Over again

Catalaina

I

Karma

Travis camina rápido lo que queda de la entrada a su habitación y a duras penas saluda a Dakota que está haciendo zapping en el living. Es viernes, al fin. Y tiene una cita en Skype que es imposible cambiar. Dakota ya no pregunta de qué va toda esa prisa, pues ha comprendido que se trata de una relación que jamás va a poder entender.

A menos que tengas un hermano que se llama Connor Stoll. O Connie. Mejor, Connie.

Y en verdad, sus compañeros de piso son una genialidad. A Dakota se le va un poco la olla con esa bebida que siempre olvida el nombre pero lo hace parecer vampiro y Will siempre les está revisando la temperatura sin darse cuenta, como si fuera parte de su sistema hacer chequeos médicos en piloto automático. Y es cierto, son un poco raros, pero no tiene una queja contra ellos. Ninguna. No es que sea fanático del orden (porque vivió casi toda su vida en la cabaña once, y vamos, ese lugar es caos) pero ellos siempre tienen todo inmaculado y eso le hace más fácil enfocarse en sus libros.

Generalmente el que cocina es él y Will, pero nadie le hace ascos al aseo y cree que podría arriesgar su vida por cualquiera de estos dos chavales si fuera necesario.

Medio año juntos y un montón de tiempo acompañandose en el insomnio mientras estudian, une a cualquiera. Así que, sí, está muy contento con su vida universitaria, pero sus pasos siguen siendo rápidos mientras se adentra en la habitación, porque una cosa son tus amigos y otra cosa es tu hermano-mejor-amigo.

Tira la mochila a la cama empotrada y se sienta en la silla giratoria frente a su escritorio. Sus dedos tamborileando en la madera hacen el preludio al portátil encendiéndose. Abre Skype y de inmediato tiene una llamada entrante. Los ojos azules de su hermano son lo primero que nota y luego, una sonrisa.

—Qué onda, hermanote —saluda Connor.

La sonrisa se crea sola; su hermano tiene ese efecto en él, de provocar sonrisas. No se avergüenza de decir que lo echa de menos. Siempre se lo dice, antes de comenzar a contar su día. Abre la boca y Connor asiente, como si ya lo supiera, los rizos le caen en la frente y tiene la nariz algo roja por el resfrío que le comentó ayer en la mañana por mensajes.

—Yo también —murmura, porque Connor sí es de los que se incomoda y es divertido hasta cierto punto que no le avergüence hacer competencias de quién se pone los vaqueros más rápido casi en bolas y decir te quiero o alguna cursilada como esta, haga que se le pegue la lengua al paladar.

Travis niega antes de apoyar los codos en la mesa y suspirar mientras sus dedos juguetean con un lápiz con cabeza de Bymax. Su hermano es tan raro.

—Julia me va a volver loco —dice Connor exasperado, después de 30 segundos de silencio, puede ver el fondo de la cabaña en penumbras y el rostro de su hermano levemente iluminado por la luz del portátil—. ¡Nosotros no éramos así!

Ambos se miden a través de la cámara ligeramente pixelada y sonríen levemente, en conjunto y con una sincronía que hasta unos gemelos o mellizos le deben tener envidia.

—Claro que lo éramos.

Connor se toma su tiempo, pone una sonrisa perezosa y luego, muerde su labio y Travis sabe que ahí viene esa expresión de cordero degollado que echa de menos y que a la vez odia un poquito. Porque, joder.

Ni siquiera pueden decir hola como unas personas normales. No. Hablan como si se hubieran pillado hace cinco minutos en el living y ahora Connor fuera a hablar a su habitación porque se aburre.

—Hasta que te fuiste.

Y ahí está su hermano menor. Traga saliva, como cada vez desde hace seis meses y por unos segundos no sabe qué decir porque lo siente cierto, pero luego de esas palabras, siempre, siempre aparece un brillo de orgullo que ha visto en Connor y que nunca ha sabido qué hizo para merecerlo. Travis a veces piensa que se lo reclama en serio, pero no es más que una paranoia suya. Su hermano jamás haría algo como eso.

—¡Y me dejaste con mis hermanas! —continua, Connor. Fingiendo estar ajeno a esa cara que pone Travis.

—Es algo duro, pero alguien tiene que hacerlo, capitán.

Lo empezó a llamar así después que se fue. Después de que Connor tuvo que asumir la capitanía de la cabaña completamente. Le hace especial gracia que Connor arrugue su nariz como si estuviera oliendo algo desagradable. Se ve que aún no le hace gracia que le llame Connie, o capitán. Y menos, ¡oh, capitán, mi capitán!

—Y encima te fuiste con tu novieta —refunfuña cual señor de edad, y luego una sonrisa gigante se estira en sus labios, llena de curiosidad mal disimulada—. ¿Qué tal?

—Me ha ido decente en el exámen —dice con una sonrisa, aunque sabe que su hermano no se refiere a eso—. Pensé que me iría un poco a la mierda, pero no.

Connor frunce sus labios en una mueca que lo hace reír un poco. Intenta no poner esa cara, pero ni siquiera sabe cuál es. De, no voy a hablar de eso, le dice Connor que se llama. Desearía que le hiciera una pantomima, pero probablemente no lo hará, porque su hermano es maquiavélico y adora hacerle sufrir. Lo más ridículo del asunto es que de verdad no sabe qué decir. Porque no ha pasado nada con Katie. Nada. Y lo único que lo hace pensar es en lo triste que es que no le hable una mierda y Connor le diga novieta. Cómo si ella le dijera algo más allá de hola.

Y si Katie no fuera tan amable y bonita, la vida sería más fácil. Y justa. Y supone que debe ser su karma porque él ha sido (fue) un imbécil con ella toda su vida y ahora ella lo ha perdonado y quedaron como amigos. La palabra le chirría cuando la escucha. Pero sabe que es mejor que nada. Aunque a veces lo preferiría. Sólo cuando quiere tomar su mano en la facultad, o cuando quiere pasar la mano por su cintura porque tiene esa necesidad crónica de estar como una sanguijuela. Estoy tan jodido.

Suspiran. Su hermano pone esa cara de te lo dije, que acepta porque se la merece.

—Te dije que dejaras esas bromas estúpidas, hermanito —comenta Connor, mordiéndose el labio y probablemente las palabras—. ¿Y qué tal estuvo todo? Hablo en serio, cómo te fue con Katie.

—Genial —dice con desgana, lo que hace que genial pierda su denotación.

Katie Gardner, su karma. Su hermano lo mira con algo parecido a la lástima, que lo hace mirar a su habitación unos segundos antes de que la voz de Connor lo haga devolver la vista al monitor.

—Podrías decirle —opina, y desearía que todo fuera así de fácil como dice su hermano—. O podrías callarlo todo y seguir con lo que sea que te tiene torturado, solo, porque no me quieres contar.

A veces desea la facilidad que tiene su hermano para transformar todo en algo fácil. Él dice podrías decirle, así como si nada. Y en verdad, es fácil, pero no está preparado para un rechazo. Aún no.

O también desearía esa facilidad que tiene para convertirlo todo en una broma que hace distenderse el ambiente. Nadie se enoja con Connor más de un día. Hola Katie, en realidad nunca estuve tratando de hacerte bromas porque quería molestarte, aunque te molesté porque soy imbécil, en realidad era porque me gustabas… Aún, de hecho. No me pongas hiedra venenosa en el somier. Recuerda a Connor, por favor. Sí, claro.

Ojalá le hiciera caso. No. Ojalá no se dé cuenta. Porque si soy tan obvio como dicen Dakota y Will, voy mal. Sus compañeros de piso lo notaron la segunda vez que llegó, después de encontrarse con Katie por casualidad paseando por Nueva Roma. Vale, quizá no tanta casualidad, pero no es mi culpa que Nueva Roma sea considerablemente pequeña.

Parpadea, su hermano lo mira con expresión paciente. También bosteza, y él se pregunta cuánto tiempo estuvo a su aire y por qué no le dijo algo sobre que debería espabilar. Abre la boca, pero no para preguntar eso.

—¿Por qué no te vienes el fin próximo de semana? Puedo instalar el colchón inflable.

—¿Tú dormirás ahí? —bromea Connor con una sonrisa perezosa que lo hace sentir un poco culpable, son las… mira el reloj colgado en la pared, doce de la noche. Hubieran quedado a las ocho si no hubiera tenido que terminar un trabajo para el lunes del cuál tenía todo fríamente calculado (horas de estudio y de trabajo cronometradas perfectamente) o al otro día, pero Connor insistió y jamás le ha dicho que no a su hermano—. Voy. Tengo que avisar a Quirón y a mamá, pero sí. Quiero.

Esa noticia es suficiente para hacer su noche más amena, a pesar de que son las doce y está hecho polvo por el estudio y los trabajos. Llevan un mes viéndose las caras sólo por Skype, así que ya estaba bueno.

—Si quieres puedo decirle a Will que vaya con su novio por ahí y que te deje la cama.

Frunce la nariz después de quedarse en blanco unos segundos. Travis se ve muy tentado a hablar un poco sobre la vida amorosa de su hermano menor ya que ha sacado a una de las parejas más cursis de ambos campamentos y probablemente del mundo. No cree que su hermano lo haya hecho con esa intención, realmente, pero es una buena forma de enterarse. Lamentablemente, Connor reacciona más rápido.

Puaj. No. No quiero saber qué me puedo encontrar, me caen bien pero… no.

Se ríe aunque suena como una foca ahogándose. Le falta aplaudir; por suerte, no tiene aletas. Mira el calendario que tiene al lado de la lámpara de escritorio y se resigna. La fecha de su exámen de cálculo está próxima, quiere golpearse contra la pared, pero se conforma con un suspiro derrotado.

—Pero me vas a tener que dejar estudiar el viernes —advierte, muy a su pesar.

Él hubiera deseado tener una maratón de Harry Potter y un poco de comida chatarra. O pizza de la novia de Dakota, larga historia, antes de hacer ejercicios de cálculo. Sobre todo, si su hermano está cerca.

—Entonces, ¿Para qué voy a llegar ese día? —se queja Connor, un parpadeo se demora más de lo normal y Travis está tentado a echarlo a dormir a pesar de que no se han visto el careto en toda la semana—. Mejor me voy el sábado.

—Ni modo, me como los MMs solo… —suspira, fingiendo tristeza. A pesar del sueño, la mirada de Connor brilla como la de un depredador.

—Por eso digo que llegaré el viernes y no te molestaré —rectifica, sonriendo. Todo mejillas y cara adorable. Su hermano es tan manipulador.

Hablan media hora más. Hablan del nuevo chisme del Campamento Mestizo (porque en el fondo Connor también adora chismosear) que va sobre Miranda saliendo con Pólux (al parecer) y también de que el entrenamiento estuvo demoledor. Hablan del profesor de Travis, que se parece al loco profesor de Los padrinos mágicos y él jura hacerle una foto y pasársela por WhatsApp. Cuentan su semana. Todo parece insustancial y a la vez relevante cuando están tan lejos. Y es ésto, ésto, lo que echa más de menos. Contarse la rutina en la noche, a media voz.

Hablan hasta que Travis no puede soportar ver sus ojos algo rojos del sueño y decide despedirse. Después de unos minutos, en los que ambos lo intentan pero siguen recordando cosas que decir, Connor finalmente dice hasta el viernes y cortan la videollamada.

Son las una de la madrugada y se siente con pocos ánimos y mortalmente cansado, pero feliz. Cómo todos los viernes desde que empezó la Universidad.

x

HOLA, HOLA.

AL FINAL ME ANIMÉ CON TRATIE. Creo que se lo merecen, porque yo amo a los personajes secundarios y los Stolls son geniales. Además, porfa todes sabemos que Katie y Travis son la OTP. Pero, voy a ser sincera, en lo que estoy escribiendo, aún me cuesta verlos de pareja. Aunque, de eso se trata. Es difícil que alguien que te parece insoportable te empiece a gustar así que keep calm. AHÍ SE IRÁ VIENDO. POR MIENTRAS VOY A DISFRUTAR DE ESCRIBIR SOBRE TRAVIS Y CONNOR (Connor is my sunshine).

En fin.

¿QUÉ TAL? ¿REVIEWS? *aunque probablemente tenga dedazos*

Hasta la próxima actualización, besooos.