Diciembre, 1980.
Remus había llegado al departamento que compartía junto a su novio ubicado a las afueras de Londres, luego de una particularmente complicada misión para la Orden que le había tomado al menos cuatro días completos fuera de casa. No se sorprendió cuando se encontró el pequeño lugar totalmente silencioso. Remus y Sirius jamás hablaban de las misiones que cada uno hacía afuera de las reuniones de la Orden, tampoco lo hacían con el resto de sus amigos, cada uno de ellos sabía lo que debía hacer y ninguno de ellos se cuestionaría.
Las cosas en el mundo habían empeorado y Remus sentía que realizar al menos esas misiones que Dumbledore le enviaba, servía como el más pequeño aporte que él podía ofrecer en su estado.
Remus había caído en un sueño profundo apenas había salido de la ducha, el cansancio era suficiente como para no permitirle ni siquiera pensar en comida o preocuparse de más por la ausencia de su novio aquella noche.
A la mañana siguiente, luego de prepararse un enorme banquete para el desayuno en solitario, se permitió un momento de relajo mientras se perdía en el mundo del libro en donde había depositado su completa atención.
—¿Remus?
Sacudió la cabeza cuando escuchó finalmente la voz de Sirius llamar su nombre. Levantó la vista para encontrarse con el otro joven sacudiendo también su cabeza pero con mayor fuerza, con el claro objetivo de quitar las gotas de agua que mojaban su cabello. Cuando se detuvo, se quitó de inmediato la chaqueta de cuero que llevaba, colgándola en el respaldo de una silla.
Se giró hacia Remus.
—Creí que ya no vendrías hasta el siguiente fin de semana —dijo antes de inclinarse sobre él y besar sus labios, Remus lo correspondió pero se incomodó cuando Sirius tomó su barbilla para inspeccionarlo mejor a su gusto. Sirius frunció el ceño pero no dijo nada más y retrocedió un paso—. ¿Tienes hambre?
—No, ya he comido —respondió Remus negando con la cabeza. Marcó la página en el libro que leía y lo dejó a un lado para luego ponerse de pie—. ¿Quieres que te prepare algo?
Sirius se había encaminado hacia la estrecha cocina ya, pero se volteó con una sonrisa en los labios al escuchar la propuesta. Remus rodó los ojos pero continuó con su propia sonrisa.
Remus vio a su novio comer como si no hubiera mañana en completo silencio desde el otro lado de la pequeña mesa del comedor.
Aún era un poco sorprendente para el mismo Remus, pero los dos jóvenes se habían acostumbrado a ese silencio que podían compartir en estas ocasiones. Había algunas veces en que los dos podían simplemente estar recostados el uno al lado del otro en su cama, tal vez mirando solamente el techo y sin soltar una sola palabra en varios minutos, porque tal vez era la simple compañía lo que bastaba para que estuvieran cómodos y se sintieran completos.
Sabía que no hablarían tampoco en ese momento sobre dónde había estado cada uno. Sirius no había vuelto ni siquiera un poco herido, no como Remus había llegado la noche anterior. Esa misma mañana al menos, había intentado curarse algunas heridas que había encontrado en su cuerpo, pero con el notorio ojo morado en su rostro no había mucho que pudiera hacer.
—¿Quieres hacer algo hoy? —preguntó una vez que Sirius terminó de embutir todo lo que Remus le había servido.
—No realmente —dijo Sirius negando con la cabeza.
Remus se sintió ligeramente agradecido por la respuesta porque la verdad era que se sentía inmensamente cansado por las noches de sueño que había pasado.
Ambos terminaron sentados el uno al lado del otro en el sofá de la sala. Lily les había regalado un televisor muggle para el asombro de Sirius y a veces lo pillaba absorbiendo la basura televisiva que los muggles ofrecían, pero esa mañana Sirius no había parecido tener el interés en encenderla. Por lo que volvían a quedar en silencio. Se preguntó por un momento acaso habría pasado algo más con el otro chico, por la falta de anécdotas que normalmente contaría, pero asumió rápidamente que se trataba también de cansancio cuando el chico apoyó la cabeza sobre su hombro.
Con mayor tranquilidad, Remus tomó el libro que había dejado a un lado un rato atrás y volvió a dejar que todo alrededor suyo desapareciera.
No sabría decir cuánto tiempo habría pasado, pero noto el repentino agarre en su mano libre que descansaba sobre su propio muslo. Remus giró la cabeza hacia un lado y estaba a punto de preguntar qué ocurría, cuando Sirius habló:
—¿Vamos a celebrar Navidad este año? —Su voz demostrando lo interesado que estaba— James, Lily y Harry estarán con los padres de James y Peter… bueno, quién sabe.
—Apenas está comenzando el mes —murmuró Remus y Sirius soltó un suspiro—. Tú… ¿quieres hacer algo? —Preguntó, en vez de decir lo que de verdad pensaba, porque… ¿quién podría pensar en Navidad cuando Mortífagos continuaban matando a gente inocente allá afuera? Sin mencionar que Remus no tenía exactamente un calendario de los días que Dumbledore le pediría que fuera con la manada de hombres lobo. Aunque había sospechado que sería durante los días previos a Navidad, donde justamente habría luna llena.
—Quiero creer que las cosas pueden ser normales, aunque sea por un momento —murmuró con suavidad y Remus sabía que eso había sido difícil de confesar.
—Sirius…
—Lo sé —lo interrumpió—. Sé que no lo será y si no continuamos luchando, sólo será peor, pero…
—Sirius… —repitió, esta vez, para demostrar la completa atención que le estaba prestado, marcó una vez más el libro y lo dejó a un lado, girándose hacia él—. No quiero engañarte, cariño… —Remus tragó saliva y vio los brillantes ojos de Sirius mirarlo con curiosidad. Apenas era el comienzo del mes, aún quedaban días para saber lo que Dumbledore tendría para él, tal vez era demasiado pronto para decirle a Sirius que quizás ni siquiera estaría ahí con él para esas fechas. Suspiró y cerró los ojos por un momento—. No lo sé…
Sirius suspiró también y comenzó a alejarse lentamente de él.
—Es sólo un día… no estoy pidiendo mucho.
—Lo sé, Sirius.
Sirius terminó por alejarse por completo de él y se puso de pie.
—Es ridículo —dijo, alzando la voz. Le dio un vistazo rápido a la sala del departamento, señalándolo vagamente con la mano—. Ni siquiera hay espacio suficiente para poner el maldito pino.
—¿Sirius?
El chico cerró los ojos y se pasó una mano por el rostro.
—¿Sabes? Sólo iré por un cigarrillo afuera —anunció, caminando sin mirarlo.
Remus se había puesto de pie también para alcanzarlo y rogarle que conversaran, pero Sirius había desaparecido del departamento tras tomar su varita y su chaqueta. Remus dejó escapar un gran suspiro. Sabía lo que la celebración de Navidad significaba para el otro chico después de todos estos años. No había sido hasta que había entrado a Hogwarts y había conocido a sus mejores amigos, que Sirius había aprendido lo que era una verdadera celebración de Navidad, ya no era sobre los presentes y quien obtenía más obsequios extravagantes de sus familiares lejanos, ahora era sobre la verdadera familia. Hacer reír al otro con un estúpido chiste, compartir una taza de chocolate caliente entre ellos. Remus de verdad sabía que a pesar del momento de guerra en el que el mundo mágico se encontraba, Sirius, y bueno, él también, necesitaban un recordatorio que aún quedaba algo más en el mundo.
Aun cuando no estuviera seguro de qué pasaría durante esos días, considerando que sus planes solían cambiar a cada hora, Remus intentaba pensar en alguna manera para demostrarle a Sirius lo comprometido que estaba con la relación y con hacerlo feliz.
En su momento de meditación, había caído en cuenta de lo mucho que amaba a Sirius Black. Era el sentimiento más increíble que jamás pensó sentir. Después de tantos años, Sirius era capaz de hacerlo sentir como aquellos primeros meses de su relación, o incluso, tal y como se había sentido cuando había descubierto que se había enamorado de uno de sus mejores amigos. No podría ni siquiera imaginarse a sí mismo con alguien más que no fuera Sirius. Aun en guerra, Sirius era lo más importante en su vida y debía haber otra forma en la que Remus pudiera hacérselo saber.
