irlandés a servir a los ingleses? No deseaba contestar esa pregunta. Le dolía pensar, su mente divagaba, atormentándolo con el pasado…
Qiryat Shemona era un mísero caserío de chozas de adobe de los antiguos moradores árabes desplazados y las relucientes casas prefabricadas (con gran apuro) de los colonos. Todo ello sobre las ruinas de la que fuera una magnífica ciudad arrasada en el infame desalojo. Todo edificio de gran porte, mezquitas, sagrarios etc.; fueron erradicados por la furia colonizadora de Sión. Las casas de los "inmigrantes" brillaban de modo antinatural en gran contraste con los tonos ocres del lugar. Eran un blanco muy fácil de divisar a la distancia. Casi nada quedaba de la sobria sabiduría autóctona que indicaba una mimetización (excepto en la ya destruida mezquita y el ruinoso castillo de Nimrod) con el desierto. Había un silencio que acentuaba la pesadez del ambiente sofocante, pues el sol partía la tierra y evaporaba con rapidez una tenue llovizna que insólitamente habíase precipitado la noche anterior.
Antiguamente había habido bastante vegetación y el sitio con sus ruinas, castillos, templos y dólmenes había sido una atracción turística. Eso hasta que en los ´80 las guerras arrasaron gran parte del verde de alrededor. Ahora era un sitio herido de muerte.
Las barracas temporales de los "excursionistas" de la Royal Army estaban emplazadas entre los restos del antiquísimo castillo-fortaleza de Nimrod, por el momento era más que suficiente. Hacía allí los había llevado Fisher ya que la "ciudad" era difícil de defender de las incursiones enemigas y sus francotiradores. Nimrod ofrecía un inmejorable punto de vista en lo alto de un cerro y una mínima posibilidad de acantonarse y defenderse. Al menos mientras duraran las provisiones para los militares y los colonos evacuados.
Las últimas noticias de la guerra eran ciertamente preocupantes: tras el bombardeo a Jerusalén, los Harriers ingleses habían devuelto el golpe y con la ayuda del Levisham la mayor parte de la fuerza aérea egipcia había sido aniquilada. Pero no podían tener certeza de que cartas escondía Salaam en Beirut, donde se creía habían al menos 40 aviones de distinto tipo listos para combatir o bombardear. Pero una cosa era pelear dentro de los "nuevos límites" de Israel y otra sumar a media Palestina como teatro de operaciones. Un golpe directo a Beirut resultaba demasiado aún para la OTAN. Demasiado a menos que Israel les diera ciertas garantías.
Valera Fisher comenzaba a cabecear en su puesto de mando, cuando uno de sus subordinados le llamó la atención con un ahogado susurro:
-Señor, hemos recibido noticias desde Tel Aviv. Nos niegan apoyo aéreo, terrestre o marítimo. Dicen que la orden viene de parte del gobierno israelí, consideran la plaza como perdida. Al principio no podía creerlo, pero su código fue autentificado.-
Fisher se fregó los ojos con llamativa parsimonia y cuando su mente terminó de digerir la desagradable nueva respondió:
-¡¿Qué?! ¡¿No nos ayudarán?! ¡¿Qué pasa con la OTAN que no se decide a actuar?!-
Cuando Valera hizo la pregunta supo la respuesta antes que le contestaran. Era obvio que eran simple piezas en un tablero de ajedrez donde las casillas representaban intereses diversos siendo tales más importantes que las piezas mismas. Podían conseguirse otras pero los "jugadores" y el "tablero" nunca cambiaba. Pero, obviamente, ya era tarde para este tipo de cavilaciones...
-Parece que la OTAN no moverá un dedo sin el respaldo del gobierno central en Tel Aviv. Esta vez estamos solos, señor. El portaaviones Levisham se retira hacia aguas chipriotas. Allí la cosa está muy caliente y el gobierno griego si acepta las condiciones de intervención de la OTAN.-
-¿Condiciones?, querrá decir sumisión total- dijo Valera casi sin darse cuenta.
El cabo pestañeó nervioso y dijo -¿Perdón, señor?-
Valera hizo un gesto de disgusto reprochándose el desliz, acaso molesto también de verse con un interlocutor tan necio y poco inteligente. –Olvídelo, cabo Ellerman.- dijo y por un instante volvió a sus cavilaciones internas mientras percibía el temeroso nerviosismo que consumía al asistente Walters y al cabo Ellerman.
Ya les había pasado lo mismo a otros contingentes de las fuerzas de la Coalición Internacional que eran inútilmente sacrificados por los malditos políticos, lo que estaba escuchando equivalía lisa y llanamente a una sentencia de muerte. Pues significaba que el gobierno de Tel Aviv y mismo la OTAN acababan de decretar como "ilegal" la incursión del grupo de Fisher. Por tanto nadie se haría responsable de lo que les pasara ni se harían cargo de las familias de los involucrados. Nada ni nadie evitaría que los árabes los aniquilaran, excepto la débil fuerza que sus propios brazos pudieran oponer. Los árabes no tomaban prisioneros... Así es que todas esas palabras no lo escandalizaron del modo en que lo esperaban sus subordinados, menos hábiles en el raciocinio que su veterano comandante.
Saliendo de sus reflexiones inquirió -¿Y qué noticias hay de la avanzada palestina?-
-Se repliegan, señor. No lo entiendo, después de la derrota de sus patrullas a 15 kilómetros de aquí, habían recibido refuerzos y podían habernos atacado. No tiene sentido.-
Valera envió a su asistente Walters a vigilar los flancos y observó largamente a cabo John Ellerman como decepcionado de que éste no fuera capaz de comprender lo que sucedía a espaldas de ellos. ¿Cómo podía pensar que no tenía sentido? Que la OTAN (con su ya habitual juego a dos puntas) había forzado a Israel a llegar a un acuerdo con Salaam, pues tanto el gobierno israelí como el poderoso líder de la Lisa Árabe figuraban dentro del grupo de "aliados imprescindibles" para dar fuerza a la Coalición Internacional. Ni siquiera Valera era capaz de comprender todo lo que se escondía en las "altas esferas", pero al menos lo imaginaba siquiera como un esbozo. Israel no había podido dar las garantías que pedía la OTAN, la cual por su parte ya estaba negociando un acuerdo con Salaam. Éste amenazó con sacar a relucir sus ases y con la advertencia de la OTAN, el líder israelí Simón Levy no tuvo más alternativa que ceder pues si la OTAN llegaba a un acuerdo con Salaam y la OTAN (mejor dicho la naciente Coalición Internacional) se cruzaba de brazos, los árabes arrasarían con Tel Aviv y el resto de Israel. Pero "ceder" no era suficiente, el acuerdo necesitaba firmarse con sangre.
El cansancio y la resignación comenzaron a ganar la voluntad de Valera. -Bien. Arme a los hombres, cabo. Me siento algo cansado, iré a dormir un rato. Dígale al Sargento Kellman que está al mando. Despiértenme si acontece algo nuevo.-
Se ladeó levemente con gran cansancio, cuando giró sobre sus talones y le preguntó a su estupefacto interlocutor:
-Cabo, dígame ¿de casualidad tiene todavía algún cigarrillo?-
El muchacho, muy voluntarioso, aunque de físico desgarbado, cabello rojizo y la cara cubierta de innumerables pecas; se quedó atónito un momento. Fisher de mientras, hizo un leve ademán para insistir en la pregunta de modo tácito. El Cabo John Ellerman pestañeó y alcanzó a reaccionar. "¡Estamos en peligro de muerte inminente y éste tipo me pide un cigarrillo!", pensó con un disimulado estupor. Además era una violación a las reglas fumar en misión y se suponía que nadie los podía tener. Dudo un instante sopesando si acaso fuera el de su capitán un pedido sincero o una treta para agarrarlo "in fraganti". Finalmente buscó nerviosamente entre sus ropas y al fin dio con lo que buscaba, un arrugado atado de Marlboro Box. Sólo le quedaban dos. Tomó uno y se lo alcanzó a su comandante, y con manos temblorosas alcanzó accionar el encendedor barato de plástico fucsia.
Valera Fisher degustó largamente las primeras pitadas. Para qué discutir inútilmente con sus hombres desconcertados, si los árabes se replegaban sólo era para tomar más impulso, ya que estarían enterados de las noticias en el ámbito políticos (llamado de Beirut de por medio) y no temerían represalia algunas. Ya no había ningún Harrier que les pudiera poner en su lugar. Mejor aprovechar al máximo los últimos momentos...
Ellerman lo sacó de su estado de efímero éxtasis al preguntarle:
-Disculpe señor, pero no sabía que usted fumara...-
-El reglamento lo prohíbe específicamente, cabo.-
-Si, pero ni siquiera en la base...-
Fisher ignoró la frase y blandió el cigarrillo como un trofeo agregando:
-Ah es maravilloso...- sentía que el alma le volvía al cuerpo además de estar harto de comer dátiles y más dátiles como almuerzo y cena.
-Es sólo un simple cigarrillo norteamericano barato.-
Fisher volvió por unos instantes a concentrarse es "paladear" cada bocanada que daba cuando su voz volvió a romper el silencio. -Había dejado de fumar en el ´87- confesó.
Fisher recordó aquella promesa mutua con su esposa, su amada y temperamental Hilde Von Rossembach. Promesa que hicieron al quedar ella embarazada de su futuro hijo Alois. No querían darle el mal ejemplo de tan nefasto vicio al hijo que esperaban.
Ellerman quedó esperando alguna otra acotación al respecto, no es que le importara mucho la vida de ese irlandés acomodado en la armada inglesa por obra y arte de su cuñado, el teniente coronel de la Coalición Internacional Wendell Hamilton. Pero al menos distraía su mente sobre el peligro que les acechaba. Además Fisher era poco permeable a rebelar su vida privada y corrían las más disparatadas conjeturas al respecto entre la soldadesca. Conjeturas y dinero de apuestas.
Pero Fisher no dijo más al respecto. Terminó metódicamente su cigarro y cuando Ellerman le ofreció el último con poca convicción, pero Fisher le dijo:
-No, gracias cabo. Guárdeselo para usted y fúmeselo cuando quiera.- Le hizo un guiño y se alejó sin prisa hacía la derruida carpa que hacía de tienda de campaña del Capitán de los Royal Marines en un alero semi derrumbado del Nimrod.
Ellerman suspiró y encendió su último cigarrillo. Se sobresaltó un poco al notar el osado andar de las cucarachas de casi 10 centímetros. Se veían gordas y enormes, seguramente gozaban de mejor salud que los refugiados. Más aún, era casi seguro de que sobrevivirían al conflicto pasase lo que pasase.
La noche caía sobre el terreno árido de Qiryat Shemona. Fisher estaba realmente cansado, llevaba casi 70 horas alerta sin dormir más que un par de minutos por vez. En las últimas semanas habían avanzado sobre Hefa, con múltiples amenazas, pero jamás había habido un enfrentamiento que pudiera llamarse directo. Damasco, toda Siria temía enviar fuerzas contra Israel hasta que el Líbano y Jordania lo hicieran. Jordania no deseaba dar el primer paso después que supo que la OTAN se ponía de parte de los israelíes. Menos aún cuando el breve triunfo logrado por los egipcios bombardeando Jerusalén se desvaneció por culpa de los británicos y su portaaviones. Las fuerzas del Líbano parecían amagar, daban marchas y contramarchas. Por su parte Irán e Iraq aún estaban en una ruinosa guerra que Salaam estaba por terminar.
Después de todo, los países palestinos estaban de buenas con sus vecinos y dado el hecho de una crisis mundial del petróleo y los odiados Estados Unidos sumidos en una devastadora guerra civil, sólo habían tenido que cuidarse de las fuerzas de la OTAN europea. Pero los "americanos" integrantes de la Coalición Internacional habían logrado aliarse a los europeos y ese hecho aceleró las pláticas de paz que displicentemente había llevado a cabo Davor Salaam desde su asunción como líder de la Liga Árabe. Y cuando los yanquis retomaron el liderazgo de la OTAN, algunos en Israel comenzaron a frotarse las manos pensando en la repartija tras la victoria. Pero los líderes de la Coalición Internacional no deseaban la guerra con los árabes mientras estos tuvieran reservas de petróleo que les pudieran servir. De hecho, desde el desfalco de Estados Unidos en el 96 (que junto a otros eventos diera lugar a la crisis del 97 y el inmediato estallido de la Guerra Civil), la mayor parte de la nueva economía mundial consistía en una "canasta monetaria" con respaldo en oro y algunos recursos naturales como el petróleo y el gas. Precisamente esos recursos estaban causando estragos en lugares como Batumi y Sujumi en Georgia (a través de Abjasia y Adzharia), Chechenia e Ingushenia en Rusia y muchos sitios más en los cercanos Azerbaiyán, Uzbekistán y Kazajstán (que además tenía un poderoso arsenal nuclear heredado del antiguo régimen comunista).
De allí provenían las pláticas que habían acordado a priori los representantes de la OTAN y Davor Salaam. Y cuando se supo esto, Levy en Tel Aviv terminó mojándose los pantalones y pidiendo a gritos que lo incluyeran en un acuerdo tripartito de cese al fuego. Pero los árabes querían una "reparación" que les refrescara el calor de la sangre.
Fisher no lo ignoraba del todo y creía que no había mucho de que preocuparse por el momento si los libaneses se replegaban. Las fuerzas de la OTAN quizá pudieran salvarse. Wendell Hamilton era un personaje muy importante en la Coalición Internacional y seguramente no permitiría que Fisher quedara abandonado, el supuesto abandono que sufrían debía ser temporal. ¿O no? Ya les había pasado media docena de
veces desde que habían desembarcado. Pero el Levisham siempre se había quedado por el vecindario. "¿Qué pasará ahora?" cavilaba Fisher en su cama. Cada instante parecía perder la seguridad de que sin importar que tan mal se pusieran las cosas, siempre podrían salir. ¿Lo entregaría Wendell a sus enemigos en bandeja de plata? ¿Entregarían sangre británica y la de unos sucios colonos israelitas en vez de fuerzas regulares de Israel? Comenzaba a pensar que hubiera sido mejor aceptar el cigarrillo de Ellerman y reservarlo para ese momento. Comenzó a dar vueltas en la cama, pero al rato, vencido por el cansancio, Fisher se durmió.
Las pesadillas no tardaron en aparecer, primero en forma de recuerdos. Recuerdos de su pasado, su infancia. Su padre había sido Eoghan Mór X Fisher (el décimo de su nombre en la tradición familiar) y su madre Flora Fitz-Carrald. Le pusieron Valera, en honor al patriota irlandés Eamon De Valera. Era 1962, o sea 35 años atrás, su infancia la había pasado en la granja de su familia con sus padres y sus hermanos Constance y Dermott.
"¡Oh Dios! ¡Dermott! ¿Por qué tuvo que pasarle a él?" soñó Alois agitándose en el lecho y aferrándose inconscientemente al crucifijo que llevaba al cuello desde que perdiera a su padre a los 7 años.
El destino era cruel. Valera había sido ambicioso, no deseaba ser un "mísero granjero" como solía espetarle a su madre en violentas discusiones. Así es como a los 15 años fue a vivir a Manchester, y después le seguiría Dermott, el hermano menor que le admiraba. La nueva nacionalización le molestaba, pues por relatos de sus padres y a veces por experiencia propia no le agradaban los ingleses. Más bien los odiaba. Pero su viuda madre estaba en la miseria, y acabaron enrolándose en la Marina Real. Mala idea, al principio todo era exigente pero soportable. Ya estaban acostumbrados a ser tratados con deferencia por su nacionalidad, pero de esta manera tenían techo y comida. Y era mejor que ser granjero. Corría el año 1981.
Pero el destino habría de castigarlo a el y a su hermano. Y vaya que recordaría la lección el resto de su vida, fue su mas grande error. Amaba a Irlanda, pero se sentía contrariado por servir a los ingleses. Sin embargo no era la primera vez que un Fisher cambiaba de bandera. Su afición por la historia de su país y la de su propia familia lo había llevado a enterarse que en el año 1316, Turlough Niall Caerbhall Fisher (del cual Valera era el 24º descendiente) se había unido a 5.000 escoceses con los que Eduardo de Bruce (hermano del soberano de Escocia Roberto I) había llegado a Irlanda para proclamarse rey. Turlough había asesinado a decenas de personas de clanes como los O'Donnel, los O'Brien, los O'Connor y los O'Neill. Y también a hermanos y primos. Todo al servicio de los scots.
Pero Valera se había reconfortado en la ilusión de que servir a los ingleses no era tan malo si no tenía que pelear contra nadie.
Sin embargo vino el conflicto del Atlántico Sur. Un país llamado "República" Argentina se había apoderado de unas islas que, según le decían, se llamaban las Falklands y eran legítimamente británicas. Sin embargo, nunca antes las había oído nombrar. La guerra los envolvió y ambos hermanos fueron separados. Valera Fisher fue artillero del destructor Coventry, mientras que Dermott sirvió en el portaaviones Invencible. Era una de las armadas más modernas y eficaces, según su experiencia. Todo saldría bien, pensó. Pero se equivocó. Y cómo.
Un día de Mayo de 1982 la subestimada y "principiante" Fuerza Aérea Argentina mandó al fondo del océano al Coventry. Ese día Fisher tuvo que saltar junto a decenas de hombres a las aguas heladas para salvar su vida. Las llamas lo habían tocado y el miedo se apoderó de él. Las balsas y el rescate vinieron pronto, pero a pesar de la curación, Fisher había recibido una herida divina que jamás cicatrizaría. Nunca se perdonaría el hecho de haber peleado contra una nación como la Argentina. A el, irlandés, no le importaban las Islas Malvinas (jamás las volvió a llamar Falklands después de la guerra). De hecho, a ninguno de sus compañeros de armas tampoco le importaban.
Fisher había nacido en un país que durante siglos había sufrido el yugo inglés. Además los argentinos eran católicos, como su gente. Fisher fue pronto excluido de la guerra por sus heridas. Una parte de su cuerpo había sido afectada por las quemaduras y era necesario una cirugía estética para dejarlo como nuevo. Pero Fisher deseaba quedar marcado, así recordaría el "castigo divino". Después de todo, el precio pagado era poco. Pero nuevamente se equivocaba.
Su hermano Dermott Fisher había sido transferido del Invencible a la fragata Plymouth. En Junio del 82, la "Plymouth" fue hundida por los argentinos, y Dermott se había salvado, pero había quedado ciego y con cojera permanente, además del severo e irreversible trastorno psicológico. Su vida estaba arruinada. Cuando Valera se enteró de esto en el hospital sintió que se moría, hubiera preferido ocupar el lugar de su querido hermano. Valera siempre se culparía por ello.
Poco después vino la rendición argentina, ese día Valera Fisher lloró sin saber porque. Mas tarde, "en casa", se enteraría que muchos jóvenes mal armados, mal entrenados y sin medios decentes habían padecido lo mismo que él y su hermano y además muerto por lo que les pertenecía. Las Islas Malvinas eran argentinas, así como la Verde Erin había sido, era y sería siempre de los irlandeses.
Fisher se hubiera pasado al otro bando de buen grado para enmendarse, pero cometió el grave error de ir a la guerra con un país que no conocía a defender los supuestos derechos de Gran Bretaña sobre unas islas que quedaban a miles de kilómetros, ni siquiera en el mismo hemisferio. Durante un desfile, meses mas tarde, insultó públicamente a "la Puta de Hierro" Margaret Tatcher, pisoteando y escupiendo sus condecoraciones por la guerra de Malvinas. Eso le valió la degradación y un tiempo en la sombra. Para coronar su mal momento, en esos días fallecía su madre en la "Isla Esmeralda", la Patria que nunca debió dejar.
Luego lidió con la desocupación, la pobreza, y tuvo que emigrar a Alemania, asqueado de su pasado y de los que llamaba "fuckin´ english". Enviaba algo de dinero para mantener a su hermana y su maltrecho hermano.
Su vida cobró sentido en Munich, Baviera, cuando conoció a la que sería su esposa: Hilde Von Rossembach. La boda fue en 1986, y el nacimiento de Alois, su único hijo, en 1988. En tanto su hermana Constance se había casado con Wendell Hamilton, un "honorable" oficial inglés de origen escocés, perteneciente a una familia muy antigua, aristocrática y poderosa.
Nuevamente llegaron malas épocas económicas, Hilde era de una familia pudiente, pero quedó excluida de la herencia por no casarse con un alemán. Más aún la mayor parte de los bienes de la familia Von Rossembach fueron confiscados para pagar a los descendientes del mal llamado "Holocausto" de la Segunda Guerra Mundial.
Sin una moneda, Fisher se vio obligado a aceptar un puesto en la Royal Army que le ofreció Hamilton, por instancia de su esposa Constance, preocupada por su hermano.
En el 95, Valera William Fisher volvió a vestir el uniforme que había escupido 13 años atrás.
Un par de años mas tarde, explotó la Guerra Civil Global, y fue seleccionado entre las tropas de la OTAN y estuvo en Chipre, donde recibió la amarga noticia del suicidio de su hermano Dermott antes de la victoria de Enero del 97.
Ya a mediados de ese año se hallaba en Israel, nuevamente al servicio de los ingleses y sin conocer a su enemigo. ¿Habría otro castigo divino? ¿Su hijo sufriría la misma suerte? "¡Dios, no lo permitas!" murmuró entre sueños.
Valera Fisher se despertó sobresaltado y estuvo a punto de gritar. Estaba sudando y temblando, un frío mortal le recorrió la espalda y recordó aquel día en el Coventry. Algo andaba mal, era como si el Padre Eterno lo retara, pensaba mientras recobraba su aliento. Según las últimas noticias (días atrás), Hamilton estaba "varado" en la base de Scapa Flow Bay, Escocia. La situación en realidad era mucho mas grave de lo que el mismo se había dicho a si antes de dormir. Pero había algo mas, era como una resignación inconsciente, un deseo de morir para redimir sus deudas. Se sintió como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento esperando la orden de fuego que cegaría su vida.
Fisher se mojó el rostro con agua de su cantimplora para sacarse esos pensamientos, y se vestía cuando el cabo Underman llegaba corriendo exaltado para decirle que las Beirut enviaba su fuerza aérea a la posición que ellos ocupaban.
Fisher tuvo un rápido pensamiento: "¡Fuego!". Sacudió la cabeza y ordenó a su escuadrón al mismo tiempo que intentaba evacuar del castillo a cuantos colonos judíos le era posible. Una vez más pidió comunicarse con Tel Aviv. Si era como imaginaba, los israelitas y la OTAN los habían entregado, el ataque no sería en la ciudad sino en el mismo Nimrod donde estaban apostados. Siguió insistiendo con los llamados, pero el Comandante en Jefe de las Fuerzas Israelíes anunciaba que no les ayudarían porque se habían movido a una zona de la frontera sin la autorización expresa de Tel Aviv y por si fuera poco el bastardo los intimaba a rendirse y entregar las armas. Los colonos debían volver por sus propios medios a una nueva frontera trazada.
Fisher dio órdenes de seguir con la evacuación, desobedeciendo las absurdas órdenes recibidas. Entró a su tienda y bebió un sorbo de whisky. Estaba rezando cuando escuchó ruidos afuera. Salió al exterior y vio cazas palestinos que pasaban sobre su cabeza. Mas atrás detectó a otros aviones, mas lentos y grandes. Apenas se sobresaltó cuando dejaron caer paquetes con pequeños paracaídas. No eran bombas de alto poder...
Eran armas químicas.
Una de ellas estalló a dos decenas de metros de Fisher y su contenido comenzó a expandirse por el lugar. Pocos llevaban puestas las máscaras. Underman, Walters, Ellerman y decenas de soldados y civiles se retorcían agonizantes, varios de ellos llamaban a sus madres y los judíos quizás estaban pronunciando plegarias en hebreo. Fisher se sentó en el suelo a esperar la muerte. Una lágrima rodó por su mejilla izquierda. La bruma letal lo envolvió. Fisher se encomendó a Dios y cerró los ojos, que empezaban a arderle. Antes de morir las imágenes de su vida toda recorrieron su mente.
Finalmente el castigo divino y la liberación llegaban a Fisher, después de 15 años de espera.
Y sin embargo dejaba a su único hijo Alois, sin pensarlo, el legado más valioso que éste y su madre sabrían pulir: el odio.
Notas:
Wendell Hamilton es un personaje tomado de los comics de "Return To Macross" con guión de Bill Spangler, era un oficial británico con un alto puesto que había sido amigo (y rival de amores) de Henry Gloval, a quién había salvado a costa de una cojera permanente.
Davor Salaam se inserta en la historia como el padre del Almirante Salaam, que aparece en las novelas de la dupla conocida como "Jack McKinney", que fallece durante una de las ofensivas de la Armada de la Cruz del Sur contra los Maestros de la Robotecnia.
