A través de los siglos, al escribirse las páginas de la historia, los hombres
son recordados por sus logros, por sus hazañas, por sus triunfos.
Grandes hombres han ganado grandes batallas y por ellas son admirados y muchas veces envidiados.
Aun muchos otros hombres humildes, sencillos, luchan diariamente por alcanzar sus metas y objetivos ¡Y lo logran!, y aunque nadie se de cuenta de su victoria¡son triunfadores! Y el sabor del éxito es dulce a su paladar.
Otros como yo¡hemos luchado¡hemos batallado! con todas nuestras fuerzas, inclusive hasta el límite de las posibilidades, pero vemos con vergüenza., con oprobio como nuestros sueños y deseos se vienen abajo, vemos como los demás se burlan de nuestra desventura, de nuestra derrota.
Muchos dirán¡Te esforzaste!, diste lo mejor de ti¡ya eres un ganador!
Pero no es verdad ¡No lo soy!.
Porque... ¿Qué es del hombre cuando lucha y hace todo lo que debe y termina con las manos vacías?
Yo no soy un ganador, yo no he triunfado, porque después de tanto tiempo, después de sufrir, después de tanto sacrificio, veo que mis manos están vacías, veo mi corazón y en el hay una herida.
En mi no veo otra cosa más que perdida, derrota y dolor.
En mi solo veo a alguien que ha perdido lo que más quería, veo a alguien que no tiene nada.
Por eso cuando miro hacia atrás, cuando miro lo que ha sido mi vida, lo único que puedo ver es:
¡Al gran perdedor que hay en mí!
