Holmes decía estar inmerso en un importante caso, el más interesante y complejo de su carrera, que le llevaba ocupando varios meses. En los últimos días no había comido más que en dos ocasiones; tampoco le había visto dormir ni hacer otra cosa que no fuera hundirse en su sillón con su pipa favorita, contemplando el vacío. Bueno, sí: a veces cogía su Stradivarius y se ponía a tocar. Normalmente, a las tres de la mañana. O cuando veía que Watson intentaba leer, como era el caso.

Intentó concentrar su atención de nuevo en el diario, pero la melodía del violín penetraba en su cabeza y desordenaba todas las palabras que había conseguido asimilar. Eran acordes melancólicos y enigmáticos, y pronto se descubrió más pendiente de encontrarles un significado que de continuar con la lectura. Le ocurría a menudo: observar a su compañero e intentar aplicar los métodos de deducción que él mismo le había enseñado, tratando de descifrar qué podría pasar por su mente, se había convertido en un pasatiempo cada vez más absorbente.

A veces él se daba cuenta de su escrutinio. Para qué mentir: siempre sabía cuándo le estaba mirando. Es más, en ese momento se dio cuenta de que la música se había detenido, y los ojos grises del detective se clavaban en los suyos, con las cejas ligeramente arqueadas. Carraspeó y fingió volver a las noticias, pero no podía, no podía si notaba esa mirada taladrándole. Pasando la página –por primera vez en media hora-, aprovechó de nuevo para observarle: se dedicaba de nuevo a rasguear las cuerdas, pero una sonrisa casi imperceptible se dibujaba en su cara. De suficiencia.

- ¿Sabe, Watson? Creo que por fin lo tengo – comentó alegremente.

- ¿Mm?

- La respuesta. En todos los casos hay algo que no encaja, una evidencia fuera de lugar. En este nada parecía tener sentido, pero tras profundas reflexiones creo haber encontrado la solución…

Esperaba que de un momento a otro se detuviese, buscando sus preguntas, para a continuación explicarle con detalle la maravilla de su proceso deductivo. Y lo hizo, pero algo en su expresión era diferente. La sonrisa se había ensanchado, era casi lobuna. Sin embargo, en sus ojos había un destello extraño.

- Ahora sólo me queda pedirle su colaboración para comprobarlo mediante un pequeño experimento…

Cuando levantó la vista del periódico, de pronto descubrió esa sonrisa más cerca.

Muy cerca.